domingo, 11 de septiembre de 2016

III Historia de la Costa de Mosquitos: CAPITULO III Durante el Siglo Décimo Sexto de JDG

Historiador José Dolores Gámez 




CAPITULO III

Durante el Siglo Décimo Sexto

Resumen.—Capitulación con Felipe Gutiérrez.—Su mal éxito.—Exploración del Río San Juan.—Calero explora hasta el Coco.—Asiento con Diego Gutiérrez.—Su expedición y muerte.—Encargo al obispo Zayas.—Se comisiona a Ortiz de Elgueta.—Le sucede Juan Cavallón.—Conquista en Costa Rica.—Divídese la Costa en dos provincias.—Capitulación con Diego López.—Costumbres de los indios.—Los corsarios se apoderan del San Juan.—Ordénase la conquista pacífica de la Costa.—Mala situación de las colonias.—Penetra Drake en el Pacífico.—Madrigueras de los piratas.—Aparecen Drake y Parker sucesivamente en la costa del Norte.—Rasgos biográficos de Drake.—Hostilidades del gobierno inglés.—Defensa de Acajutla.—Incendio de Puerto Cortés.—Situación de las colonias al terminar el siglo.

Habían pasado más de veinticinco años después de los sucesos referidos en el capítulo anterior y nadie en España había vuelto a ocuparse en iniciar la conquista de la Costa honduro-nicaragüense. Fue hasta el 24 de Diciembre de 1534, cuando el rey de España, don Carlos I, accediendo a las repetidas solicitudes de su criado Felipe Gutiérrez, convino en concederle el título de Gobernador de la Provincia de Veragua que comprendía, según la capitulación celebrada, desde los límites de Castilla de Oro, reducida entonces a la llamada Tierra Firme, hasta el Cabo Gracias a Dios inclusive a lo largo de la Costa Atlántica.  Felipe Gutiérrez aunque llegó a su destino, no conquisto nada y no avanzó más adelante del territorio que fue después Costa Rica, en el cual logró fundar una malograda colonia a inmediaciones del río Belén, que fue acosada por los ataques de los indios vecinos.  Estos privaron a Gutiérrez a mucha parte de su gente que murió en los combates, y pusieron tal terror en el débil ánimo de Felipe, que huyó cobardemente  y a escondidas para las colonias vecinas, dejando abandonados a sus demás hombres  y a merced de sus enemigos.
En 1537 envió el gobernador de Nicaragua, don Rodrigo de Contreras a explorar la comunicación interoceánica que suponía en el río del Desaguadero del lago, hoy río de San Juan.  La expedición era numerosa e iba al mando de los capitanes Alonso Calero y Diego Machuca de Suazo, que llevaban orden para descubrir y conquistar todo el mayor territorio que pudiesen.  Calero que iba a la vanguardia salió con una parte de la expedición por la desembocadura del río hasta el Mar Caribe, al que tomó equivocadamente por otro lago semejante al que dejaba atrás, y trató de explorarlo avanzando hacia el Norte a lo largo de la costa sin desembarcar hasta llegar al río Coco, que subió por algunas millas, pero sin internarse en el territorio adyacente.  Era aquella la segunda expedición española que recorría la Costa; y, como cuando Colón, tampoco se visitó su territorio.
Transcurrido un año, en 1540, la Corona nombró a Diego Gutiérrez, hermano de Felipe, gobernador de la provincia de Cartago, creada ad hoc en la parte de Veragua que se había excluido del Ducado concedido a los herederos de Colón.  A dicha provincia se le fijaron sus límites desde donde concluían las veinticinco leguas en cuadro dadas al Duque de Veragua hasta el río Grande o Aguán al Poniente del  cabo Camarón; límites en que se comprendía la mayor parte de la Costa de Mosquitos.
Diego Gutiérrez se trasladó a América y penetró al interior de Nicaragua por el río San Juan, permaneció allí dos años en disputas con el gobernador Contreras en el deslinde de sus respectivas jurisdicciones, y se regresó después por el propio río llevando una expedición con la cual marchó sobre Costa Rica. No tuvo entonces, ni tampoco después, tiempo para visitar la costa nicaragüense, porque aquella expedición fue para él un desastre en el cual perdió la vida a manos de los indios del interior de  Costa Rica.
