miércoles, 8 de junio de 2016

IV Compendio de Historia de Centro América por José Dolores Gámez Cap XVIII al XXIII

CAPITULO XVIII
PRESIDENCIA DEL CONDE DE LA GOMERA
1611-1627
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            Toma  posesión de la Presidencia don Antonio de Peraza Ayala y Rojas-No era letrado y no intervenía en asuntos judiciales-Ponen en ejecución las leyes contra los que se avecindaban  en pueblos indígenas-Funda una villa y se le da por esto el título de Conde de la Gomera-Misión a la Tologalpa-Fin que tuvo-El Ayuntamiento solicita y consigue que se prohíba la introducción de vinos del Perú-La Audiencia prohíbe a los alcaldes dar mandamientos de indígenas, pero el Rey los autoriza-Disputas del Presidente con el Ayuntamiento-Llega un Visitador-Es repuesto el Conde-Introducción de negros, y temores que inspiran-Miseria del Reino-Se aumentan los impuestos y contribuciones-Comercio limitado con el Perú-Concluye la marina nacional-Honras fúnebres a Felipe III, y festejos al sucesor-Sacrificios que cuestan al Ayuntamiento-Baile del Volcán-Misión a la Taguzgalpa. Termina mal-Se aumentan los negros y morenos-Restablecimiento de los jueces de milpas-Se pide a la perpetuidad de las encomiendas, pero el Rey la niega-Termina el largo período del Conde de la Gomera, y le sucede don Diego de Acuña.
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1o.   Don Antonio de Peraza Ayala y Rojas, tomó posesión de la Presidencia del Reino en el año de 1611.   Había desempeñado el cargo de Gobernador de una de las provincias del virreinato del  Perú. Y traía comisión para tomar residencia a su antecesor, quien  como lo vimos en el capítulo anterior, falleció cuando estaba dándola.  Como el nuevo Presidente no era letrado, no tenía intervención en los asuntos de justicia: pero  la Audiencia estaba completa y  no hacía falta su voto.
2o.   Fue  uno de los primeros actos del nuevo Presidente, el poner en ejecución varias reales Cédulas, que prohibían se avecindasen españoles y personas de color en los pueblos de indígenas; mas como se hubiesen reunido muchos españoles en el de Zipotitlán, cabecera de la provincia de Suchitepéquez, el Presidente resolvió moverlos de allí. Y formar con ellos una nueva reducción, a  que dio el nombre de villa de la Gomera, que subsiste hasta hoy en el departamento de Escuintla de la República de Guatemala.  Se ignora si  por considerarse aquel hecho como un servicio muy importante, o porque se quisiese premiar otros méritos del señor Peraza, la nueva villa fue erigida por el Rey en título de Castilla, en favor de su fundador, a quien se dio desde entonces el título de Conde de la Gomera.    Este mismo, en los primeros tiempos de su gobierno, hizo ensanchar e introducir el agua en la plazuela de Candelaria, en la ciudad de Guatemala, por lo que generalmente se le dio desde entonces la denominación de plaza del Conde.   En el propio año también se rebajó el tributo de dos tostones, que pagaban los indios, y se redujo a uno solo; aunque el de los varones continuó siendo de tres, con excepción del de los de Costa Rica que aún no estaban completamente sometidos, y a quienes quería halagarse.
3o.  En el año de 1612 resolvieron los frailes franciscanos, de acuerdo con el Presidente hacer una nueva entrada en la provincia de la Tologalpa, llevando una escolta de 25 hombres, al mando del mismo Capitán Daza, que los había acompañado en la entrada del año anterior.  Siguiendo el rumbo de la vez primera, se encontraron de nuevo con los lencas y los taguacas, algunos de los cuales se prestaron a abrazar el cristianismo, y formaron con ellos varios pueblos.  Llamaron a los misioneros otros indios que habitaban más hacia el interior de la tierra, y aunque ellos disponían ir, no lo consintió Daza, sino que dispuso adelantarse con sus soldados para ver cual era la disposición de los naturales.  Los encontró en  actitud hostil, y recurrió al arbitrio de hacer unos cuantos disparos al aire, para intimidarlos.  Los indios se retiraron, no sin dar muerte a algunos españoles, lo que prestó ocasión a que éstos les persiguieran y tomaran algunos prisioneros.  Un soldado traía cautivo a un indio tan valeroso como osado, que había quitado la vida a dos españoles.  Reconvínolo duramente el soldado, y el indio le contestó con una bofetada.  Irritado el español, llamó a uno de sus compañeros, y forcejeando los dos con el indio, después de mucho golpearlo, lograron atarle fuertemente la mano izquierda a la cintura con una cuerda y enseguida le clavaron a un tronco por la mano derecha, con una herradura de caballo y ocho clavos: allí lo dejaron hasta que expiró, sin que nadie supiera nada de aquel hecho bárbaro.  Encontraron los  taguacas el cadáver, acrecentando el hallazgo su saña contra los españoles y encendiéndose su ardor por la venganza. Al efecto se dirigieron en  aire pacífico a las reducciones que habían formado los misioneros, en las que se hallaban éstos con el Capitán Daza y los soldados, y empleando el engaño, pidieron perdón por la resistencia que habían opuesto anteriormente, y solicitaron que volvieran a entrar en las localidades, pero sin armas, porque no querían guerra, y sus intenciones eran de recibirlos de paz.  Como Daza y los frailes ignoraban lo del indio clavado al tronco, no concibieron sospecha alguna, y aceptaron gustosos aquellos ofrecimientos.  Avanzó Daza por un río, y lo siguieron los franciscanos.  A poco recibieron éstos una carta del  Capitán, en la que les decía que había encontrado a los indios disgustados; pero como no hacía otra explicación, resolvieron seguir adelante, y encontraron ocho canoas con dos indios cada una, los cuales les dijeron que el Capitán  los llamaba, y que no les había escrito por estar ocupado en arreglar algunas cuestiones suscitadas entre los mismos naturales.  No recelaron los frailes, y continuaron navegando río abajo, hasta un punto en donde la corriente hacía una vuelta.  Entonces se presentó un espectáculo horrible a los ojos de los misioneros.  Innumerables indios pintados y con penachos de pluma, tenían grandes picas en las manos y en una de las más altas estaba clavada la cabeza del desdichado Daza, mientas los demás lucían manos de españoles, una de tantas con herradura y clavos.  Los misioneros no pudieron hacerse ilusiones acerca de la suerte que les aguardaba, pues los taguacas asaltaron enseguida las canoas y les dieron muerte.  Igual fin tuvieron los soldados, con excepción de unos pocos, que no confiando en los indios, habían tenido la precaución de llevar sus armas.  Tal fue por entonces el fatal resultado de la tentativa hecha para someter las tribus errantes de la Tologalpa, hoy distrito del Cabo de Gracias en Nicaragua.
4o.  El Ayuntamiento de Guatemala se había pronunciado, en años anteriores, contra la introducción de vinos del Perú, considerándola dañosa a los hijos del país.  Habiendo ocurrido al Rey, solicitando la prohibición de aquel comercio, encontró apoyo la solicitud en los mercaderes de Sevilla, que remitían vinos a estos reinos, y en el Consulado de la misma ciudad.  Expresaban éstos con franqueza, la verdadera causa de su oposición, que era el temor de que viniendo vinos del Perú, tuviesen menos pronta salida los que enviaban a España.  Emitió, pues, el Rey, en  17 de diciembre de 1614 una disposición que prohibía se remitieran a Panamá vinos del Perú, bajo pena de comiso y dividirlo, aplicando una tercera parte a la Real Hacienda, otra a obras públicas, y otras al juez que sentenciara la causa y al denunciante por mitad.  De este modo, no sólo se premiaba la delación, sino que se estimulaba el celo de los jueces, excitándolos con el halago del interés a condenar a los acusados.
            5o.  Los alcaldes ordinarios de la ciudad de  Guatemala se consideraban con derecho, en concepto de corregidores del valle, para dar mandamientos de indígenas, destinados a los trabajos de agricultura; pero la Audiencia les negó esta facultad, y habiendo ocurrido el Ayuntamiento al Rey, expidió éste una Cédula, en el año de 1616, por la que les confirmaba el derecho de hacer tales repartimientos.  Con esto, el Cabildo nombró repartidores que distribuyesen los indios de su jurisdicción entre las personas que los solicitasen.
            6o.  Mucha oscuridad presentan nuestras fuentes de información históricas acerca de ciertos sucesos que ocurrieron durante la Presidencia del Conde de la Gomera, y en el período comprendido entre los años de 1614 a 1617.  Los cronistas no sólo difieren, sino que se contradicen, en sus relaciones, y los autos que con tal motivo se levantaron fueron recogidos por real orden y probablemente destruidos.  De las relaciones existentes puede, con todo, sacarse en claro que hubo bastante exigencia por parte del Presidente para el cobro de las alcabalas; que se puso mal por estos con el  Ayuntamiento; que llegó de Visitador el Licenciado Juan de Ibarra, a tomar residencia al Conde; que el Juez de Residencia acabó de enervar los ánimos, bastante enconados ya cuando él llegó; que el Conde, suspendido de su empleo, se retiró al pueblo de Patulul, dejando la ciudad dividida en bandos, y con las armas en la mano; que durante el juicio de su residencia se sinceró el Conde de los graves cargos que hacían sus enemigos, a quienes apoyaba el Oidor Araque; que la autoridad eclesiástica tomó cartas en las cuestiones; y por último que el Rey quiso cortar con un golpe de autoridad aquel nudo de pasiones y de intereses encontrados, mandando cerrar los autos y que no se volviese a hablar más del asunto.  Restituida la tranquilidad se repuso al Conde en la  Presidencia el año de 1617. 
            7o.  Por aquellos días surgieron dificultades de otra clase, a causa de la necesidad de brazos para los trabajos de la agricultura.  El número de negros importados era ya muy crecido en la época en que vino a gobernar el  Conde de la Gomera, porque viendo los colones que el Rey no prestaba la menor atención a las solicitudes del Ayuntamiento para que hiciese mandar a estas provincias buques cargados de ellos, se los procuraban por sí mismos los particulares.  De tiempo en tiempo llegaban barcadas de negros a Santo Tomás y a Trujillo, que aprovechaban tanto los de  Guatemala como los mineros de Honduras, supliendo con esta clase de brazos, la falta de indios para sus trabajos; pero en la fecha que venimos relatando comenzaban a inspirar temor de que quisieran alzarse como habían pretendido hacerlo en Nueva España, donde muchos de ellos, deseosos de recobrar su libertad, huían a los bosques y se organizaban en partidas; y como esto sucedía también en otros reinos de América, se dictaron sobre el particular varias leyes en las que se disponía, entre otras cosas, levantar fuerzas armadas para ellos, perseguirlos, proceder contra los cabecillas sin forma de juicio, y deshechas las partidas, devolver los esclavos a sus dueños, y vender los mostrencos por cuenta de la real hacienda.  Se dio aviso al Presidente de que muchos negros cimarrones estaban poblando en las inmediaciones del Golfo Dulce, y en otros puntos; pero no se dice que hubiera procedido contra ellos de la manera prevenida en las leyes citadas.  Había alguna tolerancia con los negros, quizás porque como acabamos de indicar sustituían en los trabajos agrícolas y mineros, al desventurado aborigen, que rápidamente iba desapareciendo.
            8o.  Los tributos y contribuciones de toda clase aumentaban considerablemente en las colonias.  Las necesidades de la Monarquía española se acrecentaban cada día, y de ahí que se echase mano del recurso extremo de agotar con el esquilmo inmoderado las ricas fuentes de las posesiones de América.  Los desgraciados indios llevaban como siempre la peor parte, como que vivían doblemente explotados.  La disminución de su raza era ya harto visible.  En Honduras se hizo notar desde a fines del siglo anterior, y en Soconusco no se contaban ya en 1618, más de dos mil tributarios; habiendo faltado una tercera parte de la población indígena que quedó a la provincia, después de la merma sufrida en la época de la conquista.  Sucedía esto, no obstante el empeño con que se procuraban los matrimonios en la clase indígena; empeño que alguna vez fue considerado excesivo por el  Gobierno de la metrópoli, que hubo de expedir una Cédula vituperando la festinación que ponían los encomenderos en casar a los indios, antes de la edad núbil, por el ansia de tener mayor número de tributarios.  Esto no obstante el mismo Gobierno expidió otra disposición en el año de 1618, para prevenir la tardanza que ponían los indígenas para contraer matrimonio, con objeto de exentarse del pago de tributos. Se prevenía que tributaran los que tuvieran dieciocho años, y se encargaba a los curas procurasen casarlos cuando tuviesen la edad competente.  Además del tributo que pagaban a la Corona o a los encomenderos, tenían que contribuir los naturales al fondo de comunidad de sus pueblos.   Desde que se crearon los cabildos de indígenas, se fue estableciendo que los habitantes de cada población pagaran un pequeño contingente anual para los gastos comunes, proporcionándose a los  Ayuntamientos cajas para guardar aquellos dineros y libros en que se llevaba su cuenta, pero a pesar de que el objeto de la creación de este fondo había sido el procurar la mejora de los pueblos de indígenas generalmente no se empleaban en eso, dejándose aumentar inútilmente las cantidades aglomeradas.  En el año de 1619 se discurrió darlas a usura, con lo que sucedió que acumulándose los intereses al capital venían a tener los pueblos que contaban con muchos habitantes, fondos de comunidad bastante considerables, que no poseían las ciudades de los españoles.   Se  tenía también mucho empeño en que los naturales se dedicaran a los trabajos de la agricultura, y se crearon, como lo vimos en otro lugar de este libro, unos comisionados con el nombre de jueces de milpas, que recorrían los pueblos y obligaban a los indios a hacer plantaciones de maíz, trigo, cacao, etc.  Y aunque tal institución fue abolida por Real Cédula, de que también dimos cuenta atrás, continuaron, sin embargo los jueces de milpas, no haciéndose caso de la prohibición como sucedía muchas veces con las disposiciones reales.
9o.  El Reino de Guatemala hacía por aquel tiempo algún comercio con el del Perú; pero desgraciadamente el Gobierno de la metrópoli dispuso restringirlo en el año de 1620 sin que se sepa el motivo de tan inexplicable disposición.  Por Real Cédula de 28 de marzo de aquel año, se prohibió el despacho de buques de los puertos del Reino de Guatemala con destino al Perú, permitiéndose únicamente, que de aquel Reino vinieran dos embarcaciones de doscientas toneladas, cada año, con doscientos mil ducados, para emplearlos en la compra de  productos de estos países.  Tan desacertada medida no sólo fue una restricción para el comercio, sino también un golpe de muerte a la marina mercante de Guatemala, que casi extinguida ya, hubo de desaparecer por completo, bajo el peso de tales prohibiciones.
10o.  En el año de 1612 en que llegó la noticia del fallecimiento de Felipe III, acordó el Ayuntamiento de  Guatemala hacer honras fúnebres al Monarca difunto, y celebrar con grandes fiestas la proclamación del nuevo Soberano; pero como los fondos de propios estaban comprometidos al pago de cinco mil ducados, en que había rematado el Cabildo el cargo de Alférez Real, deuda que no había podido satisfacer en veinte años, hizo abandono del alferazgo, y contando así con algunos recursos, fue autorizado para invertir mil ducados en las exequias y dos mil tostones en las fiestas de la jura, que consistieron en un paseo por las calles, con un carro forrado de alfombras y sedas con mascaradas, toros, juegos de cañas, en que tomaban parte los encomenderos y vecinos principales, y con una representación que hacían los indios de la ciudad y que llamaban el Volcán.  Consistía ésta, según el cronista Fuentes y Guzmán, en un simulacro de una batalla que decían haberse librado en el volcán de Quezaltenango y en que cayeron prisioneros los Reyes Sinacán y Sequechul.  Figuraban los indios un volcán con grandes maderos cubiertos de yerbas y flores, en donde ponían muchos animales, y en la cima una casita que llamaban la casa del Rey.  El gobernador indígena de Jocotenango, que representaba a Sinacán, entraba en la plaza, en andas, con corona de oro, con cetro y un abanico de plumas, seguido de más de mil indios embriagados y con arcos y flechas.  Colocado Sinacán en la cima de la montaña, llegaban los indios de la Ciudad vieja, descendientes de los tlaxcaltecas, y emprendían la lucha con los del Rey, al son de numerosos instrumentos nacionales, y de los alaridos de los combatientes.  Terminaba la fingida batalla con la captura de Sinacán, a quien se conducía, atado con cadenas de oro, a presencia del Presidente, representante del Monarca español.  Aquellas fiestas eran muy vistosas y animadas, y acudían a verla el vecindario entero, que ocupaba el centro de la plaza, y varios tablados que se levantaban en los contornos.
11o.   En 1622 emprendieron dos frailes franciscanos,  Martínez y  Vaena, la entrada en la Taguzgalpa.  Aprovechando una fragata que mandaba a Jamaica desde Trujillo el gobernador de Honduras, desembarcaron en el Cabo de Gracias a Dios, y penetraron un poco en el interior, acompañándose de cuatro indígenas de la Guanaja, y abocándose con la tribu de los payas, por la cual fueron bien recibidos.  Formaron un pueblo al que dieron el nombre de Jarúa, e internándose aún más, hicieron nuevas reducciones; pero éstas y aquellas tardaron poco en ser abandonadas de sus pobladores.  Sin desalentarse los misioneros caminaron por espacio de 30 leguas más; dándose con una tribu llamada de los guabas, que recibiéndolos de paz, se prestó a abrazar el cristianismo, y a formar un pueblo.  Continuaron avanzando hacia el interior del país, y se encontraron con los albatuinas, que también los acogieron favorablemente, aunque hay motivo para creer que todo era fingido.  Con efecto, una noche cercaron los albatuinas, la casita que habitaban los franciscanos, se apoderaron de ellos, y les dieron la muerte más cruel y bárbara que puede imaginarse.  Ese fue por entonces el  resultado de la tentativa hecha para conquistar pacíficamente las tribus nómadas de la Taguzgalpa.
12o.  A pesar de haber sido la provincia de Costa Rica la primera donde empezó la conquista, estaba muy distante, un siglo después,  de encontrarse pacíficamente sometida a las autoridades españolas.  En años anteriores sojuzgó a la Talamanca, uno de sus gobernadores, y construyó el Castillo de San  Ildelfonso; pero en 1610 se habían levantado los indios de los contornos, dando muerte al gobernador Diego de Soxo, a los demás españoles y gente de color, y reducido a cenizas la ciudad, respetando únicamente el castillo.  En 1622, época a la que alcanza esta narración, continuaban sublevados los indios, y se empeñaban en someterlos el gobernador de la provincia, don Alonso de Guzmán y Castilla.
13o.  Continuaban aumentándose en todo el Reino la población morena, merced a la frecuente llegada a los puertos del norte, de navíos cargados de negros.  Ya las autoridades no disimulaban la alarma que les causaba el hecho, y se oponían a que se admitiesen aquellas gentes en el país.  Se recurrió entonces al arbitrio de hacerlos entrar de contrabando, pues solía suceder que traían escondidos en los  buques mayor número del que declaraban sus manifiestos.  Pero lo que causaba extrañeza era que, a pesar de los recelos que infundían los morenos, se les emplease en el servicio de las armas, ocupándolos en la guarnición y defensa de las costas, en donde vivían regularmente, para el caso de invasión o amenaza de enemigos.  Con la introducción del elemento negro en la población del país, habían venido formándose, desde algún tiempo, por el cruzamiento con las razas indígena y española, nuevas entidades etnológicas que iban adquiriendo importancia en la colonia.  El ejercicio de las artes pasaba poco a poco a sus manos, abandonado por los naturales, y desdeñado de los españoles.          
14o.  En junio de 1626 expidió Felipe IV una disposición, restableciendo en  Guatemala los Jueces de Milpas, que de hecho se habían sostenido, a pesar de la prohibición anterior.  Se fundaba el Monarca en la representación del Cabildo, en que aseguraba que cuando había Jueces de Milpas se cotizaba la fanega de maíz a cuatro y cinco reales; y suprimidos se elevaba a dos y hasta cuatro tostones.   La riqueza del país había disminuido considerablemente en aquellos días: los encomenderos, los mercaderes, los dueños de estancias y obrajes de añil, de ingenios de azúcar y de molinos de trigo, estaban reducidos a un corto número; y sin embargo se cuadruplicaban los impuestos, pues había que aprestar cierta cantidad para la  Corona, y era esto lo que únicamente se tomaba en cuenta, sin considerar para nada la situación precaria de los pueblos.
15o.  Los encomenderos del Perú habían elevado al Rey un memorial en el que solicitaban la perpetuidad de las encomiendas en aquel Reino.   Alentado el Cabildo de Guatemala con ese memorial, renovó sus pretensiones en igual sentido, tantas veces elevadas al Consejo, y otras tantas desechadas.  La idea de la perpetuidad de las encomiendas, tan victoriosamente combatida por el filántropo Padre  Las Casas, vino ahora extrañamente a ser preconizada por un sucesor del Protector de los indios en el Obispado de Chiapas, y más tarde (de 1621 a 1630) Prelado de Guatemala, Fray Juan Zapata y Sandoval, oriundo de México, quien publicó un opúsculo, en idioma latino, con el objeto principal de probar, que tanto los beneficios eclesiásticos, como los empleos civiles de Indias, debían conferirse a los nativos de América; pero añadía, que las encomiendas debían ser perpetuas, por varias razones que aducía, aunque de poco fuerza. Prevaleció en la  Corte del dictamen de los que opinaban contra la perpetuidad, y lejos de concederla, se dispuso que ingresara al tesoro real la tercera parte de las encomiendas que vacaran.
16o.  En el año de 1627 terminó la larga Presidencia del Conde de la Gomera, subrogándole don Diego de Acuña, Comendador de Hornos en la Orden de Alcántara.

CUESTIONARIO
1. ¿Cuándo tomó posesión el Presidente don Antonio de Peraza Ayala y Rojas, qué cargos había desempeñado antes, y qué misión especial trajo? 2. ¿Cuál fue uno de los primeros actos del nuevo  Presidente, qué población fundo, y cuál fue el título nobiliario que le concedió el Rey? 3. ¿Cuándo se hizo una nueva entrada a la provincia de la  Tologalpa, quiénes la hicieron, y qué resultado tuvo? 4. ¿Qué solicitud se hizo acerca de los vinos del  Perú, cómo fue tramitada y qué se resolvió? 5. ¿Qué disputa tuvo el Ayuntamiento de Guatemala con la Real Audiencia, y cuál fue la resolución del Monarca? 6. ¿Qué dificultades surgieron entre el  Presidente y el Ayuntamiento, y cómo se tramitaron y resolvieron? 7. ¿Qué otras dificultades surgieron por causa de la escasez de brazos, y de qué modo se subsanaron? 8. ¿Qué pasaba con los impuestos y tributos y con los fondos de la comunidad? 9. ¿Cómo se hacía el comercio con el Perú, y qué consecuencia traía? 10. ¿Cuáles fueron las Honras fúnebres que se hicieron a Felipe II en Guatemala, y cómo se festejó la inauguración del nuevo reinado? 11. ¿Cuándo y cómo se verificó la entrada a la provincia de la Taguzgalpa, quiénes la llevaron a cabo, y con qué resultado?  12. ¿Qué sucedía en  Costa Rica en 1622?  13. ¿Qué pasaba con  la población morena o de color, en  Guatemala? 14. ¿Qué disposición dio  Felipe  IV en 1626, perjudicial a la casta indígena de Guatemala? 15. ¿Qué hubo acerca de la  solicitud de que fueran perpetuas las encomiendas, y quiénes la sostenían? 16. ¿Cuándo terminó la presidencia del Conde de la  Gomera, y quién vino a subrogarle?

