CAPITULO XVIII
PRESIDENCIA DEL CONDE DE LA GOMERA
1611-1627
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Toma posesión de la Presidencia don Antonio de
Peraza Ayala y Rojas-No era letrado y no intervenía en asuntos judiciales-Ponen
en ejecución las leyes contra los que se avecindaban en pueblos indígenas-Funda una villa y se le
da por esto el título de Conde de la Gomera-Misión a la Tologalpa-Fin que
tuvo-El Ayuntamiento solicita y consigue que se prohíba la introducción de
vinos del Perú-La Audiencia prohíbe a los alcaldes dar mandamientos de indígenas,
pero el Rey los autoriza-Disputas del Presidente con el Ayuntamiento-Llega un
Visitador-Es repuesto el Conde-Introducción de negros, y temores que
inspiran-Miseria del Reino-Se aumentan los impuestos y contribuciones-Comercio
limitado con el Perú-Concluye la marina nacional-Honras fúnebres a Felipe III,
y festejos al sucesor-Sacrificios que cuestan al Ayuntamiento-Baile del
Volcán-Misión a la Taguzgalpa. Termina mal-Se aumentan los negros y
morenos-Restablecimiento de los jueces de milpas-Se pide a la perpetuidad de
las encomiendas, pero el Rey la niega-Termina el largo período del Conde de la
Gomera, y le sucede don Diego de Acuña.
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1o.
Don Antonio de Peraza Ayala y Rojas, tomó posesión de la Presidencia del
Reino en el año de 1611. Había
desempeñado el cargo de Gobernador de una de las provincias del virreinato
del Perú. Y traía comisión para tomar residencia
a su antecesor, quien como lo vimos en
el capítulo anterior, falleció cuando estaba dándola. Como el nuevo Presidente no era letrado, no
tenía intervención en los asuntos de justicia: pero la Audiencia estaba completa y no hacía falta su voto.
2o.
Fue uno de los primeros actos del
nuevo Presidente, el poner en ejecución varias reales Cédulas, que prohibían se
avecindasen españoles y personas de color en los pueblos de indígenas; mas como
se hubiesen reunido muchos españoles en el de Zipotitlán, cabecera de la
provincia de Suchitepéquez, el Presidente resolvió moverlos de allí. Y formar
con ellos una nueva reducción, a que dio
el nombre de villa de la Gomera, que subsiste hasta hoy en el departamento de
Escuintla de la República de Guatemala.
Se ignora si por considerarse
aquel hecho como un servicio muy importante, o porque se quisiese premiar otros
méritos del señor Peraza, la nueva villa fue erigida por el Rey en título de
Castilla, en favor de su fundador, a quien se dio desde entonces el título de
Conde de la Gomera. Este mismo, en los
primeros tiempos de su gobierno, hizo ensanchar e introducir el agua en la
plazuela de Candelaria, en la ciudad de Guatemala, por lo que generalmente se
le dio desde entonces la denominación de plaza del Conde. En el propio año también se rebajó el
tributo de dos tostones, que pagaban los indios, y se redujo a uno solo; aunque
el de los varones continuó siendo de tres, con excepción del de los de Costa
Rica que aún no estaban completamente sometidos, y a quienes quería halagarse.
3o.
En el año de 1612 resolvieron los frailes franciscanos, de acuerdo con
el Presidente hacer una nueva entrada en la provincia de la Tologalpa, llevando
una escolta de 25 hombres, al mando del mismo Capitán Daza, que los había
acompañado en la entrada del año anterior.
Siguiendo el rumbo de la vez primera, se encontraron de nuevo con los
lencas y los taguacas, algunos de los cuales se prestaron a abrazar el
cristianismo, y formaron con ellos varios pueblos. Llamaron a los misioneros otros indios que
habitaban más hacia el interior de la tierra, y aunque ellos disponían ir, no
lo consintió Daza, sino que dispuso adelantarse con sus soldados para ver cual
era la disposición de los naturales. Los
encontró en actitud hostil, y recurrió
al arbitrio de hacer unos cuantos disparos al aire, para intimidarlos. Los indios se retiraron, no sin dar muerte a
algunos españoles, lo que prestó ocasión a que éstos les persiguieran y tomaran
algunos prisioneros. Un soldado traía
cautivo a un indio tan valeroso como osado, que había quitado la vida a dos
españoles. Reconvínolo duramente el
soldado, y el indio le contestó con una bofetada. Irritado el español, llamó a uno de sus
compañeros, y forcejeando los dos con el indio, después de mucho golpearlo,
lograron atarle fuertemente la mano izquierda a la cintura con una cuerda y
enseguida le clavaron a un tronco por la mano derecha, con una herradura de
caballo y ocho clavos: allí lo dejaron hasta que expiró, sin que nadie supiera
nada de aquel hecho bárbaro. Encontraron
los taguacas el cadáver, acrecentando el
hallazgo su saña contra los españoles y encendiéndose su ardor por la venganza.
Al efecto se dirigieron en aire pacífico
a las reducciones que habían formado los misioneros, en las que se hallaban
éstos con el Capitán Daza y los soldados, y empleando el engaño, pidieron
perdón por la resistencia que habían opuesto anteriormente, y solicitaron que
volvieran a entrar en las localidades, pero sin armas, porque no querían
guerra, y sus intenciones eran de recibirlos de paz. Como Daza y los frailes ignoraban lo del
indio clavado al tronco, no concibieron sospecha alguna, y aceptaron gustosos
aquellos ofrecimientos. Avanzó Daza por
un río, y lo siguieron los franciscanos.
A poco recibieron éstos una carta del
Capitán, en la que les decía que había encontrado a los indios
disgustados; pero como no hacía otra explicación, resolvieron seguir adelante,
y encontraron ocho canoas con dos indios cada una, los cuales les dijeron que
el Capitán los llamaba, y que no les
había escrito por estar ocupado en arreglar algunas cuestiones suscitadas entre
los mismos naturales. No recelaron los
frailes, y continuaron navegando río abajo, hasta un punto en donde la
corriente hacía una vuelta. Entonces se
presentó un espectáculo horrible a los ojos de los misioneros. Innumerables indios pintados y con penachos
de pluma, tenían grandes picas en las manos y en una de las más altas estaba
clavada la cabeza del desdichado Daza, mientas los demás lucían manos de
españoles, una de tantas con herradura y clavos. Los misioneros no pudieron hacerse ilusiones
acerca de la suerte que les aguardaba, pues los taguacas asaltaron enseguida
las canoas y les dieron muerte. Igual
fin tuvieron los soldados, con excepción de unos pocos, que no confiando en los
indios, habían tenido la precaución de llevar sus armas. Tal fue por entonces el fatal resultado de la
tentativa hecha para someter las tribus errantes de la Tologalpa, hoy distrito
del Cabo de Gracias en Nicaragua.
4o.
El Ayuntamiento de Guatemala se había pronunciado, en años anteriores, contra
la introducción de vinos del Perú, considerándola dañosa a los hijos del
país. Habiendo ocurrido al Rey,
solicitando la prohibición de aquel comercio, encontró apoyo la solicitud en
los mercaderes de Sevilla, que remitían vinos a estos reinos, y en el Consulado
de la misma ciudad. Expresaban éstos con
franqueza, la verdadera causa de su oposición, que era el temor de que viniendo
vinos del Perú, tuviesen menos pronta salida los que enviaban a España. Emitió, pues, el Rey, en 17 de diciembre de 1614 una disposición que
prohibía se remitieran a Panamá vinos del Perú, bajo pena de comiso y
dividirlo, aplicando una tercera parte a la Real Hacienda, otra a obras
públicas, y otras al juez que sentenciara la causa y al denunciante por mitad. De este modo, no sólo se premiaba la
delación, sino que se estimulaba el celo de los jueces, excitándolos con el
halago del interés a condenar a los acusados.
5o. Los alcaldes ordinarios de la ciudad de Guatemala se consideraban con derecho, en
concepto de corregidores del valle, para dar mandamientos de indígenas,
destinados a los trabajos de agricultura; pero la Audiencia les negó esta
facultad, y habiendo ocurrido el Ayuntamiento al Rey, expidió éste una Cédula,
en el año de 1616, por la que les confirmaba el derecho de hacer tales
repartimientos. Con esto, el Cabildo
nombró repartidores que distribuyesen los indios de su jurisdicción entre las
personas que los solicitasen.
6o. Mucha oscuridad presentan nuestras fuentes de
información históricas acerca de ciertos sucesos que ocurrieron durante la
Presidencia del Conde de la Gomera, y en el período comprendido entre los años
de 1614 a 1617. Los cronistas no sólo
difieren, sino que se contradicen, en sus relaciones, y los autos que con tal
motivo se levantaron fueron recogidos por real orden y probablemente
destruidos. De las relaciones existentes
puede, con todo, sacarse en claro que hubo bastante exigencia por parte del
Presidente para el cobro de las alcabalas; que se puso mal por estos con
el Ayuntamiento; que llegó de Visitador
el Licenciado Juan de Ibarra, a tomar residencia al Conde; que el Juez de
Residencia acabó de enervar los ánimos, bastante enconados ya cuando él llegó;
que el Conde, suspendido de su empleo, se retiró al pueblo de Patulul, dejando la
ciudad dividida en bandos, y con las armas en la mano; que durante el juicio de
su residencia se sinceró el Conde de los graves cargos que hacían sus enemigos,
a quienes apoyaba el Oidor Araque; que la autoridad eclesiástica tomó cartas en
las cuestiones; y por último que el Rey quiso cortar con un golpe de autoridad
aquel nudo de pasiones y de intereses encontrados, mandando cerrar los autos y
que no se volviese a hablar más del asunto.
Restituida la tranquilidad se repuso al Conde en la Presidencia el año de 1617.
7o. Por aquellos días surgieron dificultades de
otra clase, a causa de la necesidad de brazos para los trabajos de la
agricultura. El número de negros
importados era ya muy crecido en la época en que vino a gobernar el Conde de la Gomera, porque viendo los colones
que el Rey no prestaba la menor atención a las solicitudes del Ayuntamiento
para que hiciese mandar a estas provincias buques cargados de ellos, se los
procuraban por sí mismos los particulares.
De tiempo en tiempo llegaban barcadas de negros a Santo Tomás y a
Trujillo, que aprovechaban tanto los de
Guatemala como los mineros de Honduras, supliendo con esta clase de
brazos, la falta de indios para sus trabajos; pero en la fecha que venimos
relatando comenzaban a inspirar temor de que quisieran alzarse como habían
pretendido hacerlo en Nueva España, donde muchos de ellos, deseosos de recobrar
su libertad, huían a los bosques y se organizaban en partidas; y como esto
sucedía también en otros reinos de América, se dictaron sobre el particular
varias leyes en las que se disponía, entre otras cosas, levantar fuerzas
armadas para ellos, perseguirlos, proceder contra los cabecillas sin forma de
juicio, y deshechas las partidas, devolver los esclavos a sus dueños, y vender
los mostrencos por cuenta de la real hacienda.
Se dio aviso al Presidente de que muchos negros cimarrones estaban
poblando en las inmediaciones del Golfo Dulce, y en otros puntos; pero no se
dice que hubiera procedido contra ellos de la manera prevenida en las leyes citadas. Había alguna tolerancia con los negros,
quizás porque como acabamos de indicar sustituían en los trabajos agrícolas y
mineros, al desventurado aborigen, que rápidamente iba desapareciendo.
8o. Los tributos y contribuciones de toda clase
aumentaban considerablemente en las colonias.
Las necesidades de la Monarquía española se acrecentaban cada día, y de
ahí que se echase mano del recurso extremo de agotar con el esquilmo inmoderado
las ricas fuentes de las posesiones de América.
Los desgraciados indios llevaban como siempre la peor parte, como que
vivían doblemente explotados. La
disminución de su raza era ya harto visible.
En Honduras se hizo notar desde a fines del siglo anterior, y en
Soconusco no se contaban ya en 1618, más de dos mil tributarios; habiendo
faltado una tercera parte de la población indígena que quedó a la provincia,
después de la merma sufrida en la época de la conquista. Sucedía esto, no obstante el empeño con que
se procuraban los matrimonios en la clase indígena; empeño que alguna vez fue
considerado excesivo por el Gobierno de
la metrópoli, que hubo de expedir una Cédula vituperando la festinación que
ponían los encomenderos en casar a los indios, antes de la edad núbil, por el
ansia de tener mayor número de tributarios. Esto no obstante el mismo Gobierno expidió
otra disposición en el año de 1618, para prevenir la tardanza que ponían los
indígenas para contraer matrimonio, con objeto de exentarse del pago de
tributos. Se prevenía que tributaran los que tuvieran dieciocho años, y se
encargaba a los curas procurasen casarlos cuando tuviesen la edad
competente. Además del tributo que
pagaban a la Corona o a los encomenderos, tenían que contribuir los naturales
al fondo de comunidad de sus pueblos.
Desde que se crearon los cabildos de indígenas, se fue estableciendo que
los habitantes de cada población pagaran un pequeño contingente anual para los
gastos comunes, proporcionándose a los
Ayuntamientos cajas para guardar aquellos dineros y libros en que se
llevaba su cuenta, pero a pesar de que el objeto de la creación de este fondo
había sido el procurar la mejora de los pueblos de indígenas generalmente no se
empleaban en eso, dejándose aumentar inútilmente las cantidades
aglomeradas. En el año de 1619 se
discurrió darlas a usura, con lo que sucedió que acumulándose los intereses al
capital venían a tener los pueblos que contaban con muchos habitantes, fondos
de comunidad bastante considerables, que no poseían las ciudades de los
españoles. Se tenía también mucho empeño en que los
naturales se dedicaran a los trabajos de la agricultura, y se crearon, como lo
vimos en otro lugar de este libro, unos comisionados con el nombre de jueces de
milpas, que recorrían los pueblos y obligaban a los indios a hacer plantaciones
de maíz, trigo, cacao, etc. Y aunque tal
institución fue abolida por Real Cédula, de que también dimos cuenta atrás,
continuaron, sin embargo los jueces de milpas, no haciéndose caso de la
prohibición como sucedía muchas veces con las disposiciones reales.
9o. El Reino de Guatemala hacía por aquel tiempo
algún comercio con el del Perú; pero desgraciadamente el Gobierno de la
metrópoli dispuso restringirlo en el año de 1620 sin que se sepa el motivo de
tan inexplicable disposición. Por Real
Cédula de 28 de marzo de aquel año, se prohibió el despacho de buques de los
puertos del Reino de Guatemala con destino al Perú, permitiéndose únicamente,
que de aquel Reino vinieran dos embarcaciones de doscientas toneladas, cada
año, con doscientos mil ducados, para emplearlos en la compra de productos de estos países. Tan desacertada medida no sólo fue una
restricción para el comercio, sino también un golpe de muerte a la marina
mercante de Guatemala, que casi extinguida ya, hubo de desaparecer por
completo, bajo el peso de tales prohibiciones.
10o.
En el año de 1612 en que llegó la noticia del fallecimiento de Felipe
III, acordó el Ayuntamiento de Guatemala
hacer honras fúnebres al Monarca difunto, y celebrar con grandes fiestas la
proclamación del nuevo Soberano; pero como los fondos de propios estaban
comprometidos al pago de cinco mil ducados, en que había rematado el Cabildo el
cargo de Alférez Real, deuda que no había podido satisfacer en veinte años,
hizo abandono del alferazgo, y contando así con algunos recursos, fue
autorizado para invertir mil ducados en las exequias y dos mil tostones en las
fiestas de la jura, que consistieron en un paseo por las calles, con un carro
forrado de alfombras y sedas con mascaradas, toros, juegos de cañas, en que
tomaban parte los encomenderos y vecinos principales, y con una representación
que hacían los indios de la ciudad y que llamaban el Volcán. Consistía ésta, según el cronista Fuentes y
Guzmán, en un simulacro de una batalla que decían haberse librado en el volcán
de Quezaltenango y en que cayeron prisioneros los Reyes Sinacán y
Sequechul. Figuraban los indios un
volcán con grandes maderos cubiertos de yerbas y flores, en donde ponían muchos
animales, y en la cima una casita que llamaban la casa del Rey. El gobernador indígena de Jocotenango, que
representaba a Sinacán, entraba en la plaza, en andas, con corona de oro, con
cetro y un abanico de plumas, seguido de más de mil indios embriagados y con
arcos y flechas. Colocado Sinacán en la
cima de la montaña, llegaban los indios de la Ciudad vieja, descendientes de
los tlaxcaltecas, y emprendían la lucha con los del Rey, al son de numerosos
instrumentos nacionales, y de los alaridos de los combatientes. Terminaba la fingida batalla con la captura
de Sinacán, a quien se conducía, atado con cadenas de oro, a presencia del
Presidente, representante del Monarca español.
Aquellas fiestas eran muy vistosas y animadas, y acudían a verla el
vecindario entero, que ocupaba el centro de la plaza, y varios tablados que se
levantaban en los contornos.
11o.
En 1622 emprendieron dos frailes franciscanos, Martínez y
Vaena, la entrada en la Taguzgalpa.
Aprovechando una fragata que mandaba a Jamaica desde Trujillo el
gobernador de Honduras, desembarcaron en el Cabo de Gracias a Dios, y penetraron
un poco en el interior, acompañándose de cuatro indígenas de la Guanaja, y
abocándose con la tribu de los payas, por la cual fueron bien recibidos. Formaron un pueblo al que dieron el nombre de
Jarúa, e internándose aún más, hicieron nuevas reducciones; pero éstas y
aquellas tardaron poco en ser abandonadas de sus pobladores. Sin desalentarse los misioneros caminaron por
espacio de 30 leguas más; dándose con una tribu llamada de los guabas, que
recibiéndolos de paz, se prestó a abrazar el cristianismo, y a formar un
pueblo. Continuaron avanzando hacia el
interior del país, y se encontraron con los albatuinas, que también los
acogieron favorablemente, aunque hay motivo para creer que todo era fingido. Con efecto, una noche cercaron los
albatuinas, la casita que habitaban los franciscanos, se apoderaron de ellos, y
les dieron la muerte más cruel y bárbara que puede imaginarse. Ese fue por entonces el resultado de la tentativa hecha para
conquistar pacíficamente las tribus nómadas de la Taguzgalpa.
12o.
A pesar de haber sido la provincia de Costa Rica la primera donde empezó
la conquista, estaba muy distante, un siglo después, de encontrarse pacíficamente sometida a las autoridades
españolas. En años anteriores sojuzgó a
la Talamanca, uno de sus gobernadores, y construyó el Castillo de San Ildelfonso; pero en 1610 se habían levantado
los indios de los contornos, dando muerte al gobernador Diego de Soxo, a los
demás españoles y gente de color, y reducido a cenizas la ciudad, respetando
únicamente el castillo. En 1622, época a
la que alcanza esta narración, continuaban sublevados los indios, y se
empeñaban en someterlos el gobernador de la provincia, don Alonso de Guzmán y
Castilla.
13o.
Continuaban aumentándose en todo el Reino la población morena, merced a
la frecuente llegada a los puertos del norte, de navíos cargados de
negros. Ya las autoridades no
disimulaban la alarma que les causaba el hecho, y se oponían a que se
admitiesen aquellas gentes en el país.
Se recurrió entonces al arbitrio de hacerlos entrar de contrabando, pues
solía suceder que traían escondidos en los
buques mayor número del que declaraban sus manifiestos. Pero lo que causaba extrañeza era que, a
pesar de los recelos que infundían los morenos, se les emplease en el servicio
de las armas, ocupándolos en la guarnición y defensa de las costas, en donde
vivían regularmente, para el caso de invasión o amenaza de enemigos. Con la introducción del elemento negro en la
población del país, habían venido formándose, desde algún tiempo, por el
cruzamiento con las razas indígena y española, nuevas entidades etnológicas que
iban adquiriendo importancia en la colonia.
El ejercicio de las artes pasaba poco a poco a sus manos, abandonado por
los naturales, y desdeñado de los españoles.
14o.
En junio de 1626 expidió Felipe IV una disposición, restableciendo
en Guatemala los Jueces de Milpas, que
de hecho se habían sostenido, a pesar de la prohibición anterior. Se fundaba el Monarca en la representación
del Cabildo, en que aseguraba que cuando había Jueces de Milpas se cotizaba la
fanega de maíz a cuatro y cinco reales; y suprimidos se elevaba a dos y hasta
cuatro tostones. La riqueza del país
había disminuido considerablemente en aquellos días: los encomenderos, los
mercaderes, los dueños de estancias y obrajes de añil, de ingenios de azúcar y
de molinos de trigo, estaban reducidos a un corto número; y sin embargo se
cuadruplicaban los impuestos, pues había que aprestar cierta cantidad para
la Corona, y era esto lo que únicamente
se tomaba en cuenta, sin considerar para nada la situación precaria de los
pueblos.
15o.
Los encomenderos del Perú habían elevado al Rey un memorial en el que
solicitaban la perpetuidad de las encomiendas en aquel Reino. Alentado el Cabildo de Guatemala con ese
memorial, renovó sus pretensiones en igual sentido, tantas veces elevadas al
Consejo, y otras tantas desechadas. La
idea de la perpetuidad de las encomiendas, tan victoriosamente combatida por el
filántropo Padre Las Casas, vino ahora
extrañamente a ser preconizada por un sucesor del Protector de los indios en el
Obispado de Chiapas, y más tarde (de 1621 a 1630) Prelado de Guatemala, Fray
Juan Zapata y Sandoval, oriundo de México, quien publicó un opúsculo, en idioma
latino, con el objeto principal de probar, que tanto los beneficios
eclesiásticos, como los empleos civiles de Indias, debían conferirse a los
nativos de América; pero añadía, que las encomiendas debían ser perpetuas, por
varias razones que aducía, aunque de poco fuerza. Prevaleció en la Corte del dictamen de los que opinaban contra
la perpetuidad, y lejos de concederla, se dispuso que ingresara al tesoro real
la tercera parte de las encomiendas que vacaran.
16o.
En el año de 1627 terminó la larga Presidencia del Conde de la Gomera,
subrogándole don Diego de Acuña, Comendador de Hornos en la Orden de Alcántara.
CUESTIONARIO
1. ¿Cuándo tomó posesión el Presidente don Antonio
de Peraza Ayala y Rojas, qué cargos había desempeñado antes, y qué misión
especial trajo? 2. ¿Cuál fue uno de los primeros actos del nuevo Presidente, qué población fundo, y cuál fue
el título nobiliario que le concedió el Rey? 3. ¿Cuándo se hizo una nueva
entrada a la provincia de la Tologalpa,
quiénes la hicieron, y qué resultado tuvo? 4. ¿Qué solicitud se hizo acerca de
los vinos del Perú, cómo fue tramitada y
qué se resolvió? 5. ¿Qué disputa tuvo el Ayuntamiento de Guatemala con la Real
Audiencia, y cuál fue la resolución del Monarca? 6. ¿Qué dificultades surgieron
entre el Presidente y el Ayuntamiento, y
cómo se tramitaron y resolvieron? 7. ¿Qué otras dificultades surgieron por
causa de la escasez de brazos, y de qué modo se subsanaron? 8. ¿Qué pasaba con
los impuestos y tributos y con los fondos de la comunidad? 9. ¿Cómo se hacía el
comercio con el Perú, y qué consecuencia traía? 10. ¿Cuáles fueron las Honras
fúnebres que se hicieron a Felipe II en Guatemala, y cómo se festejó la
inauguración del nuevo reinado? 11. ¿Cuándo y cómo se verificó la entrada a la
provincia de la Taguzgalpa, quiénes la llevaron a cabo, y con qué
resultado? 12. ¿Qué sucedía en Costa Rica en 1622? 13. ¿Qué pasaba con la población morena o de color, en Guatemala? 14. ¿Qué disposición dio Felipe
IV en 1626, perjudicial a la casta indígena de Guatemala? 15. ¿Qué hubo
acerca de la solicitud de que fueran
perpetuas las encomiendas, y quiénes la sostenían? 16. ¿Cuándo terminó la
presidencia del Conde de la Gomera, y
quién vino a subrogarle?