La falta de nuevos conquistadores para aquella región inexplorada determinó la real cédula de 9 de Mayo de 1545 en la que se encomendaba al obispo de Nicaragua don Antonio Zayas, por estar más cercano, la asistencia espiritual de toda esa costa y se le encarecía la necesidad de poblarla. Pendiente aún este encargo, confirió el Rey al Alcalde mayor de la misma provincia, Licenciado don Alonso Ortiz de Elgueta el encargo de conquistar el trozo de tierra comprendido entre la provincia de Nicaragua y la de Honduras y el Desaguadero, que no era otro más que la inexplorada costa en la cual según decía la real cédula de 13 de Diciembre de 1559, “había muchos indios sin lumbre ni fe religiosa”. Esta dirigió el Rey a la Audiencia de los Confines, en 5 de Febrero de 1561, para que lo traspase , en falta del Licenciado Juan Cavallón, que había sido nombrado por la misma Audiencia, a uno de sus oidores, y en último caso a la persona que le pareciera mejor.
El Licenciado Cavallón salió de la ciudad de Santiago de Guatemala, hoy Antigua, llevando la gente y objetos necesarios para su empresa.  Llegado a Nicaragua reclutó más gentes en las ciudades de León y Granada y acabó de preparase para la expedición; pero pereciéndole preferible, tomó para Costa Rica, cuya conquista lleva a efecto en su mayor parte.  Pasó nuevamente a Guatemala, en 1562, y poco después pasó a servir el puesto de Fiscal de la Audiencia de los Confines.
El 1º. de Diciembre de 1573 la Corona celebró capitulaciones con el capitán Diego de Artieda que se había ofrecido para hacer a sus propias expensas el descubrimiento y población de la Provincia de Costa Rica y toda su costa, la cual corría “desde la boca del Desaguadero hasta los confines del Veragua por la mar del Norte”. Se le hizo merced de la gobernación y capitanía general de la misma provincia y de la gobernación de Nicaragua y Nicoya.  Artieda tampoco hizo cosa alguna digna de mencionarse en la Costa de Mosquitos, para la cual tenía dada la Audiencia el mismo encargo al licenciado Cavallón, que expedicionaba aún en territorio costarricense.
En 1576 encontramos la Costa Atlántica honduro-nicaragüense, dividida nominalmente en dos porciones bien demarcadas que llevaban los nombres de Taguzgalpa, Tauzgalpa o Taxnalpa y de Tologalpa.  Esta última correspondía a la jurisdicción de Honduras y arrancaba desde el cabo Camarón hacia el Norte hasta la  boca del río Grande o Aguán; la otra desde el cabo mencionado hacia el Sur hasta la boca del río de San Juan y correspondía a Nicaragua.  Esta división, así deslindada aparece en una real cédula de Felipe II, data en Febrero del mismo año, en que manda celebrar asiento o capitulación con el capitán Diego López, vecino de Trujillo para la conquista y población de la Taguzgalpa.  El capitán López, como sus antecesores no supo llenar su compromiso y después de él no humo más nombramientos  de gobernador ara la mencionada Taguzgalpa.
Mientras tanto, toda aquella rica y fértil región continuó en completo abandono de los conquistadores españoles, que parecía no se daban cuenta exacta de su importancia y valor.  Apenas los religiosos de Guatemala intentaron penetrar, llevados de su celo apostólico; pero fueron a estrellarse en más de una ocasión contra la barbarie y terquedad de aquellos feroces montañeses.
Las costumbres de los indios de la Costa, por este tiempo, según e oidor Palacios, “eran las de salvajes que poco se diferenciaban de los brutos.  Vagaban por espesas montañas sin cuidarse ni de las lluvias, ni de las fieras, ni de los reptiles venenosos; llevaban por vestido una faja atada en medio del cuerpo e iban armados con una lanza que en la punta tenía un diente de lagarto (caimán). Sus alimentos estaban limitados al plátano, al pescado y a las frutas silvestres”.
La situación de aquella costa se hizo más difícil para las autoridades españolas en el mes de Enero de 1578, en que el obispo Zayas informó al Rey, que si bien “la tierra estaba por ganarse y los indios de guerra e idólatras”, las dificultades para su conquista se hacían insuperables con la  ocupación de las bocas del río San Juan por los corsarios, los cuales capturaban todo lo que entraba y salía por aquel puerto.
Pero a pesar del informe episcopal, ordenó el Rey a la Real Audiencia de Guatemala, con fecha 15 de Abril de 1585 que procediese al descubrimiento y conquista pacífica de la Taguzgalpa.  En aquel tiempo se había acentuado más la división de la Costa en las dos grandes pociones que mencionamos antes, y había sido desatendida la solicitud que hizo desde Trujillo, en 28 de Mayo de 1584, el gobernador de Honduras Rodrigo Ponce de León, para “descubrir y poblar el rincón llamado la Taguzgalpa”.