C A P I T U L O XIX
PRESIDENCIA DE ACUÑA QUIÑONEZ OSORIO Y LICENCIADO AVENDAÑO
1629-1649
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            Llega el Presidente  Acuña a Guatemala-Fiestas que le hacen-Se establece la media annata-Misiones del Manché, y fin desastroso que tienen-Se imponen nuevas restricciones al comercio-Termina el período de Acuña, a quien sucede en la Presidencia, don Álvaro Quiñónez de Osorio-Prohíbense las habilitaciones a los indios, y que los negros y mulatos porten armas-Decadencia del comercio y opulencia de la ciudad de Granada en Nicaragua-Se hace efectiva la prohibición de que los pueblos de indios no puedan ser ocupados por negros y mestizos, y se funda la ciudad de San Vicente-No pueden importarse los vinos del Perú, ni el cacao del Ecuador-Armada de Barlovento-Se aumenta la riqueza pública-Se venden los impuestos, y se ponen trabas a la libertad electoral-Renuévase el tráfico con el Perú-Establécese el uso del papel sellado-Aparecen los piratas-Cuestión episcopal-Sucede Avendaño al Marqués de Lorenzana-Naufragio de éste-Defensa del Reino contra los piratas-Reducción de los Choles-Despoblación de las islas-Rivalidades sociales-Muerte del Presidente Avendaño-
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1o.  Don Diego de Acuña, Comendador de Hornos, en la Orden de Alcántara, llegó a Guatemala, en 1627, a subrogar en la Presidencia del Reino al Conde de la Gomera.  El Cabildo celebró con extraordinarias demostraciones de regocijo público la toma de posesión de este funcionario, disponiendo en sesión del 1o de mayo de aquel año, que el Alcalde ordinario más antiguo, que  era también  Alférez real, fuera hasta el pueblo de Petapa, acompañado de dos vecinos principales, a recibir y cumplimentar al nuevo Presidente; y aunque se mandó que se entregasen 500 tostones a la comisión para sus gastos, ésta no quiso aceptarlos.  Acordó igualmente que la infantería hiciera las salvas que tuviera a bien ordenar el señor Conde de la  Gomera; que el día de la entrada, desde la oración de la noche, hasta las diez, hubiera luminaria general en la ciudad, mascarada, dos carros triunfales, y que en uno de ellos los mismos individuos del Ayuntamiento, con sus capas blancas prendidas, representaran por las calles un coloquio, mientras en el otro carro iría la música.  Al siguiente día, desde las dos hasta las seis de la tarde, se ejecutaría en la plaza mayor, en un anfiteatro cubierto con doble toldo, y adornado con colgaduras de seda, la representación de  el Volcán, y los juegos del Estafermo y de cañas, con libreas de raso o tafetán de la China.  El juego del  Estafermo era la figura de un hombre armado o mejor dicho un maniquí que tenía embrazado un escudo en la mano izquierda, y en la derecha una correa que terminaba en unas bolas o saquillos llenos de arena, la cual estaba espetada en un mástil, de manera que se andaba y volvía a la redonda: situábanlo en medio de una carrera, con la lanza puesta en el ristre, le daban en el escudo y le hacían volver y al mismo tiempo sucumbir un golpe al que pasaba, con lo que hacía reír a los espectadores.  Otro día, corrida de toros, paseo y lanzada: comedías en el patio de las casas reales, y combate de un castillo con una serpiente de pólvora; en todo lo cual habían de gastarse cinco mil tostones de fondos de propios.
2o.  Estando los productos del país en la más decadente situación, vino todavía a gravarlos un nuevo impuesto en el año de 1629.  Expidió el Rey una Cédula, ordenando el pago de una media annata sobre cualquier oficio o cargo, merced o aprovechamiento (que no fuesen eclesiásticos) concedidos por el Monarca mismo, o los Concejos, Virreyes, Capitanes generales y otros ministros.  Consistía este nuevo impuesto en el pago de la mitad del sueldo de un año de cada empleado, y debía satisfacerse enterando la mitad al recibir el título, despacho o provisión del empleo y la otra mitad al transcurrir el año, dando fianza del cumplimiento de este compromiso.  Naturalmente las encomiendas de indios estaban incluidas en la disposición, así como los títulos que expedía la autoridad a los artesanos para que pudieran ejercer sus oficios, y los de los abogados, escribanos y otros.
3o.  Los misioneros dominicos habían continuado en su empeño de extender la conquista pacífica entre las tribus bárbaras situadas al norte de la provincia de  Verapaz.  Adelantando sus trabajos entre los indios del  Manché, habían logrado formar varios pueblos.  Avisaron al Alcalde  Mayor que podía tomar posesión de ellos en nombre del Rey, y lo hizo así en efecto aquel funcionario; pero alarmados con este hecho, las tribus de los mopanes o itzanos, y temiendo que los dominicos llegasen a sus tierras, comenzaron a sembrar la desconfianza entre los indígenas reducidos.  Después pasaron a las amenazas, con lo que dispuso el Presidente Acuña mandar a don Martín Alfonso de la Tobilla, con unos 20 hombres, para que resguardase las nuevas posesiones,   pero tan reducido número de soldados sirvió más bien para exacerbar a los indios.  Una noche reuniéndose más de mil, cayeron sobre las reducciones, mataron dos españoles de la escolta, y a duras penas pudieron escapar el Capitán con los frailes y el resto de su pequeña escolta.  Repetido el asalto, y uniéndose los mismos reducidos a los invasores, quemaron los pueblos y dejaron desiertas aquellas comarcas.
4o.  En 1663 expidió el rey una disposición que puede ser considerada como el último golpe dado al comercio directo que hacía el Reino con  España; tal fue la supresión de la flotilla de Honduras; acordándose que las dos naves que la componían se agregaran a la flota de Nueva-España; que las de particulares que pudieran venir, lo hicieran directamente sin inclinarse hacia Yucatán, y que los fondos pertenecientes al Rey, que se reunieran en las Cajas de Guatemala, se despacharan por tierra a Veracruz.  Los comerciantes de  Guatemala, para evitar riesgos, tuvieron que seguir el mismo camino, y ya puede imaginarse, sin mucho esfuerzo, las dificultades con que se tropezaría para mantener el comercio a tan larga distancia de los puertos; pero así estaba ordenado, y no hubo más remedio que llevar las mercancías en recuas de mulas, por el largo camino de tierra, desde Veracruz hasta Guatemala.
5o.  Terminada la presidencia del Doctor Acuña, en enero de 1634, vino a sustituirlo don Álvaro Quiñonez de Osorio, que no era letrado como su antecesor, pero sí el más condecorado de los presidentes que hasta entonces había tenido el Reino.  Era Caballero de la Orden de Santiago, Señor de la Casa y Villa Lorenzana, valle de Arriaza y Calladela, Gentil hombre del Rey, e Individuo del Consejo de Hacienda.  En el recibimiento de este Presidente se hicieron exactamente las mismas fiestas que en el de su antecesor, acordando el Ayuntamiento un gasto de cuatro mil tostones.
6o.  Pocos meses después de posesionado el nuevo  Presidente, la Real Audiencia expidió un Auto acordado, de fecha 19 de julio de 1634, en el cual prevenía que se pusiera término al abuso de que eran víctimas los indios, por parte de los encomenderos, consistente en darles dinero o mercaderías por cuenta de trabajo, y obligarlos a servir definitivamente para cubrir aquellos anticipos, o el valor de los artículos que les suministraban, compeliéndolos de este modo a servir siempre, pues cuando iban desquitando, se renovaban los anticipos y continuaba la obligación de desquitarlos.
            7o.  Continuaba el recelo y la desconfianza de las autoridades coloniales con el aumento progresivo de las razas negra y mezclada, por lo cual se dictaban, de tiempo en tiempo, disposiciones que tendían a contrarrestar la influencia que iba adquiriendo aquel elemento en la sociedad.  Se les tenía prohibida la portación de armas, y el montar en bestias que no fuesen mulares; y esas mismas disposiciones volvieron a repetirse en bandos de buen gobierno, publicados en Guatemala en junio y julio del propio año de 1634.  Sin embargo, por una inconcebible aberración, era justamente a ese elemento de color al que se adiestraba en el manejo de las armas, y se destinaba al servicio militar.
8o.  Vimos que, durante la administración del Doctor Acuña, el comercio del país quedó completamente aniquilado, con las restricciones que el gobierno español impuso al tráfico por el Atlántico; y como si esto fuese todavía poco, sobrevinieron, durante la del señor Osorio, nuevas restricciones que dificultaban el tráfico por el Pacífico.  Sucedió que habiendo limitado el gobierno de la metrópoli el tráfico entre el  Perú y Nueva España, en los mismos términos en que lo había sido el de este Reino con el primero de los dos mencionados, no se cumplía con la disposición de que no pasen anualmente del uno al otro, más que dos navíos, no con monedas ni con metales en pasta, sino con mercancías.  Abusando del permiso, como tenía que suceder donde el comercio andaba tan maniatado, dieron en llevar mercaderías de la China, lo que pareció muy mal al Gobierno, y prohibió absolutamente todo tráfico entre ambos reinos.   Al de  Guatemala le alcanzó también alguna parte de aquellas medidas prohibitivas, pues los buques que regresaban al Perú, y algunos que eran despachados de cuando en cuando de una provincia del Reino a otra, con solo el permiso de los oficiales reales de los puertos, fueron acusados de hacer el comercio de artefactos de la China, y obligados a no salir sino con licencia del gobierno, que debía solicitarse por escrito, y previo registro de los corregidores respectivos. Esta disposición equivalía a una prohibición absoluta en aquellas provincias lejanas, donde, por la distancia a la capital, era casi imposible que los comerciantes ocurrieran por el permiso del gobierno para despachar sus buques.   Hubo, pues, de hacerse una excepción en favor de éstos, permitiéndoles pudiesen continuar expidiendo sus efectos con sólo la licencia de los oficiales reales, o de sus tenientes, con tal que no llevasen géneros de la China.  Mediante esta excepción, pudo la provincia de Nicaragua mantener su comercio con Portobelo y Cartagena, a donde enviaba artículos de mantenimiento, trayendo de retorno efectos de  Castilla.  Como el tráfico se hacía por el lago de Nicaragua y río de San Juan, la ciudad de  Granada que era una especie de puerto de depósito del comercio de las provincias inmediatas, cobró importancia, que en documentos de aquel tiempo, se la llama opulenta, y se dice que enviaba muchísimas fragatas a Portobelo.
9o.  Hemos visto que la población indígena disminuía en las provincias de Honduras y Nicaragua, lo mismo que en Soconusco, y ahora sucedía otro tanto en la de San Salvador.  Atribuíase esto, y era realmente así, en mucha parte, a las vejaciones que les hacían sufrir los españoles y aun los negros y mestizos que se avecindaban en sus pueblos, contrariando las reales prohibiciones.  Sucedía el extraño caso de que la raza mezclada, que se había interpuesto entre los españoles y los indígenas, era considerada inferior a los primeros, pero superior a los segundos, que de antiguos señores descendieron a ocupar el último puesto en la escala social del país.  Los llamados ladinos, ya fuesen hijos de españoles e indios, ya de negros e indios, se consideraban y eran reputados por de mejor condición que los indios puros, que llegaron a ser algo así como parias en su propio suelo. El Presidente  Quiñónez Osorio mandó, en 1635, que los Alcaldes Mayores de la provincia de San Salvador echara, dentro de tercero día, a los negros y mestizos que permanecían avecindados en muchos pueblos indígenas, con casas que compraban o alquilaban.  Compelidos a abandonar su residencia en aquellos lugares, se reunieron, por disposición del mismo Presidente, más de cincuenta familias españolas de las que se dedicaban a la fabricación del añil en aquella comarca y acostumbraban a vivir en los pueblos de indios con sus hijos y negros esclavos, cuando concluían la temporada de la cosecha; y fundaron una nueva población, a que dieron el nombre de San Vicente de Lorenzana (1635) en premio de este servicio fue agraciado el Presidente Quiñónez Osorio con el título de Marqués de Lorenzana.
10o.  A pesar de ser manifestada la causa de la despoblación de las Indias, en aquellos días dieron las autoridades en el singular empeño de buscar otros motivos, que estaban bien distantes de serlo.   Atribuíase el mal al cacao, y al vino que venían del   Perú.    Se dispuso, en consecuencia, que los Alcaldes Mayores de las villas del Realejo y Sonsonate, impidiesen la introducción de ambos artículos, reconocidos oficialmente por causa de la destrucción de la casta indígena.  Sin embargo de la prohibición, tanto el cacao como el vino del Perú siguieron introduciéndose, ya de contrabando, ya permitidos, sin que por eso se extinguiera en Guatemala, ni experimentara mayor detrimento que el que originaban causas más eficaces que la que señalaban  los que ejercían la autoridad del país.
11o.  De tiempo en tiempo dictaba el  Rey disposiciones que prohibían la práctica de los repartimientos o mandamientos indígenas, así para los trabajos del campo y de las minas, como para diferentes servicios domésticos, o bien la reglamentaban de manera que se evitaran las vejaciones que a favor de ella se hacía sufrir a los nativos.  Desgraciadamente, unas y otras providencias, quedaban sin efecto, y continuaba el sistema de repartimientos, sin más ley que la voluntad de los Alcaldes Mayores y Corregidores.  Las mujeres mismas estuvieron sujetas a ellos, y en el año de 1636, fue necesario que expidiera la  Audiencia un Auto acordado de gobierno, prohibiendo repartir las indias en calidad de molenderas de maíz, y previniendo fuesen restituidas a sus casas las que estuviesen empleadas en aquel servicio en las de los españoles.  Continuaba también, a pesar de las terminantes prohibiciones anteriores, el sistema de suministrar a los indios mercaderías a subidos precios, y hacer que las pagaran en trabajo.  Se dice que los Alcaldes Mayores de la provincia de Suchitepéquez, repartían arbitrariamente entre los naturales, mercaderías que no necesitaban, adjudicándoselas a precios exorbitantes, que debían satisfacer en cacao, en la época de las cosechas, por lo cual hubo de repetirse la prohibición en Auto acordado de la Audiencia, de fecha 12 de agosto de 1636, en virtud de memorial presentado por varios caciques e indios principales de los pueblos de la referida provincia, redactado y escrito por ellos mismos.  El Auto de la  Audiencia, a que venimos refiriéndonos, contenía además algunas prevenciones respecto a vagos y mal entretenidos, dirigidas especialmente contra la población de color, disponiendo que se obligase a tales personas a ocuparse en algún oficio, o en el cultivo de la tierra.
12o.  Por aquel tiempo se hallaba España empeñada en una guerra con Francia y Holanda, y tuvo necesidad de redoblar la vigilancia sobre sus posesiones del nuevo mundo, expuestas a las asechanzas de sus enemigos.  Dispuso en consecuencia, situar una Armada en el archipiélago de las Antillas, haciendo que las colonias que iban a ser directa o indirectamente favorecidas, sufragaran los gastos.  Naturalmente, hubo de tocar a Guatemala alguna parte en aquella erogación, y en virtud de una Real Cédula dirigida al Presidente y a la Audiencia del Reino, se estableció en 1636, un nuevo derecho de exportación, a que se dio el nombre de  Barlovento, por estar su producto destinado a ayudar a los gastos de la escuadra que debía operar por esos mares.  Consistía aquel nuevo derecho en cuatro reales sobre cada cajón de tinta de añil, dos sobre la carga de cacao, dos sobre la de grana silvestre, un real por cada cuero de ganado vacuno, un real sobre la petaca de brea, sobre la de tabaco y sobre cada arroba de  zarzaparrilla, que se exportaran de estas provincias.  Esto sin  perjuicio de que el Ayuntamiento de la ciudad continuara pagando los cuatro mil ducados anuales, que en 1629, se había  comprometido a satisfacer, durante 15 años.  Establecida la escuadra en las Antillas, fue insuficiente todavía para dar completa seguridad al comercio del Reino en el golfo de Honduras, por lo cual hubo de continuarse por las antiguas rutas de Veracruz y Nicaragua, vía Cartagena. Las provincias de Guatemala, San Salvador y Comayagua hacían el comercio por este último punto; las de Chiapas y Soconusco, por Veracruz, a pesar de la enorme distancia que había que recorrer para ambos puntos.  Tomás Gage, clérigo inglés que residió algunos años en el territorio, y escribió un curioso libro revelando la vida de las colonias, refiere que en 1637 entraron a  Granada, en un solo día 300 mulas procedentes de San Salvador y de Comayagua, cargados de añil, grana y pieles, y que tres días después, llegaron otras tres recuas, unas de las cuales llevaba dinero de las rentas del Rey, y las otras dos iban cargadas de azúcar y de añil.
13o.  La riqueza pública estaba muy desarrollada a fines del siglo decimoséptimo, según se deduce de los datos que arrojan algunos documentos oficiales.  Descollaba entre sus ramos el de la crianza de ganados.  Había grandes estancias en las provincias de Guatemala, San Salvador, Comayagua y Nicaragua, de tal suerte que se mataban las reses más que por interés de la carne, que estaba sumamente barata, por el de los cueros, que se enviaban a España, donde se vendían con estimación.  Refiere Gage en su libro citado, que un solo dueño de hacienda, en la costa del Sur, tenía cuarenta mil cabezas de ganado, además de las reses cimarronas o alzadas, que era preciso cazar, por temor de que se multiplicaran demasiado y dañaran al ganado manso.  Añade que en una feria de la villa de Petapa, vio comprar seis mil cabezas a un solo hacendado, y que se las  pagaron a dieciocho reales.  Dice también que había gran abundancia  de carneros en Mixco, Pinula, Amatitlán y otros lugares, y que no era posible encontrar un pobre en el país, porque con medio real tenía una persona, carne tortillas y cacao, para toda una semana.   Bien sabido es, que el peso  español se dividía entre nosotros en ocho reales, el real en dos medios, el medio en dos cuartillos y el cuartillo en cuatro piezas.  Aunque no hay noticia exacta de lo que importaba en aquellos tiempos la producción de cada uno de los ramos que constituían la riqueza del país, todo conduce a creer que era el cacao el más valioso de los artículos de comercio con que contaba el Reino.  Según informe oficial del Oidor  García del Palacio, en 1637, en que visitó la provincia de los Izalcos, se cosechaban en sólo cuatro lugares de ella, más de cincuenta mil cargas de cacao, o sean ciento veinte mil quintales, a los que da un valor de quinientos pesos de oro de minas.  El añil fue también otro ramo de riqueza industrial:  había grandes plantaciones en Guazacapán, Escuintla y Jalpatagua, de Guatemala, y en San Miguel, San Vicente y Sonsonate, de San Salvador.   Los productos eran cuantiosos; pero en todas aquellas haciendas se obligaba a los indios a un trabajo excesivo que fue  la principal causa de su destrucción, a extremo de quedar extinguidos muchos pueblos, de los cuales solamente sobrevivió el nombre.
14o.  En el año de 1639 se dispuso el Virrey de Nueva España, como General en tierra de la escuadra de Barlovento, enviar un comisionado a Guatemala, para que recaudara los impuestos destinados a ella.  El Cabildo recibió mal aquella disposición, y la reclamó, así a la Audiencia como al Rey.  Este reformó el acuerdo, previniendo al Virrey entrase en convenio, o como se decía entonces, en asiento con la Ciudad, sobre lo del derecho de Barlovento.  El resultado fue que el  Ayuntamiento se comprometió a pagar cuatro mil pesos anuales, durante quince años; pero a poco de celebrado este contrato, llegó de España un individuo que había comprado el oficio de recaudador del mismo derecho, por tres mil pesos.  El Ayuntamiento se opuso y ofreció resarcir al interesado los tres mil pesos en que había comprado el oficio;  insistió éste en sostener su derecho, la Audiencia no quiso resolver la cuestión; y habiéndola sometido al Virrey de México, éste sostuvo naturalmente, el convenio celebrado con su comisionado.  El Rey, por su parte, dispuso, en septiembre del mismo año, vender sesenta mil ducados de renta de juros sobre las cajas de Guatemala, que eran los mismos que se había obligado a enterar en 15 años el Ayuntamiento, con motivo del nuevo derecho establecido el año 1629.  Así se multiplicaban las cargas sobre el Reino, harto agotado ya, negociándose los productos futuros para salir de los apuros del momento.   Los fondos de comunidad de los pueblos de indígenas, que eran ya cuantiosos y que estaban destinados a otro fin, pasaron también a formar parte de la hacienda pública, pues se mandó en el mismo año de  1639, que los recaudaran y administraran los oficiales reales, dejando a los cabildos únicamente el derecho de petición, que bien se comprende no debía ser muy eficaz.  
15o.  Al mismo tiempo que recrecían los impuestos, se observaba la tendencia por parte del Presidente a coartar la libertad del sufragio en el Ayuntamiento, único cuerpo electivo que había en esa época en la ciudad capital.  Hasta entonces se había limitado el representante de la autoridad real a presenciar las elecciones anuales de alcaldes, y a confirmarlas; pero en  1639 el Escribano del Cabildo, después de recibir los votos, se acercó al Presidente y le dio cuenta en secreto de la elección, y no se anunció esta, hasta que lo permitió el mismo Presidente.  Desde entonces quedó establecida aquella nociva práctica, que si bien se interrumpió algunas veces, en virtud de reclamaciones del Cabildo, volvió a observarse en lo de adelante, sin objeción por parte de aquel cuerpo.
16o.  Para evitar el contrabando de mercaderías de la China y de Castilla que solía hacerse en los buques que regresaban al Perú, se llegó, como se recordará, hasta a prohibir el tráfico entre los dos países.  Así las cosas, provisto  Virrey del Perú, el Marqués de Mancera, hombre de ideas elevadas, al pasar por Panamá, escribió al Presidente Lorenzana, deplorando la incomunicación de ambos reinos, y excitándolo a restablecer el comercio bajo el pie en que estaban anteriormente.  La idea fue bien acogida, y desde luego previno el Presidente que en las licencias no se consignara ya la prohibición de ir al Perú.
17o.  Por Cédula de 28 de diciembre de 1638 se impuso a todos los dominios de Indias, el uso del papel sellado, y en particular a Guatemala, por otra Cédula de fecha de 16 de abril de 1639.   Se establecían cuatro sellos, con los números 1o, 2o, 3o y 4o y en ellos debían extenderse bajo pena de nulidad, multas y aun castigos corporales en caso de reincidencia, los contratos instrumentos, autos, escrituras, provisiones y demás recaudos que se hiciesen.   El  pliego del sello 1o. valía 24 reales; el del 2o. seis; el medio del 3o. un real; y el del 4o. un cuartillo.   En  papel de esta clase última debían extenderse los documentos de los indios, de los pobres de solemnidad, y de los soldados en servicio activo.  El papel sellado servía solamente para un bienio, y no llegó a Guatemala hasta en 1640.  El Ayuntamiento suplicó al Rey la suspensión de aquel nuevo impuesto, en atención a la pobreza suma, y miseria general de las provincias, que con aquella nueva carga, y después de tantas plagas como habían caído sobre ellas, acabarían de perderse y aniquilarse.  La súplica no fue atendida, y el uso del papel sellado quedó establecido desde entonces.
18o.  Los corsarios y piratas no dejaban de molestar los puertos del Norte del Reino, y las islas de la Bahía de Honduras a cuyos habitantes se acusaba de encubridores de los enemigos.  En consecuencia se dispuso en 1640 desalojar a los habitantes de las islas, y trasladarlos a la tierra firme, resolución cruel y funesta para aquellos infelices.  Entre tanto, invadido en el mismo año el surgidero de Golfo Dulce, por los piratas, el Presidente Lorenzana salió con 400 hombres y se detuvo 15 días en el pueblo de San Lucas.  Después avanzó hasta México, a seis leguas de la ciudad, y de allí dispuso regresarse, calculando que cuando llegara al Golfo, ya sería tarde.  Y lo habría sido efectivamente, pues los enemigos saquearon la población, llevándose todas las mercaderías que encontraron, que no eran pocas; y enseguida dieron muerte a tres españoles.
19o.  En 1641 se suscitó una grave cuestión eclesiástica.  Recibió el Cabildo testimonio de una Cédula en la que nombraba el Rey Obispo de la Diócesis, al Doctor Bartolomé González Sotero, y mandaba trasladar a la de Arequipa al Doctor Don Agustín Ugarte y Saravia.  Sin aguardar más, el Cabildo declaró vacante la silla de  Guatemala, determinación que a su vez fue declarada nula y de ningún valor por el Obispo, fundándose en que sin haber recibido aún las bulas pontificias de su promoción a otra diócesis, no podía considerarse disuelto el vínculo con su iglesia.  Encaprichado el Cabildo, entabló ante la Audiencia el recurso de fuerza; pero esta resolvió en contra.
20o.  En el año de 1642 terminó el período presidencial del Marqués de Lorenzana; y vino a subrogarlo el Licenciado don Diego de Avendaño, Oidor de la Cancillería de Granada, en España.  Después de haber dado su residencia ante el Obispo  don Bernabé González Sotero, comisionado al efecto por el Rey, se embarcó con su familia con dirección a Panamá.  En el Golfo del Papagayo, y a consecuencia de un recio temporal, se abrió la fragata, en que hacían su navegación, pero pudo repararse algún tanto y continuar en camino.  Estando ya como a cincuenta leguas de Panamá, creció el peligro, y el piloto del buque lo hizo presente al Marqués, ofreciéndole ponerlo en poco tiempo y con toda seguridad en la isla de Coiba, que estaba cercana a la tierra firme.  Dícese que el Marqués se obstinó en no aceptar aquel medio de salvación, y que encerrándose en su cámara, con su esposa e hijos, aguardó tranquilamente su fin.  La fragata se hundió adelante, y no escaparon  al desastre más que cuatro personas.  Un año antes el Marqués de Lorenzana había hecho construir en la Catedral de Guatemala un monumento sepulcral, con una estatua en que estaba representado hincado de rodillas.      La suerte, sin embargo le tenía destinado el mar para su tumba.  Del  Marqués de Lorenzana se han escrito distintos juicios críticos; pero todos acordes en reconocerle un gran talento, mucha actividad, y especiales aptitudes, aunque también tanta afición al dinero, que lo hacía rebajarse hasta la pequeñez de poner juegos en su casa, con objeto de revender barajas y cobrar a los jugadores parte de las utilidades de sus ganancias.
21o.  En recompensa de haber abierto las bocas las minas de azogue en España, fue promovido a la Presidencia y Capitanía General de Guatemala, el Licenciado Avendaño.  Permaneció algunos días en la ciudad vieja, antes de tomar posesión de sus empleos, y allá se le hicieron las fiestas de toros, cañas, alcancías, volcán, comedias y otras cosas con que le obsequió el Ayuntamiento, sin que dejaran de hacerse en la capital demostraciones de atención al Presidente Lorenzana.  Pocos meses después de haber tomado posesión el Licenciado Avendaño, fue invadido el puerto de Trujillo por una partida de corsarios, cuyo jefe se dijo era un holandés.  La población del puerto constaba de más de 150 vecinos españoles, fuera de los indígenas y gente de color.  Estaba fortificado con un reducto, en que había diecisiete cañones buenos, y algunos pedreros, y constaba con alguna guarnición; pero el gobernador estaba ausente, y la resistencia fue insignificante.   La  población talada y saqueada por los corsarios, no pudo reponerse de aquel desastre en muchos años.  Los habitantes de la capital se alarmaron extraordinariamente con el suceso de  Trujillo, y de ahí que habiéndose propalado la falsa noticia de que los holandeses habían invadido el puerto de Iztapa, la autoridad le diese crédito con inconcebible ligereza, mandando tocar a rebato, sembrando el terror y el espanto en la población, y alistando fuerzas con las cuales se fue inmediatamente al encuentro del enemigo; mas habiendo llegado hasta el puerto indicado, nada encontraron, porque nada había. 
22o.  Las costas continuaron plagadas de corsarios, con menoscabo del comercio que se arruinó completamente, y del país todo, que entró en absoluta decadencia.  Todo escaseo, y cuéntase  que en 1643 no se conseguía vino ni para consagrar en los templos, lo cual hizo que el Cabildo diera instrucciones a su procurador en la Corte, para que solicitara la revocación de la ley que prohibía importar vinos del Perú.  El Presidente, por otra parte, previendo la llegada de los corsarios a Santo Tomás, mandó entregar doce mosquetes al Alcalde Mayor de aquel puerto, lo cual no impidió, por supuesto, que fuese el Alcalde tomado prisionero en la primera entrada que hizo el enemigo.  Al fin, en junta de hacienda de 22 de febrero de 1644, se vieron las cosas con algo más de seriedad, y fue acordado un gasto de 15 mil pesos para comprar mil armas de fuego en Veracruz.  Las que se obtuvieron fueron en mucho menor número, y hubo que pagarlas a veinticinco y treinta y tres pesos. Después lograron conseguir otros ciento veintitrés mosquetes, por $4,136.00 pesos, se compusieron algunos que por viejos estaban sin uso y se compraron 1,200 lanzas, chuzos y desjarretaderas.  Con tan pobres elementos se veía obligado a armarse por sí mismo, y a defenderse, el Reino de  Guatemala, abandonado de la madre patria en aquellos momentos aflictivos, en los que las guerras europeas, provocadas por España, arruinaban a esta, y sumían en la desesperación y la miseria a las infelices colonias.   Los corsarios alentados por la debilidad de la defensa que oponían los puertos del Reino, no se limitaban a buscar las mercaderías en las costas y a bordo de las embarcaciones, sino que también se internaban en su persecución.  Esto hizo necesario que los convoyes de mulas, que conducían la carga de los buques de Santo Tomás a la capital, fueran escoltados por soldados a quienes pagaba el comercio real y medio diarios.  Más tarde, abandonado ese modo de transporte por lo desprovisto del camino, y conducidas las mercaderías de Santo Tomás al golfo en lanchas o botes de poco calado, dieron también los corsarios en entrar a perseguirlas en la laguna, lo cual hizo  necesarias la construcción de algunos reductos.  En el golfo se había levantado un fuertecito, al que dieron el nombre de Bustamantes; pero no  tenía cañones, y los mosquetes no podían impedir el paso del enemigo en lanchas, a cierta distancia.  Construyose por tal motivo un reducto enfrente, levantando trincheras y abriendo un foso de 170 pasos.  Mandó el Presidente que se alistaran dos mil indios flecheros, de la Verapaz, para cubrir aquel punto, y previno al Alcalde Mayor, alistara también toda la gente que pudiese, y que marchara a la costa, a las órdenes del Oidor don Antonio de Lara Mogrovejo.  Se enviaron además a Trujillo setecientos cincuenta hombres, para que se pusieran a las órdenes del gobernador de la provincia de Honduras; pero este funcionario los retuvo en Comayagua.  Mientras tanto los corsarios repitieron la invasión, aunque con mal éxito, porque los repelió el vecindario.        
23o.  Ocupadas por aquel tiempo las pequeñas Antillas por naciones que tenían guerras frecuentes con España, y retiradas las dos naves armadas que de allí traían mercaderías, quedaban los establecimientos del litoral del golfo de Honduras más expuestos que antes a las invasiones de los corsarios.  El Reino carecía de tropas regulares y organizadas, pues aunque se movilizaban fuerzas para la defensa, estas se componían de gente colecticia, tomada en la ocasión, y que se volvió a su casa concluido aquel servicio.  En las invasiones de corsarios que ocurrían, se llamaba a los encomenderos y demás vecinos, obligando a los acomodados a costear sus armas.  Así, en junio de 1664, se dispuso pedir al vecindario un donativo para cubrir el gasto que iba a hacerse en armamento y soldados, sin perjuicio de que repusiera al comercio la suma de 3,350 pesos que se había tomado de la  Caja Real, para mantenimiento de 40 soldados que estuvieron en Trujillo, aguardando buques que debían venir de España con mercancías.  En el mismo año se hizo al vecindario otro pedido de 1,500 pesos para comprar dos mil libras de pólvora, y habiéndose enviado a Trujillo 50 arcabuces para la defensa del puerto, se previno al Gobernador los entregara a personas que pudieran pagarlos.  Por último, considerando el Presidente indispensable fortificar alguno de los puertos del Norte, y habiendo escrito al Rey sobre el particular, se le contestó previniéndole designara el que debiera elegirse, y que propusiera los fondos para sufragar el costo de la fortificación con la advertencia de que en ningún caso debiera salir de la Hacienda   Real.   La defensa del país estaba, pues, entregada completamente al cuidado de los particulares.  Sin soldados, sin armas, sin pertrechos y sin jefes militares, apenas se concibe como haya podido conservarse esta colonia para España, teniendo a muy corta distancia de sus costas del Norte, enemigos emprendedores, audaces, ambiciosos y acostumbrados a la guerra, a quienes habría costado muy poco apoderarse del país.                  
24o.  Desde 1635 se había dado cuenta al Rey de las tentativas hechas por los frailes dominicos para reducir a los indios choles; el comisionado para dar este informe fue un tal Padre Morán, que pasó a España con carácter de procurador de la provincia.  Tuvo allí ocasión de hablar del asunto con un sujeto llamado don Diego Ordóñez de Villaquirán, quien al oír lo de los choles, se ofreció al hacer la reducción, prometiendo gastar en la empresa hasta treinta mil pesos de su propio pecunio.  Aceptósele  su proposición, fue nombrado en consecuencia Alcalde Mayor de Ciudad Real, y se le ofrecieron grandes mercedes, con tal que llevase a cabo la reducción de los choles.  Pero los años pasaban, y Ordóñez de Villaquirán en lo que menos pensaba era en poner en obra la prometida conquista.  Se le reclamó enérgicamente, y por último el  Consejo de Indias le exigió el inmediato cumplimiento, mandando embargarle, en garantía la renta de una encomienda de indios que tenía en el pueblo de Mita, en la provincia de Guatemala.  Tuvo, pues, que esforzarse el Alcalde Mayor, para organizar la expedición, y en 1644 salió del pueblo de Ocozingo con alguna gente que pudo reunir, y se internó unas quince leguas en las selvas, sin encontrar el menor vestigio de población.  Al paraje donde llegó le puso por nombre “El Próspero” y como el Rey le había ofrecido el título de Adelantado de las tierras que descubriera, se hizo llamar desde entonces “el Adelantado del Próspero”.   Determinó el Adelantado regresarse a Ciudad Real, mas como la gente se manifestara disgustada de esa resolución, echó bando conminando con pena de muerte la falta de obediencia.  Un Alférez y un soldado se desertaron y avanzaron solos, por entre montañas despobladas, habiendo llegado a descubrir el pueblo infeliz de Tenozig, de donde continuaron hasta llegar a Tabasco.  Ordóñez de Villaquirán hizo una nueva entrada dos años después, con el mismo éxito que la anterior; pero eso no obstó, según se dijo, para alegrar méritos y obtener favores de la Corte. 
25o.  Los impuestos creados por el Ayuntamiento para pagar los cuatro mil pesos anuales de contribución hacia la armada de  Barlovento, no fueron suficientes para llenar esa suma, por lo que se apeló al árbitro de aumentarlos, uniformando aquella contribución, que vino a ser de cuatro reales sobre todos los bultos que salieran, inclusive los de achiote.   Se dispuso, además, que aun de esa manera se dificultaba la cantidad señalada, se recargara la alcabala interior hasta en sumas bastante para llenar la diferencia.  El Cabildo reclamó entonces al Rey, que se le aliviara de otras cargas que pesaban sobre sus rentas, como eran los gastos que exigía la Bula de la Santa Cruzada, que hacía mantener muchos empleados, y el papel sellado, que ocupaba un tesorero y 20 ministros subalternos.  Con respecto a la administración de la Bula proponía que se rematara en el mejor postor, como se hacía 15 en México; y por lo que hace al papel sellado, instaba porque se suprimiera, y si esto no era posible, que corriera el ramo a cargo de los oficiales reales.  La  Real Hacienda contaba además de las alcabalas, con el estanco de naipes, el papel sellado, las vacantes mayores y menores, las mesadas eclesiásticas, la tercera parte del producto de las encomiendas, las medias annatas, los novenos decimales, y otros ramos, y con el producto de la venta de oficios de los 16 cabildos de españoles que había en el Reino, se produjo en el decenio de 1636, a 1645, $183,201.  Habían terminado en 1647 los quince años durante los cuales debía pagarse doble la alcabala interior, por lo que hubo de arrendarse en aquel año, en ocho mil tostones únicamente; pero sucedía que los pagos de esta contribución andaban muy retrasados, por la pobreza del vecindario.  Esto dio lugar a que se autorizara a los oficiales reales a reducir a prisión a los alcaldes y a los regidores, por no haber hecho efectiva la exacción.   
26o.  Por aquel tiempo dispuso el Presidente  Avendaño poner en ejecución las disposiciones dictadas cuatro años antes para trasladar a los habitantes de las islas de la Bahía de Honduras, a la tierra firme, a fin de que los corsarios y piratas que infestaban aquellas costas, no encontrasen el abrigo y recursos que, de grado o por fuerza, les proporcionaban los isleños. Sesenta hombres de la ciudad, al mando de Juan Romaña, debían  ejecutar aquella deportación, y veinte más pasarían a Puerto Caballos con igual objeto.  Ya en una entrada anterior, se habían hecho salir como setecientos habitantes de las islas, talándoles las sementeras que tenían, y destruyéndoles las casas.  En esta segunda entrada, se hizo salir a los que quedaban en Roatán y Utila, despoblando las islas y sujetando a sus moradores a grandes privaciones.
27o.  Por aquel tiempo también, principió a marcarse la rivalidad entre los españoles peninsulares, y los nacidos en el país, a quienes dieron el nombre de criollos.  Con el fin de armonizarlos, se había establecido por costumbre, la alternativa entre peninsulares y criollos en las elecciones de alcaldes ordinarios.  Era esto, sin embargo, origen de intrigas y cuestiones, y dio lugar a que se formaran dos bandos opuestos, que se mostraban intransigentes en sus pretensiones.  En las elecciones de alcaldes para Guatemala, en 1647, se declaró abiertamente esa rivalidad, encabezando el partido de los criollos don Diego Padilla, caballero rico, perteneciente a una de las familias principales.  Como había sido electo en 1643, y se atribuyeron ciertas inquietudes que por entonces ocurrieron, la  Audiencia expidió un acuerdo en que recordaba aquellas desazones, acusaba a Padilla de querer introducir diferencias entre españoles y criollos, y agregaba que pretendía de nuevo la elección con el fin, sin duda, de seguir fomentando tales discordias, por lo que suplicaba al Presidente la exclusión del referido Padilla del puesto a que aspiraba.  Padilla no fue electo, en tanto que los ánimos de los criollos quedaron exacerbados.  Vino enseguida el asunto de la provisión de encomiendas, que como se recordará fueron creadas para premiar a los conquistadores y a sus descendientes en América, y las cuales desde hacía algún tiempo, se concedían a personas que las solicitaban en la  Corte y venían a aguardar que vacaran para ocuparlas; pero ya no era esto solo, sino que se daban a muchos que jamás habían venido ni vendrían a estos reinos.  El Cabildo instruyó a su procurador para que reclamara contra aquel procedimiento, que consideraba injusto y perjudicial a los descendientes de conquistadores y antiguos pobladores; y si bien acogió el Rey favorablemente la solicitud, y aun se expidieron nuevas Cédulas de conformidad, el mal continuó siempre como veremos adelante.
28o.  El comercio, mientras tanto, seguía haciéndose con gran dificultad por Veracruz y Panamá, pues no siempre llegaban a aquellos puertos las naves de la Armada Flota.  En cuanto al comercio por el  Norte, continuaba completamente cortado, a causa de las incursiones de los corsarios, por lo cual se solicitó de la Corte, aunque sin éxito, que todos los años vinieran dos galeones de la armada de Barlovento, los cuales recibirían en Trujillo los fondos con que contribuía Guatemala al sostenimiento de aquella escuadra, y serían pagados con los destinados a la defensa de puertos.  El comercio solo de Guatemala se quejaba de haber perdido cuatro millones de pesos en dos años. 
29o.  La situación del reino de  Guatemala, en 1649, se hacía más y más apurada cada día, agregándose a las causas generales de penuria, la circunstancia de que hasta las encomiendas más productivas se escapaban de las manos de los hijos del país, y de los peninsulares residentes en él, y pasaban a las de personas que vivían en España, y jamás habían venido a América.  Hasta los funcionarios más elevados de la Monarquía tenían rentas de encomiendas de indios en  Guatemala o Cédulas para que se les dieran en cuanto vacaran.  Teníanla casi todos individuos del  Consejo de Indias, y algunos del de Castilla.  Semejante estado de cosas fue exasperando cada día más a los criollos, que veían disminuir la consideración que se tenía al principio a los descendientes de conquistadores y primeros pobladores.  Habían traído este además, poco a poco, la formación de un nuevo elemento social, la clase criolla, que no podía alegar descendencia de conquistadores y pobladores; pero que no careciendo de importancia por su fortuna, posición y raza, pretendía abiertamente los cargos y honores que habían sido hasta entonces privilegio exclusivo de la otra clase.  De este dimanó el que formaran, entre los mismos criollos, partidos que vinieron a hacerse vehemente en sus oídos, y que estuvieron a punto en época cercana, de recurrir a la fuerza para sostener sus pretensiones.
30o.  El 2 de agosto de 1649 murió el Presidente Avendaño, que había gobernado con mucha rectitud, prudencia e integridad.  Su delicadeza y su desinterés llegaban al extremo de rehusar los obsequios más insignificantes y sencillos, ofreciendo esta conducta notable contraste con la de algunos de sus predecesores.  Su muerte fue muy sentida y llorada por el pueblo de  Guatemala.