C A P I T U L O XIX
PRESIDENCIA DE ACUÑA QUIÑONEZ OSORIO Y LICENCIADO AVENDAÑO
1629-1649
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Llega
el Presidente Acuña a Guatemala-Fiestas
que le hacen-Se establece la media annata-Misiones del Manché, y fin desastroso
que tienen-Se imponen nuevas restricciones al comercio-Termina el período de
Acuña, a quien sucede en la Presidencia, don Álvaro Quiñónez de
Osorio-Prohíbense las habilitaciones a los indios, y que los negros y mulatos
porten armas-Decadencia del comercio y opulencia de la ciudad de Granada en
Nicaragua-Se hace efectiva la prohibición de que los pueblos de indios no puedan
ser ocupados por negros y mestizos, y se funda la ciudad de San Vicente-No
pueden importarse los vinos del Perú, ni el cacao del Ecuador-Armada de
Barlovento-Se aumenta la riqueza pública-Se venden los impuestos, y se ponen
trabas a la libertad electoral-Renuévase el tráfico con el Perú-Establécese el
uso del papel sellado-Aparecen los piratas-Cuestión episcopal-Sucede Avendaño
al Marqués de Lorenzana-Naufragio de éste-Defensa del Reino contra los
piratas-Reducción de los Choles-Despoblación de las islas-Rivalidades
sociales-Muerte del Presidente Avendaño-
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1o.
Don Diego de Acuña, Comendador de Hornos, en la Orden de Alcántara,
llegó a Guatemala, en 1627, a subrogar en la Presidencia del Reino al Conde de
la Gomera. El Cabildo celebró con
extraordinarias demostraciones de regocijo público la toma de posesión de este
funcionario, disponiendo en sesión del 1o de mayo de aquel año, que el Alcalde
ordinario más antiguo, que era
también Alférez real, fuera hasta el
pueblo de Petapa, acompañado de dos vecinos principales, a recibir y
cumplimentar al nuevo Presidente; y aunque se mandó que se entregasen 500
tostones a la comisión para sus gastos, ésta no quiso aceptarlos. Acordó igualmente que la infantería hiciera
las salvas que tuviera a bien ordenar el señor Conde de la Gomera; que el día de la entrada, desde la
oración de la noche, hasta las diez, hubiera luminaria general en la ciudad,
mascarada, dos carros triunfales, y que en uno de ellos los mismos individuos
del Ayuntamiento, con sus capas blancas prendidas, representaran por las calles
un coloquio, mientras en el otro carro iría la música. Al siguiente día, desde las dos hasta las
seis de la tarde, se ejecutaría en la plaza mayor, en un anfiteatro cubierto
con doble toldo, y adornado con colgaduras de seda, la representación de el Volcán, y los juegos del Estafermo
y de cañas, con libreas de raso o tafetán de la China. El juego del
Estafermo era la figura de un hombre armado o mejor dicho un maniquí que
tenía embrazado un escudo en la mano izquierda, y en la derecha una correa que
terminaba en unas bolas o saquillos llenos de arena, la cual estaba espetada en
un mástil, de manera que se andaba y volvía a la redonda: situábanlo en medio
de una carrera, con la lanza puesta en el ristre, le daban en el escudo y le
hacían volver y al mismo tiempo sucumbir un golpe al que pasaba, con lo que
hacía reír a los espectadores. Otro día,
corrida de toros, paseo y lanzada: comedías en el patio de las casas reales, y
combate de un castillo con una serpiente de pólvora; en todo lo cual habían de
gastarse cinco mil tostones de fondos de propios.
2o.
Estando los productos del país en la más decadente situación, vino
todavía a gravarlos un nuevo impuesto en el año de 1629. Expidió el Rey una Cédula, ordenando el pago
de una media annata sobre cualquier oficio o cargo, merced o aprovechamiento
(que no fuesen eclesiásticos) concedidos por el Monarca mismo, o los Concejos,
Virreyes, Capitanes generales y otros ministros. Consistía este nuevo impuesto en el pago de
la mitad del sueldo de un año de cada empleado, y debía satisfacerse enterando
la mitad al recibir el título, despacho o provisión del empleo y la otra mitad
al transcurrir el año, dando fianza del cumplimiento de este compromiso. Naturalmente las encomiendas de indios
estaban incluidas en la disposición, así como los títulos que expedía la
autoridad a los artesanos para que pudieran ejercer sus oficios, y los de los
abogados, escribanos y otros.
3o.
Los misioneros dominicos habían continuado en su empeño de extender la
conquista pacífica entre las tribus bárbaras situadas al norte de la provincia
de Verapaz. Adelantando sus trabajos entre los indios
del Manché, habían logrado formar varios
pueblos. Avisaron al Alcalde Mayor que podía tomar posesión de ellos en
nombre del Rey, y lo hizo así en efecto aquel funcionario; pero alarmados con
este hecho, las tribus de los mopanes o itzanos, y temiendo que los dominicos
llegasen a sus tierras, comenzaron a sembrar la desconfianza entre los
indígenas reducidos. Después pasaron a
las amenazas, con lo que dispuso el Presidente Acuña mandar a don Martín
Alfonso de la Tobilla, con unos 20 hombres, para que resguardase las nuevas
posesiones, pero tan reducido número de
soldados sirvió más bien para exacerbar a los indios. Una noche reuniéndose más de mil, cayeron
sobre las reducciones, mataron dos españoles de la escolta, y a duras penas
pudieron escapar el Capitán con los frailes y el resto de su pequeña
escolta. Repetido el asalto, y uniéndose
los mismos reducidos a los invasores, quemaron los pueblos y dejaron desiertas
aquellas comarcas.
4o.
En 1663 expidió el rey una disposición que puede ser considerada como el
último golpe dado al comercio directo que hacía el Reino con España; tal fue la supresión de la flotilla
de Honduras; acordándose que las dos naves que la componían se agregaran a la
flota de Nueva-España; que las de particulares que pudieran venir, lo hicieran
directamente sin inclinarse hacia Yucatán, y que los fondos pertenecientes al
Rey, que se reunieran en las Cajas de Guatemala, se despacharan por tierra a
Veracruz. Los comerciantes de Guatemala, para evitar riesgos, tuvieron que
seguir el mismo camino, y ya puede imaginarse, sin mucho esfuerzo, las
dificultades con que se tropezaría para mantener el comercio a tan larga
distancia de los puertos; pero así estaba ordenado, y no hubo más remedio que
llevar las mercancías en recuas de mulas, por el largo camino de tierra, desde
Veracruz hasta Guatemala.
5o.
Terminada la presidencia del Doctor Acuña, en enero de 1634, vino a
sustituirlo don Álvaro Quiñonez de Osorio, que no era letrado como su
antecesor, pero sí el más condecorado de los presidentes que hasta entonces
había tenido el Reino. Era Caballero de
la Orden de Santiago, Señor de la Casa y Villa Lorenzana, valle de Arriaza y
Calladela, Gentil hombre del Rey, e Individuo del Consejo de Hacienda. En el recibimiento de este Presidente se
hicieron exactamente las mismas fiestas que en el de su antecesor, acordando el
Ayuntamiento un gasto de cuatro mil tostones.
6o.
Pocos meses después de posesionado el nuevo Presidente, la Real Audiencia expidió un Auto
acordado, de fecha 19 de julio de 1634, en el cual prevenía que se pusiera
término al abuso de que eran víctimas los indios, por parte de los
encomenderos, consistente en darles dinero o mercaderías por cuenta de trabajo,
y obligarlos a servir definitivamente para cubrir aquellos anticipos, o el
valor de los artículos que les suministraban, compeliéndolos de este modo a
servir siempre, pues cuando iban desquitando, se renovaban los anticipos y
continuaba la obligación de desquitarlos.
7o.
Continuaba el recelo y la desconfianza de las autoridades coloniales con
el aumento progresivo de las razas negra y mezclada, por lo cual se dictaban,
de tiempo en tiempo, disposiciones que tendían a contrarrestar la influencia
que iba adquiriendo aquel elemento en la sociedad. Se les tenía prohibida la portación de armas,
y el montar en bestias que no fuesen mulares; y esas mismas disposiciones
volvieron a repetirse en bandos de buen gobierno, publicados en Guatemala en
junio y julio del propio año de 1634.
Sin embargo, por una inconcebible aberración, era justamente a ese
elemento de color al que se adiestraba en el manejo de las armas, y se
destinaba al servicio militar.
8o.
Vimos que, durante la administración del Doctor Acuña, el comercio del
país quedó completamente aniquilado, con las restricciones que el gobierno español
impuso al tráfico por el Atlántico; y como si esto fuese todavía poco,
sobrevinieron, durante la del señor Osorio, nuevas restricciones que
dificultaban el tráfico por el Pacífico.
Sucedió que habiendo limitado el gobierno de la metrópoli el tráfico
entre el Perú y Nueva España, en los
mismos términos en que lo había sido el de este Reino con el primero de los dos
mencionados, no se cumplía con la disposición de que no pasen anualmente del
uno al otro, más que dos navíos, no con monedas ni con metales en pasta, sino
con mercancías. Abusando del permiso,
como tenía que suceder donde el comercio andaba tan maniatado, dieron en llevar
mercaderías de la China, lo que pareció muy mal al Gobierno, y prohibió
absolutamente todo tráfico entre ambos reinos. Al de
Guatemala le alcanzó también alguna parte de aquellas medidas
prohibitivas, pues los buques que regresaban al Perú, y algunos que eran
despachados de cuando en cuando de una provincia del Reino a otra, con solo el
permiso de los oficiales reales de los puertos, fueron acusados de hacer el
comercio de artefactos de la China, y obligados a no salir sino con licencia
del gobierno, que debía solicitarse por escrito, y previo registro de los
corregidores respectivos. Esta disposición equivalía a una prohibición absoluta
en aquellas provincias lejanas, donde, por la distancia a la capital, era casi
imposible que los comerciantes ocurrieran por el permiso del gobierno para
despachar sus buques. Hubo, pues, de
hacerse una excepción en favor de éstos, permitiéndoles pudiesen continuar
expidiendo sus efectos con sólo la licencia de los oficiales reales, o de sus
tenientes, con tal que no llevasen géneros de la China. Mediante esta excepción, pudo la provincia de
Nicaragua mantener su comercio con Portobelo y Cartagena, a donde enviaba
artículos de mantenimiento, trayendo de retorno efectos de Castilla.
Como el tráfico se hacía por el lago de Nicaragua y río de San Juan, la
ciudad de Granada que era una especie de
puerto de depósito del comercio de las provincias inmediatas, cobró
importancia, que en documentos de aquel tiempo, se la llama opulenta, y se dice
que enviaba muchísimas fragatas a Portobelo.
9o.
Hemos visto que la población indígena disminuía en las provincias de
Honduras y Nicaragua, lo mismo que en Soconusco, y ahora sucedía otro tanto en
la de San Salvador. Atribuíase esto, y
era realmente así, en mucha parte, a las vejaciones que les hacían sufrir los
españoles y aun los negros y mestizos que se avecindaban en sus pueblos,
contrariando las reales prohibiciones.
Sucedía el extraño caso de que la raza mezclada, que se había
interpuesto entre los españoles y los indígenas, era considerada inferior a los
primeros, pero superior a los segundos, que de antiguos señores descendieron a
ocupar el último puesto en la escala social del país. Los llamados ladinos, ya fuesen hijos de
españoles e indios, ya de negros e indios, se consideraban y eran reputados por
de mejor condición que los indios puros, que llegaron a ser algo así como
parias en su propio suelo. El Presidente
Quiñónez Osorio mandó, en 1635, que los Alcaldes Mayores de la provincia
de San Salvador echara, dentro de tercero día, a los negros y mestizos que
permanecían avecindados en muchos pueblos indígenas, con casas que compraban o
alquilaban. Compelidos a abandonar su
residencia en aquellos lugares, se reunieron, por disposición del mismo
Presidente, más de cincuenta familias españolas de las que se dedicaban a la
fabricación del añil en aquella comarca y acostumbraban a vivir en los pueblos
de indios con sus hijos y negros esclavos, cuando concluían la temporada de la
cosecha; y fundaron una nueva población, a que dieron el nombre de San Vicente
de Lorenzana (1635) en premio de este servicio fue agraciado el Presidente
Quiñónez Osorio con el título de Marqués de Lorenzana.
10o.
A pesar de ser manifestada la causa de la despoblación de las Indias, en
aquellos días dieron las autoridades en el singular empeño de buscar otros
motivos, que estaban bien distantes de serlo.
Atribuíase el mal al cacao, y al vino que venían del Perú.
Se dispuso, en consecuencia, que los Alcaldes Mayores de las villas del
Realejo y Sonsonate, impidiesen la introducción de ambos artículos, reconocidos
oficialmente por causa de la destrucción de la casta indígena. Sin embargo de la prohibición, tanto el cacao
como el vino del Perú siguieron introduciéndose, ya de contrabando, ya
permitidos, sin que por eso se extinguiera en Guatemala, ni experimentara mayor
detrimento que el que originaban causas más eficaces que la que señalaban los que ejercían la autoridad del país.
11o.
De tiempo en tiempo dictaba el
Rey disposiciones que prohibían la práctica de los repartimientos o
mandamientos indígenas, así para los trabajos del campo y de las minas, como
para diferentes servicios domésticos, o bien la reglamentaban de manera que se
evitaran las vejaciones que a favor de ella se hacía sufrir a los nativos. Desgraciadamente, unas y otras providencias,
quedaban sin efecto, y continuaba el sistema de repartimientos, sin más ley que
la voluntad de los Alcaldes Mayores y Corregidores. Las mujeres mismas estuvieron sujetas a
ellos, y en el año de 1636, fue necesario que expidiera la Audiencia un Auto acordado de gobierno,
prohibiendo repartir las indias en calidad de molenderas de maíz, y previniendo
fuesen restituidas a sus casas las que estuviesen empleadas en aquel servicio
en las de los españoles. Continuaba
también, a pesar de las terminantes prohibiciones anteriores, el sistema de
suministrar a los indios mercaderías a subidos precios, y hacer que las pagaran
en trabajo. Se dice que los Alcaldes
Mayores de la provincia de Suchitepéquez, repartían arbitrariamente entre los
naturales, mercaderías que no necesitaban, adjudicándoselas a precios
exorbitantes, que debían satisfacer en cacao, en la época de las cosechas, por
lo cual hubo de repetirse la prohibición en Auto acordado de la Audiencia, de
fecha 12 de agosto de 1636, en virtud de memorial presentado por varios
caciques e indios principales de los pueblos de la referida provincia,
redactado y escrito por ellos mismos. El
Auto de la Audiencia, a que venimos
refiriéndonos, contenía además algunas prevenciones respecto a vagos y mal entretenidos,
dirigidas especialmente contra la población de color, disponiendo que se
obligase a tales personas a ocuparse en algún oficio, o en el cultivo de la
tierra.
12o.
Por aquel tiempo se hallaba España empeñada en una guerra con Francia y
Holanda, y tuvo necesidad de redoblar la vigilancia sobre sus posesiones del
nuevo mundo, expuestas a las asechanzas de sus enemigos. Dispuso en consecuencia, situar una Armada en
el archipiélago de las Antillas, haciendo que las colonias que iban a ser
directa o indirectamente favorecidas, sufragaran los gastos. Naturalmente, hubo de tocar a Guatemala
alguna parte en aquella erogación, y en virtud de una Real Cédula dirigida al
Presidente y a la Audiencia del Reino, se estableció en 1636, un nuevo derecho
de exportación, a que se dio el nombre de
Barlovento, por estar su producto destinado a ayudar a los gastos de la
escuadra que debía operar por esos mares.
Consistía aquel nuevo derecho en cuatro reales sobre cada cajón de tinta
de añil, dos sobre la carga de cacao, dos sobre la de grana silvestre, un real
por cada cuero de ganado vacuno, un real sobre la petaca de brea, sobre la de
tabaco y sobre cada arroba de
zarzaparrilla, que se exportaran de estas provincias. Esto sin
perjuicio de que el Ayuntamiento de la ciudad continuara pagando los
cuatro mil ducados anuales, que en 1629, se había comprometido a satisfacer, durante 15
años. Establecida la escuadra en las
Antillas, fue insuficiente todavía para dar completa seguridad al comercio del
Reino en el golfo de Honduras, por lo cual hubo de continuarse por las antiguas
rutas de Veracruz y Nicaragua, vía Cartagena. Las provincias de Guatemala, San
Salvador y Comayagua hacían el comercio por este último punto; las de Chiapas y
Soconusco, por Veracruz, a pesar de la enorme distancia que había que recorrer
para ambos puntos. Tomás Gage, clérigo
inglés que residió algunos años en el territorio, y escribió un curioso libro
revelando la vida de las colonias, refiere que en 1637 entraron a Granada, en un solo día 300 mulas procedentes
de San Salvador y de Comayagua, cargados de añil, grana y pieles, y que tres
días después, llegaron otras tres recuas, unas de las cuales llevaba dinero de
las rentas del Rey, y las otras dos iban cargadas de azúcar y de añil.
13o.
La riqueza pública estaba muy desarrollada a fines del siglo
decimoséptimo, según se deduce de los datos que arrojan algunos documentos
oficiales. Descollaba entre sus ramos el
de la crianza de ganados. Había grandes
estancias en las provincias de Guatemala, San Salvador, Comayagua y Nicaragua,
de tal suerte que se mataban las reses más que por interés de la carne, que
estaba sumamente barata, por el de los cueros, que se enviaban a España, donde
se vendían con estimación. Refiere Gage
en su libro citado, que un solo dueño de hacienda, en la costa del Sur, tenía
cuarenta mil cabezas de ganado, además de las reses cimarronas o alzadas, que
era preciso cazar, por temor de que se multiplicaran demasiado y dañaran al
ganado manso. Añade que en una feria de
la villa de Petapa, vio comprar seis mil cabezas a un solo hacendado, y que se
las pagaron a dieciocho reales. Dice también que había gran abundancia de carneros en Mixco, Pinula, Amatitlán y
otros lugares, y que no era posible encontrar un pobre en el país, porque con
medio real tenía una persona, carne tortillas y cacao, para toda una
semana. Bien sabido es, que el
peso español se dividía entre nosotros
en ocho reales, el real en dos medios, el medio en dos cuartillos y el
cuartillo en cuatro piezas. Aunque no
hay noticia exacta de lo que importaba en aquellos tiempos la producción de
cada uno de los ramos que constituían la riqueza del país, todo conduce a creer
que era el cacao el más valioso de los artículos de comercio con que contaba el
Reino. Según informe oficial del Oidor García del Palacio, en 1637, en que visitó la
provincia de los Izalcos, se cosechaban en sólo cuatro lugares de ella, más de
cincuenta mil cargas de cacao, o sean ciento veinte mil quintales, a los que da
un valor de quinientos pesos de oro de minas.
El añil fue también otro ramo de riqueza industrial: había grandes plantaciones en Guazacapán,
Escuintla y Jalpatagua, de Guatemala, y en San Miguel, San Vicente y Sonsonate,
de San Salvador. Los productos eran
cuantiosos; pero en todas aquellas haciendas se obligaba a los indios a un
trabajo excesivo que fue la principal
causa de su destrucción, a extremo de quedar extinguidos muchos pueblos, de los
cuales solamente sobrevivió el nombre.
14o.
En el año de 1639 se dispuso el Virrey de Nueva España, como General en
tierra de la escuadra de Barlovento, enviar un comisionado a Guatemala, para
que recaudara los impuestos destinados a ella.
El Cabildo recibió mal aquella disposición, y la reclamó, así a la
Audiencia como al Rey. Este reformó el
acuerdo, previniendo al Virrey entrase en convenio, o como se decía entonces,
en asiento con la Ciudad, sobre lo del derecho de Barlovento. El resultado fue que el Ayuntamiento se comprometió a pagar cuatro
mil pesos anuales, durante quince años; pero a poco de celebrado este contrato,
llegó de España un individuo que había comprado el oficio de recaudador del
mismo derecho, por tres mil pesos. El
Ayuntamiento se opuso y ofreció resarcir al interesado los tres mil pesos en
que había comprado el oficio; insistió
éste en sostener su derecho, la Audiencia no quiso resolver la cuestión; y
habiéndola sometido al Virrey de México, éste sostuvo naturalmente, el convenio
celebrado con su comisionado. El Rey,
por su parte, dispuso, en septiembre del mismo año, vender sesenta mil ducados
de renta de juros sobre las cajas de Guatemala, que eran los mismos que se
había obligado a enterar en 15 años el Ayuntamiento, con motivo del nuevo
derecho establecido el año 1629. Así se
multiplicaban las cargas sobre el Reino, harto agotado ya, negociándose los
productos futuros para salir de los apuros del momento. Los fondos de comunidad de los pueblos de
indígenas, que eran ya cuantiosos y que estaban destinados a otro fin, pasaron
también a formar parte de la hacienda pública, pues se mandó en el mismo año
de 1639, que los recaudaran y
administraran los oficiales reales, dejando a los cabildos únicamente el
derecho de petición, que bien se comprende no debía ser muy eficaz.
15o.
Al mismo tiempo que recrecían los impuestos, se observaba la tendencia
por parte del Presidente a coartar la libertad del sufragio en el Ayuntamiento,
único cuerpo electivo que había en esa época en la ciudad capital. Hasta entonces se había limitado el
representante de la autoridad real a presenciar las elecciones anuales de
alcaldes, y a confirmarlas; pero en 1639
el Escribano del Cabildo, después de recibir los votos, se acercó al Presidente
y le dio cuenta en secreto de la elección, y no se anunció esta, hasta que lo
permitió el mismo Presidente. Desde
entonces quedó establecida aquella nociva práctica, que si bien se interrumpió
algunas veces, en virtud de reclamaciones del Cabildo, volvió a observarse en
lo de adelante, sin objeción por parte de aquel cuerpo.
16o.
Para evitar el contrabando de mercaderías de la China y de Castilla que
solía hacerse en los buques que regresaban al Perú, se llegó, como se
recordará, hasta a prohibir el tráfico entre los dos países. Así las cosas, provisto Virrey del Perú, el Marqués de Mancera,
hombre de ideas elevadas, al pasar por Panamá, escribió al Presidente Lorenzana,
deplorando la incomunicación de ambos reinos, y excitándolo a restablecer el
comercio bajo el pie en que estaban anteriormente. La idea fue bien acogida, y desde luego
previno el Presidente que en las licencias no se consignara ya la prohibición
de ir al Perú.
17o.
Por Cédula de 28 de diciembre de 1638 se impuso a todos los dominios de
Indias, el uso del papel sellado, y en particular a Guatemala, por otra Cédula
de fecha de 16 de abril de 1639. Se
establecían cuatro sellos, con los números 1o, 2o, 3o y 4o y en ellos debían
extenderse bajo pena de nulidad, multas y aun castigos corporales en caso de
reincidencia, los contratos instrumentos, autos, escrituras, provisiones y
demás recaudos que se hiciesen. El pliego del sello 1o. valía 24 reales; el del
2o. seis; el medio del 3o. un real; y el del 4o. un cuartillo. En
papel de esta clase última debían extenderse los documentos de los
indios, de los pobres de solemnidad, y de los soldados en servicio activo. El papel sellado servía solamente para un
bienio, y no llegó a Guatemala hasta en 1640.
El Ayuntamiento suplicó al Rey la suspensión de aquel nuevo impuesto, en
atención a la pobreza suma, y miseria general de las provincias, que con
aquella nueva carga, y después de tantas plagas como habían caído sobre ellas,
acabarían de perderse y aniquilarse. La
súplica no fue atendida, y el uso del papel sellado quedó establecido desde
entonces.
18o.
Los corsarios y piratas no dejaban de molestar los puertos del Norte del
Reino, y las islas de la Bahía de Honduras a cuyos habitantes se acusaba de
encubridores de los enemigos. En
consecuencia se dispuso en 1640 desalojar a los habitantes de las islas, y
trasladarlos a la tierra firme, resolución cruel y funesta para aquellos
infelices. Entre tanto, invadido en el
mismo año el surgidero de Golfo Dulce, por los piratas, el Presidente Lorenzana
salió con 400 hombres y se detuvo 15 días en el pueblo de San Lucas. Después avanzó hasta México, a seis leguas de
la ciudad, y de allí dispuso regresarse, calculando que cuando llegara al
Golfo, ya sería tarde. Y lo habría sido
efectivamente, pues los enemigos saquearon la población, llevándose todas las
mercaderías que encontraron, que no eran pocas; y enseguida dieron muerte a
tres españoles.