La situación política no era sin embargo la más a propósito para andar en descubrimientos y conquistas en la Costa Atlántica, en donde desde 1570 los piratas hacían constantes correrías.  Los colonos de las provincias vecinas, llenos de terror no pensaban más que en procurarse medios de defensa contra aquel peligro inmediato que parecía mayor cada día.
Los piratas llegaron al extremo de no dejar salir nada del reino de Guatemala por el mar del Norte, sino por los puertos de Veracruz o Cartagena, de donde los navíos salían escoltados por buques de guerra.  Pero en 1579 penetraron también los piratas en el mar del Sur por el estrecho de Magallanes, al mando Drake, y el tráfico comercial de Centro América tuvo que hacerse por el lago de Granada y el río de San Juan.  En la parte baja de este, esperaban noticias o mandaban a reconocer la salida, y si estaba limpia de enemigos, las embarcaciones salían y se dirigían por la Costa hasta Nombre de Dios o Cartagena; pero también los piratas para vigilar este tráfico establecieron en la Costa una madriguera en la laguna de Perlas y otra en la de Bluefields en 1589.
Así quedaban las cosas en las postrimerías del siglo XVI; siendo la Provincia de Nicaragua, tanto para lo civil como para lo eclesiástico, la gobernación y el obispado que habían de apoyar; cuando no iniciar aquellos avances de la conquista y población de la Taguzgalpa, hoy Mosquitia hondureña. Mas para ejecutar de un modo constante y normal sobre aquella zona las jurisdicciones radicadas en Nicaragua, era obstáculo permanente la áspera condición de las tribus indias que allí moraban, el que se agravó más con la presencia de los piratas, que hizo imposible toda tentativa de conquista de procedencia  española. “El embrión de la historia sucesiva, según el decir de un autor moderno, se contiene en ambos obstáculos, pues, a lidiar con ellos se redujo  en puridad, la vida de los dos siglos siguientes por aquella parte de las Indias.
En Enero de 1579 había aparecido en la Costa Norte de Honduras el corsario inglés Guillermo Parker, sembrando espanto con sus depredaciones.  Los corsarios eran hermanos gemelos de los piratas y solo se diferenciaban de estos en que llevaban patente de corso extendida por algún gobierno, en guerra con otro,  para que en su nombre le hicieran todo el mal posible.
Poco tiempo después volvió a ser visitada la misma Costa por el célebre corsario Francisco Drake, terror de los mares y favorito del gobierno inglés.
Como en la historia de la piratería y el corso del siglo XVI ocupó lugar prominente ese famoso pirata, vamos a permitirnos reproducir algunos ligeros rasgos biográficos suyos, que le harán ser conocido mejor.
Nació en Javistok (Condado de Devon) en 1540.  Hijo de padres pobres tuvo por cuna la cala de un buque, fue el mayor de doce hermanos y quedó muy niño confiado al patrón de una barca, el cual, al morir, le dejó su pequeña embarcación.
Era entonces Drake un buen marinero, ero carecía de conocimientos teóricos que adquirió bajo la dirección de un pariente suyo, llamado Juan Hawkings.
A los 18 años de su edad entró a servir a bordo de un barco mercante destinado al golfo de Vizcaya, y dos años más tarde  hizo con el empleo de teniente, un viaje a las costas de Guinea.
En 1565 arriesgó todas sus economías en un negocio que debía realizarse en las Indias Occidentales, de acuerdo con el capitán Juan Lovel.  Al llegar al río de la hacha vio confiscado su cargamento por os españoles, y deseoso de venganza, movido además de la codicia vendió su barco y se alistó en 1568 al servicio de Juan Hawkins, que preparaba un desembarco en Méjico.  Obtuvo entonces el mando de La Judith y dio prueba de la mayor bravura en un combate desastroso para los ingleses, sostenido contra los españoles en el golfo de Méjico.
Arruinado por segunda vez pero no desalentado, sirvió a varios armadores, hizo otros dos viajes al Nuevo Mundo, adquirió en ellos un conocimiento exacto de las costas americanas y compró luego dos naves de 70 y 250 toneladas respectivamente, Pasea y Siván;  de las cuales dio el mando de la primera a su hermano Juan se reservó el de la otro para sí mismo.  En ellas embarcó 63 hombres, tres pinazas en piezas y víveres y municiones para un año.  Había jurado odio eterno a los españoles y se propuso con estos medios cumplir su juramento.  Comenzaba su vida de pirata.