CUESTIONARIO
1. ¿Cuándo llegó a Guatemala el Presidente don Diego de Acuña, y con qué fiestas especiales fue recibido? 2. ¿Con qué nuevo impuesto fueron gravados los habitantes del Reino de Guatemala, en el año de 1629? 3. ¿Qué conquista pacífica tomaron a su cargo los frailes dominicos entre los indios choles, y cómo terminó? 4. ¿Qué disposición ruinosa para el comercio, fue tomada por el  Rey de España en 1633? 5. ¿Cuándo terminó la Presidencia del doctor Acuña, y quién fue el sucesor que llegó de  España? 6. ¿Cuál fue el Auto acordado que expidió la Real Audiencia el 19 de julio de 1634? 7. ¿Qué disposiciones se repitieron en Guatemala acerca de la portación de armas y uso de bestias, en 1634, y qué clase de gente se destinaba al servicio militar? 8. ¿Qué prohibición y restricciones tuvo el tráfico del Pacífico, durante la administración del doctor Osorio? 9. ¿Qué fue lo que dispuso el Doctor Osorio, para garantizar a los indios de las molestias que les ocasionaban los negros y mulatos, y cómo se formó y fue llamada la población que fundó enseguida, en la provincia de San Salvador? 10. ¿A qué se atribuyó la despoblación de las Indias, y qué fue lo que se dispuso para remediarla? 11. ¿Cuál fue la prohibición que, para favorecer a los indios, repitió en su favor la Audiencia en 1636? 12. ¿Cuál fue la Armada que situó España en el archipiélago de las Antillas, y cómo se pagaba? 13. ¿De qué modo se hacía entonces el comercio de estas colonias? 14. ¿Cuál era el estado de la prosperidad pública, a fines del siglo decimoséptimo, en qué ramo sobresalía, y  qué productos dedicaba a la exportación? 15. ¿Cómo se recaudaban las rentas en Guatemala  y qué sucedió con la del derecho de Barlovento? 16. ¿Cómo se practicaron las elecciones locales de  Guatemala en 1639, y qué abuso originaron después? 17. ¿Qué fue lo que propuso el Virrey del Perú, para restablecer el tráfico con  Guatemala, y qué alcanzó? 18. ¿Cuándo se estableció el uso del papel sellado en Guatemala? 19. ¿Qué se dispuso en 1640, acerca de los habitantes de las islas de la Bahía, y qué fue lo que sucedió en el mismo año con los piratas de Golfo Dulce? 20. ¿Qué grave cuestión eclesiástica se suscitó en 1641, y cómo terminó? 21. ¿Quién vino a subrogar al Marqués de Lorenzana, en qué fecha y qué fin tuvo? 22. ¿Por qué fue nombrado Presidente el  Licenciado Avendaño, cómo fue recibido en Guatemala y qué suceso notable hubo en Trujillo pocos meses después? 23. ¿Qué pasaba con los piratas y corsarios, en 1643 y 1644 y qué providencias se dictaron? 24. ¿Cuál era la situación del Reino en 1644, y qué se exigió a los vecinos? 25. ¿Quién se ofreció en 1645, para hacer la reducción de los indios choles, qué hizo y cómo cumplió con su encargo? 26. ¿Qué pasaba en aquel año con los impuestos reales, qué fue lo que reclamó el Cabildo, y lo que obtuvo? 27. ¿Cuándo y de qué modo se llevó a efecto la despoblación de las islas de la Bahía?  28. ¿Cuándo principió a marcarse la rivalidad de peninsulares y criollos, qué les ocurrió a estos en las elecciones locales de 1647 en Guatemala, y qué con las encomiendas de indios? 29. ¿Qué dificultades pasaba el comercio marítimo, y qué pérdidas le ocasionaron?  30. ¿Qué pasaba con las encomiendas en 1649 y por qué se dividieron los criollos?  31. ¿En qué fecha murió el Presidente Avendaño, y qué impresión hizo su muerte en   Guatemala?