19o.
En 1641 se suscitó una grave cuestión eclesiástica. Recibió el Cabildo testimonio de una Cédula
en la que nombraba el Rey Obispo de la Diócesis, al Doctor Bartolomé González
Sotero, y mandaba trasladar a la de Arequipa al Doctor Don Agustín Ugarte y
Saravia. Sin aguardar más, el Cabildo
declaró vacante la silla de Guatemala,
determinación que a su vez fue declarada nula y de ningún valor por el Obispo,
fundándose en que sin haber recibido aún las bulas pontificias de su promoción
a otra diócesis, no podía considerarse disuelto el vínculo con su iglesia. Encaprichado el Cabildo, entabló ante la
Audiencia el recurso de fuerza; pero esta resolvió en contra.
20o.
En el año de 1642 terminó el período presidencial del Marqués de
Lorenzana; y vino a subrogarlo el Licenciado don Diego de Avendaño, Oidor de la
Cancillería de Granada, en España.
Después de haber dado su residencia ante el Obispo don Bernabé González Sotero, comisionado al
efecto por el Rey, se embarcó con su familia con dirección a Panamá. En el Golfo del Papagayo, y a consecuencia de
un recio temporal, se abrió la fragata, en que hacían su navegación, pero pudo
repararse algún tanto y continuar en camino.
Estando ya como a cincuenta leguas de Panamá, creció el peligro, y el
piloto del buque lo hizo presente al Marqués, ofreciéndole ponerlo en poco
tiempo y con toda seguridad en la isla de Coiba, que estaba cercana a la tierra
firme. Dícese que el Marqués se obstinó
en no aceptar aquel medio de salvación, y que encerrándose en su cámara, con su
esposa e hijos, aguardó tranquilamente su fin.
La fragata se hundió adelante, y no escaparon al desastre más que cuatro personas. Un año antes el Marqués de Lorenzana había
hecho construir en la Catedral de Guatemala un monumento sepulcral, con una
estatua en que estaba representado hincado de rodillas. La suerte, sin embargo le tenía destinado
el mar para su tumba. Del Marqués de Lorenzana se han escrito distintos
juicios críticos; pero todos acordes en reconocerle un gran talento, mucha
actividad, y especiales aptitudes, aunque también tanta afición al dinero, que
lo hacía rebajarse hasta la pequeñez de poner juegos en su casa, con objeto de
revender barajas y cobrar a los jugadores parte de las utilidades de sus
ganancias.
21o.
En recompensa de haber abierto las bocas las minas de azogue en España,
fue promovido a la Presidencia y Capitanía General de Guatemala, el Licenciado
Avendaño. Permaneció algunos días en la
ciudad vieja, antes de tomar posesión de sus empleos, y allá se le hicieron las
fiestas de toros, cañas, alcancías, volcán, comedias y otras cosas con que le
obsequió el Ayuntamiento, sin que dejaran de hacerse en la capital
demostraciones de atención al Presidente Lorenzana. Pocos meses después de haber tomado posesión
el Licenciado Avendaño, fue invadido el puerto de Trujillo por una partida de
corsarios, cuyo jefe se dijo era un holandés.
La población del puerto constaba de más de 150 vecinos españoles, fuera
de los indígenas y gente de color.
Estaba fortificado con un reducto, en que había diecisiete cañones
buenos, y algunos pedreros, y constaba con alguna guarnición; pero el
gobernador estaba ausente, y la resistencia fue insignificante. La
población talada y saqueada por los corsarios, no pudo reponerse de
aquel desastre en muchos años. Los
habitantes de la capital se alarmaron extraordinariamente con el suceso de Trujillo, y de ahí que habiéndose propalado
la falsa noticia de que los holandeses habían invadido el puerto de Iztapa, la
autoridad le diese crédito con inconcebible ligereza, mandando tocar a rebato,
sembrando el terror y el espanto en la población, y alistando fuerzas con las
cuales se fue inmediatamente al encuentro del enemigo; mas habiendo llegado
hasta el puerto indicado, nada encontraron, porque nada había.
22o.
Las costas continuaron plagadas de corsarios, con menoscabo del comercio
que se arruinó completamente, y del país todo, que entró en absoluta
decadencia. Todo escaseo, y cuéntase que en 1643 no se conseguía vino ni para
consagrar en los templos, lo cual hizo que el Cabildo diera instrucciones a su
procurador en la Corte, para que solicitara la revocación de la ley que
prohibía importar vinos del Perú. El
Presidente, por otra parte, previendo la llegada de los corsarios a Santo
Tomás, mandó entregar doce mosquetes al Alcalde Mayor de aquel puerto, lo cual
no impidió, por supuesto, que fuese el Alcalde tomado prisionero en la primera
entrada que hizo el enemigo. Al fin, en
junta de hacienda de 22 de febrero de 1644, se vieron las cosas con algo más de
seriedad, y fue acordado un gasto de 15 mil pesos para comprar mil armas de
fuego en Veracruz. Las que se obtuvieron
fueron en mucho menor número, y hubo que pagarlas a veinticinco y treinta y
tres pesos. Después lograron conseguir otros ciento veintitrés mosquetes, por
$4,136.00 pesos, se compusieron algunos que por viejos estaban sin uso y se
compraron 1,200 lanzas, chuzos y desjarretaderas. Con tan pobres elementos se veía obligado a
armarse por sí mismo, y a defenderse, el Reino de Guatemala, abandonado de la madre patria en
aquellos momentos aflictivos, en los que las guerras europeas, provocadas por
España, arruinaban a esta, y sumían en la desesperación y la miseria a las
infelices colonias. Los corsarios alentados
por la debilidad de la defensa que oponían los puertos del Reino, no se
limitaban a buscar las mercaderías en las costas y a bordo de las
embarcaciones, sino que también se internaban en su persecución. Esto hizo necesario que los convoyes de mulas,
que conducían la carga de los buques de Santo Tomás a la capital, fueran
escoltados por soldados a quienes pagaba el comercio real y medio diarios. Más tarde, abandonado ese modo de transporte
por lo desprovisto del camino, y conducidas las mercaderías de Santo Tomás al
golfo en lanchas o botes de poco calado, dieron también los corsarios en entrar
a perseguirlas en la laguna, lo cual hizo
necesarias la construcción de algunos reductos. En el golfo se había levantado un fuertecito,
al que dieron el nombre de Bustamantes; pero no
tenía cañones, y los mosquetes no podían impedir el paso del enemigo en
lanchas, a cierta distancia. Construyose
por tal motivo un reducto enfrente, levantando trincheras y abriendo un foso de
170 pasos. Mandó el Presidente que se
alistaran dos mil indios flecheros, de la Verapaz, para cubrir aquel punto, y
previno al Alcalde Mayor, alistara también toda la gente que pudiese, y que
marchara a la costa, a las órdenes del Oidor don Antonio de Lara
Mogrovejo. Se enviaron además a Trujillo
setecientos cincuenta hombres, para que se pusieran a las órdenes del
gobernador de la provincia de Honduras; pero este funcionario los retuvo en
Comayagua. Mientras tanto los corsarios
repitieron la invasión, aunque con mal éxito, porque los repelió el
vecindario.
23o.
Ocupadas por aquel tiempo las pequeñas Antillas por naciones que tenían
guerras frecuentes con España, y retiradas las dos naves armadas que de allí
traían mercaderías, quedaban los establecimientos del litoral del golfo de
Honduras más expuestos que antes a las invasiones de los corsarios. El Reino carecía de tropas regulares y
organizadas, pues aunque se movilizaban fuerzas para la defensa, estas se
componían de gente colecticia, tomada en la ocasión, y que se volvió a su casa
concluido aquel servicio. En las
invasiones de corsarios que ocurrían, se llamaba a los encomenderos y demás
vecinos, obligando a los acomodados a costear sus armas. Así, en junio de 1664, se dispuso pedir al
vecindario un donativo para cubrir el gasto que iba a hacerse en armamento y
soldados, sin perjuicio de que repusiera al comercio la suma de 3,350 pesos que
se había tomado de la Caja Real, para
mantenimiento de 40 soldados que estuvieron en Trujillo, aguardando buques que
debían venir de España con mercancías.
En el mismo año se hizo al vecindario otro pedido de 1,500 pesos para
comprar dos mil libras de pólvora, y habiéndose enviado a Trujillo 50 arcabuces
para la defensa del puerto, se previno al Gobernador los entregara a personas
que pudieran pagarlos. Por último,
considerando el Presidente indispensable fortificar alguno de los puertos del
Norte, y habiendo escrito al Rey sobre el particular, se le contestó
previniéndole designara el que debiera elegirse, y que propusiera los fondos
para sufragar el costo de la fortificación con la advertencia de que en ningún
caso debiera salir de la Hacienda
Real. La defensa del país
estaba, pues, entregada completamente al cuidado de los particulares. Sin soldados, sin armas, sin pertrechos y sin
jefes militares, apenas se concibe como haya podido conservarse esta colonia
para España, teniendo a muy corta distancia de sus costas del Norte, enemigos
emprendedores, audaces, ambiciosos y acostumbrados a la guerra, a quienes
habría costado muy poco apoderarse del país.
24o.
Desde 1635 se había dado cuenta al Rey de las tentativas hechas por los
frailes dominicos para reducir a los indios choles; el comisionado para dar
este informe fue un tal Padre Morán, que pasó a España con carácter de
procurador de la provincia. Tuvo allí ocasión
de hablar del asunto con un sujeto llamado don Diego Ordóñez de Villaquirán,
quien al oír lo de los choles, se ofreció al hacer la reducción, prometiendo
gastar en la empresa hasta treinta mil pesos de su propio pecunio. Aceptósele
su proposición, fue nombrado en consecuencia Alcalde Mayor de Ciudad
Real, y se le ofrecieron grandes mercedes, con tal que llevase a cabo la
reducción de los choles. Pero los años
pasaban, y Ordóñez de Villaquirán en lo que menos pensaba era en poner en obra
la prometida conquista. Se le reclamó
enérgicamente, y por último el Consejo
de Indias le exigió el inmediato cumplimiento, mandando embargarle, en garantía
la renta de una encomienda de indios que tenía en el pueblo de Mita, en la
provincia de Guatemala. Tuvo, pues, que
esforzarse el Alcalde Mayor, para organizar la expedición, y en 1644 salió del
pueblo de Ocozingo con alguna gente que pudo reunir, y se internó unas quince
leguas en las selvas, sin encontrar el menor vestigio de población. Al paraje donde llegó le puso por nombre “El
Próspero” y como el Rey le había ofrecido el título de Adelantado de las
tierras que descubriera, se hizo llamar desde entonces “el Adelantado del
Próspero”. Determinó el Adelantado
regresarse a Ciudad Real, mas como la gente se manifestara disgustada de esa
resolución, echó bando conminando con pena de muerte la falta de
obediencia. Un Alférez y un soldado se
desertaron y avanzaron solos, por entre montañas despobladas, habiendo llegado
a descubrir el pueblo infeliz de Tenozig, de donde continuaron hasta llegar a
Tabasco. Ordóñez de Villaquirán hizo una
nueva entrada dos años después, con el mismo éxito que la anterior; pero eso no
obstó, según se dijo, para alegrar méritos y obtener favores de la Corte.
25o.
Los impuestos creados por el Ayuntamiento para pagar los cuatro mil
pesos anuales de contribución hacia la armada de Barlovento, no fueron suficientes para llenar
esa suma, por lo que se apeló al árbitro de aumentarlos, uniformando aquella
contribución, que vino a ser de cuatro reales sobre todos los bultos que
salieran, inclusive los de achiote. Se
dispuso, además, que aun de esa manera se dificultaba la cantidad señalada, se
recargara la alcabala interior hasta en sumas bastante para llenar la
diferencia. El Cabildo reclamó entonces
al Rey, que se le aliviara de otras cargas que pesaban sobre sus rentas, como
eran los gastos que exigía la Bula de la Santa Cruzada, que hacía mantener
muchos empleados, y el papel sellado, que ocupaba un tesorero y 20 ministros
subalternos. Con respecto a la
administración de la Bula proponía que se rematara en el mejor postor, como se
hacía 15 en
México; y por lo que hace al papel sellado, instaba porque se suprimiera, y si
esto no era posible, que corriera el ramo a cargo de los oficiales reales. La
Real Hacienda contaba además de las alcabalas, con el estanco de naipes,
el papel sellado, las vacantes mayores y menores, las mesadas eclesiásticas, la
tercera parte del producto de las encomiendas, las medias annatas, los novenos
decimales, y otros ramos, y con el producto de la venta de oficios de los 16
cabildos de españoles que había en el Reino, se produjo en el decenio de 1636,
a 1645, $183,201. Habían terminado en
1647 los quince años durante los cuales debía pagarse doble la alcabala
interior, por lo que hubo de arrendarse en aquel año, en ocho mil tostones
únicamente; pero sucedía que los pagos de esta contribución andaban muy
retrasados, por la pobreza del vecindario.
Esto dio lugar a que se autorizara a los oficiales reales a reducir a
prisión a los alcaldes y a los regidores, por no haber hecho efectiva la
exacción.
26o.
Por aquel tiempo dispuso el Presidente
Avendaño poner en ejecución las disposiciones dictadas cuatro años antes
para trasladar a los habitantes de las islas de la Bahía de Honduras, a la
tierra firme, a fin de que los corsarios y piratas que infestaban aquellas
costas, no encontrasen el abrigo y recursos que, de grado o por fuerza, les
proporcionaban los isleños. Sesenta hombres de la ciudad, al mando de Juan
Romaña, debían ejecutar aquella
deportación, y veinte más pasarían a Puerto Caballos con igual objeto. Ya en una entrada anterior, se habían hecho
salir como setecientos habitantes de las islas, talándoles las sementeras que
tenían, y destruyéndoles las casas. En
esta segunda entrada, se hizo salir a los que quedaban en Roatán y Utila,
despoblando las islas y sujetando a sus moradores a grandes privaciones.
27o.
Por aquel tiempo también, principió a marcarse la rivalidad entre los
españoles peninsulares, y los nacidos en el país, a quienes dieron el nombre de
criollos. Con el fin de armonizarlos, se
había establecido por costumbre, la alternativa entre peninsulares y criollos
en las elecciones de alcaldes ordinarios.
Era esto, sin embargo, origen de intrigas y cuestiones, y dio lugar a
que se formaran dos bandos opuestos, que se mostraban intransigentes en sus
pretensiones. En las elecciones de
alcaldes para Guatemala, en 1647, se declaró abiertamente esa rivalidad,
encabezando el partido de los criollos don Diego Padilla, caballero rico,
perteneciente a una de las familias principales. Como había sido electo en 1643, y se
atribuyeron ciertas inquietudes que por entonces ocurrieron, la Audiencia expidió un acuerdo en que recordaba
aquellas desazones, acusaba a Padilla de querer introducir diferencias entre
españoles y criollos, y agregaba que pretendía de nuevo la elección con el fin,
sin duda, de seguir fomentando tales discordias, por lo que suplicaba al
Presidente la exclusión del referido Padilla del puesto a que aspiraba. Padilla no fue electo, en tanto que los
ánimos de los criollos quedaron exacerbados.
Vino enseguida el asunto de la provisión de encomiendas, que como se
recordará fueron creadas para premiar a los conquistadores y a sus descendientes
en América, y las cuales desde hacía algún tiempo, se concedían a personas que
las solicitaban en la Corte y venían a
aguardar que vacaran para ocuparlas; pero ya no era esto solo, sino que se
daban a muchos que jamás habían venido ni vendrían a estos reinos. El Cabildo instruyó a su procurador para que
reclamara contra aquel procedimiento, que consideraba injusto y perjudicial a
los descendientes de conquistadores y antiguos pobladores; y si bien acogió el
Rey favorablemente la solicitud, y aun se expidieron nuevas Cédulas de
conformidad, el mal continuó siempre como veremos adelante.
28o.
El comercio, mientras tanto, seguía haciéndose con gran dificultad por
Veracruz y Panamá, pues no siempre llegaban a aquellos puertos las naves de la
Armada Flota. En cuanto al comercio por
el Norte, continuaba completamente
cortado, a causa de las incursiones de los corsarios, por lo cual se solicitó
de la Corte, aunque sin éxito, que todos los años vinieran dos galeones de la
armada de Barlovento, los cuales recibirían en Trujillo los fondos con que
contribuía Guatemala al sostenimiento de aquella escuadra, y serían pagados con
los destinados a la defensa de puertos.
El comercio solo de Guatemala se quejaba de haber perdido cuatro
millones de pesos en dos años.
29o.
La situación del reino de
Guatemala, en 1649, se hacía más y más apurada cada día, agregándose a
las causas generales de penuria, la circunstancia de que hasta las encomiendas
más productivas se escapaban de las manos de los hijos del país, y de los
peninsulares residentes en él, y pasaban a las de personas que vivían en
España, y jamás habían venido a América.
Hasta los funcionarios más elevados de la Monarquía tenían rentas de
encomiendas de indios en Guatemala o
Cédulas para que se les dieran en cuanto vacaran. Teníanla casi todos individuos del Consejo de Indias, y algunos del de
Castilla. Semejante estado de cosas fue
exasperando cada día más a los criollos, que veían disminuir la consideración
que se tenía al principio a los descendientes de conquistadores y primeros
pobladores. Habían traído este además,
poco a poco, la formación de un nuevo elemento social, la clase criolla, que no
podía alegar descendencia de conquistadores y pobladores; pero que no
careciendo de importancia por su fortuna, posición y raza, pretendía
abiertamente los cargos y honores que habían sido hasta entonces privilegio
exclusivo de la otra clase. De este
dimanó el que formaran, entre los mismos criollos, partidos que vinieron a
hacerse vehemente en sus oídos, y que estuvieron a punto en época cercana, de
recurrir a la fuerza para sostener sus pretensiones.
30o.
El 2 de agosto de 1649 murió el Presidente Avendaño, que había gobernado
con mucha rectitud, prudencia e integridad.
Su delicadeza y su desinterés llegaban al extremo de rehusar los
obsequios más insignificantes y sencillos, ofreciendo esta conducta notable
contraste con la de algunos de sus predecesores. Su muerte fue muy sentida y llorada por el
pueblo de Guatemala.
CUESTIONARIO
1. ¿Cuándo llegó a Guatemala el Presidente don Diego de Acuña, y con
qué fiestas especiales fue recibido? 2. ¿Con qué nuevo impuesto fueron gravados
los habitantes del Reino de Guatemala, en el año de 1629? 3. ¿Qué conquista
pacífica tomaron a su cargo los frailes dominicos entre los indios choles, y
cómo terminó? 4. ¿Qué disposición ruinosa para el comercio, fue tomada por
el Rey de España en 1633? 5. ¿Cuándo
terminó la Presidencia del doctor Acuña, y quién fue el sucesor que llegó
de España? 6. ¿Cuál fue el Auto acordado
que expidió la Real Audiencia el 19 de julio de 1634? 7. ¿Qué disposiciones se
repitieron en Guatemala acerca de la portación de armas y uso de bestias, en
1634, y qué clase de gente se destinaba al servicio militar? 8. ¿Qué
prohibición y restricciones tuvo el tráfico del Pacífico, durante la
administración del doctor Osorio? 9. ¿Qué fue lo que dispuso el Doctor Osorio,
para garantizar a los indios de las molestias que les ocasionaban los negros y
mulatos, y cómo se formó y fue llamada la población que fundó enseguida, en la
provincia de San Salvador? 10. ¿A qué se atribuyó la despoblación de las
Indias, y qué fue lo que se dispuso para remediarla? 11. ¿Cuál fue la
prohibición que, para favorecer a los indios, repitió en su favor la Audiencia
en 1636? 12. ¿Cuál fue la Armada que situó España en el archipiélago de las
Antillas, y cómo se pagaba? 13. ¿De qué modo se hacía entonces el comercio de
estas colonias? 14. ¿Cuál era el estado de la prosperidad pública, a fines del
siglo decimoséptimo, en qué ramo sobresalía, y
qué productos dedicaba a la exportación? 15. ¿Cómo se recaudaban las
rentas en Guatemala y qué sucedió con la
del derecho de Barlovento? 16. ¿Cómo se practicaron las elecciones locales
de Guatemala en 1639, y qué abuso
originaron después? 17. ¿Qué fue lo que propuso el Virrey del Perú, para
restablecer el tráfico con Guatemala, y
qué alcanzó? 18. ¿Cuándo se estableció el uso del papel sellado en Guatemala?
19. ¿Qué se dispuso en 1640, acerca de los habitantes de las islas de la Bahía,
y qué fue lo que sucedió en el mismo año con los piratas de Golfo Dulce? 20.
¿Qué grave cuestión eclesiástica se suscitó en 1641, y cómo terminó? 21. ¿Quién
vino a subrogar al Marqués de Lorenzana, en qué fecha y qué fin tuvo? 22. ¿Por
qué fue nombrado Presidente el
Licenciado Avendaño, cómo fue recibido en Guatemala y qué suceso notable
hubo en Trujillo pocos meses después? 23. ¿Qué pasaba con los piratas y
corsarios, en 1643 y 1644 y qué providencias se dictaron? 24. ¿Cuál era la
situación del Reino en 1644, y qué se exigió a los vecinos? 25. ¿Quién se
ofreció en 1645, para hacer la reducción de los indios choles, qué hizo y cómo
cumplió con su encargo? 26. ¿Qué pasaba en aquel año con los impuestos reales,
qué fue lo que reclamó el Cabildo, y lo que obtuvo? 27. ¿Cuándo y de qué modo
se llevó a efecto la despoblación de las islas de la Bahía? 28. ¿Cuándo principió a marcarse la rivalidad
de peninsulares y criollos, qué les ocurrió a estos en las elecciones locales
de 1647 en Guatemala, y qué con las encomiendas de indios? 29. ¿Qué
dificultades pasaba el comercio marítimo, y qué pérdidas le ocasionaron? 30. ¿Qué pasaba con las encomiendas en 1649 y
por qué se dividieron los criollos? 31.
¿En qué fecha murió el Presidente Avendaño, y qué impresión hizo su muerte en Guatemala?
CAPITULO XX
ADMINISTRACION DEL CONDE DE CALIMAYA Y DEL GENERAL MENCOS
1649-1666
-- -
El Oidor decano, Lara de Mongrevejo, asume la Gobernación del
Reino-La Audiencia le hace observaciones y la recobra-Se recobra también la
isla de Roatán y se establece una Caja Real en los minerales del
Corpus-Dificultades que ofrece la moneda circulante-Son enajenadas las rentas
de Guatemala-Rivalidades entre peninsulares y criollos-Daños que ocasionan las
fuertes lluvias-Dificultades para el comercio exterior-Llegada del Conde
Calimaya-Condiciones en que encontró a Guatemala-Mal principio que tuvo-Es
recogida la fragata “Victoria”-Muere el Conde de Calimaya-Dificultades de la
Audiencia con los corsarios-El nuevo Presidente muere en el camino-Le sucede el
General Mencos-Solicítase del Rey el establecimiento de una Universidad en
Guatemala-Se le pide que permita el comercio con el Perú-Terremoto que arruina
a San Salvador-Organización administrativa del Reino-Conquista de la
Talamanca-Lo que pasó con un buque pedido de México-Llega a Guatemala la
primera imprenta-Prohíbese la circulación de los moclones-Llegada del General
Mencos, primer gobernante militar de Guatemala-Crítica situación del Reino-El
pirata David saquea a Granada-Proyéctanse fortificaciones en Nicaragua-Buques
piratas se anuncian-El pirata Mansfield invade a Costa Rica-Disposiciones que
se dictan en Guatemala-Dificultades con el Oidor Gárate-Fin de la
administración del General Mencos.
- - -
1o.
Muerto el Presidente Avendaño en 1639, como antes hemos dicho, tomó el
mando el Oidor más antiguo, don Antonio de Lara y Mogrovejo, fundándose en una
Cédula expedida el año de 1640, para el gobierno de Panamá. La Audiencia le hizo observar que aquella
disposición no era aplicable a Guatemala, y convencido, hubo de limitarse a
presidir la Audiencia, que se encargó del gobierno.
2o.
