Historiador José Dolores Gámez
CAPITULO III
Durante el Siglo Décimo Sexto
Resumen.—Capitulación con
Felipe Gutiérrez.—Su mal éxito.—Exploración del Río San Juan.—Calero explora hasta el
Coco.—Asiento con Diego Gutiérrez.—Su expedición y muerte.—Encargo al obispo
Zayas.—Se comisiona a Ortiz de Elgueta.—Le sucede Juan Cavallón.—Conquista en
Costa Rica.—Divídese la Costa en dos provincias.—Capitulación con Diego
López.—Costumbres de los indios.—Los corsarios se apoderan del San
Juan.—Ordénase la conquista pacífica de la Costa.—Mala situación de las
colonias.—Penetra Drake en el Pacífico.—Madrigueras de los piratas.—Aparecen
Drake y Parker sucesivamente en la costa del Norte.—Rasgos biográficos de
Drake.—Hostilidades del gobierno inglés.—Defensa de Acajutla.—Incendio de
Puerto Cortés.—Situación de las colonias al terminar el siglo.
Habían pasado más de veinticinco años después de los
sucesos referidos en el capítulo anterior y nadie en España había vuelto a
ocuparse en iniciar la conquista de la Costa honduro-nicaragüense. Fue hasta el
24 de Diciembre de 1534, cuando el rey de España, don Carlos I, accediendo a
las repetidas solicitudes de su criado Felipe Gutiérrez, convino en concederle
el título de Gobernador de la Provincia de Veragua que comprendía, según la
capitulación celebrada, desde los límites de Castilla de Oro, reducida entonces
a la llamada Tierra Firme, hasta el Cabo Gracias a Dios inclusive a lo largo de
la Costa Atlántica. Felipe Gutiérrez
aunque llegó a su destino, no conquisto nada y no avanzó más adelante del
territorio que fue después Costa Rica, en el cual logró fundar una malograda
colonia a inmediaciones del río Belén, que fue acosada por los ataques de los
indios vecinos. Estos privaron a
Gutiérrez a mucha parte de su gente que murió en los combates, y pusieron tal
terror en el débil ánimo de Felipe, que huyó cobardemente y a escondidas para las colonias vecinas,
dejando abandonados a sus demás hombres
y a merced de sus enemigos.
En 1537 envió el gobernador de Nicaragua, don Rodrigo de
Contreras a explorar la comunicación interoceánica que suponía en el río del
Desaguadero del lago, hoy río de San Juan.
La expedición era numerosa e iba al mando de los capitanes Alonso Calero
y Diego Machuca de Suazo, que llevaban orden para descubrir y conquistar todo
el mayor territorio que pudiesen. Calero
que iba a la vanguardia salió con una parte de la expedición por la desembocadura
del río hasta el Mar Caribe, al que tomó equivocadamente por otro lago
semejante al que dejaba atrás, y trató de explorarlo avanzando hacia el Norte a
lo largo de la costa sin desembarcar hasta llegar al río Coco, que subió por
algunas millas, pero sin internarse en el territorio adyacente. Era aquella la segunda expedición española
que recorría la Costa; y, como cuando Colón, tampoco se visitó su territorio.
Transcurrido un año, en 1540, la Corona nombró a Diego
Gutiérrez, hermano de Felipe, gobernador de la provincia de Cartago, creada ad hoc en la parte de Veragua que se
había excluido del Ducado concedido a los herederos de Colón. A dicha provincia se le fijaron sus límites
desde donde concluían las veinticinco leguas en cuadro dadas al Duque de Veragua
hasta el río Grande o Aguán al Poniente del
cabo Camarón; límites en que se comprendía la mayor parte de la Costa de
Mosquitos.
Diego Gutiérrez se trasladó a América y penetró al
interior de Nicaragua por el río San Juan, permaneció allí dos años en disputas
con el gobernador Contreras en el deslinde de sus respectivas jurisdicciones, y
se regresó después por el propio río llevando una expedición con la cual marchó
sobre Costa Rica. No tuvo entonces, ni tampoco después, tiempo para visitar la
costa nicaragüense, porque aquella expedición fue para él un desastre en el
cual perdió la vida a manos de los indios del interior de Costa Rica.