CAPITULO XX
ADMINISTRACION DEL CONDE DE CALIMAYA Y DEL GENERAL MENCOS
1649-1666
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El Oidor decano,  Lara de Mongrevejo, asume la Gobernación del Reino-La Audiencia le hace observaciones y la recobra-Se recobra también la isla de Roatán y se establece una Caja Real en los minerales del Corpus-Dificultades que ofrece la moneda circulante-Son enajenadas las rentas de Guatemala-Rivalidades entre peninsulares y criollos-Daños que ocasionan las fuertes lluvias-Dificultades para el comercio exterior-Llegada del Conde Calimaya-Condiciones en que encontró a Guatemala-Mal principio que tuvo-Es recogida la fragata “Victoria”-Muere el Conde de Calimaya-Dificultades de la Audiencia con los corsarios-El nuevo Presidente muere en el camino-Le sucede el General Mencos-Solicítase del Rey el establecimiento de una Universidad en Guatemala-Se le pide que permita el comercio con el Perú-Terremoto que arruina a San Salvador-Organización administrativa del Reino-Conquista de la Talamanca-Lo que pasó con un buque pedido de México-Llega a Guatemala la primera imprenta-Prohíbese la circulación de los moclones-Llegada del General Mencos, primer gobernante militar de Guatemala-Crítica situación del Reino-El pirata David saquea a Granada-Proyéctanse fortificaciones en Nicaragua-Buques piratas se anuncian-El pirata Mansfield invade a Costa Rica-Disposiciones que se dictan en Guatemala-Dificultades con el Oidor Gárate-Fin de la administración del General Mencos.
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1o.  Muerto el Presidente Avendaño en 1639, como antes hemos dicho, tomó el mando el Oidor más antiguo, don Antonio de Lara y Mogrovejo, fundándose en una Cédula expedida el año de 1640, para el gobierno de Panamá.  La Audiencia le hizo observar que aquella disposición no era aplicable a Guatemala, y convencido, hubo de limitarse a presidir la Audiencia, que se encargó del gobierno.
2o.  En  1650 se recobró la isla de Roatán de la que se habían apoderado algunos años antes los ingleses.  Para reconquistarla, pusiéronse de acuerdo los presidentes de Guatemala, de la Habana y de Santo Domingo, enviando el segundo cuatro navíos de guerra, bien pertrechados, bajo las órdenes del General don Francisco de Villalba y Toledo.  El primer ataque se hizo en tierra, comandado el ejército por Villalba, con bastante mal éxito, por lo cual tuvieron que reembarcarse, dirigiéndose con los navíos al puerto de Santo Tomás; el segundo ataque se verificó algunos días después, fue muy encarnizado, y quedó casi destruida la guarnición inglesa.  Sin embargo, como la población estaba distante del campo de batalla, y los españoles carecían de guías, no tardaron en perderse, teniendo que caminar nueve días a la ventura, bajo un sol abrasador, molestados por plagas de insectos, y desgarradas las plantas por las espinas de que se hallaba sembrado el suelo. Pudieron al fin llegar a la población que encontraron desierta, porque los habitantes se habían retirado llevándose hasta los muebles, y la arrasaron e incendiaron, tomándose los indios que encontraron.
3o.  Descubierto el riquísimo mineral de oro, que llamaron el Corpus, en jurisdicción de Choluteca fue tanta la abundancia del precioso metal, que llegó a dudarse hasta de que fuese oro.  Se estableció en aquel sitio una Caja Real, con los oficiales correspondientes, para el cobro de los quintos, la que no duró mucho tiempo, porque un siglo después de su establecimiento, el producto de las minas era muy reducido.  El beneficio de estas, en la provincia de  Honduras, que pertenecía Choluteca, tuvo sin embargo, alternativas durante los últimos años del siglo anterior, y principios del siguiente, por la falta de brazos y de azogue, que fueron inconvenientes graves para el laboreo de aquellos minerales; la falta del azogue pudo al fin remediarse, con el importado de España, y llegó el caso de que ya no tuviera en que emplearse el que había, como sucedió con unos 600 quintales existentes en Comayagua, en 1636, que trataron de enviar a Guadalajara por ese motivo; lo que no obstó para solicitarlo de nuevo en 1649, prueba de que los trabajos de minas recobraron por entonces alguna actividad.
4o.  Faltaba moneda acuñada para el pago de los operarios, y la necesidad sugirió la manera de suplir la falta, cortando las planchas de plata en hojas pequeñas que corrían en las compras y ventas, y eran aceptadas por los jornaleros en pago de su trabajo.  Sabiendo esto la Audiencia, trató de remediar el abuso, y previno que la Tesorería de  Nicaragua, en vez de mandar moneda acuñada de las rentas de la provincia, la remitiese a Tegucigalpa, para que se entregase al oficial real que residía en las minas, y este la cambiase por las planchas de plata circulante.  Pero aquello no bastó, y consumida la moneda que enviaban de Nicaragua, hubo también que mandar la de Guatemala.  Las monedas de curso en aquel tiempo, eran las del Perú y México o Nueva España; pero en el año de 1652 determinó la Junta de Hacienda que ya no se recibiera a nadie aquellas monedas en las cajas reales, sino solamente a los indios, cuando fueran a hacer pagos.  Semejante disposición, sin tener otra moneda en el país, era absurda y dio lugar a que la objetaran con justicia los oficiales reales.
5o.  Negociada ya una vez cierta parte de las rentas de Guatemala, pareció cómodo volver a hacerlo en mayor cantidad, y se mandaron vender cien mil ducados de rentas de juros.  Los comisionados para recaudar aquellos fondos recibieron en 1652, los sesenta mil ducados de la venta anterior, los cien más de la nueva venta, y 16,930 tostones que acordó devolver la Junta de Hacienda.  Para hacer efectivas esas cantidades, fue preciso repartirlas en todas las provincias, costando mucho trabajo reunirlas.
6o.  La división entre peninsulares y criollos se aumentó en aquellos días.  El derecho con que estos últimos reclamaban tener parte en los cargos y honores, no fue ya solamente entre los seglares, sino hasta en los claustros, en donde se formaron partidos, exigiendo los criollos el derecho de alternar con los peninsulares en las prelacías.  Llevado el asunto a la corte, se decidió en favor de los nativos del país, por lo cual el Cabildo de Guatemala dio las gracias al Monarca.
7o.  El año de 1652 fue notable en Guatemala, y en otras poblaciones del Reino, por la extraordinaria abundancia de lluvias, que hizo crecer mucho los ríos, y ocasionó perjuicios de la consideración.  En Ciudad Real y algunos pueblos de la Provincia de Chiapas, fueron los estragos particularmente notables.  Hubo necesidad de caminar en botes en las calles de la población, y así se salvaron los habitantes, y pudieron poner en seguridad sus intereses.
8o.  El comercio seguía haciéndose, ya por los puertos de Honduras y Golfo Dulce, exponiéndose al peligro de corsarios y piratas que infestaban aquellas costas, ya por  Veracruz, soportando el enorme flete de tierra que era preciso pagar por esta vía, por la que generalmente se despachaban los caudales del Rey, a causa de la mayor seguridad del conducto.  Entre tanto el Oidor Lara Mogrojevo, encargado de la Presidencia, se dedicaba con empeño a la mejora del fuerte del Golfo, a fin de que las embarcaciones que traían mercaderías de Santo Tomás, contasen con algún resguardo.  Dicho fuerte quedó reedificado, y tomó desde entonces el nombre de Castillo de San Felipe de Lara, en honor al Oidor encargado de la Presidencia; siendo nombrado Castellano de la fortaleza, Juan de Veraza, que continuó desempeñando al mismo tiempo la Alcaldía Mayor de Amatique.  También puso especial empeño el Oidor  Mogrovejo en organizar algunos cuerpos de milicianos, compuestos de la parte de la población mixta o mezclada, que era a la vez la que se ocupaba en las artes útiles, pues los españoles habían abandonado su ejercicio, y no se mostraban dispuestos tampoco al servicio militar.
9o.  En 1653, aumentaron las dificultades con respecto a la moneda.  Se había introducido mucha, de baja ley, fabricada en el  Perú, y en cambio se llevaban la mexicana que era muy superior.  Con tal motivo se mandó poner en ejecución una pragmática del año de 1650, en la que el Rey ordenaba, que las piezas peruanas de a ocho reales, corrieran solamente por seis, y las de a cuatro, por tres.  Esta disposición estaba ya en práctica en otros reinos de  América, y por eso era que la moneda depreciada había acudido aquí en cantidad considerable, pues circulaba por su valor nominal; pero la pérdida que ocasionó esa disposición fue considerable, porque la moneda peruana tuvo que correr con la baja establecida en la pragmática.  Parece, sin embargo, que el mal procedió de un abuso escandaloso cometido en el Perú, donde estaba acuñándose la moneda y se le mezclaba una quinta parte de mal metal, por lo que el culpable fue condenado a ser quemado vivo.  A la sombra de aquella moneda viciada, se introdujo otra completamente falsa, la cual se mandó recoger dentro de 15 días, amenazando con proceder contra los que la conservaran después de aquel plazo. Fue por ese tiempo que se dio el nombre de moclones a las piezas de plata cortadas, de a seis y cuatro reales, que tenían la figura de un pedazo de tiesto, con las armas de la casa de Austria, por un lado, y por el otro una cruz, las armas de  Castilla y León, y el milésimo 1650.
10o.  En el mes de mayo de 1654 vino a hacerse cargo de la Presidencia de la Audiencia don Fernando de Altamirano y Velasco, conde de Santiago Calimaya.  No se le recibió con las mascaradas y fiestas que a sus antecesores, reduciéndose todo a un banquete que se le sirvió en Jocotenango, y al obsequio de un caballo enjeazado, que le hizo el Ayuntamiento, para que, montado en él, entrara a la ciudad.  El Conde de Calimaya encontró los ánimos de los vecinos de la capital, bastante divididos y las pasiones exaltadas, con motivo de los partidos de españoles peninsulares y criollos, y subdivisión de estos últimos en otros dos bandos o parcialidades.  Se acusaba a un hijo del Presidente de ser el principal atizador de la discordia, y al Conde de haberse ladeado a uno de los partidos.  Dícese que el principio de las turbulencias procedió de haber sustraído con astucia, el jefe de los partidos opuestos, el libro donde se apuntaban las deudas de juego en el palacio.  Los que manejaban al Presidente, pues era ya un anciano de más de 70 años, le hicieron firmar una orden para conducir al castillo de S.  Felipe, en calidad de prisionero, a don Diego de Padilla, que era el jefe acusado, y quien murió a poco tiempo de su prisión, víctima de la insalubridad del clima: no tardó en seguirlo el mismo Presidente, abrumado bajo el peso de los años y de enfermedades graves de que padecía.  Con su muerte se calmaron los ánimos y renació la tranquilidad del vecindario.
11o.  Durante los tres  años de la Presidencia del Conde de  Calimaya no hubo otro suceso digno de mención que el de ciertos contratiempos que experimentó la fragata Victoria, que había salido de Filipinas por el mes de mayo de 1656, y combatida por recios temporales y con el derrotero perdido, vino a tocar en las playas de Zacatecoluca. El Alcalde de  San Salvador le envió agua y víveres, y con este auxilio siguió en busca del puerto de Amapala; pero por desgracia volvió a perderse, y tuvo que ser buscada y conducida a dicho puerto, en mayo de 1657, después de un año de tribulaciones, y con pérdida de 150 hombres de los que llevaba a bordo.  La Audiencia, desde que tuvo noticia de que la fragata andaba perdida, dio órdenes para que se le socorriera eficazmente, estimando que su pérdida importaría más de cien mil pesos al  Tesorero; y aunque los oficiales reales se opusieron a tal determinación, la Audiencia, menos mezquina, la llevó adelante, obteniendo más tarde la aprobación del Rey.
12o.  Por muerte del Conde de Calimaya, recayó nuevamente el gobierno del Reino en  la Audiencia, la que pronto tuvo que dictar providencias para resguardar las costas del  Sur, amenazadas por los piratas, y mandar gente armada a las desembocaduras de los ríos, por donde se temía un desembarco, que no lo hubo, pues parece que todo no pasó de una amenaza.
13o.  En el año de 1558 fue nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador del Reino, don Jerónimo Garcés Carrillo de Mendoza, Conde de Priego, quien de camino con su familia para Guatemala, falleció en Panamá inesperadamente.  La Audiencia continuó, por tal motivo, al frente del gobierno del país.
14o.  A fines de 1658 se recibió noticia de que habían llegado a los puertos de Tierra Firme los galeones del Rey, y que en ellos venía don  Martín Carlos de Mencos, que había sido General de aquella Armada y estaba nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General de Guatemala.  Le acompañaba el Obispo electo, don Fray Payo Enriquez de Ribera, que era hijo del Virrey de Nápoles, y que siendo fraile de San Agustín, fue nombrado Prelado de esta diócesis, de la cual pasó a ser, más tarde, Arzobispo y Virrey de  México, cargo que desempeñó durante ocho años.  Ambos funcionarios tuvieron que detenerse en Panamá, por graves enfermedades en la familia del General Mencos, que perdió a algunos de sus parientes en aquel puerto.  Entró el Presidente a Guatemala, el 5 de enero de 1659, y aunque el Ayuntamiento decretó en su honor los toros, cañas y demás fiestas de costumbre para su recibimiento, parece que este fue silencioso y triste, por el duelo de la familia, que se presentó vistiendo luto.
15o.  El Ayuntamiento promovía, por aquel tiempo, la fundación de una Universidad, asunto que antes había merecido la atención de las autoridades locales, y sobre el cual se habían dirigido solicitudes a la Corte.  Los dominicos tenían  establecido, desde años anteriores, el Colegio de Santo Tomás, con algunas cátedras, y habiéndose expedido la ley Recopilada de Indias, en que se declaraba estar permitido que hubiese estudios y universidad en varias ciudades, entre las que figuraba Guatemala, se entendió que esto debía referirse al mencionado Colegio, en el que el Obispo dio grados de doctores y bachilleres a varios sujetos.  Por aquel tiempo abrieron también los jesuitas un colegio en Guatemala, que se abstuvo de dar los mismos grados, por estar en posesión de esta facultad el Colegio de los dominicos; pero cuando cesaron los estudios en ese Colegio, se confirieron los grados en el de los jesuitas.  Andando en tiempo, se trató de reorganizar el de los dominicos, que contaba ya con fondos suficientes; mas no por esto se dejaba de procurar la fundación de una Universidad formal, encaminándose a ese fin las solicitudes del Ayuntamiento de  Guatemala en los años de 1652 y 1656, en las cuales se aludía a la existencia de donativos hechos con tal objeto, y al empeño de los jesuitas, en frustrar aquel pensamiento, a fin de que continuase su Colegio con el privilegio de conferir grados.  El asunto, sin embargo, no vino a resolverse hasta diecisiete años más tarde.
16o.  Pedía también el Ayuntamiento al Rey, que se abriese el comercio con el Perú, al que se había opuesto antes con poco acierto la misma corporación.  Cuando se decretó la prohibición de aquel comercio, el Consejo de Indias se comprometió a que la Casa de la Contratación de  Sevilla, enviaría todos los años dos navíos y un patache con vino, hierro y las demás mercaderías  de general consumo de estos reinos, y que en retorno llevarían dichas naves los frutos del país, especialmente la tinta de añil, artículo muy estimado entonces en Europa.  El compromiso se cumplió durante algún tiempo; pero en 1659 hacía más de veinte años que habían dejado de venir los navíos de Castilla, por temor de los piratas que infestaban las costas del Norte.  Esto tenía al Reino en suma pobreza, por no poder dar fácil salida a sus productos, y carecer de los artículos de primera necesidad.  Instaba, pues, el Cabildo porque se abriese el comercio franco y libre con el  Perú, reducido por entonces a los dos bajeles de doscientas toneladas, tal como estaba establecido con la Habana por una real Cédula de Felipe III, en virtud de la cual solían llegar a Puerto Caballos embarcaciones de aquella procedencia, que regresaban con frutos del país.
17o.  El día 30 de septiembre de 1659, hubo en la ciudad de San Salvador un violento terremoto, que redujo a escombros la iglesia parroquial, y amenazó con destruir la población.  El Alcalde Mayor recogió un donativo de mil pesos para comenzar la reedificación de la iglesia, y solicitó además que se eximiese por algún tiempo, a aquel vecindario, del pago de alcabalas.  Se atribuyó el terremoto al volcán inmediato.
18o.  A mediados del siglo decimosexto se componía el Reino de 32 provincias, cuatro de las cuales, a saber,  Comayagua, Nicaragua, Costa Rica y Soconusco, tenían título de gobierno, y eran provistas por el Rey; nueve eran Alcaldías Mayores, esto es, San Salvador, Ciudad Real, Tegucigalpa, Sonsonate, Verapaz, Suchitepequez, Nicoya, Amatique y el Real de Minas de San Antonio de Zaragoza, en Honduras.  A las seis primeras mencionadas, también las proveía directamente el  Rey.  Las diecinueve restantes, a saber, Totonicapán, Quezaltenango,  Atitlán, Tecpán Atitlán o Sololá, Escuintla, Guazacapán, Chiquimula, Acasaguastlán, el Realejo, Matagalpa, Monimbó, Chontales, Quzalguaque, Tencos, Quepo, Chirripo, Pacaca, Ujarraz y el valle de Guatemala, eran corregimientos: estos y las tres Alcaldías Mayores que no proveía el Rey, eran de provisión del Presidente, con excepción del Corregimiento del Valle, que estaba a cargo de los dos Alcaldes ordinarios de la ciudad, y lo ejercían por turno de seis meses cada uno.  Pero el decrecimiento de la población, por la desaparición de muchos pueblos indígenas, vino más tarde disminuyendo el número de las provincias, hasta el punto de que, a mediados del siglo decimoséptimo, se hizo necesaria una nueva división, por la cual se agregaron poblaciones pequeñas a otras más numerosas, y  fueron suprimidos algunos corregimientos, hasta no quedar reducidos más que a trece.  Más tarde hubo todavía nuevas supresiones y otras reformas de la división territorial del país.
19o.  En el año de 1660, el  Gobernador de Costa Rica don Rodrigo de Arias Maldonado, que había sucedido a su padre don Andrés, en aquel cargo, determinó emprender la conquista de la Talamanca, cuyos habitantes se habían alzado de nuevo desde algunos años antes, y en número de veintiséis tribus, distintas unas de otras, ocupaban la vasta extensión de territorio conocida con aquel nombre.  Don Rodrigo la recorrió al frente de las fuerzas que levantó y mantuvo a su propia costa, gastando sesenta mil pesos, y redujo a los indígenas, fundó algunos pueblos, e hizo entrar a los habitantes en la vida civil.  El Rey recompensó al conquistador con el título de Marqués de Talamanca, honor que le llegó en los momentos en que tomaba el hábito de monje, en el convento de los Betlemitas.
20o.  En el mismo año de 1660, se recibió aviso oficial de México, de que en aquella ciudad estaban detenidos el Gobernador, los Oidores y algunos religiosos que iban a Filipinas de tránsito para España, y no podían continuar su marcha por falta de embarcación.  El Virrey, que era quien daba la noticia, encargaba al Presidente remitiese a Acapulco un navío de trescientas toneladas, para que fuese a recogerlos, y continuara con ellos el interrumpido viaje.  Como en el Realejo estaba al terminarse la construcción de dos navíos, uno del Capitán Antonio Rodríguez, y el otro del Mayor Juan Granados, los cuales se destinaban al Perú, se encargó el asunto al Gobernador de Nicaragua.  Este resolvió embargar el navío de Rodríguez, lo que objetaron los vecinos del  Realejo, y los dueños de la carga que debía llevar el buque al Perú, haciendo además presente, que el navío y los que en él se embarcaran, corrían mucho riesgo, por no haber piloto práctico de la navegación de Filipinas. Instruyéronse las correspondientes diligencias, y se remitieron al Virrey de  Nueva España; pero resulta de estos datos, que son los que han servido para la indagación histórica, que a pesar de las prohibiciones del Consejo de Indias, se toleraba el tráfico de este Reino con el del Perú, y también que se había acabado la gente de mar, pues no se encontraba uno solo que pudiera servir de piloto para las Filipinas, tan frecuentadas en el siglo anterior.
21o.  En el año de 1663, se hizo en Guatemala el estreno de la imprenta, usándose por vez primera una venida tres años antes, perteneciente a José Pineda Ibarra.  La primera pieza que se imprimió, fue un tratado teológico de 728 páginas, en columnas de letra clara y uniforme, bien cortado y encuadernado a la europea.  El suceso formó época en nuestros anales, y con justicia, por ser la imprenta el valioso instrumento de civilización que conocemos, y que hacía su primera aparición en nuestro suelo.  México tuvo imprenta antes del año de 1662; Lima desde una época anterior a 1663; y casi al mismo tiempo se procuró Guatemala aquella ventaja, doscientos años después de usarse en Europa.  La cuestión de la moneda, había vuelto a agitarse con calor, desde 1661, hasta la fecha de esta relación (1663)  porque los informes pedidos por la Audiencia a varios empleados y particulares diferían notablemente, pues unos recomendaban la prohibición absoluta de los moclones, y otros, con más equidad, proponían que se ensayara en la real Caja, y se cambiaran, según su valor intrínseco, por moneda buena.  Después de mucho meditarlo, se tomó el partido más expedito, que fue prohibir su circulación en absoluto, con gran perjuicio del público.
22o.  El Capitán General Mencos fue el primer Presidente militar que tuvo el Reino, y desde su llegada prestó atención preferente a la defensa de las costas, reuniendo armas y elementos de guerra en la capital, con los fondos de Barlovento, de los que echó mano con calidad de reintegro.  Había motivo sobrado para esta actitud, pues no eran ya únicamente expediciones desautorizadas las que podían amenazar los puertos del Norte, sino escuadras formales, inglesas, francesas, holandesas, las que atacaban los establecimientos españoles del litoral Atlántico.  La isla de Jamaica, objeto la codicia de los ingleses, había sido ocupada y recobrada alternativamente, hasta quedar en 1658 convertida en colonia británica, y ser expulsados de su territorio los habitantes españoles. A poco hostilizaron los ingleses las poblaciones de la isla de Cuba, y algunas de la península de Yucatán, viéndose, en el mismo peligro la provincia de Nicaragua.  Era además considerable el número de fragatas tomadas por el enemigo en aquellas costas desde  1640, y se aumentaban las amenazas y el peligro.  Desgraciadamente eran por extremo exiguos los medios de defensa, de suerte que con justicia debía temerse un resultado funesto en caso de invasión.  En efecto, casi no se contaba con medios de defensa: el resultado, en caso de invasión, tenía que ser funesto: y así sucedió pues el 29 de junio de 1665, a las dos de la mañana, una partida de ciento veinte corsarios ingleses, que al mando de Eduardo David, subió por el río San Juan, cayó sobre la ciudad de Granada, y la ocupó sin la menor resistencia.  Se apoderaron los corsarios de todo el oro y la plata en moneda y en vajilla que encontraron, de las mercaderías, ropas de uso y demás objetos de algún valor; y cuando hubieron saqueado la población, se retiraron, llevándose prisioneros varios de los principales habitantes, a una isla que esta frente a la ciudad, desde la cual estuvieron amenazando a esta con arrasarla por completo.  Trataron en cambio, muy bien a los indios con quienes tuvieron que tocar, ofreciéndoles que volverían a establecerse definitivamente en el país, que entonces no habría ya justicia que los obligara al trabajo, ni a pagar tributos, y que además tendrían completa libertad para ejercer su antigua religión.  No faltó gente de  Granada que ayudara a los corsarios en el saqueo de los templos y casas, y se dice, que el jefe de los corsarios estimó más que el rico botín tomado, el haber podido reconocer la entrada al lago y sus isletas, por donde prometió volver en breve con más gente, para pasar al Pacífico.
23o.  Los vecinos de Granada, después de estos sucesos pensaron en abandonar el lugar, si no se tomaban disposiciones para el resguardo de la ciudad; y habiéndolo manifestado así al Presidente, este funcionario ofició al Gobernador de  Nicaragua, Maestre de Campo don Juan de Salinas y Cerda, previniéndole informara qué clase de fortificaciones convendría levantar, qué punto del río sería el más a propósito, qué costo podría calcularse al fuerte, qué número de soldados se necesitarían para defenderlo, y de qué recursos podría echarse mano para la obra.  El Gobernador oyó el parecer de los inteligentes en fortificaciones, y evacuó su informe, aconsejando una torre en la boca del Brazuelo, en el río de San Juan, y una atalaya grande, inmediata, que sirviera de vigía.  Ambas debían de comunicarse por señales, y estar dotadas de cuatro y dos cañones, respectivamente, de mosquetes, esmeriles y otras armas; siendo suficientes para guarnecer cada una de ellas, cincuenta hombres, inclusive la plana mayor.  Calculaba el costo en doce mil pesos e indicaba, que para sufragarlos, se echase mano del producto de las encomiendas, pues todos estaban interesados en que se resguardase aquella entrada.  El Ayuntamiento de la ciudad de  Granada envió a Guatemala a su Síndico procurador, proponiendo diferentes arbitrios, consistentes en impuestos a la exportación del Realejo, Acajutla, Nicoya y Caldera; y como estos arbitrios no podían suministrar de pronto los recursos necesarios, indicaba la conveniencia de tomarlos de la Caja Real, a título de suplemento.  Un Comisionado del Ayuntamiento de Nueva Segovia se presentó también en Guatemala, con encargo de apoyar las propuestas del Cabildo de Granada, y se recibieron al mismo tiempo cartas de vecinos principales de aquella ciudad, en las que se manifestaban interesados por el pronto y favorable despacho de la solicitud.  En vista de todo, y de las reales Cédulas de diversas fechas, que prevenían el resguardo de las costas, dispuso el Presidente convocar a la Junta de  Hacienda, para el 13 de octubre de aquel año, a fin de que deliberara, si se levantaban las fortificaciones, si para costearlas se tomaba dinero de las rentas reales, en calidad de suplemento, y qué arbitrios se adoptarían para crear un fondo con que reponer lo que se tomara de las Cajas.  La  Junta estuvo unánime en que debían levantarse las fortificaciones; pero en lo demás, el Oidor Gárate se opuso decididamente a que se tocaran las rentas reales, ni aun en calidad de suplemento, proponiendo en cambio, que los encomenderos y los ricos de la provincia de Nicaragua, sufragasen los gastos, ya que sus vecinos eran los más acaudalados del Reino, y los que más comercio hacían.  El  Presidente cortó la dificultad resolviendo que era de urgencia levantar las fortificaciones, pues sabía que los corsarios se proponían hacer nueva expedición, con una fuerza de mil quinientos hombres, y ordenando que se libraran ocho mil pesos de aquella provincia, a disposición del Gobernador, para que cuanto antes diera principio a los trabajos, reintegrándose dicha suma con el fondo que se creara al efecto, y ofreciendo que si no estaban repuestos cuando debiera hacerse la remesa a España, él lo supliría de su propio caudal.  Cuatro días después volvió a reunirse la  Junta, y acordó gravar los frutos del país, que se exportaran por ambos mares, así como los efectos de comercio que se introdujesen por los puertos del Sur, para lo cual se dictaron las órdenes convenientes; pero nada más se hizo, y por entonces, hasta allí llegó el empeño.
24o.  Por los meses de abril y mayo de 1666, se recibieron en Guatemala comunicaciones de Panamá, refiriéndose a noticias de Cartagena, de haber aparecido a la vista de aquel puerto, catorce buques enemigos, que podía sospecharse intentasen seguir para Nicaragua.  Poco después se recibió carta del gobernador Salinas, en la que transcribía un aviso del de  Costa Rica, don Juan López de la Flor, de haber desembarcado el enemigo en el puerto de Matina, a doce leguas de las bocas del Río San Juan, y de que parecía ser su intención hacerse con bastimentos, y aguardar que crecieran las aguas del río para subir hasta el lago de Nicaragua.  En tal virtud, el Gobernador Salinas, que hasta entonces no había dado principio a las fortificaciones, pidió el envío de doscientos hombres para defender cualquier punto del río que fuese amagado, pues aunque contaba con cuatrocientos, andaban muy distantes, carecían de disciplina, y no le inspiraban confianza.  Convocada nueva Junta de Hacienda, se resolvió enviar a Salinas alguna parte de la gente que pedía, y autorizarlo para que tomara tres mil pesos del fondo de Barlovento, con calidad de reponerlos con los recursos acordados anteriormente.  A poco, avisó Salinas de haber dado principio a las fortificaciones, con setecientos pesos que había en aquella Caja, y se dieron nuevas órdenes para que se le remitieran fondos.
25o.  Por el mes de abril del mismo año (1666) recibieron el Presidente y la Audiencia, comunicaciones del Gobernador de  Costa Rica, en las que daba aviso de tener noticia cierta, de que en varias ensenadas de la costa, existían treinta y ocho embarcaciones enemigas, de las cuales se había desembarcado alguna gente, en una punta de tierra llamada Doype, donde construían casas y levantaban un fuerte, con el objeto de invadir la provincia por aquel punto, y dirigirse al mar del Sur.  Agregaba que en  Veragua había capturado a cuatro ingleses, los que puestos a razón de tormento, declararon que había catorce buques en la isla del Naranjo, con el intento de atacar a Portobelo, y pasar después a Panamá.  La Junta de  Hacienda, convocada al efecto, declaró que la provincia de Costa Rica y su Gobernador debían considerarse, en caso de invasión, autorizados para rechazarla, haciendo uso de los fondos del Rey; pero calculando que quizás no los habría en aquella Caja, se dispuso remitir a Nicaragua ocho mil pesos del fondo de Barlovento, por sí se necesitaba de aquellos recursos.  Mientras así se deliberaba en Guatemala, se supo que el 17 de abril había desembarcado, en el puerto de Matina, el corsario inglés Mansfield, a la cabeza de setecientos hombres, y que se dirigía a Turrialba, situada a siete u ocho leguas de Cartago, capital de la provincia.  No pudo hacer otra cosa el Gobernador de Costa Rica, para rechazar aquella invasión, que mandar al Sargento Mayor Alonso de Bonilla, con ocho soldados, pues no había más tropa, ni con que amunicionarla.  Mansfield mientras tanto, se encontró en el camino con una india, y como esta le dijera que la gente del país estaba situada en gargantas estrechas, lista para atacarlo, sin esperar más, ni averiguar la verdad, se regresó a  Matina, desatendiendo el dictamen de sus oficiales, dejó en libertad a los prisioneros que había tomado, y dijo que volvería con más gente a ocupar la ciudad de Cartago, y el puerto de Caldera.  Se atribuyó aquella retirada a milagro del Cielo, por lo que el Cabildo de Cartago estableció una función votiva, que se celebró durante muchos años en el aniversario del suceso.
26o.  Al llegar a Guatemala la noticia de lo acontecido en Costa Rica, convocó el Presidente a la Junta de Guerra, el 12 de agosto, así como a los individuos de la Audiencia, al Obispo, a los Oficiales reales, a los Alcaldes ordinarios, Alcaldes  Mayores, y algunos Capitanes, y también a vecinos notables de la ciudad.  Refirió el  General Mencos lo que había ocurrido, y declaró que estaba resuelto a ir personalmente a Granada de Nicaragua, a pesar de su avanzada edad, y que debían acompañarlo dos compañías de voluntarios de la ciudad, y si era necesario, otra de San Salvador, supliéndose de la real Hacienda los fondos indispensables.  El Oidor  Gárate se opuso a esto último, y con él los otros miembros de la Audiencia, marcándose un completo desacuerdo entre ella y el Presidente, la que acabó de acentuarse en una Junta de Hacienda, celebrada el 17 siguiente, en la cual insistió el Oidor Gárate en que no debía tocarse ni un maravedí de las rentas reales para la defensa de las provincias amenazadas.  El Presidente combatió los razonamientos del Oidor, y significó lo urgente que era acordar medidas preventivas de defensa, lo que no podía hacerse sin algún gasto, que no debía excusarse, pues si el enemigo se apoderaba de aquellas provincias, sería muy difícil recobrarlas, aunque se aplicasen todos los tesoros y fuerzas de las  Indias.  Nada se resolvió por entonces, y pasaron cuarenta días sin que se dictara providencia alguna, no obstante que los  Gobernadores dirigían una comunicación tras otra, pidiendo socorro.  Se celebró nueva Junta el 27 de septiembre, se sometieron a su deliberación varios puntos referentes al auxilio y gastos; volvió el  Oidor Gárate a oponerse a que se tocaran los fondos del Rey, incriminó fuertemente por lo que, sin fruto alguno, se estaba gastando en Nicaragua; y añadió que debía darse cuenta al Monarca de la situación de las cosas, para que resolviera, manteniendo entre tanto, en los puntos amenazados, la más esmerada vigilancia.  Otros de los vocales de la  Junta adhirieron al parecer del Oidor Gárate; pero el Presidente manifestó que no estaba de acuerdo con la opinión de la mayoría, ni podía jamás convenir en que los gastos de la defensa se dispusieran cuando ya estuviese invadido el territorio; que atendiendo a la obligación que tenía de defender el Reino, había resuelto marchar luego a Granada, a pesar de sus setenta años, y de sus achaques, y que daría cuenta a S.M. de lo que hiciera, con lo cual daba por terminado el asunto.
27o.  Molestado sin  duda el  Presidente con la tenaz oposición de Gárate, quiso castigarlo, y al día siguiente le extendió el nombramiento de Auditor de Guerra y Superintendente de los trabajos de fortificación del río de San Juan, debiendo acompañarlo en la jornada, y vigilar sobre la inversión de los fondos destinados a la construcción de los fuertes.   Notificado el nombramiento, contestó Gárate que consideraba que aquel cargo no correspondía a la Magistratura de que estaba investido, y suplicó que se le excusara; mas como no se hiciera así, apeló para ante la Audiencia, la cual admitió la apelación.  Alarmado el vecindario con el giro que tomaba la divergencia entre las dos autoridades superiores del Reino, comenzó a buscar la manera de cortarla: intervino como mediador el Ayuntamiento; pero cuando más acalorados parecían los ánimos, resuelto  Mencos a obligar a Gárate a que lo acompañara, y la Audiencia a defenderlo y oponerse a que se le hiciese violencia, se recibió noticia de que estaba nombrado un nuevo Presidente, y que venía pronto a encargarse del gobierno.  El General Mencos desistió de la expedición a Nicaragua, y las disposiciones del viaje tuvieron ya por objeto el de su regreso a España.
CUESTIONARIO
¿Cuándo se hizo cargo de la Presidencia el Oidor Mogrovejo, y qué fue lo que la Audiencia le hizo presente? 2. ¿Cuándo fue recobrada la isla de  Roatán, y de qué modo se verificó la recuperación? 3. ¿Qué fue lo que se dispuso cuando se descubrió el mineral del Corpus, y qué ocurrió después? 4. ¿Qué pasó con la moneda cortada de  Honduras, y qué se dispuso para regularizar el curso de la moneda circular? 5. ¿Qué negociaciones se hicieron con las rentas de Guatemala en el sentido de su enajenación? 6. ¿Por qué se aumentó la rivalidad entre peninsulares y criollos, y cuál fue la resolución del Monarca en lo referente a las prelacías de los conventos, en que también hubo la misma rivalidad? 7. ¿Cómo fueron las lluvias en  Guatemala en el año de 1652, y qué sucedió en Ciudad Real y en varios otros pueblos de la provincia de Chiapas? 8. ¿De qué modo se hacía el comercio exterior, y cuál fue el empeño del  Oidor Mogrovejo? 9. ¿Por qué se aumentaron las dificultades con la moneda circulante, qué se dispuso, y cuáles fueron los moclones? 10.¿Cómo se recibió al Conde de  Calimaya en Guatemala, cuál era el estado de los ánimos, y qué conducta observó el Conde? 11. ¿Qué le aconteció a la fragata  Victoria en el mes de mayo de 1656? 12. ¿Quién subrogó al Conde de  Calimaya en el gobierno del Reino, y qué pasaba entonces en las costas del Pacífico? 13. ¿Quién fue nombrado Gobernador del Reino por la Corte de España, y por qué no llegó a Guatemala dicho funcionario? 14. ¿A quién otro nombró  Presidente el Rey de España, cuándo y cómo llegó a Guatemala, y cómo fue recibido? 15. ¿Quién promovió la fundación de la Universidad de Guatemala, y cómo se obtenían antes de ella los títulos académicos? 16. ¿Qué solicitó el Ayuntamiento de Guatemala respecto al comercio con el Perú, y cuál era este? 17. ¿Qué desgracia pública ocurrió en  San Salvador, en 1659, y qué donativos hubo? 18. ¿Cómo estaba organizado el Reino a mediados del siglo decimosexto? 19. ¿Quién emprendió la conquista de la Talamanca en 1660, cómo la llevó a efecto, y qué recompensa obtuvo? 20. ¿Qué sucedió con motivo de un buque pedido por el Virrey de México, y qué fue lo que se averiguó en lo diligenciado? 21. ¿Cuándo llegó la primera imprenta a Guatemala, qué trabajos hizo, y a quién perteneció? 22. ¿A qué dio preferente atención el Capitán General desde su llegada, cuál era la situación del Reino, y qué sucedía con los corsarios? 23. ¿Cuál fue la actitud de los vecinos de Granada después de la invasión de los corsarios, qué pidieron, y qué les concedió el Capitán General? 24. ¿Qué aviso se recibió de Panamá, cuáles fueron los informes del Gobernador Salinas, y qué fue lo que este dispuso? 25. ¿Qué aviso se recibió de Costa Rica, hasta dónde llegaron los corsarios, y por qué se retiraron? 26. ¿Qué pasó en  Guatemala cuando llegó la noticia de los sucesos de Costa Rica, y cómo resolvió el Presidente la dificultad? 27. ¿Qué ocurrió después entre el  Presidente y el Oidor Gárate, y de qué modo inesperado termino la dificultad?