En 1650 se recobró la isla de
Roatán de la que se habían apoderado algunos años antes los ingleses. Para reconquistarla, pusiéronse de acuerdo
los presidentes de Guatemala, de la Habana y de Santo Domingo, enviando el
segundo cuatro navíos de guerra, bien pertrechados, bajo las órdenes del
General don Francisco de Villalba y Toledo.
El primer ataque se hizo en tierra, comandado el ejército por Villalba,
con bastante mal éxito, por lo cual tuvieron que reembarcarse, dirigiéndose con
los navíos al puerto de Santo Tomás; el segundo ataque se verificó algunos días
después, fue muy encarnizado, y quedó casi destruida la guarnición
inglesa. Sin embargo, como la población
estaba distante del campo de batalla, y los españoles carecían de guías, no
tardaron en perderse, teniendo que caminar nueve días a la ventura, bajo un sol
abrasador, molestados por plagas de insectos, y desgarradas las plantas por las
espinas de que se hallaba sembrado el suelo. Pudieron al fin llegar a la
población que encontraron desierta, porque los habitantes se habían retirado
llevándose hasta los muebles, y la arrasaron e incendiaron, tomándose los
indios que encontraron.
3o.
Descubierto el riquísimo mineral de oro, que llamaron el Corpus, en
jurisdicción de Choluteca fue tanta la abundancia del precioso metal, que llegó
a dudarse hasta de que fuese oro. Se
estableció en aquel sitio una Caja Real, con los oficiales correspondientes,
para el cobro de los quintos, la que no duró mucho tiempo, porque un siglo
después de su establecimiento, el producto de las minas era muy reducido. El beneficio de estas, en la provincia
de Honduras, que pertenecía Choluteca,
tuvo sin embargo, alternativas durante los últimos años del siglo anterior, y
principios del siguiente, por la falta de brazos y de azogue, que fueron
inconvenientes graves para el laboreo de aquellos minerales; la falta del
azogue pudo al fin remediarse, con el importado de España, y llegó el caso de
que ya no tuviera en que emplearse el que había, como sucedió con unos 600
quintales existentes en Comayagua, en 1636, que trataron de enviar a
Guadalajara por ese motivo; lo que no obstó para solicitarlo de nuevo en 1649,
prueba de que los trabajos de minas recobraron por entonces alguna actividad.
4o.
Faltaba moneda acuñada para el pago de los operarios, y la necesidad
sugirió la manera de suplir la falta, cortando las planchas de plata en hojas
pequeñas que corrían en las compras y ventas, y eran aceptadas por los
jornaleros en pago de su trabajo.
Sabiendo esto la Audiencia, trató de remediar el abuso, y previno que la
Tesorería de Nicaragua, en vez de mandar
moneda acuñada de las rentas de la provincia, la remitiese a Tegucigalpa, para
que se entregase al oficial real que residía en las minas, y este la cambiase
por las planchas de plata circulante.
Pero aquello no bastó, y consumida la moneda que enviaban de Nicaragua,
hubo también que mandar la de Guatemala.
Las monedas de curso en aquel tiempo, eran las del Perú y México o Nueva
España; pero en el año de 1652 determinó la Junta de Hacienda que ya no se
recibiera a nadie aquellas monedas en las cajas reales, sino solamente a los
indios, cuando fueran a hacer pagos.
Semejante disposición, sin tener otra moneda en el país, era absurda y
dio lugar a que la objetaran con justicia los oficiales reales.
5o.
Negociada ya una vez cierta parte de las rentas de Guatemala, pareció
cómodo volver a hacerlo en mayor cantidad, y se mandaron vender cien mil
ducados de rentas de juros. Los
comisionados para recaudar aquellos fondos recibieron en 1652, los sesenta mil
ducados de la venta anterior, los cien más de la nueva venta, y 16,930 tostones
que acordó devolver la Junta de Hacienda.
Para hacer efectivas esas cantidades, fue preciso repartirlas en todas
las provincias, costando mucho trabajo reunirlas.
6o.
La división entre peninsulares y criollos se aumentó en aquellos
días. El derecho con que estos últimos
reclamaban tener parte en los cargos y honores, no fue ya solamente entre los
seglares, sino hasta en los claustros, en donde se formaron partidos, exigiendo
los criollos el derecho de alternar con los peninsulares en las prelacías. Llevado el asunto a la corte, se decidió en
favor de los nativos del país, por lo cual el Cabildo de Guatemala dio las
gracias al Monarca.
7o.
El año de 1652 fue notable en Guatemala, y en otras poblaciones del
Reino, por la extraordinaria abundancia de lluvias, que hizo crecer mucho los
ríos, y ocasionó perjuicios de la consideración. En Ciudad Real y algunos pueblos de la
Provincia de Chiapas, fueron los estragos particularmente notables. Hubo necesidad de caminar en botes en las
calles de la población, y así se salvaron los habitantes, y pudieron poner en
seguridad sus intereses.
8o.
El comercio seguía haciéndose, ya por los puertos de Honduras y Golfo
Dulce, exponiéndose al peligro de corsarios y piratas que infestaban aquellas
costas, ya por Veracruz, soportando el
enorme flete de tierra que era preciso pagar por esta vía, por la que
generalmente se despachaban los caudales del Rey, a causa de la mayor seguridad
del conducto. Entre tanto el Oidor Lara
Mogrojevo, encargado de la Presidencia, se dedicaba con empeño a la mejora del
fuerte del Golfo, a fin de que las embarcaciones que traían mercaderías de
Santo Tomás, contasen con algún resguardo.
Dicho fuerte quedó reedificado, y tomó desde entonces el nombre de
Castillo de San Felipe de Lara, en honor al Oidor encargado de la Presidencia;
siendo nombrado Castellano de la fortaleza, Juan de Veraza, que continuó
desempeñando al mismo tiempo la Alcaldía Mayor de Amatique. También puso especial empeño el Oidor Mogrovejo en organizar algunos cuerpos de milicianos,
compuestos de la parte de la población mixta o mezclada, que era a la vez la
que se ocupaba en las artes útiles, pues los españoles habían abandonado su
ejercicio, y no se mostraban dispuestos tampoco al servicio militar.
9o.
En 1653, aumentaron las dificultades con respecto a la moneda. Se había introducido mucha, de baja ley,
fabricada en el Perú, y en cambio se
llevaban la mexicana que era muy superior.
Con tal motivo se mandó poner en ejecución una pragmática del año de
1650, en la que el Rey ordenaba, que las piezas peruanas de a ocho reales,
corrieran solamente por seis, y las de a cuatro, por tres. Esta disposición estaba ya en práctica en
otros reinos de América, y por eso era
que la moneda depreciada había acudido aquí en cantidad considerable, pues
circulaba por su valor nominal; pero la pérdida que ocasionó esa disposición
fue considerable, porque la moneda peruana tuvo que correr con la baja
establecida en la pragmática. Parece,
sin embargo, que el mal procedió de un abuso escandaloso cometido en el Perú,
donde estaba acuñándose la moneda y se le mezclaba una quinta parte de mal
metal, por lo que el culpable fue condenado a ser quemado vivo. A la sombra de aquella moneda viciada, se
introdujo otra completamente falsa, la cual se mandó recoger dentro de 15 días,
amenazando con proceder contra los que la conservaran después de aquel plazo.
Fue por ese tiempo que se dio el nombre de moclones a las piezas de
plata cortadas, de a seis y cuatro reales, que tenían la figura de un pedazo de
tiesto, con las armas de la casa de Austria, por un lado, y por el otro una
cruz, las armas de Castilla y León, y el
milésimo 1650.
10o.
En el mes de mayo de 1654 vino a hacerse cargo de la Presidencia de la
Audiencia don Fernando de Altamirano y Velasco, conde de Santiago
Calimaya. No se le recibió con las
mascaradas y fiestas que a sus antecesores, reduciéndose todo a un banquete que
se le sirvió en Jocotenango, y al obsequio de un caballo enjeazado, que le hizo
el Ayuntamiento, para que, montado en él, entrara a la ciudad. El Conde de Calimaya encontró los ánimos de
los vecinos de la capital, bastante divididos y las pasiones exaltadas, con
motivo de los partidos de españoles peninsulares y criollos, y subdivisión de
estos últimos en otros dos bandos o parcialidades. Se acusaba a un hijo del Presidente de ser el
principal atizador de la discordia, y al Conde de haberse ladeado a uno de los
partidos. Dícese que el principio de las
turbulencias procedió de haber sustraído con astucia, el jefe de los partidos
opuestos, el libro donde se apuntaban las deudas de juego en el palacio. Los que manejaban al Presidente, pues era ya
un anciano de más de 70 años, le hicieron firmar una orden para conducir al
castillo de S. Felipe, en calidad de
prisionero, a don Diego de Padilla, que era el jefe acusado, y quien murió a
poco tiempo de su prisión, víctima de la insalubridad del clima: no tardó en
seguirlo el mismo Presidente, abrumado bajo el peso de los años y de
enfermedades graves de que padecía. Con
su muerte se calmaron los ánimos y renació la tranquilidad del vecindario.
11o.
Durante los tres años de la
Presidencia del Conde de Calimaya no
hubo otro suceso digno de mención que el de ciertos contratiempos que
experimentó la fragata Victoria, que había salido de Filipinas por el
mes de mayo de 1656, y combatida por recios temporales y con el derrotero
perdido, vino a tocar en las playas de Zacatecoluca. El Alcalde de San Salvador le envió agua y víveres, y con
este auxilio siguió en busca del puerto de Amapala; pero por desgracia volvió a
perderse, y tuvo que ser buscada y conducida a dicho puerto, en mayo de 1657,
después de un año de tribulaciones, y con pérdida de 150 hombres de los que
llevaba a bordo. La Audiencia, desde que
tuvo noticia de que la fragata andaba perdida, dio órdenes para que se le
socorriera eficazmente, estimando que su pérdida importaría más de cien mil
pesos al Tesorero; y aunque los
oficiales reales se opusieron a tal determinación, la Audiencia, menos
mezquina, la llevó adelante, obteniendo más tarde la aprobación del Rey.
12o.
Por muerte del Conde de Calimaya, recayó nuevamente el gobierno del
Reino en la Audiencia, la que pronto
tuvo que dictar providencias para resguardar las costas del Sur, amenazadas por los piratas, y mandar
gente armada a las desembocaduras de los ríos, por donde se temía un desembarco,
que no lo hubo, pues parece que todo no pasó de una amenaza.
13o.
En el año de 1558 fue nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador
del Reino, don Jerónimo Garcés Carrillo de Mendoza, Conde de Priego, quien de
camino con su familia para Guatemala, falleció en Panamá inesperadamente. La Audiencia continuó, por tal motivo, al
frente del gobierno del país.
14o.
A fines de 1658 se recibió noticia de que habían llegado a los puertos
de Tierra Firme los galeones del Rey, y que en ellos venía don Martín Carlos de Mencos, que había sido
General de aquella Armada y estaba nombrado Presidente de la Audiencia y
Gobernador y Capitán General de Guatemala.
Le acompañaba el Obispo electo, don Fray Payo Enriquez de Ribera, que
era hijo del Virrey de Nápoles, y que siendo fraile de San Agustín, fue
nombrado Prelado de esta diócesis, de la cual pasó a ser, más tarde, Arzobispo
y Virrey de México, cargo que desempeñó
durante ocho años. Ambos funcionarios
tuvieron que detenerse en Panamá, por graves enfermedades en la familia del
General Mencos, que perdió a algunos de sus parientes en aquel puerto. Entró el Presidente a Guatemala, el 5 de
enero de 1659, y aunque el Ayuntamiento decretó en su honor los toros, cañas y
demás fiestas de costumbre para su recibimiento, parece que este fue silencioso
y triste, por el duelo de la familia, que se presentó vistiendo luto.
15o.
El Ayuntamiento promovía, por aquel tiempo, la fundación de una
Universidad, asunto que antes había merecido la atención de las autoridades
locales, y sobre el cual se habían dirigido solicitudes a la Corte. Los dominicos tenían establecido, desde años anteriores, el
Colegio de Santo Tomás, con algunas cátedras, y habiéndose expedido la ley
Recopilada de Indias, en que se declaraba estar permitido que hubiese estudios
y universidad en varias ciudades, entre las que figuraba Guatemala, se entendió
que esto debía referirse al mencionado Colegio, en el que el Obispo dio grados
de doctores y bachilleres a varios sujetos.
Por aquel tiempo abrieron también los jesuitas un colegio en Guatemala,
que se abstuvo de dar los mismos grados, por estar en posesión de esta facultad
el Colegio de los dominicos; pero cuando cesaron los estudios en ese Colegio,
se confirieron los grados en el de los jesuitas. Andando en tiempo, se trató de reorganizar el
de los dominicos, que contaba ya con fondos suficientes; mas no por esto se
dejaba de procurar la fundación de una Universidad formal, encaminándose a ese
fin las solicitudes del Ayuntamiento de
Guatemala en los años de 1652 y 1656, en las cuales se aludía a la
existencia de donativos hechos con tal objeto, y al empeño de los jesuitas, en
frustrar aquel pensamiento, a fin de que continuase su Colegio con el
privilegio de conferir grados. El
asunto, sin embargo, no vino a resolverse hasta diecisiete años más tarde.
16o.
Pedía también el Ayuntamiento al Rey, que se abriese el comercio con el
Perú, al que se había opuesto antes con poco acierto la misma corporación. Cuando se decretó la prohibición de aquel comercio,
el Consejo de Indias se comprometió a que la Casa de la Contratación de Sevilla, enviaría todos los años dos navíos y
un patache con vino, hierro y las demás mercaderías de general consumo de estos reinos, y que en
retorno llevarían dichas naves los frutos del país, especialmente la tinta de
añil, artículo muy estimado entonces en Europa.
El compromiso se cumplió durante algún tiempo; pero en 1659 hacía más de
veinte años que habían dejado de venir los navíos de Castilla, por temor de los
piratas que infestaban las costas del Norte.
Esto tenía al Reino en suma pobreza, por no poder dar fácil salida a sus
productos, y carecer de los artículos de primera necesidad. Instaba, pues, el Cabildo porque se abriese
el comercio franco y libre con el Perú,
reducido por entonces a los dos bajeles de doscientas toneladas, tal como
estaba establecido con la Habana por una real Cédula de Felipe III, en virtud
de la cual solían llegar a Puerto Caballos embarcaciones de aquella
procedencia, que regresaban con frutos del país.
17o.
El día 30 de septiembre de 1659, hubo en la ciudad de San Salvador un
violento terremoto, que redujo a escombros la iglesia parroquial, y amenazó con
destruir la población. El Alcalde Mayor
recogió un donativo de mil pesos para comenzar la reedificación de la iglesia,
y solicitó además que se eximiese por algún tiempo, a aquel vecindario, del
pago de alcabalas. Se atribuyó el
terremoto al volcán inmediato.
18o.
A mediados del siglo decimosexto se componía el Reino de 32 provincias,
cuatro de las cuales, a saber,
Comayagua, Nicaragua, Costa Rica y Soconusco, tenían título de gobierno,
y eran provistas por el Rey; nueve eran Alcaldías Mayores, esto es, San
Salvador, Ciudad Real, Tegucigalpa, Sonsonate, Verapaz, Suchitepequez, Nicoya,
Amatique y el Real de Minas de San Antonio de Zaragoza, en Honduras. A las seis primeras mencionadas, también las
proveía directamente el Rey. Las diecinueve restantes, a saber,
Totonicapán, Quezaltenango, Atitlán,
Tecpán Atitlán o Sololá, Escuintla, Guazacapán, Chiquimula, Acasaguastlán, el
Realejo, Matagalpa, Monimbó, Chontales, Quzalguaque, Tencos, Quepo, Chirripo,
Pacaca, Ujarraz y el valle de Guatemala, eran corregimientos: estos y las tres
Alcaldías Mayores que no proveía el Rey, eran de provisión del Presidente, con
excepción del Corregimiento del Valle, que estaba a cargo de los dos Alcaldes
ordinarios de la ciudad, y lo ejercían por turno de seis meses cada uno. Pero el decrecimiento de la población, por la
desaparición de muchos pueblos indígenas, vino más tarde disminuyendo el número
de las provincias, hasta el punto de que, a mediados del siglo decimoséptimo,
se hizo necesaria una nueva división, por la cual se agregaron poblaciones
pequeñas a otras más numerosas, y fueron
suprimidos algunos corregimientos, hasta no quedar reducidos más que a
trece. Más tarde hubo todavía nuevas
supresiones y otras reformas de la división territorial del país.
19o.
En el año de 1660, el Gobernador
de Costa Rica don Rodrigo de Arias Maldonado, que había sucedido a su padre don
Andrés, en aquel cargo, determinó emprender la conquista de la Talamanca, cuyos
habitantes se habían alzado de nuevo desde algunos años antes, y en número de
veintiséis tribus, distintas unas de otras, ocupaban la vasta extensión de territorio
conocida con aquel nombre. Don Rodrigo
la recorrió al frente de las fuerzas que levantó y mantuvo a su propia costa,
gastando sesenta mil pesos, y redujo a los indígenas, fundó algunos pueblos, e
hizo entrar a los habitantes en la vida civil.
El Rey recompensó al conquistador con el título de Marqués de Talamanca,
honor que le llegó en los momentos en que tomaba el hábito de monje, en el
convento de los Betlemitas.
20o.
En el mismo año de 1660, se recibió aviso oficial de México, de que en
aquella ciudad estaban detenidos el Gobernador, los Oidores y algunos
religiosos que iban a Filipinas de tránsito para España, y no podían continuar
su marcha por falta de embarcación. El
Virrey, que era quien daba la noticia, encargaba al Presidente remitiese a
Acapulco un navío de trescientas toneladas, para que fuese a recogerlos, y
continuara con ellos el interrumpido viaje.
Como en el Realejo estaba al terminarse la construcción de dos navíos,
uno del Capitán Antonio Rodríguez, y el otro del Mayor Juan Granados, los
cuales se destinaban al Perú, se encargó el asunto al Gobernador de
Nicaragua. Este resolvió embargar el
navío de Rodríguez, lo que objetaron los vecinos del Realejo, y los dueños de la carga que debía
llevar el buque al Perú, haciendo además presente, que el navío y los que en él
se embarcaran, corrían mucho riesgo, por no haber piloto práctico de la
navegación de Filipinas. Instruyéronse las correspondientes diligencias, y se
remitieron al Virrey de Nueva España;
pero resulta de estos datos, que son los que han servido para la indagación
histórica, que a pesar de las prohibiciones del Consejo de Indias, se toleraba
el tráfico de este Reino con el del Perú, y también que se había acabado la
gente de mar, pues no se encontraba uno solo que pudiera servir de piloto para
las Filipinas, tan frecuentadas en el siglo anterior.
21o.
En el año de 1663, se hizo en Guatemala el estreno de la imprenta,
usándose por vez primera una venida tres años antes, perteneciente a José
Pineda Ibarra. La primera pieza que se
imprimió, fue un tratado teológico de 728 páginas, en columnas de letra clara y
uniforme, bien cortado y encuadernado a la europea. El suceso formó época en nuestros anales, y
con justicia, por ser la imprenta el valioso instrumento de civilización que
conocemos, y que hacía su primera aparición en nuestro suelo. México tuvo imprenta antes del año de 1662;
Lima desde una época anterior a 1663; y casi al mismo tiempo se procuró
Guatemala aquella ventaja, doscientos años después de usarse en Europa. La cuestión de la moneda, había vuelto a
agitarse con calor, desde 1661, hasta la fecha de esta relación (1663) porque los informes pedidos por la Audiencia
a varios empleados y particulares diferían notablemente, pues unos recomendaban
la prohibición absoluta de los moclones, y otros, con más equidad,
proponían que se ensayara en la real Caja, y se cambiaran, según su valor
intrínseco, por moneda buena. Después de
mucho meditarlo, se tomó el partido más expedito, que fue prohibir su circulación
en absoluto, con gran perjuicio del público.
22o.
El Capitán General Mencos fue el primer Presidente militar que tuvo el
Reino, y desde su llegada prestó atención preferente a la defensa de las
costas, reuniendo armas y elementos de guerra en la capital, con los fondos de
Barlovento, de los que echó mano con calidad de reintegro. Había motivo sobrado para esta actitud, pues
no eran ya únicamente expediciones desautorizadas las que podían amenazar los
puertos del Norte, sino escuadras formales, inglesas, francesas, holandesas,
las que atacaban los establecimientos españoles del litoral Atlántico. La isla de Jamaica, objeto la codicia de los
ingleses, había sido ocupada y recobrada alternativamente, hasta quedar en 1658
convertida en colonia británica, y ser expulsados de su territorio los
habitantes españoles. A poco hostilizaron los ingleses las poblaciones de la
isla de Cuba, y algunas de la península de Yucatán, viéndose, en el mismo
peligro la provincia de Nicaragua. Era
además considerable el número de fragatas tomadas por el enemigo en aquellas
costas desde 1640, y se aumentaban las
amenazas y el peligro. Desgraciadamente
eran por extremo exiguos los medios de defensa, de suerte que con justicia
debía temerse un resultado funesto en caso de invasión. En efecto, casi no se contaba con medios de
defensa: el resultado, en caso de invasión, tenía que ser funesto: y así
sucedió pues el 29 de junio de 1665, a las dos de la mañana, una partida de
ciento veinte corsarios ingleses, que al mando de Eduardo David, subió por el
río San Juan, cayó sobre la ciudad de Granada, y la ocupó sin la menor
resistencia. Se apoderaron los corsarios
de todo el oro y la plata en moneda y en vajilla que encontraron, de las
mercaderías, ropas de uso y demás objetos de algún valor; y cuando hubieron
saqueado la población, se retiraron, llevándose prisioneros varios de los
principales habitantes, a una isla que esta frente a la ciudad, desde la cual
estuvieron amenazando a esta con arrasarla por completo. Trataron en cambio, muy bien a los indios con
quienes tuvieron que tocar, ofreciéndoles que volverían a establecerse
definitivamente en el país, que entonces no habría ya justicia que los obligara
al trabajo, ni a pagar tributos, y que además tendrían completa libertad para
ejercer su antigua religión. No faltó
gente de Granada que ayudara a los
corsarios en el saqueo de los templos y casas, y se dice, que el jefe de los
corsarios estimó más que el rico botín tomado, el haber podido reconocer la
entrada al lago y sus isletas, por donde prometió volver en breve con más
gente, para pasar al Pacífico.
23o.
Los vecinos de Granada, después de estos sucesos pensaron en abandonar
el lugar, si no se tomaban disposiciones para el resguardo de la ciudad; y
habiéndolo manifestado así al Presidente, este funcionario ofició al Gobernador
de Nicaragua, Maestre de Campo don Juan
de Salinas y Cerda, previniéndole informara qué clase de fortificaciones
convendría levantar, qué punto del río sería el más a propósito, qué costo
podría calcularse al fuerte, qué número de soldados se necesitarían para
defenderlo, y de qué recursos podría echarse mano para la obra. El Gobernador oyó el parecer de los
inteligentes en fortificaciones, y evacuó su informe, aconsejando una torre en
la boca del Brazuelo, en el río de San Juan, y una atalaya grande, inmediata,
que sirviera de vigía. Ambas debían de
comunicarse por señales, y estar dotadas de cuatro y dos cañones,
respectivamente, de mosquetes, esmeriles y otras armas; siendo suficientes para
guarnecer cada una de ellas, cincuenta hombres, inclusive la plana mayor. Calculaba el costo en doce mil pesos e
indicaba, que para sufragarlos, se echase mano del producto de las encomiendas,
pues todos estaban interesados en que se resguardase aquella entrada. El Ayuntamiento de la ciudad de Granada envió a Guatemala a su Síndico
procurador, proponiendo diferentes arbitrios, consistentes en impuestos a la
exportación del Realejo, Acajutla, Nicoya y Caldera; y como estos arbitrios no
podían suministrar de pronto los recursos necesarios, indicaba la conveniencia
de tomarlos de la Caja Real, a título de suplemento. Un Comisionado del Ayuntamiento de Nueva
Segovia se presentó también en Guatemala, con encargo de apoyar las propuestas
del Cabildo de Granada, y se recibieron al mismo tiempo cartas de vecinos
principales de aquella ciudad, en las que se manifestaban interesados por el
pronto y favorable despacho de la solicitud.