Salió Drake con su expedición el 24 de Mayo de 1572, llegó el 28 de Junio a la vista de la isla Guadalupe y anclando el 12 de Julio en su puerto, armó sus pinazas, las echó al agua el 20, se dirigió hacia el istmo de Panamá, desembarcó en río Franciscanos con 150 hombres, marchó contra la villa de Nombre de Dios, se apoderó del puerto, saqueó la población, y perseguido por los españoles tuvo que salvarse a nado.  Poco después capturó una nave española, de 90 toneladas, con cargamento de vino y se fue a descansar a una pequeña isla. De allí se dirigió a Cartagena de Indias, el 13 de Agosto siguiente, donde apresó dos buques castellanos y adquirió también los víveres y municiones de dos fragatas.  Así provisto se trasladó al istmo de Panamá, penetró calladamente hasta una abra del interior y sorprendió en camino para Nombre de Dios tres convoyes de mula, cargadas de oro y plata, que le sirvieron para llenar sus naves con el precioso metal, enterrando lo que no le cupo, que fueron 15 toneladas de oro y plata, en un arroyo cenagoso.  Dos días más tarde incendió los almacenes de Venta Cruz, causando con esto a los españoles una pérdida de más de doscientos mil ducados.  Volvió en seguida a río Franciscano y partió con la tripulación de un buque francés, que le había ayudado en las dos últimas empresas, el producto de estas dos correrías.  Allí, desde la cumbre de una montaña divisó el Mar del Sur y resolvió como lo hizo más tarde, llevar sus naves  a aquellas aguas, seguro del daño que volvería a causar a los españoles, y al cabo de algunos días de reposo partió para Inglaterra, donde desembarcó el 9 de Agosto de 1573.
En Londres equipó por su cuenta tres fragatas con las que secundó a Walter Deveroux, conde Essex, en sus ataques a Irlanda.
Muero el conde en 1573, volvió Drake a Inglaterra y fue presentado a la reina Isabel, que aprobó su proyecto  de penetrar en el mar del Sur y saquear las poblaciones españolas.  Al efecto recibió el mando de cinco naves con una tripulación de 164 marinos escogidos.
El 27 de Noviembre de 1577 tocó el infatigable pirata  en Mogador, hizo construir una pinaza, y siguió costeando el África, apresando algunos barcos españoles. El 24 de Enero siguiente desembarcó en la isla de Mayo y dio libertad a sus prisioneros, a los que abandonó la pinaza, que tenía respuesta con una nave portuguesa que había apresado pocos días antes y unido a su Escuadra.  Pasó en seguida a la isla del Fuego, llegó el 4 de Abril a las costas del Brasil y entró el 26 del mismo mes en el río de la Plata, aunque sin detenerse; y después de haber desembarcado en las costas de Patagonia, frente a la bahía de las Focas, saltó nuevamente a tierra en el puerto San Julián, el 10 de Junio, para ahorcar al capitán Daugthy que servía a sus órdenes.
El 25 del mismo mes de Junio entró en el estrecho de Magallanes por el que pasó al mar del Sur después de 26 días de navegación.  Sufrió varias penalidades de poca importancia, pero perdió cuatro de sus naves, dos de ellas en la travesía del Estrecho, y con la única que le quedaba fue arrojado por el mal tiempo hasta el 57º de latitud Sur, viéndose obligado a anclar en la extremidad de una tierra cuya posición no está bien determinada.  De aquí llegó con gran trabajo a la isla Mocha en 29 de Noviembre y avanzó hacia las costas de Chile en las que capturó un buque español que se hallaba en Valparaíso cargado con 400 kilogramos de oro, 1770 botijas de vino de Chile, piedras preciosas y algunas mercancías.  Bajó enseguida a tierra y saqueó la iglesia de un pueblo vecino.
El 8 de Diciembre de 1578 partió Drake de Valparaíso, desembarcó en Coquimbo de donde fue rechazado, y ya en el año siguiente entró en el puerto de Arica, se apoderó de los cargamentos de tres barcos, consistentes en lingotes de plata y ricas mercancías; se presentó el 13 de Febrero siguiente en el Callao, cortó allí los cables de 12 naves, y hallándose en Payta supo de un barco español que ricamente cargado había salido para Panamá. Persiguiéndolo sin descanso logró al fin capturarlo, encontrando en él gran cantidad de perlas preciosas, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata en lingotes y 3 cajas de plata amonedada, cuyo valor total se calculó en novecientas mil libras esterlinas.