CAPITULO XXI
PRESIDENTE CALDAS, SANTO MATHIA, ESCOBEDO Y OSORIO
1666-1680
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-        Festividades con que se recibe al  Presidente Caldas-Tiene dificultades con la Audiencia-Propone la conquista de los Choles-Termínase en Nicaragua la fortaleza de San Carlos-Dificultades del Gobernador Salinas-Prisión de este-Las arbitrariedades del Presidentes son conocidas del Rey-Traslación del Presidente a Nicaragua y su regreso a Guatemala-Reedifica la Catedral-Muere Pedro Betancourt-Continúan las dificultades con la Audiencia-Es depuesto el Presidente Caldas, y le sucede el Obispo Mathia-Restricciones que sufre el comercio-Residencia y muerte del Señor Caldas-Nuevas invasiones de corsarios-Destruyen estos la fortaleza de San Carlos, y saquean a Granada-Es nombrado Presidente el General Escobedo y hace levantar el Castillo del río San Juan-Nuevas contribuciones-Restablécense las fiestas locales y se protegen los pueblos de indios-Creación de la Universidad-Dificultades con los ingleses-Es nombrado Presidente el Señor Osorio-Empleados municipales-Diferencias de razas-Comercio del Perú-Empadronamiento de indígenas-Recopilación de Indias-Invasiones piráticas-Se retira el Presidente Osorio
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1o.  Don Sebastián Álvarez Alfonso Rosica de Caldas, Caballero de la Orden de Santiago, Señor de Caldas y Regidor perpetuo de la ciudad de León en España, había sido nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General de Guatemala, en subrogación del General Mencos.  Hizo el viaje de España por la vía de Veracruz y tuvo que demorarse en Oajaca sesenta días, de los cuales pasó cuarenta enfermo.
2o.  Tan luego se tuvo noticia en  Guatemala de que llegaba el nuevo gobernante, se apresuró el Ayuntamiento a decretar los festejos y ceremonias de la recepción, consistentes en comisiones que debería encontrarle en distintos lugares del camino, en el besamano de la Corporación, banquete oficial, obsequio de un caballo lujosamente enjaezado, alumbrado extraordinario por la noche, y durante el día, bailes y festividades por las calles.  Hasta el 16 de enero de 1667 no verificó su entrada el  Presidente, y hubo de notarse que la Audiencia que estaba obligada a darle un banquete a una jornada antes de la ciudad, declarándose en imposibilidad de hacerlo de su peculio, ordenó al Ayuntamiento que lo costeara, bajo pena de una multa recrecida.  Protestaron los ediles, pero tuvieron que obedecer.
3o.  En cuanto hubo llegado, envió el Presidente Caldas sus despachos a la Audiencia, para que le diera posesión; pero el Oidor Gárate hizo observar, que solo venían los nombramientos de Presidente y Capitán  General, y no el de Gobernador, por lo cual pidió el fiscal que se declarase vacante la Gobernación del Reino, y que la Audiencia entrara a su desempeño por ministerio de la ley. El incidente dio lugar a que se cruzaran algunas comunicaciones poco amistosas, concluyendo por haber presentado el nuevo funcionario su nombramiento de Juez de Residencia, que implicaba de hecho el de Gobernador, que se le exigía.  Más tarde fue informado el propio Presidente, de los vanos esfuerzos que se habían hecho para conquistar las comarcas pobladas por los indios Choles y Lacandones, y entusiasmado con aquellos informes, se dirigió al  Rey, poponiéndole tomar la empresa a su cargo y costearla, con 30,000 pesos de su peculio particular, en cambio de que se le autorizara para levantar fuerzas, se le nombrara Capitán General de la expedición, y se le diera facultad de emplear indios en la conducción de víveres y apertura de caminos, lo mismo que de llevar misiones para catequizar a los que fuese reduciendo y que una vez hecha la conquista, se le diera el nombre de Provincia de Caldas al territorio conquistado.  También pedía que el Rey le empeñara su fe y palabra real, de concederle a él y a los que le ayudaran en la empresa, las mercedes que tan justamente se les deberían, por haber realizado lo que otros no pudieron.  Aquella solicitud fue naturalmente desatendida, tanto por su disparatada forma, como porque la situación del Reino, amagado constantemente por corsarios y enemigos exteriores, no dejaba lugar a tales empresas.
4o.  Mientras tanto, en el río San Juan, de la provincia de Nicaragua, se trabajaba, de orden superior, en erigir una fortaleza militar para cerrar el paso a las expediciones de los corsarios y piratas que infestaban la costa del Caribe.  Anunciada que fue la proyectada visita del  Presidente Mencos, las autoridades provinciales desplegaron extraordinaria actividad en los trabajos, distinguiéndose el Gobernador don Juan de Salinas y Cerda, quien tomó el asunto con tanto empeño, que se trasladó al río por cuatro o cinco meses, y allí prestó sus servicios haciendo hasta de oficial mecánico.  La obra quedó terminada: ocupaba, no la boca del río San Juan, como se había dispuesto en un principio, sino el nacimiento de este, en las riberas del Gran Lago, y se le dio nombre de fortaleza de San Carlos de Austria.  El Gobernador  Salinas, que tanto había contribuido a terminarla, tuvo que dejar encargado de la Gobernación de la provincia, durante su ausencia, a don Francisco Valdés, Corregidor del Partido de Subtiava, quien enamorado del puesto se convirtió en enemigo declarado del propietario y se empeñó en desacreditarlo ante el Superior del Reino, censurando acerbamente todos sus actos.  En tales circunstancias, se hizo cargo de la Presidencia don Sebastián Álvarez, cuñado de Valdez, a quien éste fue inmediatamente a visitar a Guatemala, y a interesarlo en su favor.  El Presidente accedió, y al efecto envió al Acuerdo una exposición contra don  Juan Salinas, acusándole de haber levantado la fortificación del Río en un punto distinto del prevenido, y de haber malversado los fondos; y como la Audiencia no procediese con la actividad que requerían las pretensiones del acusador, el Presidente despojó autoritariamente a Salinas, le embargó sus bienes y nombró de sustituto a Valdés; encargando a un Juez especial, enemigo del encausado, la prosecución del juicio en Nicaragua.  Salinas, sin pérdida de tiempo se trasladó a Guatemala, y se quejó a la Audiencia del violento despojo que se le había hecho, del nombramiento de Juez especial, para juzgarlo, y del injusto embargo de sus bienes, obteniendo de aquel alto tribunal, que diera por recusado al Juez especial, y que nombrara al Oidor don Benito Novoa Salgado para que hiciese la pesquisa militar, mientras el Gobernador de Comayagua pasaba, en comisión, a inspeccionar la fortaleza de  San Carlos, e informaba.  Esta resolución desagradó de tal modo al  Presidente, que, dando un golpe de autoridad, se abocó los autos, y procedió por sí y ante sí, reduciendo a prisión a Salinas, tomándole confesión, y mandando abrir el juicio a pruebas; todo, según públicamente manifestaba, en castigo de haber ocurrido a la Audiencia.  Enseguida, tomando más calor, anunció la determinación de ir a  Nicaragua, a examinar por sí mismo la fortaleza; pero la Audiencia cuando lo supo, le hizo un requerimiento en forma, a fin de que no se ausentara de la capital; representándole el embarazo que originaba la salida de un Presidente, y los inconvenientes que produciría.  Montó en mayor cólera el Capitán General, y en vez de atender a las observaciones que se le hacían, precipitó su marcha, y previno al Oidor Gárate que lo acompañase en su expedición, obligándole a ponerse en camino, a pesar de sus súplicas y protestas.  Otro tanto hizo con dos miembros del Ayuntamiento, que pusieron en sus manos un acta respetuosa, en la que le suplicaban no expusiera su persona a los riesgos y peligros de una expedición lejana.  Obedecieron los ediles; pero tanto suplicaron cuando iban de camino, que se les permitió regresarse de  Petaca.
5o.  La expedición del Presidente Caldas a  Nicaragua se redujo a ratificar las declaraciones de algunos testigos que habían declarado contra el Gobernador Salinas, a hacer que se le exigieran a éste las cuentas del dinero invertido en los trabajos de la fortaleza, y a proponer que se construyera la misma fortaleza en otro sitio.  Dirigió enseguida una comunicación al Rey, que exigió fuese firmada por los Oidores y el Fiscal, en la que se exageraba la importancia de su expedición a Nicaragua, y las grandes economías que con ella había logrado el Real Tesoro.  A pesar de esto, la resolución del Consejo de Indias se limitó a pedirle informe acerca de sus procedimientos contra el Gobernador Salinas, y en cuanto al expediente creado con motivo de la fortaleza, se le dijo que oyendo previamente al General Mencos, lo pasara después al Consejo de la Guerra.
6o.  Como el edificio de la Catedral era muy antiguo, y algunas de sus partes amenazaban ruina, dispuso el  Presidente que fuera demolido desde sus cimientos y se construyese de nuevo; y aunque el Obispo, el Cabildo y la mayor parte de los vecinos no aprobaron aquella determinación por la escasez de recursos, el Presidente mandó derribar el templo, y tomó tal empeño, que trabajaba personalmente como peón, estimulando así el celo de los operarios, hasta no ver terminada la nueva Catedral, cuyas soberbias ruinas aún existen el día de hoy, en la Antigua.  Por este tiempo, ocurrió en Guatemala el sensible fallecimiento de Fray Pedro Betancourt, fundador del Hospital de Belén, muerto el 25 de abril de 1667.  Era natural de las Canarias, avecindado desde muchos años antes en Guatemala, se le tenía por santo, y se le hicieron honras fúnebres extraordinarias, habiendo sido después canonizado en Roma, en 1771, por el Papa Clemente XIV.
7o.  Mientras tanto, las invasiones piráticas al territorio del  Reino se hacían más frecuentes, y sembraban el terror por todas partes.  En 1665 se presentaron los piratas en el puerto de Matina, de la provincia de  Costa Rica, con catorce buques, y en número de 1,200 hombres, con los cuales efectuaron un desembarco, e hicieron prisioneros a todos los habitantes, con excepción de un indio que pudo escapar y llevar la noticia a Cartago.  El Gobernador de la Provincia reunió precipitadamente toda la gente que pudo, y salió a encontrarlos al camino, situándose en un desfiladero que fortificó bien, y en el cual esperó inútilmente, porque los piratas no pasaron del valle de Turrialba, de donde contramarcharon, llevándose algunos otros  prisioneros.  Enseguida, la ciudad de Granada, en la Provincia de  Nicaragua, fue saqueada, durante el mes de julio del mismo año, por filibusteros que penetraron por el río de San Juan; volvieron los piratas con seis buques a Matina, en agosto de 1666, y se limitaron a saquear el puerto y los caseríos inmediatos; dos años después los filibusteros se presentaron en el mismo Matina, con una fragata y dos canoas, y repitieron el saqueo del puerto; luego llegaron bucaneros franceses, que nuevamente lo saquearon.
8o.  La falta de armonía entre el  Presidente y la Real Audiencia fue aumentando gradualmente.  Sucedió un día, que el Oidor Gárate se presentó en el paseo de Jocotenango, en un coche tirado por cuatro mulas, y con dos cocheros montados; ofendiose el  Presidente con esto, y mandó publicar un bando, en que prohibió la repetición de aquel hecho, bajo ciertas penas, de las que solo exceptuaba al Obispo de la Diócesis.  Otro día, en el que el  Presidente iba a pie, se encontró en la calle con el coche del Oidor Novoa, y porque este no hizo detener el vehículo, sufrió una multa de doscientos pesos, de la cual se quejó el Oidor al Consejo de Indias; pero este ratificó la disposición del Presidente, calificando el hecho de Novoa de falta de cortesía.  Ocurrió también en aquellos días, algo más grave  aún, como fue que, habiendo descubierto el Presidente, que don  Pedro de Miranda Santillán, Fiscal de la Audiencia, daba cuenta secretamente al Rey de sus procedimientos, acusó a Miranda de tener trato con los enemigos del Rey, sin decir quienes fueran éstos, y lo sentenció a presidio en el Castillo de San Felipe del Golfo, en donde murió a poco tiempo, víctima del mal clima de aquella región.  El Ayuntamiento, interesado en salvar al  Presidente, de la responsabilidad que había contraído, se dirigió al Rey elogiando su conducta oficial, y disculpando sus procedimientos con el fiscal Miranda; pero en la Corte se habían recibido otros informes, que dieron lugar a la Cédula de 6 del noviembre de 1670, en la que se improbaba el confinamiento y prisión del Fiscal Miranda, y se nombraba Presidente de la Audiencia, Visitador y Juez de Residencia, al Obispo de la Diócesis, Doctor don Juan de Santo Mathía.   Este se hizo cargo inmediatamente de su empleo, y retiró al  Presidente depuesto a un pueblo distante de la capital, en el que permaneció enfermo por más de año y medio, regresando al cabo de ese tiempo a Guatemala en estado muy grave; se le situó por esa razón en el hospital de Belén, de donde se trasladó a una casa particular del vecindario, en la que, a poco, murió sin que se hubiera terminado el juicio de su residencia.
9o.  Durante la interinidad del Obispo, no hubo otro suceso que la restricción del comercio del Reino con el Virreinato del Perú, limitado a los dos antiguos navíos, y la prohibición del tráfico con México y con las otras provincias, con las que comerciaba antes, todo esto a pesar de los ocursos del Ayuntamiento de  Guatemala al Rey, quien por toda contestación se limitaba a ordenar a la casa de Contratación de Sevilla, que fuese más cuidadosa en mantener provistas a las provincias de América.  La referida casa de Contratación había comprado el derecho exclusivo de alimentación y consumo que nos llegaban de Europa, y como no tenía competencia, sacrificaba a las colonias con el hecho de introducir poco y vender a recrecidos precios.  Para colmo, se impuso en México fuerte derecho a la exportación que, de Centroamérica, pasaba en tránsito por el puerto de Veracruz, único que presentaba alguna seguridad a la exportación a España.
10o.  Por otra parte, los ingleses, que desde hacía muchos años se habían establecido en puntos cercanos a las costa de  Guatemala, ya no se limitaban a solo perseguir las embarcaciones españolas, sino que avanzaban sobre el interior, y llegaban hasta establecer cortes de madera de campeche en la provincia de Yucatán.  Estos cortes comenzaron en el cabo Catoche, y después fueron extendiéndose paulatinamente hasta las márgenes del río Wallis, en donde fundaron la colonia de  Belice, sin que el gobierno español hiciera el menor esfuerzo para contener tales avances, los que más bien parecieron ser sancionados, de un modo indirecto, por los tratados celebrados con la Gran Bretaña en 1667 y 1670.  Esto, sin perjuicio de las invasiones piráticas en las demás costas del Reino, que casi se habían vuelto crónicas: la ciudad de Granada, en Nicaragua, fue de nuevo, en 1670, presa de los corsarios, que entraron, como la vez anterior, por el río de San Juan, sin que hubiera sido obstáculo la sonada fortaleza de San Carlos de Austria, que fue entregada traidoramente por su Castellano, Gonzalo Noguera Rebolledo, al filibustero Gallardillo.  Los invasores, después de haberla destruido, se dirigieron a Granada, saquearon esa ciudad, y sin experimentar resistencia, se retiraron de allí tranquilamente, llevándose numerosos prisioneros, hombres y mujeres.  Por ese mismo tiempo, el inglés  Morgan que había molestado durante más de dos años las costas del Norte, después de haber reducido a cenizas la ciudad de Panamá, volvió y amenazó los puertos de Nicaragua y Costa Rica, haciendo necesario el envío de tropas auxiliares de Guatemala, para salvar aquellas provincias. Estos sucesos alarmaron a la Corte de España, hasta entonces indiferente a la suerte de sus colonias, y mandó fortificar militarmente la boca del río de San  Juan.
11o.  Para dirigir la obra de la defensa militar del Río, fue enviado de  España el General de Artillería don Francisco de Escobedo, titulado Gran Cruz de la Orden de San Juan, y Bailío de Lora, a quien además se nombró Presidente de la Audiencia, y gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala.  Llegó a la capital en febrero de 1672, en donde fue recibido con los festejos y ceremonias de costumbre, y enseguida se dirigió a trabajar personalmente, y con todo empeño en la edificación de un castillo sobre el río de San Juan de  Nicaragua, al que dio el nombre de Inmaculada Concepción, y en el que invirtió tres años consecutivos. Este castillo, cuyas ruinas imponentes existen hasta hoy, con el nombre de Castillo Viejo, está situado frente del raudal de Santa Cruz, doce leguas abajo del Gran Lago, y veintiocho arriba del Mar Caribe; es de figura cuadrilonga, y se hallaba dotado de un caballero, cuatro baluartes, fosos, etc.   Se nombró  por su primer castellano al Maestre de Campo don Gaspar de Inestrosa y Vasconcelos, quien quedó a las órdenes del Gobernador de la provincia, debiendo sujetarse a las Ordenanzas especiales del castillo, que formuló y decretó enseguida por el propio Presidente.
12o.  Existía un fondo público de consideración, que hasta entonces se habían apropiado los Gobernadores del Reino: consistía en el impuesto de medio real semanal, que debían pagar los indígenas ocupados en los repartimientos; pero por real  Cédula de 30 de noviembre de 1672, se dispuso que aquel fondo pasara a la Corona, y fuese administrado por los oficiales reales.  De este modo percibía el  Rey, de cada indio, durante las dieciséis semanas que duraba aquel servicio en el año, una contribución de ocho reales, que unida a doce de tributo personal, cuatro del tostón que llamaban del servicio, y dos del fondo de Comunidad, venía a formar la cantidad de tres pesos dos reales al año.
13o.  El Presidente Escobedo restableció la celebración del aniversario de la fundación de Tecpán Quanhtemalán, que había caído en desuso, ordenó que en los días 24 y 25 de julio, se hiciesen la fiesta y el paseo acostumbrados en otro tiempo, con el estandarte real, y tal como se hacía en el día de Santa Cecilia, en que se conmemoraba la segunda fundación de  Guatemala en el valle de Panchoy.  Hizo además, solemnes fiestas, el 6 de noviembre del propio año, en celebración del décimo tercio cumpleaños del Monarca reinante, don Carlos II.
14o.  En los pueblos de indígenas continuaba el abuso de avecindarse los españoles, los mestizos, y otros individuos de distinta raza, no obstante las repetidas disposiciones que se habían emitido prohibiéndolo, y los graves inconvenientes a que daba lugar.  Con efecto, los vecinos españoles y ladinos de dichos pueblos, no se sujetaban a la autoridad local, ejercida por indígenas, y cometían impunemente muchos desafueros.  El Presiente propuso a la Corona, que dichos pueblos fueran convertidos en villas con gobierno particular, que comprendiera a toda clase de personas: pero, como sucedía siempre, el asunto tardó cinco años tramitándose, y cuando fue resuelto favorablemente, habían cambiado las circunstancias de la administración y no se ejecutó lo dispuesto.
15o.  El  Gobernador de la provincia de Costa Rica dio parte de la aflictiva situación en que se hallaba con motivo de las frecuentes invasiones de los piratas; y pidió al Rey, en 1674 que se le diera autorización para levantar dos pequeños fuertes en el puerto de Matina, y organizar una guarnición de cien hombres, encargada de su defensa; pero si bien se accedió a su solicitud en 1677, fue esto tan tarde, que de nada sirvió la autorización.  Mientras tanto, los corsarios ingleses se presentaron en el Portete, hoy puerto Limón, y se internaron el 30 de junio de 1676, en piraguas, por el río Matina, y a pie por la playa de  Moin, en número de más de 800; pero se encontraron con el Gobernador de la Provincia, que llegaba a batirlos con 500 mosqueteros y 200 indios flecheros, fuerza con la cual los obligó a reembarcarse precipitadamente, haciéndoles 200 bajas, y quitándoles 4 piraguas.
16o.  Mientras tanto, y por favorecer los intereses de la Casa de Contratación de Sevilla, se continuaba en las colonias el absurdo sistema de poner obstáculos al comercio entre unas y otras provincias americanas, sin tomar en cuenta que la referida  Casa de Contratación, que estaba asegurada con el monopolio del tráfico con estos países, no cuidaba de surtirlos, siquiera de las mercaderías de que más necesitaban.  Pasaron muchas veces hasta seis años, sin que viniera a los puertos del  Reino, una embarcación de España; y aunque había estado abierto el comercio con la isla de Cuba, y venían frecuentemente algunas fragatas de la Habana al río de San Juan, y otras a Puerto Caballos, sucedió que, a fines del año de 1676, la misma Casa de Contratación hizo nuevo arreglo con la Corona, en virtud del cual se comprometió a despachar sus buques a Veracruz por cinco años, a condición de que no debería volver a tocar las embarcaciones de la Habana en ningún  puerto del Reino de Guatemala.  Fue, pues terminantemente prohibido el tráfico entre la  Habana y Guatemala, privándose así a este país de poder surtirse de ciertos artículos, y de dar salida a varios de sus productos.
17o. Llegó a noticias del Presidente, que se preparaban sigilosamente algunas embarcaciones enemigas para atacar el navío “San Pablo”, próximo a zarpar de Puerto Caballos, cargado de productos de exportación.  Expidiose inmediatamente orden al Gobernador de Honduras, a fin de que pasase al Puerto descargase el buque, y con los cañones de éste preparase la defensa en tierra; pero la orden llegó demasiado tarde, porque el navío se había hecho a la vela, y fue atacado de camino por tres embarcaciones inglesas, de las cuales pudo afortunadamente defenderse con su artillería, y verse libre hasta su llegada a Cádiz.  La buena noticia de su salvación, fue no obstante amargada con otra que llegó de Nicaragua, de haber subido el río Coco los piratas, en compañía de los indios Jicaques, y saqueado la ciudad de Segovia, el 12 de mayo de 1676.
18o.  El justo deseo de aprender y de ilustrarse se hacía sentir en todo el Reino, y para satisfacerlo se dirigieron repetidas súplicas al Rey, quien después de largos trámites y consultas, expidió la Cédula de 31 de enero de 1676, que convirtió en Universidad el Colegio de Santo Tomás de Guatemala.  Era condición expresa, sin embargo, que sería el Rey el patrono del establecimiento, y que se colocarían en el edificio las armas reales; leyéndose las siguientes materias: Leyes, Cánones, Teología dogmática, Teología moral, Medicina y dos Cátedras de lenguas indígenas.  Se asignaba a cada una de las dos primeras la dotación de $500.00 anuales; a cada una de las segundas $250.00; a la de medicina, $400.00, y $200.00 a cada una de las de lenguas.  Esta disposición mereció general aplauso, pero no fue sino hasta dos años más tarde, que se procedió a la oposición pública para las cátedras.  La tal Universidad, en los primeros años de su fundación, no enseñaba cosa que valiera los sonoros títulos que expedía; fue hasta en 1795, después de más de un siglo de establecida, cuando en Guatemala adquirió la enseñanza superior alguna importancia, debido al esfuerzo de hijos sobresalientes que fueron hasta Europa en busca de luces, con las cuales regresaron, impartiéndolas a la juventud, que supo aprovecharlas.
19o.  El formal establecimiento de los ingleses en Jamaica, con Gobernadores nombrados por la Corona Británica, fue durante algún tiempo muy nocivo a las costas del Norte y Este del Reino, pues los aventureros que se lanzaban en demanda de botín, en vez de ser reprimidos, eran alentados por el gobierno de la isla.  La Corte de España dirigía, de tiempo en tiempo, sus quejas a la de Inglaterra, y esta removía al gobernador, como sucedió con Lord Windsor, en 1663; pero los reemplazaba con otros aún peores, hasta delegar a  Linch, que comisionó francamente al pirata Juan Morgan, para que hostilizara y pillara los establecimientos españoles de Maracaibo, Granada, Panamá, Portobelo y Chagres, aunque esto mismo motivó su remoción en 1673, a solicitud del gobierno español.  No fue sino algún tiempo después, que llegó nombrado Gobernador de Jamaica el Duque de Abermarle, con instrucciones de exterminar a los piratas, lo que ejecutó con energía, ahorcando a cuantos pudo haber a las manos.  Habiendo, quedado desiertas las islas de la bahía de Honduras, por la traslación de sus moradores a la tierra firme, los corsarios no pudieron refugiarse en ellas, y procuraron internarse en las costas de la Veracruz y tierras del Lacandón.  Un misionero dominicano, y algunos españoles que le acompañaban, fueron asaltados por los ingleses en el camino de Yucatán, torturados, despojados de cuanto llevaban, y después conducidos a la población, en donde más tarde recobraron su libertad.
20o.  Si la situación de las colonias empeoraba cada día más, con el amago constante de enemigos exteriores, que a la hora menos pensada invadían el suelo y saqueaban las poblaciones, en lo tocante a la casta indígena las cosas andaban peor.  Puede juzgarse del abuso que cometían los descendientes de los conquistadores, con los pobres indios, por la multitud de leyes que de continuo se daban para protegerlos: en el año de 1678, nada menos, se expidió una ley de Indias contra la arbitrariedad que acostumbraban algunos Corregidores, Alcaldes Mayores y Curas doctrineros, de obligar a los indios a hilar y tejer para ellos, por vía de repartimiento.
21o.  Para colmo de males, en aquellos días de tribulaciones del Reino, el Obispo de la Diócesis, don Juan de Ortega Montañez, envió malos informes al Rey contra el Presidente y los Oidores, y logró que de la Corte se mandase un Visitador y Juez de Residencia, quien se hizo cargo interinamente del Gobierno, y siguió el correspondiente juicio.  El nuevo funcionario era don Lope de Sierra Osorio, Presidente de la Audiencia de Guadalajara; desde su llegada confinó a Escobedo a la ciudad de Comayagua, y alejó a los Oidores, enviando dos a Panamá y los restantes a Santo Domingo, para mientras se efectuaba el juicio de residencia.  Dícese que Escobedo se hallaba falto de recursos, y no sabía cómo hacer para su viaje, pues la mediana fortuna que trajo de España, y sus economías posteriores, las había invertido generosamente en fomentar obras piadosas y de beneficencia; pero que de este apuro vino a sacarlo la circunstancia de haber sido electo, por aquellos días, Gran Prior de Castilla, en la Orden de Malta, de la que era caballero.  Un buque expreso, enviado por la poderosa Orden, vino a llevarlo, y a levantar muy alto su prestigio en la hora precisa de su mayor dificultad.  Algún tiempo después de haber llegado a España fue llamado al Consejo de Indias, en el que tuvo ocasión de prestar más tarde buenos servicios a este Reino.
22o.  Por ese tiempo la raza primitiva de Guatemala había entrado en el período de su degeneración.  Para dar respiro a su dura suerte, los pobres indios ocurrían al triste medio de embriagarse con bebidas alcohólicas, de maíz fermentado, a las que daban el nombre de chicha, y cuyo abuso los conducía al embrutecimiento y el idiotismo.  Los españoles que encontraban más fácil la domesticación de siervos degenerados, que la de indios bravíos y celosos de su libertad, no se oponían a la fabricación ni al consumo de la chicha; pero ello llamó la atención de las autoridades superiores, y por real Cédula de 14 de junio de 1678, se previno al Presidente que de acuerdo con el Obispo, pusiese remedio al abuso de aquella bebida, aunque sin prohibirla por completo.
23o.  Los antiguos Alcaldes ordinarios de Guatemala habían sido sustituidos por los Alcaldes de la Hermandad, cuyos nombramientos eran de libre elección del Cabildo, cuidadoso siempre de que recayera en personas aptas y adecuadas.  Después se introdujo el cargo de Alcalde provincial, de la misma Hermandad, oficio vendible, y que se remataba en pública subasta, alcanzando algunas veces el precio de seis mil pesos; pero continuaron siempre los nombramientos de simples Alcaldes de la Hermandad, que salían a recorrer los pueblos de indios, y cometer excesos tales, como el de llevarse los ganados, bajo pretexto de que no se les presentaban las marcas que acreditasen la propiedad, por lo que se dictaron medidas energéticas tendientes a refrenar esos desmanes, lo mismo que a la organización de las milicias regulares en todo el Reino, amenazado constantemente de invasiones vandálicas.  Dichas milicias compuestas de morenos y pardos, o sea de gente de color, desempeñaban no solo el servicio de guarnición de los puertos, sino también el de las plazas del interior, pues el elemento blanco dejó de ser soldado, y cuando se hacía indispensable su servicio militar, se le destinaba a los puestos de jefes y oficiales, práctica que subsiste hasta nuestros días. 
24o.  La situación de estos pueblos, por el mes de marzo de 1679, llegó a ser cruel y lastimosa, debida a la completa incomunicación en que los mantenía España, prohibiendo las relaciones comerciales hasta entre las mismas  provincias de su dependencia, tan solo para favorecer el monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla, la que no despachaba sus buques, desde hacía muchos años, por temor a los corsarios y piratas. El Ayuntamiento de Guatemala, intérprete del despecho y consternación general, proyectó que se hiciera una reunión numerosa, en el Palacio, y a presencia del Presidente, para tratar del asunto y del nombramiento de un procurador extraordinario, que fuera a España a solicitar activa y enérgicamente el restablecimiento del comercio con el Perú.  Celebráronse al efecto, dos cabildos preparatorios, uno ordinario, en el que se designaron cuatro sujetos para elegir entre ellos el procurador, y otro extraordinario y abierto, concurrido de muchos vecinos, en el que se aumentó a seis el número de candidatos, y se hizo la designación, que nadie quiso aceptar; quedando por este hecho todo terminado.  Sin embargo, en el mes de mayo posterior, el Presidente convocó para una nueva reunión en Palacio, a la que concurrieron la Audiencia y todo los vecinos pudientes de la capital, pensando, sin duda, que volvería a tratarse del asunto vital que tan preocupados traía los ánimos.  Júzguese de la sorpresa que experimentaron, cuando el Presidente les leyó una Cédula del Rey, en la que pedía a sus vasallos le hicieran un donativo gracioso, en proporción a la riqueza de cada uno.  A pesar del temor y respeto con que se acostumbraba recibir tales mandatos, no faltó quienes hicieran presente las dificultades en que se hallaba el vecindario para obsequiar los reales deseos, debido a la miseria suma a que estaba reducido el país, por la caída de los productos del suelo, que no podían exportarse, y la prohibición de todo tráfico comercial con las provincias vecinas.  Añadieron, sin embargo, y esto fue lo acordado, que ofrecían servir al Rey con veinte mil pesos, a trueque de que les concediera permiso para comerciar con el Perú, hasta en cantidad de cuatrocientos mil pesos cada año; pudiendo venir vinos de allá, siquiera cuando no los hubiese en España; y aunque el Cabildo sostuvo después el ofrecimiento, y dio instrucciones a su procurador en la Corte para que se obligara al pago de los veinte mil pesos, ofreciendo que se enterarían en la Caja real de Guatemala tan luego hubiese sido otorgado el permiso referido, por entonces nada obtuvo el Ayuntamiento.
25o.  Mientras tanto, los repartimientos de indios para las labores rurales continuaron dando lugar a abusos y vejaciones.  Con tal motivo intervino la Audiencia, expidiendo unas Ordenanzas especiales, en el mes de marzo de 1680, en las que se mandaba hacer el empadronamiento de los pueblos de indígenas, y se imponía a los vecinos, la obligación de presentarse todos los domingos a la autoridad local. Para ser repartidos por cuartas partes y ocuparse forzosamente en los trabajos del turno, desde el día siguiente.  Quedaba, eso sí, establecido, que los que fueran repartidos debían ganar un real diario, y no podrían desertar a media semana; teniendo el propietario derecho a despedirlos, en cualquier tiempo, y también la obligación de proporcionarles las herramientas para el trabajo.  Se establecía, del mismo modo, que los repartidos no podrían redimirse ni aun pagando los seis reales semanales que devengaban, o dando valores que los representaran, lo mismo que el abuso de obligar a las mujeres a redimir a sus maridos, o despojarlas de sus prendas para compelerlos volver al trabajo.  Quedaban eximidos del empadronamiento, solamente los gobernadores y alcaldes indígenas y los enfermos, de ahí todos los demás aun los ricos propietarios, que pertenecían a la comunidad de los indios, estarían sujetos a los repartimientos.  Las justicias ordinarias deberían nombrar los jueces repartidores, y pagarlos con el fondo formado con el medio real que se exigía a los propietarios que recibían indios repartidos.  Tales ordenanzas, como se ve, quitaban de sus labores a los propietarios indígenas, para entregarlos a un patrón, que les hacía trabajar todo el día,  y les remuneraba con un sueldo tan miserable, que no bastaba para cubrir ni aun sus más imperiosas necesidades.
26o.  Publícose en España, por aquellos días (1680) la Recopilación de Indias, famoso Código que contiene todas las disposiciones dirigidas a la administración civil, militar, económica, municipal y aún eclesiástica de los vastos dominios de España en América, desde el reinado de Carlos I hasta el de Carlos II, o sea un lapso de tiempo de cerca de 160 años.  En él se registran también varias disposiciones especiales al Reino de Guatemala.
27o.  Fue terminada, en octubre de aquel año, la edificación de la iglesia Catedral de Guatemala, comenzada en 1669.  Se dispuso celebrar la inauguración el 6 de noviembre próximo, fecha en que también se celebraría el cumpleaños del Rey, y su matrimonio con una Princesa de Francia.  Las fiestas duraron ocho días, siendo en parte religiosas y en parte profanas; pero desplegándose en ellas un lujo y una ostentación que hasta entonces nunca jamás se habían visto.
28o.  En aquel mismo año, fue promovido don Lope de Sierra Osorio a Oidor de la Chancillería de Granada, en España, y vino a subrogarlo en la Presidencia y Gobernación interina del Reino, el Licenciado don Miguel Augurto y Alava. 