En vista de todo, y de las reales Cédulas de diversas fechas, que
prevenían el resguardo de las costas, dispuso el Presidente convocar a la Junta
de Hacienda, para el 13 de octubre de
aquel año, a fin de que deliberara, si se levantaban las fortificaciones, si
para costearlas se tomaba dinero de las rentas reales, en calidad de
suplemento, y qué arbitrios se adoptarían para crear un fondo con que reponer
lo que se tomara de las Cajas. La Junta estuvo unánime en que debían levantarse
las fortificaciones; pero en lo demás, el Oidor Gárate se opuso decididamente a
que se tocaran las rentas reales, ni aun en calidad de suplemento, proponiendo
en cambio, que los encomenderos y los ricos de la provincia de Nicaragua,
sufragasen los gastos, ya que sus vecinos eran los más acaudalados del Reino, y
los que más comercio hacían. El Presidente cortó la dificultad resolviendo
que era de urgencia levantar las fortificaciones, pues sabía que los corsarios
se proponían hacer nueva expedición, con una fuerza de mil quinientos hombres,
y ordenando que se libraran ocho mil pesos de aquella provincia, a disposición
del Gobernador, para que cuanto antes diera principio a los trabajos,
reintegrándose dicha suma con el fondo que se creara al efecto, y ofreciendo
que si no estaban repuestos cuando debiera hacerse la remesa a España, él lo
supliría de su propio caudal. Cuatro
días después volvió a reunirse la Junta,
y acordó gravar los frutos del país, que se exportaran por ambos mares, así
como los efectos de comercio que se introdujesen por los puertos del Sur, para
lo cual se dictaron las órdenes convenientes; pero nada más se hizo, y por
entonces, hasta allí llegó el empeño.
24o.
Por los meses de abril y mayo de 1666, se recibieron en Guatemala
comunicaciones de Panamá, refiriéndose a noticias de Cartagena, de haber
aparecido a la vista de aquel puerto, catorce buques enemigos, que podía
sospecharse intentasen seguir para Nicaragua.
Poco después se recibió carta del gobernador Salinas, en la que
transcribía un aviso del de Costa Rica,
don Juan López de la Flor, de haber desembarcado el enemigo en el puerto de
Matina, a doce leguas de las bocas del Río San Juan, y de que parecía ser su
intención hacerse con bastimentos, y aguardar que crecieran las aguas del río
para subir hasta el lago de Nicaragua.
En tal virtud, el Gobernador Salinas, que hasta entonces no había dado principio
a las fortificaciones, pidió el envío de doscientos hombres para defender
cualquier punto del río que fuese amagado, pues aunque contaba con
cuatrocientos, andaban muy distantes, carecían de disciplina, y no le
inspiraban confianza. Convocada nueva
Junta de Hacienda, se resolvió enviar a Salinas alguna parte de la gente que
pedía, y autorizarlo para que tomara tres mil pesos del fondo de Barlovento,
con calidad de reponerlos con los recursos acordados anteriormente. A poco, avisó Salinas de haber dado principio
a las fortificaciones, con setecientos pesos que había en aquella Caja, y se
dieron nuevas órdenes para que se le remitieran fondos.
25o.
Por el mes de abril del mismo año (1666) recibieron el Presidente y la
Audiencia, comunicaciones del Gobernador de
Costa Rica, en las que daba aviso de tener noticia cierta, de que en
varias ensenadas de la costa, existían treinta y ocho embarcaciones enemigas,
de las cuales se había desembarcado alguna gente, en una punta de tierra
llamada Doype, donde construían casas y levantaban un fuerte, con el objeto de
invadir la provincia por aquel punto, y dirigirse al mar del Sur. Agregaba que en Veragua había capturado a cuatro ingleses,
los que puestos a razón de tormento, declararon que había catorce buques en la
isla del Naranjo, con el intento de atacar a Portobelo, y pasar después a
Panamá. La Junta de Hacienda, convocada al efecto, declaró que la
provincia de Costa Rica y su Gobernador debían considerarse, en caso de
invasión, autorizados para rechazarla, haciendo uso de los fondos del Rey; pero
calculando que quizás no los habría en aquella Caja, se dispuso remitir a
Nicaragua ocho mil pesos del fondo de Barlovento, por sí se necesitaba de
aquellos recursos. Mientras así se
deliberaba en Guatemala, se supo que el 17 de abril había desembarcado, en el
puerto de Matina, el corsario inglés Mansfield, a la cabeza de setecientos
hombres, y que se dirigía a Turrialba, situada a siete u ocho leguas de
Cartago, capital de la provincia. No
pudo hacer otra cosa el Gobernador de Costa Rica, para rechazar aquella
invasión, que mandar al Sargento Mayor Alonso de Bonilla, con ocho soldados,
pues no había más tropa, ni con que amunicionarla. Mansfield mientras tanto, se encontró en el
camino con una india, y como esta le dijera que la gente del país estaba
situada en gargantas estrechas, lista para atacarlo, sin esperar más, ni
averiguar la verdad, se regresó a
Matina, desatendiendo el dictamen de sus oficiales, dejó en libertad a
los prisioneros que había tomado, y dijo que volvería con más gente a ocupar la
ciudad de Cartago, y el puerto de Caldera.
Se atribuyó aquella retirada a milagro del Cielo, por lo que el Cabildo
de Cartago estableció una función votiva, que se celebró durante muchos años en
el aniversario del suceso.
26o.
Al llegar a Guatemala la noticia de lo acontecido en Costa Rica, convocó
el Presidente a la Junta de Guerra, el 12 de agosto, así como a los individuos
de la Audiencia, al Obispo, a los Oficiales reales, a los Alcaldes ordinarios,
Alcaldes Mayores, y algunos Capitanes, y
también a vecinos notables de la ciudad.
Refirió el General Mencos lo que
había ocurrido, y declaró que estaba resuelto a ir personalmente a Granada de
Nicaragua, a pesar de su avanzada edad, y que debían acompañarlo dos compañías
de voluntarios de la ciudad, y si era necesario, otra de San Salvador,
supliéndose de la real Hacienda los fondos indispensables. El Oidor
Gárate se opuso a esto último, y con él los otros miembros de la
Audiencia, marcándose un completo desacuerdo entre ella y el Presidente, la que
acabó de acentuarse en una Junta de Hacienda, celebrada el 17 siguiente, en la
cual insistió el Oidor Gárate en que no debía tocarse ni un maravedí de las
rentas reales para la defensa de las provincias amenazadas. El Presidente combatió los razonamientos del
Oidor, y significó lo urgente que era acordar medidas preventivas de defensa,
lo que no podía hacerse sin algún gasto, que no debía excusarse, pues si el
enemigo se apoderaba de aquellas provincias, sería muy difícil recobrarlas,
aunque se aplicasen todos los tesoros y fuerzas de las Indias.
Nada se resolvió por entonces, y pasaron cuarenta días sin que se
dictara providencia alguna, no obstante que los
Gobernadores dirigían una comunicación tras otra, pidiendo socorro. Se celebró nueva Junta el 27 de septiembre,
se sometieron a su deliberación varios puntos referentes al auxilio y gastos;
volvió el Oidor Gárate a oponerse a que
se tocaran los fondos del Rey, incriminó fuertemente por lo que, sin fruto alguno,
se estaba gastando en Nicaragua; y añadió que debía darse cuenta al Monarca de
la situación de las cosas, para que resolviera, manteniendo entre tanto, en los
puntos amenazados, la más esmerada vigilancia.
Otros de los vocales de la Junta
adhirieron al parecer del Oidor Gárate; pero el Presidente manifestó que no
estaba de acuerdo con la opinión de la mayoría, ni podía jamás convenir en que
los gastos de la defensa se dispusieran cuando ya estuviese invadido el
territorio; que atendiendo a la obligación que tenía de defender el Reino,
había resuelto marchar luego a Granada, a pesar de sus setenta años, y de sus
achaques, y que daría cuenta a S.M. de lo que hiciera, con lo cual daba por
terminado el asunto.
27o.
Molestado sin duda el Presidente con la tenaz oposición de Gárate,
quiso castigarlo, y al día siguiente le extendió el nombramiento de Auditor de
Guerra y Superintendente de los trabajos de fortificación del río de San Juan,
debiendo acompañarlo en la jornada, y vigilar sobre la inversión de los fondos
destinados a la construcción de los fuertes.
Notificado el nombramiento, contestó Gárate que consideraba que aquel
cargo no correspondía a la Magistratura de que estaba investido, y suplicó que
se le excusara; mas como no se hiciera así, apeló para ante la Audiencia, la
cual admitió la apelación. Alarmado el
vecindario con el giro que tomaba la divergencia entre las dos autoridades
superiores del Reino, comenzó a buscar la manera de cortarla: intervino como
mediador el Ayuntamiento; pero cuando más acalorados parecían los ánimos,
resuelto Mencos a obligar a Gárate a que
lo acompañara, y la Audiencia a defenderlo y oponerse a que se le hiciese
violencia, se recibió noticia de que estaba nombrado un nuevo Presidente, y que
venía pronto a encargarse del gobierno.
El General Mencos desistió de la expedición a Nicaragua, y las
disposiciones del viaje tuvieron ya por objeto el de su regreso a España.
CUESTIONARIO
¿Cuándo se hizo cargo de la
Presidencia el Oidor Mogrovejo, y qué fue lo que la Audiencia le hizo presente?
2. ¿Cuándo fue recobrada la isla de
Roatán, y de qué modo se verificó la recuperación? 3. ¿Qué fue lo que se
dispuso cuando se descubrió el mineral del Corpus, y qué ocurrió después? 4. ¿Qué
pasó con la moneda cortada de Honduras,
y qué se dispuso para regularizar el curso de la moneda circular? 5. ¿Qué
negociaciones se hicieron con las rentas de Guatemala en el sentido de su
enajenación? 6. ¿Por qué se aumentó la rivalidad entre peninsulares y criollos,
y cuál fue la resolución del Monarca en lo referente a las prelacías de los
conventos, en que también hubo la misma rivalidad? 7. ¿Cómo fueron las lluvias
en Guatemala en el año de 1652, y qué
sucedió en Ciudad Real y en varios otros pueblos de la provincia de Chiapas? 8.
¿De qué modo se hacía el comercio exterior, y cuál fue el empeño del Oidor Mogrovejo? 9. ¿Por qué se aumentaron
las dificultades con la moneda circulante, qué se dispuso, y cuáles fueron los moclones?
10.¿Cómo se recibió al Conde de
Calimaya en Guatemala, cuál era el estado de los ánimos, y qué conducta
observó el Conde? 11. ¿Qué le aconteció a la fragata Victoria en el mes de mayo de 1656? 12. ¿Quién
subrogó al Conde de Calimaya en el
gobierno del Reino, y qué pasaba entonces en las costas del Pacífico? 13. ¿Quién
fue nombrado Gobernador del Reino por la Corte de España, y por qué no llegó a
Guatemala dicho funcionario? 14. ¿A quién otro nombró Presidente el Rey de España, cuándo y cómo
llegó a Guatemala, y cómo fue recibido? 15. ¿Quién promovió la fundación de la
Universidad de Guatemala, y cómo se obtenían antes de ella los títulos
académicos? 16. ¿Qué solicitó el Ayuntamiento de Guatemala respecto al comercio
con el Perú, y cuál era este? 17. ¿Qué desgracia pública ocurrió en San Salvador, en 1659, y qué donativos hubo?
18. ¿Cómo estaba organizado el Reino a mediados del siglo decimosexto? 19. ¿Quién
emprendió la conquista de la Talamanca en 1660, cómo la llevó a efecto, y qué
recompensa obtuvo? 20. ¿Qué sucedió con motivo de un buque pedido por el Virrey
de México, y qué fue lo que se averiguó en lo diligenciado? 21. ¿Cuándo llegó
la primera imprenta a Guatemala, qué trabajos hizo, y a quién perteneció? 22. ¿A
qué dio preferente atención el Capitán General desde su llegada, cuál era la
situación del Reino, y qué sucedía con los corsarios? 23. ¿Cuál fue la actitud
de los vecinos de Granada después de la invasión de los corsarios, qué
pidieron, y qué les concedió el Capitán General? 24. ¿Qué aviso se recibió de
Panamá, cuáles fueron los informes del Gobernador Salinas, y qué fue lo que
este dispuso? 25. ¿Qué aviso se recibió de Costa Rica, hasta dónde llegaron los
corsarios, y por qué se retiraron? 26. ¿Qué pasó en Guatemala cuando llegó la noticia de los
sucesos de Costa Rica, y cómo resolvió el Presidente la dificultad? 27. ¿Qué
ocurrió después entre el Presidente y el
Oidor Gárate, y de qué modo inesperado termino la dificultad?
CAPITULO
XXI
PRESIDENTE
CALDAS, SANTO MATHIA, ESCOBEDO Y OSORIO
1666-1680
---
-
Festividades con que se recibe al Presidente Caldas-Tiene dificultades con la
Audiencia-Propone la conquista de los Choles-Termínase en Nicaragua la
fortaleza de San Carlos-Dificultades del Gobernador Salinas-Prisión de este-Las
arbitrariedades del Presidentes son conocidas del Rey-Traslación del Presidente
a Nicaragua y su regreso a Guatemala-Reedifica la Catedral-Muere Pedro
Betancourt-Continúan las dificultades con la Audiencia-Es depuesto el
Presidente Caldas, y le sucede el Obispo Mathia-Restricciones que sufre el
comercio-Residencia y muerte del Señor Caldas-Nuevas invasiones de
corsarios-Destruyen estos la fortaleza de San Carlos, y saquean a Granada-Es
nombrado Presidente el General Escobedo y hace levantar el Castillo del río San
Juan-Nuevas contribuciones-Restablécense las fiestas locales y se protegen los
pueblos de indios-Creación de la Universidad-Dificultades con los ingleses-Es
nombrado Presidente el Señor Osorio-Empleados municipales-Diferencias de
razas-Comercio del Perú-Empadronamiento de indígenas-Recopilación de
Indias-Invasiones piráticas-Se retira el Presidente Osorio
-
- -
1o.
Don Sebastián Álvarez Alfonso Rosica de Caldas, Caballero de la Orden de
Santiago, Señor de Caldas y Regidor perpetuo de la ciudad de León en España,
había sido nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General
de Guatemala, en subrogación del General Mencos. Hizo el viaje de España por la vía de
Veracruz y tuvo que demorarse en Oajaca sesenta días, de los cuales pasó
cuarenta enfermo.
2o.
Tan luego se tuvo noticia en
Guatemala de que llegaba el nuevo gobernante, se apresuró el
Ayuntamiento a decretar los festejos y ceremonias de la recepción, consistentes
en comisiones que debería encontrarle en distintos lugares del camino, en el
besamano de la Corporación, banquete oficial, obsequio de un caballo
lujosamente enjaezado, alumbrado extraordinario por la noche, y durante el día,
bailes y festividades por las calles.
Hasta el 16 de enero de 1667 no verificó su entrada el Presidente, y hubo de notarse que la
Audiencia que estaba obligada a darle un banquete a una jornada antes de la
ciudad, declarándose en imposibilidad de hacerlo de su peculio, ordenó al
Ayuntamiento que lo costeara, bajo pena de una multa recrecida. Protestaron los ediles, pero tuvieron que obedecer.
3o.
En cuanto hubo llegado, envió el Presidente Caldas sus despachos a la
Audiencia, para que le diera posesión; pero el Oidor Gárate hizo observar, que
solo venían los nombramientos de Presidente y Capitán General, y no el de Gobernador, por lo cual
pidió el fiscal que se declarase vacante la Gobernación del Reino, y que la
Audiencia entrara a su desempeño por ministerio de la ley. El incidente dio
lugar a que se cruzaran algunas comunicaciones poco amistosas, concluyendo por
haber presentado el nuevo funcionario su nombramiento de Juez de Residencia,
que implicaba de hecho el de Gobernador, que se le exigía. Más tarde fue informado el propio Presidente,
de los vanos esfuerzos que se habían hecho para conquistar las comarcas
pobladas por los indios Choles y Lacandones, y entusiasmado con aquellos
informes, se dirigió al Rey,
poponiéndole tomar la empresa a su cargo y costearla, con 30,000 pesos de su
peculio particular, en cambio de que se le autorizara para levantar fuerzas, se
le nombrara Capitán General de la expedición, y se le diera facultad de emplear
indios en la conducción de víveres y apertura de caminos, lo mismo que de
llevar misiones para catequizar a los que fuese reduciendo y que una vez hecha
la conquista, se le diera el nombre de Provincia de Caldas al territorio conquistado. También pedía que el Rey le empeñara su fe y
palabra real, de concederle a él y a los que le ayudaran en la empresa, las
mercedes que tan justamente se les deberían, por haber realizado lo que otros
no pudieron. Aquella solicitud fue
naturalmente desatendida, tanto por su disparatada forma, como porque la
situación del Reino, amagado constantemente por corsarios y enemigos
exteriores, no dejaba lugar a tales empresas.
4o.
Mientras tanto, en el río San Juan, de la provincia de Nicaragua, se
trabajaba, de orden superior, en erigir una fortaleza militar para cerrar el
paso a las expediciones de los corsarios y piratas que infestaban la costa del
Caribe. Anunciada que fue la proyectada
visita del Presidente Mencos, las
autoridades provinciales desplegaron extraordinaria actividad en los trabajos,
distinguiéndose el Gobernador don Juan de Salinas y Cerda, quien tomó el asunto
con tanto empeño, que se trasladó al río por cuatro o cinco meses, y allí
prestó sus servicios haciendo hasta de oficial mecánico. La obra quedó terminada: ocupaba, no la boca
del río San Juan, como se había dispuesto en un principio, sino el nacimiento
de este, en las riberas del Gran Lago, y se le dio nombre de fortaleza de San
Carlos de Austria. El Gobernador Salinas, que tanto había contribuido a
terminarla, tuvo que dejar encargado de la Gobernación de la provincia, durante
su ausencia, a don Francisco Valdés, Corregidor del Partido de Subtiava, quien
enamorado del puesto se convirtió en enemigo declarado del propietario y se
empeñó en desacreditarlo ante el Superior del Reino, censurando acerbamente
todos sus actos. En tales
circunstancias, se hizo cargo de la Presidencia don Sebastián Álvarez, cuñado
de Valdez, a quien éste fue inmediatamente a visitar a Guatemala, y a interesarlo
en su favor. El Presidente accedió, y al
efecto envió al Acuerdo una exposición contra don Juan Salinas, acusándole de haber levantado
la fortificación del Río en un punto distinto del prevenido, y de haber
malversado los fondos; y como la Audiencia no procediese con la actividad que
requerían las pretensiones del acusador, el Presidente despojó autoritariamente
a Salinas, le embargó sus bienes y nombró de sustituto a Valdés; encargando a
un Juez especial, enemigo del encausado, la prosecución del juicio en
Nicaragua. Salinas, sin pérdida de
tiempo se trasladó a Guatemala, y se quejó a la Audiencia del violento despojo
que se le había hecho, del nombramiento de Juez especial, para juzgarlo, y del
injusto embargo de sus bienes, obteniendo de aquel alto tribunal, que diera por
recusado al Juez especial, y que nombrara al Oidor don Benito Novoa Salgado
para que hiciese la pesquisa militar, mientras el Gobernador de Comayagua
pasaba, en comisión, a inspeccionar la fortaleza de San Carlos, e informaba. Esta resolución desagradó de tal modo al Presidente, que, dando un golpe de autoridad,
se abocó los autos, y procedió por sí y ante sí, reduciendo a prisión a
Salinas, tomándole confesión, y mandando abrir el juicio a pruebas; todo, según
públicamente manifestaba, en castigo de haber ocurrido a la Audiencia. Enseguida, tomando más calor, anunció la
determinación de ir a Nicaragua, a
examinar por sí mismo la fortaleza; pero la Audiencia cuando lo supo, le hizo
un requerimiento en forma, a fin de que no se ausentara de la capital;
representándole el embarazo que originaba la salida de un Presidente, y los
inconvenientes que produciría. Montó en
mayor cólera el Capitán General, y en vez de atender a las observaciones que se
le hacían, precipitó su marcha, y previno al Oidor Gárate que lo acompañase en
su expedición, obligándole a ponerse en camino, a pesar de sus súplicas y
protestas. Otro tanto hizo con dos
miembros del Ayuntamiento, que pusieron en sus manos un acta respetuosa, en la
que le suplicaban no expusiera su persona a los riesgos y peligros de una
expedición lejana. Obedecieron los
ediles; pero tanto suplicaron cuando iban de camino, que se les permitió
regresarse de Petaca.
5o.
La expedición del Presidente Caldas a
Nicaragua se redujo a ratificar las declaraciones de algunos testigos
que habían declarado contra el Gobernador Salinas, a hacer que se le exigieran
a éste las cuentas del dinero invertido en los trabajos de la fortaleza, y a
proponer que se construyera la misma fortaleza en otro sitio. Dirigió enseguida una comunicación al Rey,
que exigió fuese firmada por los Oidores y el Fiscal, en la que se exageraba la
importancia de su expedición a Nicaragua, y las grandes economías que con ella
había logrado el Real Tesoro. A pesar de
esto, la resolución del Consejo de Indias se limitó a pedirle informe acerca de
sus procedimientos contra el Gobernador Salinas, y en cuanto al expediente
creado con motivo de la fortaleza, se le dijo que oyendo previamente al General
Mencos, lo pasara después al Consejo de la Guerra.
6o.
Como el edificio de la Catedral era muy antiguo, y algunas de sus partes
amenazaban ruina, dispuso el Presidente
que fuera demolido desde sus cimientos y se construyese de nuevo; y aunque el
Obispo, el Cabildo y la mayor parte de los vecinos no aprobaron aquella
determinación por la escasez de recursos, el Presidente mandó derribar el
templo, y tomó tal empeño, que trabajaba personalmente como peón, estimulando
así el celo de los operarios, hasta no ver terminada la nueva Catedral, cuyas
soberbias ruinas aún existen el día de hoy, en la Antigua. Por este tiempo, ocurrió en Guatemala el
sensible fallecimiento de Fray Pedro Betancourt, fundador del Hospital de
Belén, muerto el 25 de abril de 1667.
Era natural de las Canarias, avecindado desde muchos años antes en
Guatemala, se le tenía por santo, y se le hicieron honras fúnebres
extraordinarias, habiendo sido después canonizado en Roma, en 1771, por el Papa
Clemente XIV.
7o.
Mientras tanto, las invasiones piráticas al territorio del Reino se hacían más frecuentes, y sembraban
el terror por todas partes. En 1665 se
presentaron los piratas en el puerto de Matina, de la provincia de Costa Rica, con catorce buques, y en número
de 1,200 hombres, con los cuales efectuaron un desembarco, e hicieron
prisioneros a todos los habitantes, con excepción de un indio que pudo escapar
y llevar la noticia a Cartago. El
Gobernador de la Provincia reunió precipitadamente toda la gente que pudo, y
salió a encontrarlos al camino, situándose en un desfiladero que fortificó
bien, y en el cual esperó inútilmente, porque los piratas no pasaron del valle
de Turrialba, de donde contramarcharon, llevándose algunos otros prisioneros.
Enseguida, la ciudad de Granada, en la Provincia de Nicaragua, fue saqueada, durante el mes de
julio del mismo año, por filibusteros que penetraron por el río de San Juan;
volvieron los piratas con seis buques a Matina, en agosto de 1666, y se
limitaron a saquear el puerto y los caseríos inmediatos; dos años después los filibusteros
se presentaron en el mismo Matina, con una fragata y dos canoas, y repitieron
el saqueo del puerto; luego llegaron bucaneros franceses, que nuevamente lo
saquearon.
8o.