Drake avanzó rápidamente hacia el Norte, y el 15 de Abril de 1579, salió a tierra en Aguatulco de la costa de Méjico, se apoderó de muchos valores y entregó la población a las llamas.  Deseoso sin embargo, de volver a Inglaterra y temeroso de ser atacado por los españoles en el Estrecho de Magallanes, buscó un paso por el Norte de América, llegó hasta el 43º de latitud Norte, pero hallando solo un frío extremo, descubrió al 38º de la misma latitud y ancló el 17 de junio al Norte de California en bahía a la que dio el nombre, San Francisco, que conserva hasta el día.
Tomó enseguida posesión del país en nombre del gobierno inglés y le dio el nombre de Nueva Albión; más habiendo renunciado a seguir buscando un paso por el Norte de América, se dirigió hacia las Mohicas el 29 de Septiembre a las que llegó el 14 de Noviembre.  Continuó su viaje hacia el Sur y tras varias vicisitudes arribó al cabo de Buena Esperanza en los primeros días de Junio de 1580, y a Plymouth en 3 de Noviembre del mismo año, habiendo dado vuelta al mundo.
Los enemigos del pirata, al que muchos tenían envidia le acusaron de haber realizado sus depredaciones cuando Inglaterra no estaba en guerra con España; y el embajador español, don Bernardino de Mendoza entabló las más apremiantes reclamaciones; pero la Reina, aunque no desconocía cuan irregular era la expedición de Drake, emprendida en plena paz para saquear las colonias españolas, estaba admirada del valor del pirata, y seducida con la idea de repartir el botín, no quiso sacrificar a aquel valiente, y antes bien le nombró caballero y aceptó una fiesta que él le dio en Deptford, a bordo del mismo buque que había hecho tan memorable viaje.
El 15 de Septiembre de 1585 volvió a salir Drake de Plymouth con una flota de 23 navíos en los que embarcó 2.300 soldados o marineros.  Hizo algunas presas en las costas de España, se dirigió luego a las islas de Cabo Verde donde saqueó e incendió la ciudad de Santiago; dióse a la vela para las islas Occidentales; fue rechazado de Cartagena que intentó tomar; invadió la ciudad de Santo Domingo que se rescató por veinticinco mil pesos; costeó la Virginia y San Agustín en la Florida; ancló luego, en 27 de Abril de 1586 en Roancke, asiento de una colonia inglesa, e hizo en seguida rumbo hacia Inglaterra, evitando encontrarse con una Escuadra española que iba en su persecución, y llegando a Portsmouth después de una campaña de diez meses, en la que causó a los españoles pérdidas estimadas en 600 mil libras esterlinas.
En 1587 recibió Drake el mando de una escuadra compuesta de 30 navíos con los cuales se presentó en Cádiz y causó algunos daños en el puerto.  Se dirigió al Cabo San Vicente, dio muerte a todos los pescadores que halló en la costa, avanzó hacia la desembocadura del Tajo y se apoderó de San Felipe, galeón de 1.200 toneladas que llegaba de las Terceras con rico cargamento.
En 1588 fue nombrado vice-almirante de la marina inglesa y tuvo al mando de una de las divisiones de la armada.
En 1589 salió Drake de Plymouth con una escuadra de 80 navíos por lo menos, llevando a bordo once mil soldados para procurar la corona de Portugal al pretendiente Antonio.  Puso sitio a la Coruña y aunque tuvo que levantarlo por el heroísmo de sus defensores, incendió en su retirada a Vico y desembarcó en Plymouth.
El 24 de Agosto de 1594 salió nuevamente Drake del puerto de Plymouth con su amigo Juan Hawkins, mandando los dos almirantes una escuadra de 23 navíos en los que iban 2.500 hombres. Inútilmente trataron de tomar una de las Canarias en 27 de Septiembre, y el 12 de Noviembre atacaron con el mismo mal resultado a Puerto Rico en donde murió Juan Hawkins.
Drake emprendió el viaje de regreso a Europa y tocó en río Hacha el 11 de Diciembre de 1594, incendiando esta población y la de Santa María, Nombre de Dios y otras varias.  El almirante inglés, después de estas fechorías, resolvió pasar a la isla del Escudo y de allí a Puerto Bello; pero atacado de un flujo de sangre, sucumbió en la travesía, siendo su cuerpo encerrado en una caja de plomo y arrojado al mar por los 90º de latitud Norte.