Cuestionario

1,¿Cómo hizo su viaje el Presidente Caldas, y que le aconteció de camino? 2. ¿Qué pasó en su llegada a Guatemala? 3. ¿Qué dificultad hubo para la posesión y qué propuesta hizo el Presidente a la Corona de España para la conquista de los choles y lacandones?  4. ¿Quién levantó la fortaleza de San Carlos de Austria, y cuál fue la recompensa que obtuvo? 5. ¿A qué se redujo la expedición del Presidente Caldas a Nicaragua, y qué le contestó el Consejo de Indias. ? 6.¿Qué dispuso el Presidente hacer con la Catedral, y quién fue Pedro Betancourt? 7. ¿Cuáles fueron los disgustos que ocurrieron con los individuos de la Audiencia, qué motivó la caída del Presidente Caldas, quién le sucedió, y cómo terminó sus días?  8.¿Qué pasaba con el comercio exterior? 9. ¿Qué sucedía con los ingleses establecidos en Yucatán, y con los corsarios, piratas y filibusteros en las poblaciones del Pacífico y qué se dispuso? 10.¿Quién vino de España a levantar el castillo del río de San Juan, con qué carácter llegó, y cómo llenó su cometido? 11.¿Qué impuesto sobre los indios pasó a la Corona, y a cuánto ascendió? .12.¿ De qué fondo público se habían apropiado los gobernadores del Reino, cuánto producía anualmente y qué dispuso acerca de esto el Rey? 13.¿Cuál fiesta restableció en Guatemala el Presidente Escobedo, y qué dispuso para la celebración del cumpleaños del Rey? 14. ¿Qué dispuso la ley recopilada que reglamentaba los pueblos de indios y por qué no pudo dársele todo su cumplimiento?  15.¿Qué invasiones hubo en Costa Rica, y qué pidió al Rey el Gobernador? 16.¿Qué pasó con el tráfico entre Guatemala y la Habana, y cómo se portaba la Casa de contratación de Sevilla? 17. ¿Qué fue lo que ocurrió con el navío “San Pablo” y qué mala noticia llegó a Guatemala referente a piratas en Nicaragua? 18. ¿Cuándo se estableció y en qué forma la Universidad de Guatemala, y qué se enseñaba en ella? 19. ¿Qué sucedió con el establecimiento de los ingleses en la isla de Jamaica, y con los corsarios que se internaron en la tierra firme del Reino? 20. ¿Cuál era la situación de las colonias centroamericanas, y qué nuevos abusos se cometían con los indios en su repartimiento? 21. ¿Por qué motivo llegó un Visitador a Guatemala, qué disposiciones tomó, y cómo terminó el Presidente Escobedo?  22. ¿Qué pasaba con la raza primitiva de Guatemala, y a qué expediente ocurría esta para olvidarse de su suerte? 23. ¿Cuántas clases de Alcaldes hubo en Guatemala, qué pasaba con la Hermandad, y cómo se hacía el servicio militar? 24. ¿Hasta dónde llegó la falta de comunicación interior en que mantuvo España a Guatemala y sus provincias, qué pusieron las autoridades del Reino y el vecindario de Guatemala? 25. ¿Por qué la Audiencia expidió unas ordenanzas especiales, para el manejo y gobierno de los indios repartidos, y qué se disponía en ellas? 26. ¿Qué famoso Código se publicó en España en 1680, y qué disposiciones contenía? 27.¿Cuándo se terminó la Catedral de Guatemala, y cómo fue inaugurada? 28. ¿Quién subrogó en la Presidencia y Gobernación de Guatemala al Oidor Osorio y en qué fecha se fue éste?