La falta de armonía entre el
Presidente y la Real Audiencia fue aumentando gradualmente. Sucedió un día, que el Oidor Gárate se
presentó en el paseo de Jocotenango, en un coche tirado por cuatro mulas, y con
dos cocheros montados; ofendiose el
Presidente con esto, y mandó publicar un bando, en que prohibió la
repetición de aquel hecho, bajo ciertas penas, de las que solo exceptuaba al
Obispo de la Diócesis. Otro día, en el
que el Presidente iba a pie, se encontró
en la calle con el coche del Oidor Novoa, y porque este no hizo detener el
vehículo, sufrió una multa de doscientos pesos, de la cual se quejó el Oidor al
Consejo de Indias; pero este ratificó la disposición del Presidente,
calificando el hecho de Novoa de falta de cortesía. Ocurrió también en aquellos días, algo más
grave aún, como fue que, habiendo
descubierto el Presidente, que don Pedro
de Miranda Santillán, Fiscal de la Audiencia, daba cuenta secretamente al Rey
de sus procedimientos, acusó a Miranda de tener trato con los enemigos del Rey,
sin decir quienes fueran éstos, y lo sentenció a presidio en el Castillo de San
Felipe del Golfo, en donde murió a poco tiempo, víctima del mal clima de
aquella región. El Ayuntamiento,
interesado en salvar al Presidente, de
la responsabilidad que había contraído, se dirigió al Rey elogiando su conducta
oficial, y disculpando sus procedimientos con el fiscal Miranda; pero en la
Corte se habían recibido otros informes, que dieron lugar a la Cédula de 6 del
noviembre de 1670, en la que se improbaba el confinamiento y prisión del Fiscal
Miranda, y se nombraba Presidente de la Audiencia, Visitador y Juez de
Residencia, al Obispo de la Diócesis, Doctor don Juan de Santo Mathía. Este se hizo cargo inmediatamente de su
empleo, y retiró al Presidente depuesto
a un pueblo distante de la capital, en el que permaneció enfermo por más de año
y medio, regresando al cabo de ese tiempo a Guatemala en estado muy grave; se
le situó por esa razón en el hospital de Belén, de donde se trasladó a una casa
particular del vecindario, en la que, a poco, murió sin que se hubiera
terminado el juicio de su residencia.
9o.
Durante la interinidad del Obispo, no hubo otro suceso que la
restricción del comercio del Reino con el Virreinato del Perú, limitado a los
dos antiguos navíos, y la prohibición del tráfico con México y con las otras
provincias, con las que comerciaba antes, todo esto a pesar de los ocursos del
Ayuntamiento de Guatemala al Rey, quien
por toda contestación se limitaba a ordenar a la casa de Contratación de
Sevilla, que fuese más cuidadosa en mantener provistas a las provincias de América. La referida casa de Contratación había
comprado el derecho exclusivo de alimentación y consumo que nos llegaban de
Europa, y como no tenía competencia, sacrificaba a las colonias con el hecho de
introducir poco y vender a recrecidos precios.
Para colmo, se impuso en México fuerte derecho a la exportación que, de
Centroamérica, pasaba en tránsito por el puerto de Veracruz, único que
presentaba alguna seguridad a la exportación a España.
10o.
Por otra parte, los ingleses, que desde hacía muchos años se habían
establecido en puntos cercanos a las costa de
Guatemala, ya no se limitaban a solo perseguir las embarcaciones
españolas, sino que avanzaban sobre el interior, y llegaban hasta establecer
cortes de madera de campeche en la provincia de Yucatán. Estos cortes comenzaron en el cabo Catoche, y
después fueron extendiéndose paulatinamente hasta las márgenes del río Wallis,
en donde fundaron la colonia de Belice,
sin que el gobierno español hiciera el menor esfuerzo para contener tales
avances, los que más bien parecieron ser sancionados, de un modo indirecto, por
los tratados celebrados con la Gran Bretaña en 1667 y 1670. Esto, sin perjuicio de las invasiones
piráticas en las demás costas del Reino, que casi se habían vuelto crónicas: la
ciudad de Granada, en Nicaragua, fue de nuevo, en 1670, presa de los corsarios,
que entraron, como la vez anterior, por el río de San Juan, sin que hubiera
sido obstáculo la sonada fortaleza de San Carlos de Austria, que fue entregada
traidoramente por su Castellano, Gonzalo Noguera Rebolledo, al filibustero
Gallardillo. Los invasores, después de
haberla destruido, se dirigieron a Granada, saquearon esa ciudad, y sin
experimentar resistencia, se retiraron de allí tranquilamente, llevándose
numerosos prisioneros, hombres y mujeres.
Por ese mismo tiempo, el inglés
Morgan que había molestado durante más de dos años las costas del Norte,
después de haber reducido a cenizas la ciudad de Panamá, volvió y amenazó los
puertos de Nicaragua y Costa Rica, haciendo necesario el envío de tropas
auxiliares de Guatemala, para salvar aquellas provincias. Estos sucesos
alarmaron a la Corte de España, hasta entonces indiferente a la suerte de sus
colonias, y mandó fortificar militarmente la boca del río de San Juan.
11o.
Para dirigir la obra de la defensa militar del Río, fue enviado de España el General de Artillería don Francisco
de Escobedo, titulado Gran Cruz de la Orden de San Juan, y Bailío de Lora, a
quien además se nombró Presidente de la Audiencia, y gobernador y Capitán General
del Reino de Guatemala. Llegó a la
capital en febrero de 1672, en donde fue recibido con los festejos y ceremonias
de costumbre, y enseguida se dirigió a trabajar personalmente, y con todo
empeño en la edificación de un castillo sobre el río de San Juan de Nicaragua, al que dio el nombre de Inmaculada
Concepción, y en el que invirtió tres años consecutivos. Este castillo, cuyas
ruinas imponentes existen hasta hoy, con el nombre de Castillo Viejo, está
situado frente del raudal de Santa Cruz, doce leguas abajo del Gran Lago, y
veintiocho arriba del Mar Caribe; es de figura cuadrilonga, y se hallaba dotado
de un caballero, cuatro baluartes, fosos, etc.
Se nombró por su primer
castellano al Maestre de Campo don Gaspar de Inestrosa y Vasconcelos, quien
quedó a las órdenes del Gobernador de la provincia, debiendo sujetarse a las
Ordenanzas especiales del castillo, que formuló y decretó enseguida por el
propio Presidente.
12o.
Existía un fondo público de consideración, que hasta entonces se habían
apropiado los Gobernadores del Reino: consistía en el impuesto de medio real
semanal, que debían pagar los indígenas ocupados en los repartimientos; pero
por real Cédula de 30 de noviembre de
1672, se dispuso que aquel fondo pasara a la Corona, y fuese administrado por
los oficiales reales. De este modo
percibía el Rey, de cada indio, durante
las dieciséis semanas que duraba aquel servicio en el año, una contribución de
ocho reales, que unida a doce de tributo personal, cuatro del tostón que
llamaban del servicio, y dos del fondo de Comunidad, venía a formar la cantidad
de tres pesos dos reales al año.
13o.
El Presidente Escobedo restableció la celebración del aniversario de la
fundación de Tecpán Quanhtemalán, que había caído en desuso, ordenó que en los
días 24 y 25 de julio, se hiciesen la fiesta y el paseo acostumbrados en otro
tiempo, con el estandarte real, y tal como se hacía en el día de Santa Cecilia,
en que se conmemoraba la segunda fundación de
Guatemala en el valle de Panchoy.
Hizo además, solemnes fiestas, el 6 de noviembre del propio año, en
celebración del décimo tercio cumpleaños del Monarca reinante, don Carlos II.
14o.
En los pueblos de indígenas continuaba el abuso de avecindarse los
españoles, los mestizos, y otros individuos de distinta raza, no obstante las
repetidas disposiciones que se habían emitido prohibiéndolo, y los graves
inconvenientes a que daba lugar. Con
efecto, los vecinos españoles y ladinos de dichos pueblos, no se sujetaban a la
autoridad local, ejercida por indígenas, y cometían impunemente muchos
desafueros. El Presiente propuso a la
Corona, que dichos pueblos fueran convertidos en villas con gobierno
particular, que comprendiera a toda clase de personas: pero, como sucedía
siempre, el asunto tardó cinco años tramitándose, y cuando fue resuelto
favorablemente, habían cambiado las circunstancias de la administración y no se
ejecutó lo dispuesto.
15o.
El Gobernador de la provincia de
Costa Rica dio parte de la aflictiva situación en que se hallaba con motivo de
las frecuentes invasiones de los piratas; y pidió al Rey, en 1674 que se le
diera autorización para levantar dos pequeños fuertes en el puerto de Matina, y
organizar una guarnición de cien hombres, encargada de su defensa; pero si bien
se accedió a su solicitud en 1677, fue esto tan tarde, que de nada sirvió la
autorización. Mientras tanto, los
corsarios ingleses se presentaron en el Portete, hoy puerto Limón, y se
internaron el 30 de junio de 1676, en piraguas, por el río Matina, y a pie por
la playa de Moin, en número de más de
800; pero se encontraron con el Gobernador de la Provincia, que llegaba a
batirlos con 500 mosqueteros y 200 indios flecheros, fuerza con la cual los
obligó a reembarcarse precipitadamente, haciéndoles 200 bajas, y quitándoles 4
piraguas.
16o.
Mientras tanto, y por favorecer los intereses de la Casa de Contratación
de Sevilla, se continuaba en las colonias el absurdo sistema de poner
obstáculos al comercio entre unas y otras provincias americanas, sin tomar en
cuenta que la referida Casa de
Contratación, que estaba asegurada con el monopolio del tráfico con estos
países, no cuidaba de surtirlos, siquiera de las mercaderías de que más
necesitaban. Pasaron muchas veces hasta
seis años, sin que viniera a los puertos del
Reino, una embarcación de España; y aunque había estado abierto el
comercio con la isla de Cuba, y venían frecuentemente algunas fragatas de la
Habana al río de San Juan, y otras a Puerto Caballos, sucedió que, a fines del
año de 1676, la misma Casa de Contratación hizo nuevo arreglo con la Corona, en
virtud del cual se comprometió a despachar sus buques a Veracruz por cinco
años, a condición de que no debería volver a tocar las embarcaciones de la
Habana en ningún puerto del Reino de Guatemala. Fue, pues terminantemente prohibido el
tráfico entre la Habana y Guatemala,
privándose así a este país de poder surtirse de ciertos artículos, y de dar
salida a varios de sus productos.
17o. Llegó a noticias del
Presidente, que se preparaban sigilosamente algunas embarcaciones enemigas para
atacar el navío “San Pablo”, próximo a zarpar de Puerto Caballos, cargado de
productos de exportación. Expidiose inmediatamente orden al
Gobernador de Honduras, a fin de que pasase al Puerto descargase el buque, y
con los cañones de éste preparase la defensa en tierra; pero la orden llegó
demasiado tarde, porque el navío se había hecho a la vela, y fue atacado de
camino por tres embarcaciones inglesas, de las cuales pudo afortunadamente
defenderse con su artillería, y verse libre hasta su llegada a Cádiz. La buena noticia de su salvación, fue no obstante amargada con
otra que llegó de Nicaragua, de haber subido el río Coco los piratas, en
compañía de los indios Jicaques, y saqueado la ciudad de Segovia, el 12 de mayo
de 1676.
18o. El justo deseo de aprender y de ilustrarse se
hacía sentir en todo el Reino, y para satisfacerlo se dirigieron repetidas
súplicas al Rey, quien después de largos trámites y consultas, expidió la
Cédula de 31 de enero de 1676, que convirtió en Universidad el Colegio de Santo
Tomás de Guatemala. Era condición
expresa, sin embargo, que sería el Rey el patrono del establecimiento, y que se
colocarían en el edificio las armas reales; leyéndose las siguientes materias:
Leyes, Cánones, Teología dogmática, Teología moral, Medicina y dos Cátedras de
lenguas indígenas. Se asignaba a cada una de las dos
primeras la dotación de $500.00 anuales; a cada una de las segundas $250.00; a
la de medicina, $400.00, y $200.00 a cada una de las de lenguas. Esta disposición mereció general aplauso,
pero no fue sino hasta dos años más tarde, que se procedió a la oposición
pública para las cátedras. La tal
Universidad, en los primeros años de su fundación, no enseñaba cosa que valiera
los sonoros títulos que expedía; fue hasta en 1795, después de más de un siglo
de establecida, cuando en Guatemala adquirió la enseñanza superior alguna
importancia, debido al esfuerzo de hijos sobresalientes que fueron hasta Europa
en busca de luces, con las cuales regresaron, impartiéndolas a la juventud, que
supo aprovecharlas.
19o.
El formal establecimiento de los ingleses en Jamaica, con Gobernadores
nombrados por la Corona Británica, fue durante algún tiempo muy nocivo a las
costas del Norte y Este del Reino, pues los aventureros que se lanzaban en
demanda de botín, en vez de ser reprimidos, eran alentados por el gobierno de
la isla. La Corte de España dirigía, de
tiempo en tiempo, sus quejas a la de Inglaterra, y esta removía al gobernador,
como sucedió con Lord Windsor, en 1663; pero los reemplazaba con otros aún
peores, hasta delegar a Linch, que
comisionó francamente al pirata Juan Morgan, para que hostilizara y pillara los
establecimientos españoles de Maracaibo, Granada, Panamá, Portobelo y Chagres,
aunque esto mismo motivó su remoción en 1673, a solicitud del gobierno
español. No fue sino algún tiempo
después, que llegó nombrado Gobernador de Jamaica el Duque de Abermarle, con
instrucciones de exterminar a los piratas, lo que ejecutó con energía,
ahorcando a cuantos pudo haber a las manos.
Habiendo, quedado desiertas las islas de la bahía de Honduras, por la
traslación de sus moradores a la tierra firme, los corsarios no pudieron
refugiarse en ellas, y procuraron internarse en las costas de la Veracruz y
tierras del Lacandón. Un misionero
dominicano, y algunos españoles que le acompañaban, fueron asaltados por los
ingleses en el camino de Yucatán, torturados, despojados de cuanto llevaban, y
después conducidos a la población, en donde más tarde recobraron su libertad.
20o.
Si la situación de las colonias empeoraba cada día más, con el amago
constante de enemigos exteriores, que a la hora menos pensada invadían el suelo
y saqueaban las poblaciones, en lo tocante a la casta indígena las cosas
andaban peor. Puede juzgarse del abuso
que cometían los descendientes de los conquistadores, con los pobres indios,
por la multitud de leyes que de continuo se daban para protegerlos: en el año
de 1678, nada menos, se expidió una ley de Indias contra la arbitrariedad que
acostumbraban algunos Corregidores, Alcaldes Mayores y Curas doctrineros, de
obligar a los indios a hilar y tejer para ellos, por vía de repartimiento.
21o.
Para colmo de males, en aquellos días de tribulaciones del Reino, el
Obispo de la Diócesis, don Juan de Ortega Montañez, envió malos informes al Rey
contra el Presidente y los Oidores, y logró que de la Corte se mandase un
Visitador y Juez de Residencia, quien se hizo cargo interinamente del Gobierno,
y siguió el correspondiente juicio. El
nuevo funcionario era don Lope de Sierra Osorio, Presidente de la Audiencia de
Guadalajara; desde su llegada confinó a Escobedo a la ciudad de Comayagua, y
alejó a los Oidores, enviando dos a Panamá y los restantes a Santo Domingo,
para mientras se efectuaba el juicio de residencia. Dícese que Escobedo se hallaba falto de
recursos, y no sabía cómo hacer para su viaje, pues la mediana fortuna que
trajo de España, y sus economías posteriores, las había invertido generosamente
en fomentar obras piadosas y de beneficencia; pero que de este apuro vino a
sacarlo la circunstancia de haber sido electo, por aquellos días, Gran Prior de
Castilla, en la Orden de Malta, de la que era caballero. Un buque expreso, enviado por la poderosa
Orden, vino a llevarlo, y a levantar muy alto su prestigio en la hora precisa
de su mayor dificultad. Algún tiempo
después de haber llegado a España fue llamado al Consejo de Indias, en el que
tuvo ocasión de prestar más tarde buenos servicios a este Reino.
22o.
Por ese tiempo la raza primitiva de Guatemala había entrado en el
período de su degeneración. Para dar
respiro a su dura suerte, los pobres indios ocurrían al triste medio de
embriagarse con bebidas alcohólicas, de maíz fermentado, a las que daban el
nombre de chicha, y cuyo abuso los conducía al embrutecimiento y el
idiotismo. Los españoles que encontraban
más fácil la domesticación de siervos degenerados, que la de indios bravíos y
celosos de su libertad, no se oponían a la fabricación ni al consumo de la
chicha; pero ello llamó la atención de las autoridades superiores, y por real Cédula
de 14 de junio de 1678, se previno al Presidente que de acuerdo con el Obispo,
pusiese remedio al abuso de aquella bebida, aunque sin prohibirla por completo.
23o.
Los antiguos Alcaldes ordinarios de Guatemala habían sido sustituidos
por los Alcaldes de la Hermandad, cuyos nombramientos eran de libre elección
del Cabildo, cuidadoso siempre de que recayera en personas aptas y
adecuadas. Después se introdujo el cargo
de Alcalde provincial, de la misma Hermandad, oficio vendible, y que se
remataba en pública subasta, alcanzando algunas veces el precio de seis mil
pesos; pero continuaron siempre los nombramientos de simples Alcaldes de la
Hermandad, que salían a recorrer los pueblos de indios, y cometer excesos
tales, como el de llevarse los ganados, bajo pretexto de que no se les
presentaban las marcas que acreditasen la propiedad, por lo que se dictaron
medidas energéticas tendientes a refrenar esos desmanes, lo mismo que a la
organización de las milicias regulares en todo el Reino, amenazado constantemente
de invasiones vandálicas. Dichas
milicias compuestas de morenos y pardos, o sea de gente de color, desempeñaban
no solo el servicio de guarnición de los puertos, sino también el de las plazas
del interior, pues el elemento blanco dejó de ser soldado, y cuando se hacía
indispensable su servicio militar, se le destinaba a los puestos de jefes y
oficiales, práctica que subsiste hasta nuestros días.
24o.
La situación de estos pueblos, por el mes de marzo de 1679, llegó a ser
cruel y lastimosa, debida a la completa incomunicación en que los mantenía
España, prohibiendo las relaciones comerciales hasta entre las mismas provincias de su dependencia, tan solo para
favorecer el monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla, la que no
despachaba sus buques, desde hacía muchos años, por temor a los corsarios y
piratas. El Ayuntamiento de Guatemala, intérprete del despecho y consternación
general, proyectó que se hiciera una reunión numerosa, en el Palacio, y a
presencia del Presidente, para tratar del asunto y del nombramiento de un
procurador extraordinario, que fuera a España a solicitar activa y
enérgicamente el restablecimiento del comercio con el Perú. Celebráronse al efecto, dos cabildos
preparatorios, uno ordinario, en el que se designaron cuatro sujetos para
elegir entre ellos el procurador, y otro extraordinario y abierto, concurrido
de muchos vecinos, en el que se aumentó a seis el número de candidatos, y se
hizo la designación, que nadie quiso aceptar; quedando por este hecho todo
terminado. Sin embargo, en el mes de
mayo posterior, el Presidente convocó para una nueva reunión en Palacio, a la
que concurrieron la Audiencia y todo los vecinos pudientes de la capital,
pensando, sin duda, que volvería a tratarse del asunto vital que tan
preocupados traía los ánimos. Júzguese
de la sorpresa que experimentaron, cuando el Presidente les leyó una Cédula del
Rey, en la que pedía a sus vasallos le hicieran un donativo gracioso, en
proporción a la riqueza de cada uno. A
pesar del temor y respeto con que se acostumbraba recibir tales mandatos, no
faltó quienes hicieran presente las dificultades en que se hallaba el
vecindario para obsequiar los reales deseos, debido a la miseria suma a que
estaba reducido el país, por la caída de los productos del suelo, que no podían
exportarse, y la prohibición de todo tráfico comercial con las provincias
vecinas. Añadieron, sin embargo, y esto
fue lo acordado, que ofrecían servir al Rey con veinte mil pesos, a trueque de
que les concediera permiso para comerciar con el Perú, hasta en cantidad de
cuatrocientos mil pesos cada año; pudiendo venir vinos de allá, siquiera cuando
no los hubiese en España; y aunque el Cabildo sostuvo después el ofrecimiento,
y dio instrucciones a su procurador en la Corte para que se obligara al pago de
los veinte mil pesos, ofreciendo que se enterarían en la Caja real de Guatemala
tan luego hubiese sido otorgado el permiso referido, por entonces nada obtuvo
el Ayuntamiento.
25o.
Mientras tanto, los repartimientos de indios para las labores rurales
continuaron dando lugar a abusos y vejaciones.
Con tal motivo intervino la Audiencia, expidiendo unas Ordenanzas
especiales, en el mes de marzo de 1680, en las que se mandaba hacer el
empadronamiento de los pueblos de indígenas, y se imponía a los vecinos, la
obligación de presentarse todos los domingos a la autoridad local. Para ser
repartidos por cuartas partes y ocuparse forzosamente en los trabajos del
turno, desde el día siguiente. Quedaba,
eso sí, establecido, que los que fueran repartidos debían ganar un real diario,
y no podrían desertar a media semana; teniendo el propietario derecho a
despedirlos, en cualquier tiempo, y también la obligación de proporcionarles
las herramientas para el trabajo. Se
establecía, del mismo modo, que los repartidos no podrían redimirse ni aun
pagando los seis reales semanales que devengaban, o dando valores que los
representaran, lo mismo que el abuso de obligar a las mujeres a redimir a sus
maridos, o despojarlas de sus prendas para compelerlos volver al trabajo. Quedaban eximidos del empadronamiento,
solamente los gobernadores y alcaldes indígenas y los enfermos, de ahí todos
los demás aun los ricos propietarios, que pertenecían a la comunidad de los
indios, estarían sujetos a los repartimientos.
Las justicias ordinarias deberían nombrar los jueces repartidores, y
pagarlos con el fondo formado con el medio real que se exigía a los
propietarios que recibían indios repartidos.
Tales ordenanzas, como se ve, quitaban de sus labores a los propietarios
indígenas, para entregarlos a un patrón, que les hacía trabajar todo el
día, y les remuneraba con un sueldo tan
miserable, que no bastaba para cubrir ni aun sus más imperiosas necesidades.
26o.
Publícose en España, por aquellos días (1680) la Recopilación de Indias,
famoso Código que contiene todas las disposiciones dirigidas a la
administración civil, militar, económica, municipal y aún eclesiástica de los
vastos dominios de España en América, desde el reinado de Carlos I hasta el de
Carlos II, o sea un lapso de tiempo de cerca de 160 años. En él se registran también varias
disposiciones especiales al Reino de Guatemala.
27o.
Fue terminada, en octubre de aquel año, la edificación de la iglesia
Catedral de Guatemala, comenzada en 1669.
Se dispuso celebrar la inauguración el 6 de noviembre próximo, fecha en
que también se celebraría el cumpleaños del Rey, y su matrimonio con una
Princesa de Francia. Las fiestas duraron
ocho días, siendo en parte religiosas y en parte profanas; pero desplegándose
en ellas un lujo y una ostentación que hasta entonces nunca jamás se habían
visto.
28o.
En aquel mismo año, fue promovido don Lope de Sierra Osorio a Oidor de
la Chancillería de Granada, en España, y vino a subrogarlo en la Presidencia y
Gobernación interina del Reino, el Licenciado don Miguel Augurto y Alava.
Cuestionario
1,¿Cómo hizo su
viaje el Presidente Caldas, y que le aconteció de camino? 2. ¿Qué pasó en su
llegada a Guatemala? 3. ¿Qué dificultad hubo para la posesión y qué propuesta
hizo el Presidente a la Corona de España para la conquista de los choles y
lacandones? 4. ¿Quién levantó la
fortaleza de San Carlos de Austria, y cuál fue la recompensa que obtuvo? 5. ¿A qué
se redujo la expedición del Presidente Caldas a Nicaragua, y qué le contestó el
Consejo de Indias. ? 6.¿Qué dispuso el Presidente hacer con la Catedral, y
quién fue Pedro Betancourt? 7. ¿Cuáles fueron los disgustos que ocurrieron con
los individuos de la Audiencia, qué motivó la caída del Presidente Caldas,
quién le sucedió, y cómo terminó sus días?