La falta de nuevos conquistadores para aquella región
inexplorada determinó la real cédula de 9 de Mayo de 1545 en la que se
encomendaba al obispo de Nicaragua don Antonio Zayas, por estar más cercano, la
asistencia espiritual de toda esa costa y se le encarecía la necesidad de
poblarla. Pendiente aún este encargo, confirió el Rey al Alcalde mayor de la
misma provincia, Licenciado don Alonso Ortiz de Elgueta el encargo de
conquistar el trozo de tierra comprendido entre la provincia de Nicaragua y la
de Honduras y el Desaguadero, que no era otro más que la inexplorada costa en
la cual según decía la real cédula de 13 de Diciembre de 1559, “había muchos
indios sin lumbre ni fe religiosa”. Esta dirigió el Rey a la Audiencia de los
Confines, en 5 de Febrero de 1561, para que lo traspase , en falta del
Licenciado Juan Cavallón, que había sido nombrado por la misma Audiencia, a uno
de sus oidores, y en último caso a la persona que le pareciera mejor.
El Licenciado Cavallón salió de la ciudad de Santiago de
Guatemala, hoy Antigua, llevando la gente y objetos necesarios para su
empresa. Llegado a Nicaragua reclutó más
gentes en las ciudades de León y Granada y acabó de preparase para la
expedición; pero pereciéndole preferible, tomó para Costa Rica, cuya conquista
lleva a efecto en su mayor parte. Pasó
nuevamente a Guatemala, en 1562, y poco después pasó a servir el puesto de
Fiscal de la Audiencia de los Confines.
El 1º. de Diciembre de 1573 la Corona celebró
capitulaciones con el capitán Diego de Artieda que se había ofrecido para hacer
a sus propias expensas el descubrimiento y población de la Provincia de Costa
Rica y toda su costa, la cual corría “desde la boca del Desaguadero hasta los
confines del Veragua por la mar del Norte”. Se le hizo merced de la gobernación
y capitanía general de la misma provincia y de la gobernación de Nicaragua y
Nicoya. Artieda tampoco hizo cosa alguna
digna de mencionarse en la Costa de Mosquitos, para la cual tenía dada la Audiencia
el mismo encargo al licenciado Cavallón, que expedicionaba aún en territorio
costarricense.
En 1576 encontramos la Costa Atlántica
honduro-nicaragüense, dividida nominalmente en dos porciones bien demarcadas
que llevaban los nombres de Taguzgalpa, Tauzgalpa o Taxnalpa y de
Tologalpa. Esta última correspondía a la
jurisdicción de Honduras y arrancaba desde el cabo Camarón hacia el Norte hasta
la boca del río Grande o Aguán; la otra
desde el cabo mencionado hacia el Sur hasta la boca del río de San Juan y
correspondía a Nicaragua. Esta división,
así deslindada aparece en una real cédula de Felipe II, data en Febrero del
mismo año, en que manda celebrar asiento o capitulación con el capitán Diego
López, vecino de Trujillo para la conquista y población de la Taguzgalpa. El capitán López, como sus antecesores no
supo llenar su compromiso y después de él no humo más nombramientos de gobernador ara la mencionada Taguzgalpa.
Mientras tanto, toda aquella rica y fértil región
continuó en completo abandono de los conquistadores españoles, que parecía no
se daban cuenta exacta de su importancia y valor. Apenas los religiosos de Guatemala intentaron
penetrar, llevados de su celo apostólico; pero fueron a estrellarse en más de
una ocasión contra la barbarie y terquedad de aquellos feroces montañeses.
Las costumbres de los indios de la Costa, por este
tiempo, según e oidor Palacios, “eran las de salvajes que poco se diferenciaban
de los brutos. Vagaban por espesas
montañas sin cuidarse ni de las lluvias, ni de las fieras, ni de los reptiles
venenosos; llevaban por vestido una faja atada en medio del cuerpo e iban
armados con una lanza que en la punta tenía un diente de lagarto (caimán). Sus alimentos estaban
limitados al plátano, al pescado y a las frutas silvestres”.
La situación de aquella costa se hizo más difícil para
las autoridades españolas en el mes de Enero de 1578, en que el obispo Zayas
informó al Rey, que si bien “la tierra estaba por ganarse y los indios de
guerra e idólatras”, las dificultades para su conquista se hacían insuperables
con la ocupación de las bocas del río
San Juan por los corsarios, los cuales capturaban todo lo que entraba y salía
por aquel puerto.