CAPITULO XXII
PRESIDENCIA DE AUGURTO Y ALAVA Y DE ENRIQUEZ DE GUZMAN
1681-1687
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Llegada del Presidente don Miguel de Augurto y Alava-Reúnense en Guatemala tres Presidentes-Son provistas las cátedras de la Universidad-Alternan en las Alcaldías los peninsulares con los criollos-No se da entero cumplimiento a la Ley de reducción de los pueblos indígenas-Agítase la cuestión del comercio con el Perú-Llega el Presidente don Enrique Enríquez de Guzmán-Mejora y ensanche de los hospitales-Se pide que los buques de la armada de Barlovento lleguen a estas costas-Esfuerzos de los frailes domínicos por la catequización de los indios-Repítense las solicitudes pidiendo se conceda a Guatemala el comercio exterior-Invaden y saquean los piratas, las provincias de Nicaragua y Costa Rica-Ocurre un ruidoso pleito entre el Gobernador y el Obispo de Chiapas-Regresa a España el Presidente Enriquez de Guzmán.
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1o.   El Licenciado don Miguel de Augurto y Alava, Caballero de la orden de Alcántara y Oidor de México, vino a Guatemala a subrogar al Señor Sierra Osorio, tanto en el gobierno del Reino de Guatemala, como en el cargo de Visitador general, para concluir el juicio de residencia del Presidente Escobedo, que todavía se hallaba pendiente.  Fue recibido con menos pompa que algunos de sus antecesores, aunque no faltaron ni el besamanos, ni las corridas de toros, ni el caballo enjaezado, ni el banquete; pero todo ello con más modestia que otras veces.  Se hallaba en aquella fecha (1681) en Guatemala el General Escobedo, quién después de haber peregrinado por Comayagua y Nicaragua volvía a la capital, en donde pasaba su vida pobre y desamparado de sus amigos.  Debido a esta circunstancia hubo el caso muy raro de que se juntaron en aquella vez tres presidentes: el entrante, el saliente y el residenciado.
2o.  Aunque desde el mes de diciembre de 1678 se abrió la oposición a las cátedras que debían establecerse en la Universidad de Guatemala y fueron provistas en diferentes sujetos, se quejó al Rey el señor Alava de la festinación con que el Presidente interino don Lope de Sierra Osorio, había procedido en el asunto para evitar su intervención.  El Rey con ese informe, solo aprobó la provisión de las cátedras de Teología, Filosofía y Lenguas Indígenas; y previno que se pusieran edictos en México para las de Instituta, Cánones y Medicina.  Como en México no hubo opositores, dispuso el Rey que se fijasen otros edictos en la Corte, y allá se adjudicaron: la cátedra de Cánones al Dr. don Bartolomé de Amézquita; la de Leyes al Dr. don Pedro de Ozaeta, y la de Medicina al Dr. don Miguel Fernández.  Además, la provisión de una de las cátedras de Teología, hecha en Guatemala, no fue aprobada por el Rey, a causa de que había sido uno de los opositores el Dr. don José Daílos, Arcediano de la diócesis, y consideró el Consejo de Indias que se le había hecho agravio con no preferirlo.  En consecuencia se le mandó dar la cátedra y se le nombró además primer Rector de la Universidad de San Carlos, mientras llegaban los catedráticos propietarios, se abrió el año lectivo el 5 de enero de 1681, con profesores interinos y más de sesenta estudiantes, dándose al acto la mayor solemnidad posible.  Hizo los estatutos universitarios el Oidor don Francisco de Sarasa y Arce, y los remitió al Consejo para su aprobación en aquel mismo año de 1681.
3o. La alternativa de peninsulares y criollos para los oficios de Alcaldes, introducida por la costumbre, había merecido la aprobación del Consejo, y continuó practicándose como medida justa y conveniente, pero al comenzar el año de 1682, el Presidente Alava propuso que se modificara la forma de dicha alternativa, ejerciendo durante seis meses cada uno de los dos Alcaldes la presidencia del cabildo.  Aceptó la idea el Ayuntamiento y la reforma se mantuvo en observación durante la presidencia del señor Alava.
4o.   Con motivo de que en la Recopilación de Indias, recientemente publicada, figuraban las diversas disposiciones omitidas en diferentes tiempos respecto a reducciones y pueblos de indígenas y en las que se prohibía a los españoles, negros y mestizos, avecindarse en pueblos de naturales, se trató de desalojar a los que estaban avecindados en los pueblos de Petapa, Amatitlán y Escuintla, para agregarlos a la capital o formar con ellos poblaciones nuevas como estaba mandado; pero aquella disposición fue resistida por el Ayuntamiento porque desmembraba el corregimiento de la ley, hubo comisionados nombrados al efecto, mas el Ayuntamiento con súplicas o intrigas logró que la ley no continuara surtiendo sus efectos en aquellos pueblos.
5o. En 1681 volvió a suscitarse la cuestión del comercio con el Perú. El Procurador que tenía la ciudad en la Corte, dio aviso de que el Consulado de Lima pedía al Consejo de Indias se otorgara el permiso para el despacho de vinos y productos de aquel Reino al de Guatemala bajo la base de quedar cancelada la obligación de remitir 200,000 ducados.  En vista de esto el Cabildo acordó escribir al Rey y al Fiscal del Consejo, diciendo que si no se concedía el permiso sin limitación o sea sin rebajar los 200,000 ducados, no se aceptaría la merced.  Más tarde se dispuso decir al agente, que obligara a la ciudad a recibir hasta cinco mil botijas de vino de España, a trece pesos; y que respecto al comercio con el Perú, pidiese que se permitiera la venida de un navío con 200,000 ducados y frutos, pero sin cacao de Guayaquil; y que de los puertos de este Reino fuera otro con géneros de Castilla y de la China y frutos de la tierra; que haciéndose la concesión en los términos expresados pagaría al Ayuntamiento los veinte mil pesos ofrecidos al Rey; y que en caso de no hacerse así, pidiera que se cerraran por completo a todo el comercio del Perú, los puertos de Acajutla, Realejo y demás del Reino; exigiendo sí, que el consulado de Sevilla se comprometiera a enviar cada dos años, doce mil botijas de vino que pagaría la ciudad.  Las reales resoluciones, como siempre, quedaron aplazadas por mucho tiempo.
6o.   En fin del año de 1683 vino a hacerse cargo de la Presidencia don Enrique Enríquez de Guzmán, Caballero de la Orden de Alcántara e individuo del Consejo de Guerra y de la Junta de Indias y Armadas.  Desembarcó en Puerto Caballos, y fue recibido con demostraciones semejantes a las que se habían hecho a su antecesor.
7o.  Uno de los asuntos a los que consagró preferente atención el nuevo Presidente, fue la mejora y ensanche de los hospitales de la ciudad.  Había dos: el antiguo de Santiago, fundado para españoles, que contenía solo cuarenta camas, y ocupaba un local insuficiente y el de San Alejo, establecido para indígenas, y cuyo estado era también muy poco satisfactorio.  Estaba recomendada en varias células la unión de ambos hospitales, y tocó al Presidente Enriquez efectuarla, para la cual compró dos casas contiguas al de Santiago, juntos de ese modo los dos hospitales subió a sesenta el número de camas.  En esta mejora, y en la construcción de una enfermería amplía y cómoda, se gastaron cinco mil pesos, que dio de su propio peculio el Presidente.
8o.  Las arbitrarias exigencias del consulado de México, respecto al comercio que hacía Guatemala por Veracruz, y lo costoso de aquella vía, mantenían exasperados a los habitantes de este Reino.  El Ayuntamiento encargó a su agente en la Corte solicitara formalmente la expedición de una cédula en que se previniera, que algunos de los buques de la Escuadra de Barlovento vinieran a nuestras costas, siempre que fuese necesario, para limpiarlas de los piratas que las infectaban, pues hacía 30 años que el Reino de Guatemala contribuía para los gastos de la Armada de Barlovento, sin que jamás esta se hubiera aparecido por nuestros puertos.  La solicitud, como tantas otras anteriores, no fue atendida, y los corsarios y piratas continuaron molestando a mansalva a las embarcaciones que se aventuraban a arribar a las costas del Norte.
9o.  Repetíanse de tiempo en tiempo las tentativas de los misioneros dominicos establecidos en la Verapaz para continuar las reducciones de indios infieles que habitaban al Norte de aquella provincia; y aunque lograban al pronto los misioneros catequizar algunos indios salvajes, y formar poblaciones regulares, desaparecían éstos de la noche a la mañana, viéndose obligados a huir para salvar sus vidas.  En una de tantas entradas hechas por los dominicos en tierra del Manché, lograron formar varios pueblos; pero el Alcalde Mayor de Verapaz sujetó enseguida a los indios a grandes extorsiones y con esto los manchasen, auxiliados por los Yaxanos, tribu vecina, se armaron y se dispersaron.  En 1685 algunos de los mismos dominicos que conocían a indios de los choles, penetraron al interior de las tierra de estos, logrando reunir hasta 300 formando con ellos un pueblo, al que se agregaron más tarde familias de los jactanos, cuchinos, jichalnoes, canetzones, canetrines, piacos, chumpandos, chunquíces, matcines, y otras.  Este pueblo fue incendiado, cuatro años después y los misioneros tuvieron que huir desnudos para salvarse.  Los indios de Cahabón pidieron entonces permiso para entrar a las montañas a recoger a los dispersos, y habiéndoseles concedido, pudieron reunir en diferentes entradas que hicieron, hasta 300 choles, que situaron en el valle de Urrán, donde existe hoy el pueblo de Santa Cruz del Chol.
10o.   El Procurador que el Ayuntamiento de Guatemala mantenía en la Corte, promovió nuevamente ante el Consejo, el asunto de la permisión de los vinos del Perú para este Reino, conforme a instrucciones un tanto enérgicas que se le suministraron en    1683. Había la circunstancia favorable de ser a la sazón miembro del Consejo de Indias, el general Escobedo y el Licenciado Sierra Osorio, ex-Presidentes de Guatemala y Fiscal, el Licenciado Balverde, ex-Oidor de la Audiencia, quienes tomaron verdadero interés en favor de la solicitud, en la cual llevábamos sesenta años de gestiones con insistencia.  Nunca como entonces tomó tanto calor la tramitación del asunto: hubo conferencias, alegatos, discusiones y mucho empeño de parte de los amigos de Guatemala, y después de tanta alharaca, votó el Consejo en 1685, que se consultara al Rey, si permitía que fueran cada año, del Perú a Guatemala, dos navíos con vinos y 200,000 ducados de plata para comprar frutos del país y que esta concesión fuera perpetua sin que se permitiera llevar cacao de Guayaquil.  El Procurador del Ayuntamiento había hecho también gestiones en el sentido de que volviera a abrirse el comercio del Reino de Guatemala con la Habana; pero el Consejo no precipitaba sus resoluciones y la solicitud corría sus trámites muy despacio.
11o.   Las provincias de Nicaragua y Costa Rica continuaban sufriendo las hostilidades de los corsarios y piratas ingleses, así por los puertos del Norte, como por los del Sur.  En junio de 1684 volvió a aparecer en las costas del golfo de Nicoya el famoso William Dampier con sus piratas, pero no quedó tan impune como la vez anterior, porque los indios acaudillados por su cacique, los repelieron violentamente, sin darles lugar a tomar sus lanchas, obligándolos a echarse a nado para embarcarse en sus navíos, algunos de los cuales les fueron quemados.  Más tarde, en agosto, reapareció el mismo pirata por la boca del río Tempique, y bajó dos canoas con gente, que también fue rechazada, dejando diez muertos en el combate.  En los años de 1685 y 1686, saquearon los piratas la ciudad de Esparta, incendiándola por segunda vez; de nuevo volvieron en enero y febrero de 1687 a la provincia de Nicoya, en la cual penetraron catorce leguas, destruyeron algunos pueblos, después saquearon e hicieron 35 prisioneros.  En la provincia de Nicaragua invadieron también la ciudad de León en 1685 y la saquearon, sin que se atreviera a impedirlo un cuerpo de tropas que estaba a la vista; y el 7 de abril del mismo año desembarcaron en el puerto de Escalante, a 20 leguas de la ciudad de Granada, que estaba defendida por catorce cañones.  Con menos de 400 hombres asaltaron la plaza y la ocuparon el día 9, sin mucha dificultad, incendiando 18 casas y retirándose después de haber saqueado la población.  Los piratas envalentonados por el éxito, se mostraban cada día más osados, hasta llegar un momento en que se temió que incendiasen la propia capital del Reino.  Con efecto, circuló en aquellos días la noticia de que intentaban desembarcar en Iztapa, y marchar sobre Guatemala, por lo cual se reunió la Junta General de guerra y acordó hacer plaza de armas el pueblo de Escuintla, convocando a compañías de milicianos, de las que se nombró jefe a don Melchor de  Mencos y Medrano.  Hizo este levantar trincheras en los pasos estrechos del camino, y mostró mucha actividad y celo en el desempeño de su cargo; permaneciendo en Escuintla hasta el 23 de noviembre, en que se le retiró.  Se dijo después en la capital que los corsarios ingleses habían entrado en Golfo Dulce, con 21 piraguas, y que se disponían a subir el río Motagua, e internarse en la Verapaz.  Con esta noticia se mandaron alistar dos compañías de soldados nombrándose al mismo don Melchor de Mencos para que fuese con ellas y con la más gente del país, que le pareciese, a impedir las hostilidades que pudiesen intentar los enemigos.
12o.  En los años de 1685 y 1686 ocurrieron graves disensiones entre el Obispo de Chiapas, y el Gobernador de Soconusco, por haber mandado este funcionario a la iglesia del pueblo de Mapastopeque hacer entrega de su hacienda perteneciente a cierta cofradía.  El Prelado ordenó la devolución de la finca y excomulgó al Gobernador; éste ocurrió a la Audiencia en solicitud de una carta de fuerza, que le fue otorgada, para el caso de que el Obispo no le concediera la apelación que había interpuesto de la sentencia y no le levantara la excomunión.  Notificado el Obispo, contestó que absolvería al Gobernador si así se lo pedía. y que la apelación sería también otorgada con la misma condición; pero hacía presente, que una declaratoria de fuerza,  ligeramente expedida, no era ajena a las censuras.  Molesta la Audiencia con su respuesta, expidió una segunda provisión en que se conminaba al Prelado con una multa de $500.00 de oro y se le amenazaba con extrañamiento, y con la ocupación de sus temporalidades.  Contestó el Obispo, que había mandado entregar los autos al Apoderado del Gobernador y también absolver a este de la excomunión, tan luego devolviese la hacienda de la cofradía; que por lo demás su persona estaba a disposición de los que fuesen a prenderla, y sus bienes listos para el secuestro; protestando, sí que en su diócesis y fuera de ella tenía el derecho para apercibir a sus expulsores.  Despáchole la Audiencia una tercera provisión, a la que contestó: que sí el apoderado del Gobernador no ocurría por los autos para seguir la apelación ante el metropolitano, ni solicitaba absolución restituyendo la hacienda, no era culpa suya; y que si a él lo expulsaba, iría a poner en conocimiento del Rey lo que hacían sus Ministros en su real nombre.  Pasó,  sin embargo,  algún tiempo y dio lugar éste a la llegada de una disposición del Rey, a quien se había dado cuenta del asunto, en la que rogaba y encargaba al Obispo absolviese al Gobernador con solo prestar caución de restituir la hacienda a la cofradía tan luego se lo ordenara un juez competente.  Replicó el Prelado que no era eso lo que le correspondía por derecho, y que la caución que debía prestar el Gobernador debía ser la de estar a lo juzgado y sentenciado por el Tribunal.  En esta situación las cosas, embargaron los bienes y rentas al Obispo, quien escribió a uno de los Oidores quejándose de la injusticia del procedimiento.  Intervino entonces el Presidente, proponiendo al Obispo que levantara la excomunión al Gobernador, y que este depositara la hacienda en otras manos.  Y manifestábanse acorde las partes con este arreglo, cuando el Alcalde Mayor de Ciudad Real tomó cartas en el asunto, previniendo al Prelado que saliese de la ciudad y de su distrito sin dar lugar a que se le echara por medios violentos.  El día 15 de septiembre le dirigió el último requerimiento, y a las dos de la tarde publicó un bando, convocando a los vecinos para que se presentasen armados el día siguiente por la mañana, bajo pena de la vida y secuestro de bienes si no lo hacían.  Concurrieron puntualmente los vecinos, y sin duda hubieran procedido a lanzar al Obispo, si este no hubiera enviado recado al Alcalde Mayor, proponiéndole un arreglo a fin de evitar mayores males.  Quedó convenido que el Gobernador depositaría la hacienda y recibiría la absolución, desistiendo de la apelación interpuesta, y dándose cuenta de todo al Presidente y a la Audiencia.  El asunto llegó también a conocimiento del Consejo de Indias, cuyo fiscal improbó las cartas de fuerza de la Audiencia, y censuró duramente los procedimientos del Gobernador de Soconusco, y del Alcalde Mayor de Cuidad Real, pidiendo que se  procediese contra ambos funcionarios; pero en ese estado del asunto,  llegaron cartas del Presidente de Guatemala y los autos con la providencia de que no se llevase a efecto el extrañamiento del Obispo, y todo fue aprobado.
13o.   Deseoso de regresar a España el General Enríquez de Guzmán dimitió del mando desde 1687 y fue reemplazado en el año siguiente por el General don Jacinto de Barrios Leal, caballero de la Orden de Calatrava, a quien el Rey otorgó el respectivo nombramiento.

CUESTIONARIO
1.  ¿Cuándo llegó el Presidente Alava a Guatemala, con qué carácter oficial fue enviado y cuántos Presidentes se juntaron en esa vez en la Capital del Reino? 2. ¿Cómo se proveyeron las cátedras de la Universidad, de qué modo se dio principio a los estatutos y quién hizo los estatutos universitarios? 3.¿  Qué propuso el Presidente acerca de la costumbre de la alternativa de peninsulares y criollos en las alcaldías y qué resolvió el Ayuntamiento? 4. ¿Qué pasó con la ley que prohibía en los pueblos de indígenas el que se avecindaran españoles y mestizos? 5. ¿En qué quedó la cuestión de comercio con el Perú, nuevamente suscitada en 1681? 6. ¿Cuándo se hizo cargo de la Presidencia don Enrique Enríquez de Guzmán, dónde desembarcó y cómo fue recibido en Guatemala? 7. ¿Cuál fue uno de los asuntos a que consagró preferente atención el Presidente Alava y qué éxito alcanzó? 8. ¿Qué solicitó el Ayuntamiento referente a los buques de la Armada de Barlovento? 9. ¿Qué hubo acerca de las tentativas de los misioneros dominicos para continuar las reducciones de los indios, y qué les sucedió en ese empeño? 10. ¿Qué pidió el procurador del Ayuntamiento de Guatemala en la Corte y qué fue lo que obtuvo?  11. ¿Qué invasiones de corsarios y piratas se verificaron en las provincias de Nicaragua y Costa Rica?  12. ¿Qué disputa tuvo el Obispo de Chiapas con el Gobernador de la misma provincia, qué consecuencias trajeron y cómo terminaron?          