8.¿Qué pasaba con el comercio exterior? 9. ¿Qué sucedía con los ingleses
establecidos en Yucatán, y con los corsarios, piratas y filibusteros en las
poblaciones del Pacífico y qué se dispuso? 10.¿Quién vino de España a levantar
el castillo del río de San Juan, con qué carácter llegó, y cómo llenó su
cometido? 11.¿Qué impuesto sobre los indios pasó a la Corona, y a cuánto
ascendió? .12.¿ De qué fondo público se habían apropiado los gobernadores del
Reino, cuánto producía anualmente y qué dispuso acerca de esto el Rey? 13.¿Cuál
fiesta restableció en Guatemala el Presidente Escobedo, y qué dispuso para la
celebración del cumpleaños del Rey? 14. ¿Qué dispuso la ley recopilada que
reglamentaba los pueblos de indios y por qué no pudo dársele todo su
cumplimiento? 15.¿Qué invasiones hubo en
Costa Rica, y qué pidió al Rey el Gobernador? 16.¿Qué pasó con el tráfico entre
Guatemala y la Habana, y cómo se portaba la Casa de contratación de Sevilla? 17.
¿Qué fue lo que ocurrió con el navío “San Pablo” y qué mala noticia llegó a
Guatemala referente a piratas en Nicaragua? 18. ¿Cuándo se estableció y en qué
forma la Universidad de Guatemala, y qué se enseñaba en ella? 19. ¿Qué sucedió
con el establecimiento de los ingleses en la isla de Jamaica, y con los
corsarios que se internaron en la tierra firme del Reino? 20. ¿Cuál era la
situación de las colonias centroamericanas, y qué nuevos abusos se cometían con
los indios en su repartimiento? 21. ¿Por qué motivo llegó un Visitador a
Guatemala, qué disposiciones tomó, y cómo terminó el Presidente Escobedo? 22. ¿Qué pasaba con la raza primitiva de
Guatemala, y a qué expediente ocurría esta para olvidarse de su suerte? 23. ¿Cuántas
clases de Alcaldes hubo en Guatemala, qué pasaba con la Hermandad, y cómo se
hacía el servicio militar? 24. ¿Hasta dónde llegó la falta de comunicación
interior en que mantuvo España a Guatemala y sus provincias, qué pusieron las
autoridades del Reino y el vecindario de Guatemala? 25. ¿Por qué la Audiencia
expidió unas ordenanzas especiales, para el manejo y gobierno de los indios
repartidos, y qué se disponía en ellas? 26. ¿Qué famoso Código se publicó en
España en 1680, y qué disposiciones contenía? 27.¿Cuándo se terminó la Catedral
de Guatemala, y cómo fue inaugurada? 28. ¿Quién subrogó en la Presidencia y
Gobernación de Guatemala al Oidor Osorio y en qué fecha se fue éste?
CAPITULO XXII
PRESIDENCIA DE AUGURTO Y ALAVA Y DE ENRIQUEZ DE
GUZMAN
1681-1687
--------
Llegada del Presidente don Miguel de
Augurto y Alava-Reúnense en Guatemala tres Presidentes-Son provistas las
cátedras de la Universidad-Alternan en las Alcaldías los peninsulares con los
criollos-No se da entero cumplimiento a la Ley de reducción de los pueblos
indígenas-Agítase la cuestión del comercio con el Perú-Llega el Presidente don
Enrique Enríquez de Guzmán-Mejora y ensanche de los hospitales-Se pide que los
buques de la armada de Barlovento lleguen a estas costas-Esfuerzos de los
frailes domínicos por la catequización de los indios-Repítense las solicitudes
pidiendo se conceda a Guatemala el comercio exterior-Invaden y saquean los
piratas, las provincias de Nicaragua y Costa Rica-Ocurre un ruidoso pleito
entre el Gobernador y el Obispo de Chiapas-Regresa a España el Presidente
Enriquez de Guzmán.
- - -
1o.
El Licenciado don Miguel de Augurto y Alava, Caballero de la orden de
Alcántara y Oidor de México, vino a Guatemala a subrogar al Señor Sierra
Osorio, tanto en el gobierno del Reino de Guatemala, como en el cargo de
Visitador general, para concluir el juicio de residencia del Presidente Escobedo,
que todavía se hallaba pendiente. Fue
recibido con menos pompa que algunos de sus antecesores, aunque no faltaron ni
el besamanos, ni las corridas de toros, ni el caballo enjaezado, ni el
banquete; pero todo ello con más modestia que otras veces. Se hallaba en aquella fecha (1681) en
Guatemala el General Escobedo, quién después de haber peregrinado por Comayagua
y Nicaragua volvía a la capital, en donde pasaba su vida pobre y desamparado de
sus amigos. Debido a esta circunstancia
hubo el caso muy raro de que se juntaron en aquella vez tres presidentes: el
entrante, el saliente y el residenciado.
2o.
Aunque desde el mes de diciembre de 1678 se abrió la oposición a las
cátedras que debían establecerse en la Universidad de Guatemala y fueron provistas
en diferentes sujetos, se quejó al Rey el señor Alava de la festinación con que
el Presidente interino don Lope de Sierra Osorio, había procedido en el asunto
para evitar su intervención. El Rey con
ese informe, solo aprobó la provisión de las cátedras de Teología, Filosofía y
Lenguas Indígenas; y previno que se pusieran edictos en México para las de
Instituta, Cánones y Medicina. Como en
México no hubo opositores, dispuso el Rey que se fijasen otros edictos en la
Corte, y allá se adjudicaron: la cátedra de Cánones al Dr. don Bartolomé de
Amézquita; la de Leyes al Dr. don Pedro de Ozaeta, y la de Medicina al Dr. don
Miguel Fernández. Además, la provisión
de una de las cátedras de Teología, hecha en Guatemala, no fue aprobada por el
Rey, a causa de que había sido uno de los opositores el Dr. don José Daílos,
Arcediano de la diócesis, y consideró el Consejo de Indias que se le había
hecho agravio con no preferirlo. En
consecuencia se le mandó dar la cátedra y se le nombró además primer Rector de
la Universidad de San Carlos, mientras llegaban los catedráticos propietarios,
se abrió el año lectivo el 5 de enero de 1681, con profesores interinos y más
de sesenta estudiantes, dándose al acto la mayor solemnidad posible. Hizo los estatutos universitarios el Oidor
don Francisco de Sarasa y Arce, y los remitió al Consejo para su aprobación en
aquel mismo año de 1681.
3o. La alternativa de peninsulares y
criollos para los oficios de Alcaldes, introducida por la costumbre, había
merecido la aprobación del Consejo, y continuó practicándose como medida justa
y conveniente, pero al comenzar el año de 1682, el Presidente Alava propuso que
se modificara la forma de dicha alternativa, ejerciendo durante seis meses cada
uno de los dos Alcaldes la presidencia del cabildo. Aceptó la idea el Ayuntamiento y la reforma
se mantuvo en observación durante la presidencia del señor Alava.
4o.
Con motivo de que en la Recopilación de Indias, recientemente publicada,
figuraban las diversas disposiciones omitidas en diferentes tiempos respecto a
reducciones y pueblos de indígenas y en las que se prohibía a los españoles,
negros y mestizos, avecindarse en pueblos de naturales, se trató de desalojar a
los que estaban avecindados en los pueblos de Petapa, Amatitlán y Escuintla,
para agregarlos a la capital o formar con ellos poblaciones nuevas como estaba
mandado; pero aquella disposición fue resistida por el Ayuntamiento porque
desmembraba el corregimiento de la ley, hubo comisionados nombrados al efecto,
mas el Ayuntamiento con súplicas o intrigas logró que la ley no continuara
surtiendo sus efectos en aquellos pueblos.
5o. En 1681 volvió a suscitarse la
cuestión del comercio con el Perú. El Procurador que tenía la ciudad en la
Corte, dio aviso de que el Consulado de Lima pedía al Consejo de Indias se
otorgara el permiso para el despacho de vinos y productos de aquel Reino al de
Guatemala bajo la base de quedar cancelada la obligación de remitir 200,000
ducados. En vista de esto el Cabildo
acordó escribir al Rey y al Fiscal del Consejo, diciendo que si no se concedía
el permiso sin limitación o sea sin rebajar los 200,000 ducados, no se
aceptaría la merced. Más tarde se
dispuso decir al agente, que obligara a la ciudad a recibir hasta cinco mil
botijas de vino de España, a trece pesos; y que respecto al comercio con el
Perú, pidiese que se permitiera la venida de un navío con 200,000 ducados y
frutos, pero sin cacao de Guayaquil; y que de los puertos de este Reino fuera
otro con géneros de Castilla y de la China y frutos de la tierra; que
haciéndose la concesión en los términos expresados pagaría al Ayuntamiento los
veinte mil pesos ofrecidos al Rey; y que en caso de no hacerse así, pidiera que
se cerraran por completo a todo el comercio del Perú, los puertos de Acajutla,
Realejo y demás del Reino; exigiendo sí, que el consulado de Sevilla se
comprometiera a enviar cada dos años, doce mil botijas de vino que pagaría la
ciudad. Las reales resoluciones, como
siempre, quedaron aplazadas por mucho tiempo.
6o.
En fin del año de 1683 vino a hacerse cargo de la Presidencia don
Enrique Enríquez de Guzmán, Caballero de la Orden de Alcántara e individuo del
Consejo de Guerra y de la Junta de Indias y Armadas. Desembarcó en Puerto Caballos, y fue recibido
con demostraciones semejantes a las que se habían hecho a su antecesor.
7o.
Uno de los asuntos a los que consagró preferente atención el nuevo
Presidente, fue la mejora y ensanche de los hospitales de la ciudad. Había dos: el antiguo de Santiago, fundado
para españoles, que contenía solo cuarenta camas, y ocupaba un local
insuficiente y el de San Alejo, establecido para indígenas, y cuyo estado era
también muy poco satisfactorio. Estaba
recomendada en varias células la unión de ambos hospitales, y tocó al
Presidente Enriquez efectuarla, para la cual compró dos casas contiguas al de
Santiago, juntos de ese modo los dos hospitales subió a sesenta el número de
camas. En esta mejora, y en la
construcción de una enfermería amplía y cómoda, se gastaron cinco mil pesos,
que dio de su propio peculio el Presidente.
8o.
Las arbitrarias exigencias del consulado de México, respecto al comercio
que hacía Guatemala por Veracruz, y lo costoso de aquella vía, mantenían
exasperados a los habitantes de este Reino.
El Ayuntamiento encargó a su agente en la Corte solicitara formalmente
la expedición de una cédula en que se previniera, que algunos de los buques de
la Escuadra de Barlovento vinieran a nuestras costas, siempre que fuese
necesario, para limpiarlas de los piratas que las infectaban, pues hacía 30 años
que el Reino de Guatemala contribuía para los gastos de la Armada de
Barlovento, sin que jamás esta se hubiera aparecido por nuestros puertos. La solicitud, como tantas otras anteriores,
no fue atendida, y los corsarios y piratas continuaron molestando a mansalva a
las embarcaciones que se aventuraban a arribar a las costas del Norte.
9o.
Repetíanse de tiempo en tiempo las tentativas de los misioneros
dominicos establecidos en la Verapaz para continuar las reducciones de indios
infieles que habitaban al Norte de aquella provincia; y aunque lograban al
pronto los misioneros catequizar algunos indios salvajes, y formar poblaciones
regulares, desaparecían éstos de la noche a la mañana, viéndose obligados a
huir para salvar sus vidas. En una de
tantas entradas hechas por los dominicos en tierra del Manché, lograron formar
varios pueblos; pero el Alcalde Mayor de Verapaz sujetó enseguida a los indios
a grandes extorsiones y con esto los manchasen, auxiliados por los Yaxanos,
tribu vecina, se armaron y se dispersaron.
En 1685 algunos de los mismos dominicos que conocían a indios de los
choles, penetraron al interior de las tierra de estos, logrando reunir hasta
300 formando con ellos un pueblo, al que se agregaron más tarde familias de los
jactanos, cuchinos, jichalnoes, canetzones, canetrines, piacos, chumpandos,
chunquíces, matcines, y otras. Este
pueblo fue incendiado, cuatro años después y los misioneros tuvieron que huir
desnudos para salvarse. Los indios de
Cahabón pidieron entonces permiso para entrar a las montañas a recoger a los
dispersos, y habiéndoseles concedido, pudieron reunir en diferentes entradas
que hicieron, hasta 300 choles, que situaron en el valle de Urrán, donde existe
hoy el pueblo de Santa Cruz del Chol.
10o.
El Procurador que el Ayuntamiento de Guatemala mantenía en la Corte,
promovió nuevamente ante el Consejo, el asunto de la permisión de los vinos del
Perú para este Reino, conforme a instrucciones un tanto enérgicas que se le
suministraron en 1683. Había la
circunstancia favorable de ser a la sazón miembro del Consejo de Indias, el
general Escobedo y el Licenciado Sierra Osorio, ex-Presidentes de Guatemala y
Fiscal, el Licenciado Balverde, ex-Oidor de la Audiencia, quienes tomaron
verdadero interés en favor de la solicitud, en la cual llevábamos sesenta años
de gestiones con insistencia. Nunca como
entonces tomó tanto calor la tramitación del asunto: hubo conferencias,
alegatos, discusiones y mucho empeño de parte de los amigos de Guatemala, y
después de tanta alharaca, votó el Consejo en 1685, que se consultara al Rey,
si permitía que fueran cada año, del Perú a Guatemala, dos navíos con vinos y
200,000 ducados de plata para comprar frutos del país y que esta concesión
fuera perpetua sin que se permitiera llevar cacao de Guayaquil. El Procurador del Ayuntamiento había hecho
también gestiones en el sentido de que volviera a abrirse el comercio del Reino
de Guatemala con la Habana; pero el Consejo no precipitaba sus resoluciones y
la solicitud corría sus trámites muy despacio.
11o.
Las provincias de Nicaragua y Costa Rica continuaban sufriendo las
hostilidades de los corsarios y piratas ingleses, así por los puertos del
Norte, como por los del Sur. En junio de
1684 volvió a aparecer en las costas del golfo de Nicoya el famoso William
Dampier con sus piratas, pero no quedó tan impune como la vez anterior, porque
los indios acaudillados por su cacique, los repelieron violentamente, sin
darles lugar a tomar sus lanchas, obligándolos a echarse a nado para embarcarse
en sus navíos, algunos de los cuales les fueron quemados. Más tarde, en agosto, reapareció el mismo
pirata por la boca del río Tempique, y bajó dos canoas con gente, que también
fue rechazada, dejando diez muertos en el combate. En los años de 1685 y 1686, saquearon los
piratas la ciudad de Esparta, incendiándola por segunda vez; de nuevo volvieron
en enero y febrero de 1687 a la provincia de Nicoya, en la cual penetraron
catorce leguas, destruyeron algunos pueblos, después saquearon e hicieron 35
prisioneros. En la provincia de
Nicaragua invadieron también la ciudad de León en 1685 y la saquearon, sin que
se atreviera a impedirlo un cuerpo de tropas que estaba a la vista; y el 7 de
abril del mismo año desembarcaron en el puerto de Escalante, a 20 leguas de la
ciudad de Granada, que estaba defendida por catorce cañones. Con menos de 400 hombres asaltaron la plaza y
la ocuparon el día 9, sin mucha dificultad, incendiando 18 casas y retirándose
después de haber saqueado la población.
Los piratas envalentonados por el éxito, se mostraban cada día más
osados, hasta llegar un momento en que se temió que incendiasen la propia
capital del Reino. Con efecto, circuló
en aquellos días la noticia de que intentaban desembarcar en Iztapa, y marchar
sobre Guatemala, por lo cual se reunió la Junta General de guerra y acordó
hacer plaza de armas el pueblo de Escuintla, convocando a compañías de
milicianos, de las que se nombró jefe a don Melchor de Mencos y Medrano. Hizo este levantar trincheras en los pasos
estrechos del camino, y mostró mucha actividad y celo en el desempeño de su
cargo; permaneciendo en Escuintla hasta el 23 de noviembre, en que se le
retiró. Se dijo después en la capital
que los corsarios ingleses habían entrado en Golfo Dulce, con 21 piraguas, y
que se disponían a subir el río Motagua, e internarse en la Verapaz. Con esta noticia se mandaron alistar dos
compañías de soldados nombrándose al mismo don Melchor de Mencos para que fuese
con ellas y con la más gente del país, que le pareciese, a impedir las
hostilidades que pudiesen intentar los enemigos.
12o.
En los años de 1685 y 1686 ocurrieron graves disensiones entre el Obispo
de Chiapas, y el Gobernador de Soconusco, por haber mandado este funcionario a
la iglesia del pueblo de Mapastopeque hacer entrega de su hacienda
perteneciente a cierta cofradía. El
Prelado ordenó la devolución de la finca y excomulgó al Gobernador; éste
ocurrió a la Audiencia en solicitud de una carta de fuerza, que le fue
otorgada, para el caso de que el Obispo no le concediera la apelación que había
interpuesto de la sentencia y no le levantara la excomunión. Notificado el Obispo, contestó que absolvería
al Gobernador si así se lo pedía. y que la apelación sería también otorgada con
la misma condición; pero hacía presente, que una declaratoria de fuerza, ligeramente expedida, no era ajena a las
censuras. Molesta la Audiencia con su
respuesta, expidió una segunda provisión en que se conminaba al Prelado con una
multa de $500.00 de oro y se le amenazaba con extrañamiento, y con la ocupación
de sus temporalidades. Contestó el
Obispo, que había mandado entregar los autos al Apoderado del Gobernador y
también absolver a este de la excomunión, tan luego devolviese la hacienda de
la cofradía; que por lo demás su persona estaba a disposición de los que fuesen
a prenderla, y sus bienes listos para el secuestro; protestando, sí que en su
diócesis y fuera de ella tenía el derecho para apercibir a sus expulsores. Despáchole la Audiencia una tercera
provisión, a la que contestó: que sí el apoderado del Gobernador no ocurría por
los autos para seguir la apelación ante el metropolitano, ni solicitaba
absolución restituyendo la hacienda, no era culpa suya; y que si a él lo
expulsaba, iría a poner en conocimiento del Rey lo que hacían sus Ministros en
su real nombre. Pasó, sin embargo,
algún tiempo y dio lugar éste a la llegada de una disposición del Rey, a
quien se había dado cuenta del asunto, en la que rogaba y encargaba al Obispo
absolviese al Gobernador con solo prestar caución de restituir la hacienda a la
cofradía tan luego se lo ordenara un juez competente. Replicó el Prelado que no era eso lo que le
correspondía por derecho, y que la caución que debía prestar el Gobernador
debía ser la de estar a lo juzgado y sentenciado por el Tribunal. En esta situación las cosas, embargaron los
bienes y rentas al Obispo, quien escribió a uno de los Oidores quejándose de la
injusticia del procedimiento. Intervino
entonces el Presidente, proponiendo al Obispo que levantara la excomunión al
Gobernador, y que este depositara la hacienda en otras manos. Y manifestábanse acorde las partes con este
arreglo, cuando el Alcalde Mayor de Ciudad Real tomó cartas en el asunto,
previniendo al Prelado que saliese de la ciudad y de su distrito sin dar lugar
a que se le echara por medios violentos.
El día 15 de septiembre le dirigió el último requerimiento, y a las dos
de la tarde publicó un bando, convocando a los vecinos para que se presentasen
armados el día siguiente por la mañana, bajo pena de la vida y secuestro de bienes
si no lo hacían. Concurrieron
puntualmente los vecinos, y sin duda hubieran procedido a lanzar al Obispo, si
este no hubiera enviado recado al Alcalde Mayor, proponiéndole un arreglo a fin
de evitar mayores males. Quedó convenido
que el Gobernador depositaría la hacienda y recibiría la absolución,
desistiendo de la apelación interpuesta, y dándose cuenta de todo al Presidente
y a la Audiencia. El asunto llegó
también a conocimiento del Consejo de Indias, cuyo fiscal improbó las cartas de
fuerza de la Audiencia, y censuró duramente los procedimientos del Gobernador
de Soconusco, y del Alcalde Mayor de Cuidad Real, pidiendo que se procediese contra ambos funcionarios; pero en
ese estado del asunto, llegaron cartas
del Presidente de Guatemala y los autos con la providencia de que no se llevase
a efecto el extrañamiento del Obispo, y todo fue aprobado.
13o.
Deseoso de regresar a España el General Enríquez de Guzmán dimitió del
mando desde 1687 y fue reemplazado en el año siguiente por el General don Jacinto
de Barrios Leal, caballero de la Orden de Calatrava, a quien el Rey otorgó el
respectivo nombramiento.
CUESTIONARIO
1.
¿Cuándo llegó el Presidente Alava a Guatemala, con qué carácter oficial
fue enviado y cuántos Presidentes se juntaron en esa vez en la Capital del
Reino? 2. ¿Cómo se proveyeron las cátedras de la Universidad, de qué modo se
dio principio a los estatutos y quién hizo los estatutos universitarios?
3.¿ Qué propuso el Presidente acerca de
la costumbre de la alternativa de peninsulares y criollos en las alcaldías y
qué resolvió el Ayuntamiento? 4. ¿Qué pasó con la ley que prohibía en los
pueblos de indígenas el que se avecindaran españoles y mestizos? 5. ¿En qué
quedó la cuestión de comercio con el Perú, nuevamente suscitada en 1681? 6.
¿Cuándo se hizo cargo de la Presidencia don Enrique Enríquez de Guzmán, dónde
desembarcó y cómo fue recibido en Guatemala? 7. ¿Cuál fue uno de los asuntos a
que consagró preferente atención el Presidente Alava y qué éxito alcanzó? 8.
¿Qué solicitó el Ayuntamiento referente a los buques de la Armada de
Barlovento? 9. ¿Qué hubo acerca de las tentativas de los misioneros dominicos
para continuar las reducciones de los indios, y qué les sucedió en ese empeño?
10. ¿Qué pidió el procurador del Ayuntamiento de Guatemala en la Corte y qué
fue lo que obtuvo? 11. ¿Qué invasiones
de corsarios y piratas se verificaron en las provincias de Nicaragua y Costa
Rica? 12. ¿Qué disputa tuvo el Obispo de
Chiapas con el Gobernador de la misma provincia, qué consecuencias trajeron y
cómo terminaron?
CAPITULO XXIII
PRESIDENCIA DE LOS GENERALES BARRIOS LEAL Y SANCHEZ
DE BERROSPES
1688-1702
- - -
Llegada a Guatemala del Presidente
Barrios Leal, después de haber sido prisionero de los piratas - Con él llegan también cuatro letrados - Por
sus diferencias con la Audiencia viene de España un Juez Pesquisidor - Asume
este el mando y confina al Presidente -
Absuelto más tarde el señor Barrios Leal, recobra su alto puesto y
dispone la conquista del Itza o Petén - Organiza una expedición militar, y
deposita el mando - Avanza con sus tropas; pero tiene que regresarse, dejando a
sus capitanes la continuación de la conquista - Se retiran también estos - Asume el mando nuevamente el general Barrios
Leal, pero se enferma y muere en Guatemala -
Le sucede interinamente el Oidor Scala, quien continua la conquista del
Itza - El nuevo Presidente don Gabriel Sánchez Berrospe suspende la conquista
- La continúa el Capitán
Arismendi.- Se funda el Colegio de
Cristo en Guatemala.- Son muy reñidas las elecciones en Granada - Aparecen los establecimientos ingleses en la
costa de Mosquitos - Llega de España el Visitador Madriz - Comete escandalosos
abusos y se le obliga a marcharse - Regresa más tarde de México en son de
guerra, es derrotado, y en México se le captura y remite preso a España - Renuncia el Presidente Berrospe y se va del
país.
- - -
1o.
En el mes de enero de 1656 llegó a Guatemala el señor General don
Jacinto de Barrios Leal, Caballero de la Orden de Calatraba y nuevo Presidente
del Reino, en subrogación del señor General Enríquez de Guzmán. Al desembarcar en la Costa Atlántica, fue
capturado por los piratas, quienes lo despojaron de todo cuanto traía; pero
pudo continuar enseguida su viaje y llegar a la capital, donde fue muy bien
recibido y festejado. Con él llegaron
también cuatro letrados para integrar el tribunal de la Audiencia.
2o.