Drake hizo pocos descubrimientos, pero despertó el genio de la navegación en su patria y prestó un servicio inmenso a Europa en la importación de patatas, desconocidas hasta entonces en aquellos climas; conquistándose, sin embargo, un nombre terrible, que ha sido maldecido en prosa y verso, atribuyéndole un carácter feroz e intratable, y presentándolo como un aborto del infierno, mientras biógrafos lo colman de elogios.
Volvamos a nuestra relación de los sucesos que se verificaban en las costas del mar del Norte.
El gobierno inglés, durante el reinado de Isabel, soberana enérgica y autoritaria mantuvo sus hostilidades contra Felipe II Rey de España con quien estaba chocada por cuestiones religiosas con motivo de haber sido adoptado en Inglaterra el protestantismo calvinista. Fue por ese motivo principalmente por el que Isabel arrojó a Escocia a los auxiliares franceses, envió un ejército a los Países Bajos y autorizó a Drake y otros aventureros para emprender una guerra de piratería en contra de España y sus posesiones en América.  Francisco Drake apareció entonces hostilizando con más vigor las posesiones españolas, y en 1586, después de haber ocupado la isla de Santo Domingo y atacado sin éxito la Habana, cruzó el estrecho de Magallanes, penetró en el Pacífico y apareció frente las costas de San Salvador. Tan luego fue visto se pusieron en Acajutla seiscientos soldados españoles y más de 800 indios y mulatos para dar protección a una escuadra del Perú que estaba anclada en aquel puerto.  En esta vez se dijo que Drake había desembarcado en un punto cercano a la misma costa, llamada Tonalá, y que en una hacienda violó a una viuda española de la cual tuvo un hijo.
Encendida aun la guerra franco española, en 1595 aparecieron enfrente de Puerto Cortés, en la costa de Honduras, cuatro buques corsarios franceses, que hicieron un desembarco, robaron e incendiaron la población y pusieron en fuga a sus vecinos.  El comandante Carranza, que andaba en comisión por San Pedro Sula, dispuso escarmentar a los invasores organizando para esto una tropa con unos pocos españoles, unos cuantos vaqueros y arrieros y un cuerpo de indios flecheros.  Preparó enseguida la emboscada, en la cual cayeron los corsarios, a los que quitó como 40 mulas y caballos que se llevaban; y atacándolos en Puerto Cortés, los puso en fuga, tomándoles siete prisioneros que fueron canjeados por otros tantos vecinos capturados al principio. 
Piratas ingleses, franceses y holandeses, que hacían causa común contra España hostilizaban también con frecuencia la costa Atlántica de Honduras, en las postrimerías del siglo décimo sexto.  Puerto Caballos, o Cortés, fue invadido por Guillermo Parker, que llegó a tiempo para apoderarse de una considerable cantidad de añil, zarzaparrilla, cueros, bálsamos, liquidámbar, cacao, vainilla y otros artículos de valor comercial que estaban allí aguardando la flotilla de Honduras que debía llevarla a España. 
Las invasiones de piratas y corsarios se repitieron con la misma frecuencia no solo en la costa Atlántica honduro-nicaragüense sino también en algunos otros puertos del reino de Guatemala.  A una expediciones seguían otras, y en pos de los ingleses llegaban ora de los holandeses, ora los franceses sembrando el espanto y la consternación entre los desgraciados habitantes de aquellas regiones.
Así, de modo tan triste y aterrador, terminó el Siglo Décimo Sexto para las entonces colonias españolas del istmo centroamericano.  Estas sin nada detrás que les diese aliento o esperanzas, tenían por única perspectiva a su frente un horizonte cargado de oscuras nubes que miraban con horror presintiendo  desde entonces todo lo que después sufrieron de aquellos desalmados malhechores que con distintos nombres ocupaban la costa vecina haciendo de la Taguzgalpa cuartel general de todos ellos en el Mar de las Antillas.
Salía el siglo, y la Costa de Mosquitos continuaba como siempre impenetrable a la conquista española , y lo que era peor aún, se presentaba ahora convertida en un foco de enemigos que amenazaban seriamente su existencia colonial.
Al continuar reseñando las agresiones piráticas de los dos siglos siguientes tendremos que salirnos de la Taguzgalpa y la Tologalpa  o sea de las provincias de Honduras y Nicaragua y abarcar todas las costas y poblaciones del antiguo reino de Guatemala que fueron víctimas del común azote.  La mayor claridad de nuestra narración lo exige así. 





























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