CAPITULO XXIII
PRESIDENCIA DE LOS GENERALES BARRIOS LEAL Y SANCHEZ DE BERROSPES
1688-1702
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Llegada a Guatemala del Presidente Barrios Leal, después de haber sido prisionero de los piratas -  Con él llegan también cuatro letrados - Por sus diferencias con la Audiencia viene de España un Juez Pesquisidor - Asume este el mando y confina al Presidente -  Absuelto más tarde el señor Barrios Leal, recobra su alto puesto y dispone la conquista del Itza o Petén - Organiza una expedición militar, y deposita el mando - Avanza con sus tropas; pero tiene que regresarse, dejando a sus capitanes la continuación de la conquista - Se retiran también estos -  Asume el mando nuevamente el general Barrios Leal, pero se enferma y muere en Guatemala -  Le sucede interinamente el Oidor Scala, quien continua la conquista del Itza - El nuevo Presidente don Gabriel Sánchez Berrospe suspende la conquista -  La continúa el Capitán Arismendi.-  Se funda el Colegio de Cristo en Guatemala.- Son muy reñidas las elecciones en Granada -  Aparecen los establecimientos ingleses en la costa de Mosquitos - Llega de España el Visitador Madriz - Comete escandalosos abusos y se le obliga a marcharse - Regresa más tarde de México en son de guerra, es derrotado, y en México se le captura y remite preso a España -  Renuncia el Presidente Berrospe y se va del país.
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1o.   En el mes de enero de 1656 llegó a Guatemala el señor General don Jacinto de Barrios Leal, Caballero de la Orden de Calatraba y nuevo Presidente del Reino, en subrogación del señor General Enríquez de Guzmán.  Al desembarcar en la Costa Atlántica, fue capturado por los piratas, quienes lo despojaron de todo cuanto traía; pero pudo continuar enseguida su viaje y llegar a la capital, donde fue muy bien recibido y festejado.  Con él llegaron también cuatro letrados para integrar el tribunal de la Audiencia.
2o.   A pesar de la moderación con que comenzó a ejercer el Gobierno, no tardó mucho en alterarse su buena armonía con la Audiencia, hasta producir choques que le trajeron la separación por cuatro años del puesto que ocupaba.  Originó este desacuerdo su pasión por una mujer de escaso mérito, de la que también se hallaba enamorado el Oidor Valenzuela, que era uno de los cuatro letrados que había venido acompañándole.  Fueron tomando cuerpo las diferencias nacidas de esta rivalidad, hasta el punto que los desafectos dirigieron representaciones al Monarca, en quien lograron producir una impresión desfavorable al General Barrios Leal.  Ordenó entonces el Gobierno español, al Licenciado don Fernando López Ursino y Orbaneja, Oidor de la Real Chancillería de México, que pasara enseguida a Guatemala con el carácter de Juez Pesquisidor y que tomara residencia al Capitán General.
3o.   El 25 de enero de 1691 presentó sus reales despachos el señor López Ursino, y asumiendo las funciones oficiales del presidente Barrios Leal, ordenó a éste su retiro a Ciudad Vieja, primeramente, y más tarde a la ciudad de Santa Ana, en la provincia de San Salvador, mientras instruía el proceso de residencia en su contra.  Terminado que fue, remitiéronse los autos al Consejo de Indias.
4o. -  El Juez de Residencia permaneció en Guatemala, ejerciendo las funciones de Presidente de la Audiencia, y Gobernador del Reino, hasta diciembre de 1694 en que recibió la real Cédula de 10 de mayo del año anterior, que absolvía al señor Barrios Leal de todo cargo, y mandaba restablecerlo en su alto empleo. La administración del señor López Ursino fue del agrado general, porque supo distinguirse como gobernante recto y respetuoso a la Ley.  El Consejo de Indias, sin embargo, encontró incorrecciones en el proceso de residencia del Presidente Barrios Leal y por ello fue multado en cuatro mil pesos, que tuvo que pagar antes de ausentarse.  Regresó enseguida a la ciudad de México, dejando en Guatemala gratos recuerdos y muchas simpatías.
5o.   Apenas restablecido el Presidente, tomó empeño por llevar a efecto la conquista del Petén y Lacandón. Se dice que ese empeño obedecía más que al crédito que le traería ante la Corte empresa tan difícil, al deseo de perjudicar a los enemigos que le acarrearon su confinamiento y residencia.  Confirmaba el encono que sentía por tales sucesos su  quiebra con el Alcalde Mayor de Huehuetenango, que era íntimo amigo suyo, por haber alojado en su casa al Juez Pesquisidor, cuando iba de regreso a México.  Además, al Oidor Valenzuela, a quien había confinado desde antes de la llegada del Juez Pesquisidor, no le permitió que volviera a Guatemala al ejercicio de sus funciones.
6o.   Desde 1692 se había expedido la real Cédula en que se prevenía hacer la conquista pacífica del Petén y Lacandón, encomendándola, en caso de aprobarla la Audiencia, al Capitán Juan de Mendoza, que había entrado antes en la Taguzgalpa de Honduras, y que pidió al Rey el mando de la expedición del Itza o Acalá, nombres que también se daban al Petén; pero aquella Cédula llegó a Guatemala durante el juicio de residencia del Presidente, y el Juez Pesquisidor se abstuvo de darle cumplimiento, en atención al carácter provisional de su administración.  Dedicose sin pérdida de tiempo, el Presidente a preparar lo necesario para ir en persona al Petén, y dispuso tomar el mando de la división que debía entrar en aquel territorio por Ocosingo; los otros dos jefes expedicionarios, que eran los capitanes Melchor Rodríguez y Juan Días de Velasco, debían encaminarse respectivamente por Huehuetenango y Verapaz, en defecto del Capitán Juan de Mendoza a quien se refería la real Cédula, por ignorarse el paradero de este.  Cada una de estas tres divisiones se componía de soldados escogidos, para dar seguridad a los religiosos, a quienes se iba a confiar la conquista por los medios pacíficos.  Hechos todos los preparativos, recogidos los donativos o sea lo detallado a los vecinos para contribuir a la expedición, el Presidente nombró para que le acompañara al Dr. Amézquita y a varias personas de las principales familias, depositando enseguida el gobierno en el Oidor don José de Scals, a quien no correspondía de rigor ese depósito; pero en quien lo hacía para mortificar así a los demás Oidores, que se habían manifestado hostiles en la secuela del juicio de residencia.         
7o.  Las tres divisiones se pusieron en marcha para sus respectivos destinos, experimentando penalidades sin número al penetrar en los bosques y selvas del territorio de la conquista.  Después de muchos días de sufrimiento, llegó el Capitán General Barrios con su gente a una población del Lacandón, a la que puso el nombre de Villa de los Dolores; envió emisarios en busca de los habitantes que habían huido con anterioridad, y construyó un fuerte o reducto provisional, que dejó a cargo de 30 soldados españoles e indios, el 29 de abril de 1695.  De aquel lugar al Itza o laguna de Petén, había una gran distancia, y el señor Amézquita, que iba como Auditor, recibió encargo del Presidente de avanzar hasta allá, con alguna gente armada; caminó por espacio de 18 días, sufriendo todo género de privaciones por causa de las fuertes lluvias, el crecimiento de los ríos y la falta de abastos; cansado de tantas fatigas, sin hallar lo que buscaban, regresose a la Villa de Dolores, en la que ya había más de 400 indígenas ocupando sus antiguos hogares.  El regreso de Amézquita, verificado el 10 de mayo, desalentó al Presidente, quien, desconfiando de sus esfuerzos, en medio de tantas dificultades, y además enfermo decidiose a regresar a la ciudad de Guatemala con todo su séquito, aplazando para otra fecha la conquista del Itza.
8o.   El Capitán Juan Díaz de Velazco había entrado con su gente por la Verapaz, por el mismo camino que trajo Hernán Cortés de México en el siglo XVI, y sufrió igualmente toda clase de contratiempos en tan quebrado y montañoso territorio. Aunque el Alcalde Mayor de Cobán había recibido orden de enviarle víveres y otros auxilios, llenó solamente a medias su encargo, privándolo de tan necesarios recursos.  Después de largas y penosas jornadas en las que tuvo que abrir caminos, construir ranchos y batirse constantemente con los indios enemigos, llegó a un punto en el río Chacal, distante más de treinta leguas de Cahabón, y allí resolvió, el 24 de abril, volverse al lugar citado, en vista de las copiosas lluvias, escasez de abastos y ataques constantes de los naturales.   En su viaje de regreso experimentó las mismas o mayores dificultades y llegó a Cahabón con su tropa fatigadísimo y medio enfermo.  Participó entonces al Oidor Scals, encargado de la Presidencia de Guatemala, todo lo ocurrido y el Oidor improbó su conducta y le previno regresar al punto abandonado, parapetarse en él y esperar órdenes del señor Barrios Leal; pero el Capitán Velazco y los suyos en vez de hacerlo así, regresaron precipitadamente a Guatemala, obligados por la necesidad.
9o.  El Capitán don Martín de Ursua  Arismendi, que con poca y escogida gente había salido de Campeche en junio de 1695, avanzó con menos dificultades durante varios días; pero sabedor, cuando iba de camino, de que el señor Barrios Leal, con quien  debía proceder en absoluto acuerdo, se había vuelto a Guatemala, regresó a Campeche para tomar un descanso y esperar nuevas órdenes.
10o. Una vez restituido a Guatemala el señor Barrios Leal, recobró el mando y dictó disposiciones conducentes a continuar la conquista del Petén; pero minada su salud por causa de la expedición, se enfermó gravemente y expiró el 12 de noviembre de 1695.
11o.-  Por muerte del señor Barrios Leal, se encargó nuevamente del gobierno interino del país, el Oidor don José Scals, que continuó dictando disposiciones para la conquista del Itza.  En junta general se acordó organizar dos divisiones con religiosos, soldados e indios; debiendo penetrar una de ellas por Huehuetenango, y la otra por la Verapaz, bajo el mando respectivamente del Capitán don Jacobo de Alcáyaga y del Licenciado don Bartolomé de Amézquita, agregándose a este el Capitán Días de Velazco y el Cronista Jiménez.  Las dos expediciones iban alentadas con la noticia de haberse sometido voluntariamente el Rey Caneo del Itza al Capitán don Martín de Ursua y Arismendi, a quien dejamos en Campeche, a la muerte del Presidente Barrios Leal.
12o.   El Capitán Díaz de Velazco llegó con su gente a Cahabón en enero de 1696, y el Licenciado Amézquita con la suya, en febrero inmediato.  De aquel lugar salieron ambas divisiones, algunos días después y continuaron en marcha hacia el Nopán, no sin haber sufrido penalidades sin cuento al atravesar aquel suelo tan lleno de obstáculos.  Dispúsose allí, que avanzara Velazco con unos cuantos hombres y que el  resto se quedara con  Amézquita, para marchar después en pos de aquel.  Avanzó Velasco hasta el río Chacal el 27 de marzo, y continuó en busca del Itza; pero próximo ya a este lugar, fue atacado de improviso por los indios, que vencieron y asesinaron después a todos los expedicionarios.  Mientras tanto, no recibiendo el Licenciado Amézquita noticias de aquellos desgraciados, púsose en camino para la laguna, el 21 de marzo; llegó allí, y divisó la isla del Petén; pero como carecía hasta de balsas para poder pasar, regresó al Chacal, perseguido de cerca por los indios.  Dispuso en seguida retroceder a San Pedro Martín, en donde pensó estar menos mal, y construyó allí un baluarte provisional en el que guareció su gente.
13o.   La otra expedición confiada al Maestre de Campo don Jacobo de Alcayaga, había tomado por el lado de Huehuetenango, llegado a la villa de Dolores del Lacandón, cuyos indios, mansos y catequizados, lo recibieron con cariño.  De este punto y atravesando barrancos y ríos partió Alcayaga en busca de pueblos lacandones, y encontró los de Peta y Nop, cuyos habitantes se trasladaron a Dolores.  Hizo luego construir piraguas para ir al Itza por el río Lacandón, y con auxilio de hombres y víveres que le llegaron oportunamente de Guatemala, navegó río abajo 32 leguas hasta la confluencia de otro río mayor que va al Atlántico y por el cual continuó su marcha arriba durante más de 100 leguas, sin hallar el Itza o laguna que buscaba.  Abrumados por la fatiga, los expedicionarios resolvieron volverse, entrando en Dolores, el 29 de abril del mismo año.
14o.   En el entretanto había hecho su entrada a la ciudad de Guatemala, desde el 25 de marzo de 1696, don Gabriel Sánchez de Berrospe, nombrado Gobernador, Capitán General y Presidente, cesando ahí la segunda interinidad del Oidor don José de Scals.  El nuevo gobernador era muy entendido en asuntos de política y administración, y sabedor del descontento que ocasionaba en el país la conquista del Itza, ordenó la concentración inmediata de las expediciones que estaban  a cargo de Amézquita y Alcayaga, a la ciudad capital, dejando solamente una escolta de 30 hombres en la villa de Dolores.
15o.   El Capitán don Martín de Ursua  y Arísmendi, que expedicionaba por cuenta propia, continuó en 1697, sus expediciones conquistadoras, saliendo por segunda vez a Campeche, el 24 de enero, con buenos soldados y abundantes provisiones.  Al encontrarse en la laguna del Petén, construyó una galeota y una piragua, en las cuales embarcó 108 soldados españoles y algunos cañones pequeños, dejando en tierra como reserva 127 hombres con las grandes de artillería.  El 13 de marzo atacó la isla mayor del Petén, que defendía con numerosa gente el Rey Caneo: después de un terrible combate, que duró dos horas, fue tomada la plaza, y sojuzgado el territorio.  Hízole saber inmediatamente al Capitán General de Guatemala y este le rindió las gracias por sus servicios, y le ordenó dejar 50 hombres escogidos en el Petén, enviándole dinero suficiente para el mantenimiento de aquella guarnición, que Ursua colocó en su reducto de la isla construido por él.
16o.   Mientras tanto, el Presidente Berrospe, interesado en la civilización de los indios, dispuso en 1697, que los del Chol, que ya se hallaban catequizados, fueran colocados en agrupaciones regulares en el pueblo de Belén, sacándolos de la montaña del Chol, comisión que  confió a don Diego Pacheco, Alcalde mayor de la Verapaz:  dos años después  hizo que don Martín de Ursua y Arismendí volviese al Petén para que procediese de acuerdo con los jefes de la gente enviada en aquel año desde Guatemala, a establecer definitivamente en la isla y en otros puntos, las familias indígenas que se habían ausentado.  Don Melchor de Mencos fue el Capitán designado entonces para ir con tropa del país, y se reunió con Ursua cerca de la laguna del Petén, cumpliendo ambos en la mejor armonía la comisión, y dejando en el Petén un jefe civil otro militar, algunos religiosos, catorce familias españolas, un cirujano y varios oficiales mecánicos llegados todos de Guatemala.
17o.   Conseguido por el señor de Ursua el importante objeto de la conquista y pacificación del Petén, que había embargado su atención y sus recursos, solicitó del Rey el premio correspondiente a tan valioso servicio, y algún favor además para los cabos que en la expedición le habían ayudado eficazmente.  Pretendía que se le concediera el título de  Adelantado del Itza, y demás naciones indígenas por él sojuzgadas, y una encomienda de indios por valor de 4,000 ducados de producto al año para sí y sus sucesores.  El asunto se tramitó con las prolongadas dilaciones que solía dispensar a tales solicitudes el gobierno español, y en idas y venidas, traslados y dictámenes, pasaron los años, a lo que parece, sin resultado práctico para el interesado.
18o.   En el año de 1698 llegó a Guatemala la real licencia para fundar en la capital un convento del colegio de Cristo, destinado a la conversión de indios infieles.  Inmediatamente se dio principio en el barrio de San Jerónimo, a la construcción de los edificios y del claustro y de su iglesia anexa, que fueron suntuosos, merced al concurso eficaz del señor Sánchez de Berrospe, y a las considerables sumas de dinero legadas por el vecino don Juan de Langarin.  De ese convento salieron más tarde recoletos16 a la catequización pacífica de indios en las provincias de Nicaragua y Costa Rica.
19o.   En la provincia de Chiapas hubo por aquel tiempo un suceso desagradable.  El Gobernador de Tuxtla provocó con sus excesos, en 1693, motines escandalosos, y no solo no se le castigó, a pesar de lo que previno la Audiencia al Alcalde Mayor don Manuel de Maisterra, sino que desatendiéndose este de sus deberes, trató duramente a los indios.  No pudiendo estos tolerar tantas vejaciones, asesinaron al referido Alcalde Mayor, al Gobernador de Tuxtla y a un alguacil; pero las autoridades de Guatemala, contra lo que había de esperarse, escarmentaron a los indígenas, ahorcando a unos y confinando a otros.
20o.   Como los cargo públicos locales se vendían en pública almoneda al mejor postor, resultó que en 1698 y algunos otros años subsiguientes, no estuvieron en número completo los Ayuntamientos porque, debido a la suma pobreza del Reino, los vecinos carecían de los medios de comprar los cargos vendibles.
21o.   En 1696 fueron muy reñidas en Granada, de la provincia de Nicaragua, las elecciones municipales, dando origen a divisiones en bandos exaltados, y a disturbios y riñas.  En ese mismo año los ingleses establecieron cortes de madera en la Costa de Mosquitos, de la misma provincia, y comenzaron a introducir furtivamente por ese lado sus artefactos y mercaderías.
22o.   Dos años antes, en junio de 1694, se habían amotinado en Guatemala los milicianos del barrio de San Jerónimo, para salvar de la cárcel a unos cabos detenidos por faltas de subordinación; armáronse y consiguieron su objetivo, turbando momentáneamente el orden público.  Este incidente, y algunos manejos impuros de empleados inferiores del Fisco, en el laboreo de las minas del Corpus, sirvieron de pretexto al Consejo de Indias para enviar a Guatemala un Visitador y Juez Pesquisidor, nombrado más bien para atender recomendaciones valiosas de particulares en favor de don Francisco Gómez de la Madriz; y aunque la misión de este solo se limitaba a esclarecer esos puntos y a residenciar a los Oidores Amézquita y Ozneta acusados de turbulentos, el visitador, que era un desalmado ambicioso, se entendió desde su llegada con ambos Oidores y, de avance en avance, llegó hasta confinar al Presidente, primero y después al Oidor Duardo, en quién el Presidente había delegado sus facultades durante su ausencia.  La Audiencia intervino entonces, y se produjo la división de la ciudad en dos bandos, los cuales también se dividieron, apoyando los dominicos y los franciscanos a la Audiencia, y los jesuitas y las demás órdenes al Visitador y Juez Pesquisidor.  El vecindario se armó, la Audiencia hizo aumentar la fuerza pública; y cuando el conflicto llegaba a su mayor altura, intervino a su vez el Obispo que era partidario del Visitador, y obtuvo una transacción, en virtud de la cual, se estipuló que abandonaría éste la ciudad, y se iría del país, recibiendo cuatro mil pesos por cuenta de salarios, escolta para su resguardo, salvo conducto para él y todos los que quisieran acompañarle, y además una real provisión de amparo.  Salió por fin de Guatemala Gómez de la Madriz, acompañándole una escolta de 30 soldados, muchos clérigos, varios vecinos y un tren de 30 mulas y 60 indios, que llevaban el oro, la plata y demás objetos que representaban las granjerías que en tres y medio meses supo hacer en el país.  Llegados a Tehuantepec, los viajeros continuaron hacia la ciudad de México, dando siempre escándalos en las poblaciones del tránsito; pero informado de todo el Virrey, ordenó a Madrid que se apartara del camino real, y se mantuviese confinado en un lugar que le señaló, hasta tanto que el Gobierno español no resolviera lo conveniente.
23o.   La ausencia del Visitador, sin embargo, no calmó en absoluto la inquietud en que se hallaba la ciudad de Guatemala pues los ánimos habían quedado ocultados y la presencia del Visitador en el territorio vecino alcanzaba a sus partidarios, quienes propalaban su próximo regreso y hacían propaganda en su favor, anunciando que uno de sus primeros pasos cuando se encargara nuevamente del poder, sería la supresión del tributo que pagaban los indios.  Estos, halagados con tales promesas, promovieron asonadas en favor de las revueltas, y fueron los primeros en salir al encuentro del Visitador, que entendido con el Gobernador de Soconusco, quebrantó el confinamiento en que lo mantenía el Virrey de Nueva España, y se presentó en Soconusco en 1701.  Reuniéndole ahí varios de sus partidarios españoles, y también muchos indios, con los cuales organizó su primer núcleo revolucionario, que despertó general inquietud en Guatemala, San Salvador y demás secciones del Reino.  El Presidente y la Audiencia sin pérdida de tiempo, levantaron tropas para develar aquella facción, tanto más terrible, cuanto que los Obispos de Guatemala y Chiapas se habían pronunciado en su favor, y lanzaban excomuniones en contra de los que la combatían; pero al saber el Visitador que se aproximaban aquellas tropas, se asiló en el templo parroquial de Escuintla, en Soconusco, y de allí impartió sus órdenes para la defensa, pues además de los indios contaba con 300 españoles provistos de artillería, que tenía colocada en un punto estrecho y ventajoso.  La suerte de las armas le fue, no obstante,  adversa en el pueblo de Huehuetán a cuatro leguas de Escuintla después de un combate sangriento y decisivo.  Huyó Gómez de la Madriz a Tabasco, y allí le hizo prender y llevar a México, el Virrey de Nueva España, para remitirlo a España bajo partida de registro.           
24o.   Lleno de desaliento el Presidente Berrespo y pensando que su separación podría contribuir a tranquilizar los ánimos exaltados aún, dirigió su renuncia irrevocable al consejo de Indias, en el propio año de 1701 cuando regresaban a Guatemala las fuerzas victoriosas de Huehuetán.  Le fue admitida en términos muy honrosos, y se le concedió que diera su residencia por medio de apoderado, para que no demorase su regreso.  En consecuencia, se despidió de Guatemala en principios de 1702, dejando depositado en la Audiencia al gobierno del Reino, mientras llegaba de España el sucesor que nombrase el Monarca.       
            25o.   Al volver la espalda al siglo decimoséptimo, segundo de nuestra vida colonial, cuya historia dejamos resaltada bravamente, séanos permitido tomar un descanso y dividir nuestro trabajo, poniendo fin al volumen primero de esta obra, que concluirá en el siguiente con la narración cronológica de los demás sucesos históricos, hasta el desaparecimiento de la entidad política que se llamó Provincias Unidas de Centro América.

CUESTIONARIO
1.- ¿Cuándo llegó a Guatemala el General Barrios Leal, qué le pasó de camino, quiénes lo acompañaron, y cómo fue recibido? 2. ¿Qué motivó su desacuerdo con la Audiencia y qué consecuencias le trajo esto? 3. ¿Por qué llegó el Visitador Ursino a Guatemala y qué fue lo que hizo? 4. ¿Cuánto tiempo permaneció el Visitador encargado del gobierno, cómo se portó y qué le exigió después el  Consejo de Indias? 5. ¿Cuál fue el empeño que tomó el General Barrios al hacerse de nuevo cargo del poder y a qué se atribuyó? 6. ¿Cómo se dispuso la expedición militar encargada de la Conquista del Petén, a quiénes se encomendó, y en quién depositó la Presidencia el General Barrios Leal? 7. ¿Hasta dónde penetró el Capitán General con sus tropas, cuáles fueron sus operaciones de guerra y por qué se regresó? 8. ¿Por dónde entró con su gente el Capitán Velazco, hasta qué punto llegó y qué más hizo después? 9. ¿Hasta qué lugar llegó el capitán Arismendi y por qué no continuo avanzando? 10. ¿Qué fue lo que hizo el Capitán General, así que llegó a Guatemala, y cómo terminó su vida? 11. ¿Quién sucedió interinamente al general Barrios Leal y qué fue lo que se dispuso acerca de las conquistas del Petén y Lacandón? 12. ¿Hasta dónde llegaron los jefes expedicionarios con sus respectivas divisiones, y qué fue lo más que hicieron?  13. ¿Cómo se condujo la expedición confiada al Maestre de Campo Alcayaga, hasta donde llegó y que éxito obtuvo? 14. ¿Cuándo verificó su entrada a la capital el nuevo Presidente Berrospe, qué clase de persona era este, y qué resolvió acerca de la conquista del Petén? 15. ¿Qué fue lo que hizo el capitán Arismendi por cuenta propia, qué éxito alcanzó, y cómo apreció sus servicios el Capitán General de Guatemala? 16. ¿Qué fue lo que dispuso el Presidente Berrase acerca del modo de civilizar a los indios, y cómo lo realizó?  17. ¿Qué solicitud dirigió al Rey el Capitán Arismendi y qué recompensa obtuvo en premio de sus servicios? 18. ¿Cuándo llegó a Guatemala la licencia para fundar el Colegio de Cristo, a qué se destinaba éste y cuándo y cómo se construyó? 19. ¿Por qué fue asesinado el gobernador de Tuxtla y cómo procedieron las autoridades de Guatemala con este asunto? 20. ¿Qué sucedió con la venta de los cargos públicos? 21. ¿Cómo fueron las elecciones municipales en la ciudad de Granada de la provincia de Nicaragua, y en qué fecha comenzaron a establecerse los ingleses en la costa de Mosquitos de la misma provincia? 22. ¿Por qué mandó el Consejo de Indias al visitador Madriz, qué motivó la salida de éste de Guatemala y por qué fue confinado al pasar por México? 23. ¿Cuándo y cómo regresó a Guatemala el visitador Madriz, qué le pasó en Soconusco y cómo terminó su jornada? 24. ¿Por qué se llenó de desaliento el Presidente Berrase, qué determinación tomó y cómo fue su retiro?
FIN DEL TOMO I



15 Como se decía en México, dice la primera edición del primer tomo.

16 · Recoleto: religioso que guarda una observancia más estrecha de las reglas que las que generalmente se guardan

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