A pesar de la moderación con que comenzó a ejercer el Gobierno, no tardó
mucho en alterarse su buena armonía con la Audiencia, hasta producir choques
que le trajeron la separación por cuatro años del puesto que ocupaba. Originó este desacuerdo su pasión por una
mujer de escaso mérito, de la que también se hallaba enamorado el Oidor
Valenzuela, que era uno de los cuatro letrados que había venido
acompañándole. Fueron tomando cuerpo las
diferencias nacidas de esta rivalidad, hasta el punto que los desafectos
dirigieron representaciones al Monarca, en quien lograron producir una
impresión desfavorable al General Barrios Leal.
Ordenó entonces el Gobierno español, al Licenciado don Fernando López
Ursino y Orbaneja, Oidor de la Real Chancillería de México, que pasara
enseguida a Guatemala con el carácter de Juez Pesquisidor y que tomara
residencia al Capitán General.
3o.
El 25 de enero de 1691 presentó sus reales despachos el señor López
Ursino, y asumiendo las funciones oficiales del presidente Barrios Leal, ordenó
a éste su retiro a Ciudad Vieja, primeramente, y más tarde a la ciudad de Santa
Ana, en la provincia de San Salvador, mientras instruía el proceso de
residencia en su contra. Terminado que
fue, remitiéronse los autos al Consejo de Indias.
4o. -
El Juez de Residencia permaneció en Guatemala, ejerciendo las funciones
de Presidente de la Audiencia, y Gobernador del Reino, hasta diciembre de 1694
en que recibió la real Cédula de 10 de mayo del año anterior, que absolvía al
señor Barrios Leal de todo cargo, y mandaba restablecerlo en su alto empleo. La
administración del señor López Ursino fue del agrado general, porque supo
distinguirse como gobernante recto y respetuoso a la Ley. El Consejo de Indias, sin embargo, encontró
incorrecciones en el proceso de residencia del Presidente Barrios Leal y por
ello fue multado en cuatro mil pesos, que tuvo que pagar antes de
ausentarse. Regresó enseguida a la
ciudad de México, dejando en Guatemala gratos recuerdos y muchas simpatías.
5o.
Apenas restablecido el Presidente, tomó empeño por llevar a efecto la
conquista del Petén y Lacandón. Se dice que ese empeño obedecía más que al
crédito que le traería ante la Corte empresa tan difícil, al deseo de
perjudicar a los enemigos que le acarrearon su confinamiento y residencia. Confirmaba el encono que sentía por tales
sucesos su quiebra con el Alcalde Mayor
de Huehuetenango, que era íntimo amigo suyo, por haber alojado en su casa al
Juez Pesquisidor, cuando iba de regreso a México. Además, al Oidor Valenzuela, a quien había
confinado desde antes de la llegada del Juez Pesquisidor, no le permitió que
volviera a Guatemala al ejercicio de sus funciones.
6o.
Desde 1692 se había expedido la real Cédula en que se prevenía hacer la
conquista pacífica del Petén y Lacandón, encomendándola, en caso de aprobarla
la Audiencia, al Capitán Juan de Mendoza, que había entrado antes en la
Taguzgalpa de Honduras, y que pidió al Rey el mando de la expedición del Itza o
Acalá, nombres que también se daban al Petén; pero aquella Cédula llegó a
Guatemala durante el juicio de residencia del Presidente, y el Juez Pesquisidor
se abstuvo de darle cumplimiento, en atención al carácter provisional de su
administración. Dedicose sin pérdida de
tiempo, el Presidente a preparar lo necesario para ir en persona al Petén, y
dispuso tomar el mando de la división que debía entrar en aquel territorio por
Ocosingo; los otros dos jefes expedicionarios, que eran los capitanes Melchor
Rodríguez y Juan Días de Velasco, debían encaminarse respectivamente por
Huehuetenango y Verapaz, en defecto del Capitán Juan de Mendoza a quien se
refería la real Cédula, por ignorarse el paradero de este. Cada una de estas tres divisiones se componía
de soldados escogidos, para dar seguridad a los religiosos, a quienes se iba a
confiar la conquista por los medios pacíficos.
Hechos todos los preparativos, recogidos los donativos o sea lo
detallado a los vecinos para contribuir a la expedición, el Presidente nombró
para que le acompañara al Dr. Amézquita y a varias personas de las principales
familias, depositando enseguida el gobierno en el Oidor don José de Scals, a
quien no correspondía de rigor ese depósito; pero en quien lo hacía para
mortificar así a los demás Oidores, que se habían manifestado hostiles en la
secuela del juicio de residencia.
7o.
Las tres divisiones se pusieron en marcha para sus respectivos destinos,
experimentando penalidades sin número al penetrar en los bosques y selvas del
territorio de la conquista. Después de
muchos días de sufrimiento, llegó el Capitán General Barrios con su gente a una
población del Lacandón, a la que puso el nombre de Villa de los Dolores; envió
emisarios en busca de los habitantes que habían huido con anterioridad, y
construyó un fuerte o reducto provisional, que dejó a cargo de 30 soldados
españoles e indios, el 29 de abril de 1695.
De aquel lugar al Itza o laguna de Petén, había una gran distancia, y el
señor Amézquita, que iba como Auditor, recibió encargo del Presidente de
avanzar hasta allá, con alguna gente armada; caminó por espacio de 18 días,
sufriendo todo género de privaciones por causa de las fuertes lluvias, el
crecimiento de los ríos y la falta de abastos; cansado de tantas fatigas, sin
hallar lo que buscaban, regresose a la Villa de Dolores, en la que ya había más
de 400 indígenas ocupando sus antiguos hogares.
El regreso de Amézquita, verificado el 10 de mayo, desalentó al
Presidente, quien, desconfiando de sus esfuerzos, en medio de tantas
dificultades, y además enfermo decidiose a regresar a la ciudad de Guatemala
con todo su séquito, aplazando para otra fecha la conquista del Itza.
8o.
El Capitán Juan Díaz de Velazco había entrado con su gente por la
Verapaz, por el mismo camino que trajo Hernán Cortés de México en el siglo XVI,
y sufrió igualmente toda clase de contratiempos en tan quebrado y montañoso
territorio. Aunque el Alcalde Mayor de Cobán había recibido orden de enviarle víveres
y otros auxilios, llenó solamente a medias su encargo, privándolo de tan
necesarios recursos. Después de largas y
penosas jornadas en las que tuvo que abrir caminos, construir ranchos y batirse
constantemente con los indios enemigos, llegó a un punto en el río Chacal,
distante más de treinta leguas de Cahabón, y allí resolvió, el 24 de abril,
volverse al lugar citado, en vista de las copiosas lluvias, escasez de abastos
y ataques constantes de los naturales.
En su viaje de regreso experimentó las mismas o mayores dificultades y
llegó a Cahabón con su tropa fatigadísimo y medio enfermo. Participó entonces al Oidor Scals, encargado
de la Presidencia de Guatemala, todo lo ocurrido y el Oidor improbó su conducta
y le previno regresar al punto abandonado, parapetarse en él y esperar órdenes
del señor Barrios Leal; pero el Capitán Velazco y los suyos en vez de hacerlo
así, regresaron precipitadamente a Guatemala, obligados por la necesidad.
9o.
El Capitán don Martín de Ursua
Arismendi, que con poca y escogida gente había salido de Campeche en
junio de 1695, avanzó con menos dificultades durante varios días; pero sabedor,
cuando iba de camino, de que el señor Barrios Leal, con quien debía proceder en absoluto acuerdo, se había
vuelto a Guatemala, regresó a Campeche para tomar un descanso y esperar nuevas
órdenes.
10o. Una vez restituido a Guatemala el
señor Barrios Leal, recobró el mando y dictó disposiciones conducentes a
continuar la conquista del Petén; pero minada su salud por causa de la
expedición, se enfermó gravemente y expiró el 12 de noviembre de 1695.
11o.-
Por muerte del señor Barrios Leal, se encargó nuevamente del gobierno
interino del país, el Oidor don José Scals, que continuó dictando disposiciones
para la conquista del Itza. En junta general
se acordó organizar dos divisiones con religiosos, soldados e indios; debiendo
penetrar una de ellas por Huehuetenango, y la otra por la Verapaz, bajo el
mando respectivamente del Capitán don Jacobo de Alcáyaga y del Licenciado don
Bartolomé de Amézquita, agregándose a este el Capitán Días de Velazco y el
Cronista Jiménez. Las dos expediciones
iban alentadas con la noticia de haberse sometido voluntariamente el Rey Caneo
del Itza al Capitán don Martín de Ursua y Arismendi, a quien dejamos en Campeche,
a la muerte del Presidente Barrios Leal.
12o.
El Capitán Díaz de Velazco llegó con su gente a Cahabón en enero de
1696, y el Licenciado Amézquita con la suya, en febrero inmediato. De aquel lugar salieron ambas divisiones,
algunos días después y continuaron en marcha hacia el Nopán, no sin haber
sufrido penalidades sin cuento al atravesar aquel suelo tan lleno de
obstáculos. Dispúsose allí, que avanzara
Velazco con unos cuantos hombres y que el
resto se quedara con Amézquita,
para marchar después en pos de aquel.
Avanzó Velasco hasta el río Chacal el 27 de marzo, y continuó en busca
del Itza; pero próximo ya a este lugar, fue atacado de improviso por los
indios, que vencieron y asesinaron después a todos los expedicionarios. Mientras tanto, no recibiendo el Licenciado
Amézquita noticias de aquellos desgraciados, púsose en camino para la laguna,
el 21 de marzo; llegó allí, y divisó la isla del Petén; pero como carecía hasta
de balsas para poder pasar, regresó al Chacal, perseguido de cerca por los indios. Dispuso en seguida retroceder a San Pedro
Martín, en donde pensó estar menos mal, y construyó allí un baluarte
provisional en el que guareció su gente.
13o.
La otra expedición confiada al Maestre de Campo don Jacobo de Alcayaga,
había tomado por el lado de Huehuetenango, llegado a la villa de Dolores del
Lacandón, cuyos indios, mansos y catequizados, lo recibieron con cariño. De este punto y atravesando barrancos y ríos
partió Alcayaga en busca de pueblos lacandones, y encontró los de Peta y Nop,
cuyos habitantes se trasladaron a Dolores.
Hizo luego construir piraguas para ir al Itza por el río Lacandón, y con
auxilio de hombres y víveres que le llegaron oportunamente de Guatemala, navegó
río abajo 32 leguas hasta la confluencia de otro río mayor que va al Atlántico
y por el cual continuó su marcha arriba durante más de 100 leguas, sin hallar
el Itza o laguna que buscaba. Abrumados
por la fatiga, los expedicionarios resolvieron volverse, entrando en Dolores,
el 29 de abril del mismo año.
14o.
En el entretanto había hecho su entrada a la ciudad de Guatemala, desde
el 25 de marzo de 1696, don Gabriel Sánchez de Berrospe, nombrado Gobernador,
Capitán General y Presidente, cesando ahí la segunda interinidad del Oidor don
José de Scals. El nuevo gobernador era
muy entendido en asuntos de política y administración, y sabedor del
descontento que ocasionaba en el país la conquista del Itza, ordenó la
concentración inmediata de las expediciones que estaban a cargo de Amézquita y Alcayaga, a la ciudad
capital, dejando solamente una escolta de 30 hombres en la villa de Dolores.
15o.
El Capitán don Martín de Ursua y
Arísmendi, que expedicionaba por cuenta propia, continuó en 1697, sus
expediciones conquistadoras, saliendo por segunda vez a Campeche, el 24 de
enero, con buenos soldados y abundantes provisiones. Al encontrarse en la laguna del Petén,
construyó una galeota y una piragua, en las cuales embarcó 108 soldados
españoles y algunos cañones pequeños, dejando en tierra como reserva 127
hombres con las grandes de artillería.
El 13 de marzo atacó la isla mayor del Petén, que defendía con numerosa
gente el Rey Caneo: después de un terrible combate, que duró dos horas, fue
tomada la plaza, y sojuzgado el territorio.
Hízole saber inmediatamente al Capitán General de Guatemala y este le
rindió las gracias por sus servicios, y le ordenó dejar 50 hombres escogidos en
el Petén, enviándole dinero suficiente para el mantenimiento de aquella
guarnición, que Ursua colocó en su reducto de la isla construido por él.
16o.
Mientras tanto, el Presidente Berrospe, interesado en la civilización de
los indios, dispuso en 1697, que los del Chol, que ya se hallaban catequizados,
fueran colocados en agrupaciones regulares en el pueblo de Belén, sacándolos de
la montaña del Chol, comisión que confió
a don Diego Pacheco, Alcalde mayor de la Verapaz: dos años después hizo que don Martín de Ursua y Arismendí volviese
al Petén para que procediese de acuerdo con los jefes de la gente enviada en
aquel año desde Guatemala, a establecer definitivamente en la isla y en otros
puntos, las familias indígenas que se habían ausentado. Don Melchor de Mencos fue el Capitán
designado entonces para ir con tropa del país, y se reunió con Ursua cerca de
la laguna del Petén, cumpliendo ambos en la mejor armonía la comisión, y
dejando en el Petén un jefe civil otro militar, algunos religiosos, catorce
familias españolas, un cirujano y varios oficiales mecánicos llegados todos de
Guatemala.
17o.
Conseguido por el señor de Ursua el importante objeto de la conquista y
pacificación del Petén, que había embargado su atención y sus recursos,
solicitó del Rey el premio correspondiente a tan valioso servicio, y algún
favor además para los cabos que en la expedición le habían ayudado eficazmente. Pretendía que se le concediera el título
de Adelantado del Itza, y demás naciones
indígenas por él sojuzgadas, y una encomienda de indios por valor de 4,000
ducados de producto al año para sí y sus sucesores. El asunto se tramitó con las prolongadas
dilaciones que solía dispensar a tales solicitudes el gobierno español, y en
idas y venidas, traslados y dictámenes, pasaron los años, a lo que parece, sin
resultado práctico para el interesado.
18o.
En el año de 1698 llegó a Guatemala la real licencia para fundar en la
capital un convento del colegio de Cristo, destinado a la conversión de indios
infieles. Inmediatamente se dio
principio en el barrio de San Jerónimo, a la construcción de los edificios y
del claustro y de su iglesia anexa, que fueron suntuosos, merced al concurso
eficaz del señor Sánchez de Berrospe, y a las considerables sumas de dinero
legadas por el vecino don Juan de Langarin.
De ese convento salieron más tarde recoletos16
a la catequización pacífica de indios en las provincias de Nicaragua y Costa
Rica.
19o.
En la provincia de Chiapas hubo por aquel tiempo un suceso
desagradable. El Gobernador de Tuxtla
provocó con sus excesos, en 1693, motines escandalosos, y no solo no se le
castigó, a pesar de lo que previno la Audiencia al Alcalde Mayor don Manuel de
Maisterra, sino que desatendiéndose este de sus deberes, trató duramente a los
indios. No pudiendo estos tolerar tantas
vejaciones, asesinaron al referido Alcalde Mayor, al Gobernador de Tuxtla y a
un alguacil; pero las autoridades de Guatemala, contra lo que había de
esperarse, escarmentaron a los indígenas, ahorcando a unos y confinando a
otros.
20o.
Como los cargo públicos locales se vendían en pública almoneda al mejor
postor, resultó que en 1698 y algunos otros años subsiguientes, no estuvieron
en número completo los Ayuntamientos porque, debido a la suma pobreza del
Reino, los vecinos carecían de los medios de comprar los cargos vendibles.
21o.
En 1696 fueron muy reñidas en Granada, de la provincia de Nicaragua, las
elecciones municipales, dando origen a divisiones en bandos exaltados, y a
disturbios y riñas. En ese mismo año los
ingleses establecieron cortes de madera en la Costa de Mosquitos, de la misma
provincia, y comenzaron a introducir furtivamente por ese lado sus artefactos y
mercaderías.
22o.
Dos años antes, en junio de 1694, se habían amotinado en Guatemala los
milicianos del barrio de San Jerónimo, para salvar de la cárcel a unos cabos
detenidos por faltas de subordinación; armáronse y consiguieron su objetivo,
turbando momentáneamente el orden público.
Este incidente, y algunos manejos impuros de empleados inferiores del
Fisco, en el laboreo de las minas del Corpus, sirvieron de pretexto al Consejo
de Indias para enviar a Guatemala un Visitador y Juez Pesquisidor, nombrado más
bien para atender recomendaciones valiosas de particulares en favor de don
Francisco Gómez de la Madriz; y aunque la misión de este solo se limitaba a
esclarecer esos puntos y a residenciar a los Oidores Amézquita y Ozneta
acusados de turbulentos, el visitador, que era un desalmado ambicioso, se
entendió desde su llegada con ambos Oidores y, de avance en avance, llegó hasta
confinar al Presidente, primero y después al Oidor Duardo, en quién el
Presidente había delegado sus facultades durante su ausencia. La Audiencia intervino entonces, y se produjo
la división de la ciudad en dos bandos, los cuales también se dividieron,
apoyando los dominicos y los franciscanos a la Audiencia, y los jesuitas y las
demás órdenes al Visitador y Juez Pesquisidor.
El vecindario se armó, la Audiencia hizo aumentar la fuerza pública; y
cuando el conflicto llegaba a su mayor altura, intervino a su vez el Obispo que
era partidario del Visitador, y obtuvo una transacción, en virtud de la cual,
se estipuló que abandonaría éste la ciudad, y se iría del país, recibiendo
cuatro mil pesos por cuenta de salarios, escolta para su resguardo, salvo
conducto para él y todos los que quisieran acompañarle, y además una real
provisión de amparo. Salió por fin de
Guatemala Gómez de la Madriz, acompañándole una escolta de 30 soldados, muchos
clérigos, varios vecinos y un tren de 30 mulas y 60 indios, que llevaban el
oro, la plata y demás objetos que representaban las granjerías que en tres y
medio meses supo hacer en el país.
Llegados a Tehuantepec, los viajeros continuaron hacia la ciudad de
México, dando siempre escándalos en las poblaciones del tránsito; pero
informado de todo el Virrey, ordenó a Madrid que se apartara del camino real, y
se mantuviese confinado en un lugar que le señaló, hasta tanto que el Gobierno
español no resolviera lo conveniente.
23o.
La ausencia del Visitador, sin embargo, no calmó en absoluto la
inquietud en que se hallaba la ciudad de Guatemala pues los ánimos habían
quedado ocultados y la presencia del Visitador en el territorio vecino
alcanzaba a sus partidarios, quienes propalaban su próximo regreso y hacían
propaganda en su favor, anunciando que uno de sus primeros pasos cuando se
encargara nuevamente del poder, sería la supresión del tributo que pagaban los
indios. Estos, halagados con tales
promesas, promovieron asonadas en favor de las revueltas, y fueron los primeros
en salir al encuentro del Visitador, que entendido con el Gobernador de
Soconusco, quebrantó el confinamiento en que lo mantenía el Virrey de Nueva
España, y se presentó en Soconusco en 1701.
Reuniéndole ahí varios de sus partidarios españoles, y también muchos
indios, con los cuales organizó su primer núcleo revolucionario, que despertó
general inquietud en Guatemala, San Salvador y demás secciones del Reino. El Presidente y la Audiencia sin pérdida de
tiempo, levantaron tropas para develar aquella facción, tanto más terrible,
cuanto que los Obispos de Guatemala y Chiapas se habían pronunciado en su
favor, y lanzaban excomuniones en contra de los que la combatían; pero al saber
el Visitador que se aproximaban aquellas tropas, se asiló en el templo
parroquial de Escuintla, en Soconusco, y de allí impartió sus órdenes para la
defensa, pues además de los indios contaba con 300 españoles provistos de
artillería, que tenía colocada en un punto estrecho y ventajoso. La suerte de las armas le fue, no
obstante, adversa en el pueblo de
Huehuetán a cuatro leguas de Escuintla después de un combate sangriento y
decisivo. Huyó Gómez de la Madriz a
Tabasco, y allí le hizo prender y llevar a México, el Virrey de Nueva España,
para remitirlo a España bajo partida de registro.
24o.
Lleno de desaliento el Presidente Berrespo y pensando que su separación
podría contribuir a tranquilizar los ánimos exaltados aún, dirigió su renuncia
irrevocable al consejo de Indias, en el propio año de 1701 cuando regresaban a
Guatemala las fuerzas victoriosas de Huehuetán.
Le fue admitida en términos muy honrosos, y se le concedió que diera su
residencia por medio de apoderado, para que no demorase su regreso. En consecuencia, se despidió de Guatemala en
principios de 1702, dejando depositado en la Audiencia al gobierno del Reino,
mientras llegaba de España el sucesor que nombrase el Monarca.
25o. Al volver la espalda al siglo decimoséptimo,
segundo de nuestra vida colonial, cuya historia dejamos resaltada bravamente,
séanos permitido tomar un descanso y dividir nuestro trabajo, poniendo fin al
volumen primero de esta obra, que concluirá en el siguiente con la narración
cronológica de los demás sucesos históricos, hasta el desaparecimiento de la
entidad política que se llamó Provincias Unidas de Centro América.
CUESTIONARIO
1.- ¿Cuándo llegó a Guatemala el
General Barrios Leal, qué le pasó de camino, quiénes lo acompañaron, y cómo fue
recibido? 2. ¿Qué motivó su desacuerdo con la Audiencia y qué consecuencias le
trajo esto? 3. ¿Por qué llegó el Visitador Ursino a Guatemala y qué fue lo que
hizo? 4. ¿Cuánto tiempo permaneció el Visitador encargado del gobierno, cómo se
portó y qué le exigió después el Consejo
de Indias? 5. ¿Cuál fue el empeño que tomó el General Barrios al hacerse de
nuevo cargo del poder y a qué se atribuyó? 6. ¿Cómo se dispuso la expedición
militar encargada de la Conquista del Petén, a quiénes se encomendó, y en quién
depositó la Presidencia el General Barrios Leal? 7. ¿Hasta dónde penetró el
Capitán General con sus tropas, cuáles fueron sus operaciones de guerra y por
qué se regresó? 8. ¿Por dónde entró con su gente el Capitán Velazco, hasta qué
punto llegó y qué más hizo después? 9. ¿Hasta qué lugar llegó el capitán
Arismendi y por qué no continuo avanzando? 10. ¿Qué fue lo que hizo el Capitán
General, así que llegó a Guatemala, y cómo terminó su vida? 11. ¿Quién sucedió
interinamente al general Barrios Leal y qué fue lo que se dispuso acerca de las
conquistas del Petén y Lacandón? 12. ¿Hasta dónde llegaron los jefes
expedicionarios con sus respectivas divisiones, y qué fue lo más que
hicieron? 13. ¿Cómo se condujo la
expedición confiada al Maestre de Campo Alcayaga, hasta donde llegó y que éxito
obtuvo? 14. ¿Cuándo verificó su entrada a la capital el nuevo Presidente
Berrospe, qué clase de persona era este, y qué resolvió acerca de la conquista
del Petén? 15. ¿Qué fue lo que hizo el capitán Arismendi por cuenta propia, qué
éxito alcanzó, y cómo apreció sus servicios el Capitán General de Guatemala?
16. ¿Qué fue lo que dispuso el Presidente Berrase acerca del modo de civilizar
a los indios, y cómo lo realizó? 17. ¿Qué
solicitud dirigió al Rey el Capitán Arismendi y qué recompensa obtuvo en premio
de sus servicios? 18. ¿Cuándo llegó a Guatemala la licencia para fundar el
Colegio de Cristo, a qué se destinaba éste y cuándo y cómo se construyó? 19.
¿Por qué fue asesinado el gobernador de Tuxtla y cómo procedieron las
autoridades de Guatemala con este asunto? 20. ¿Qué sucedió con la venta de los
cargos públicos? 21. ¿Cómo fueron las elecciones municipales en la ciudad de
Granada de la provincia de Nicaragua, y en qué fecha comenzaron a establecerse
los ingleses en la costa de Mosquitos de la misma provincia? 22. ¿Por qué mandó
el Consejo de Indias al visitador Madriz, qué motivó la salida de éste de
Guatemala y por qué fue confinado al pasar por México? 23. ¿Cuándo y cómo
regresó a Guatemala el visitador Madriz, qué le pasó en Soconusco y cómo
terminó su jornada? 24. ¿Por qué se llenó de desaliento el Presidente Berrase,
qué determinación tomó y cómo fue su retiro?
FIN DEL TOMO I
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