Pero a pesar del informe episcopal, ordenó el Rey a la
Real Audiencia de Guatemala, con fecha 15 de Abril de 1585 que procediese al
descubrimiento y conquista pacífica de la Taguzgalpa. En aquel tiempo se había acentuado más la
división de la Costa en las dos grandes pociones que mencionamos antes, y había
sido desatendida la solicitud que hizo desde Trujillo, en 28 de Mayo de 1584,
el gobernador de Honduras Rodrigo Ponce de León, para “descubrir y poblar el
rincón llamado la Taguzgalpa”.
La situación política no era sin embargo la más a
propósito para andar en descubrimientos y conquistas en la Costa Atlántica, en
donde desde 1570 los piratas hacían constantes correrías. Los colonos de las provincias vecinas, llenos
de terror no pensaban más que en procurarse medios de defensa contra aquel
peligro inmediato que parecía mayor cada día.
Los piratas llegaron al extremo de no dejar salir nada
del reino de Guatemala por el mar del Norte, sino por los puertos de Veracruz o
Cartagena, de donde los navíos salían escoltados por buques de guerra. Pero en 1579 penetraron también los piratas
en el mar del Sur por el estrecho de Magallanes, al mando Drake, y el tráfico
comercial de Centro América tuvo que hacerse por el lago de Granada y el río de
San Juan. En la parte baja de este,
esperaban noticias o mandaban a reconocer la salida, y si estaba limpia de
enemigos, las embarcaciones salían y se dirigían por la Costa hasta Nombre de
Dios o Cartagena; pero también los piratas para vigilar este tráfico
establecieron en la Costa una madriguera en la laguna de Perlas y otra en la de
Bluefields en 1589.
Así quedaban las cosas en las postrimerías del siglo XVI;
siendo la Provincia de Nicaragua, tanto para lo civil como para lo eclesiástico,
la gobernación y el obispado que habían de apoyar; cuando no iniciar aquellos
avances de la conquista y población de la Taguzgalpa, hoy Mosquitia hondureña.
Mas para ejecutar de un modo constante y normal sobre aquella zona las
jurisdicciones radicadas en Nicaragua, era obstáculo permanente la áspera
condición de las tribus indias que allí moraban, el que se agravó más con la presencia
de los piratas, que hizo imposible toda tentativa de conquista de
procedencia española. “El embrión de la
historia sucesiva, según el decir de un autor moderno, se contiene en ambos
obstáculos, pues, a lidiar con ellos se redujo
en puridad, la vida de los dos siglos siguientes por aquella parte de
las Indias.
En Enero de 1579 había aparecido en la Costa Norte de
Honduras el corsario inglés Guillermo Parker, sembrando espanto con sus
depredaciones. Los corsarios eran
hermanos gemelos de los piratas y solo se diferenciaban de estos en que
llevaban patente de corso extendida por algún gobierno, en guerra con
otro, para que en su nombre le hicieran
todo el mal posible.
Poco tiempo después volvió a ser visitada la misma Costa
por el célebre corsario Francisco Drake, terror de los mares y favorito del
gobierno inglés.
Como en la historia de la piratería y el corso del siglo
XVI ocupó lugar prominente ese famoso pirata, vamos a permitirnos reproducir
algunos ligeros rasgos biográficos suyos, que le harán ser conocido mejor.
Nació en Javistok (Condado de Devon) en 1540. Hijo de padres pobres tuvo por cuna la cala
de un buque, fue el mayor de doce hermanos y quedó muy niño confiado al patrón
de una barca, el cual, al morir, le dejó su pequeña embarcación.
Era entonces Drake un buen marinero, ero carecía de
conocimientos teóricos que adquirió bajo la dirección de un pariente suyo,
llamado Juan Hawkings.
A los 18 años de su edad entró a servir a bordo de un
barco mercante destinado al golfo de Vizcaya, y dos años más tarde hizo con el empleo de teniente, un viaje a
las costas de Guinea.
En 1565 arriesgó todas sus economías en un negocio que
debía realizarse en las Indias Occidentales, de acuerdo con el capitán Juan
Lovel. Al llegar al río de la hacha vio
confiscado su cargamento por os españoles, y deseoso de venganza, movido además
de la codicia vendió su barco y se alistó en 1568 al servicio de Juan Hawkins,
que preparaba un desembarco en Méjico.
Obtuvo entonces el mando de La
Judith y dio prueba de la mayor bravura en un combate desastroso para los
ingleses, sostenido contra los españoles en el golfo de Méjico.
Arruinado por segunda vez pero no desalentado, sirvió a
varios armadores, hizo otros dos viajes al Nuevo Mundo, adquirió en ellos un
conocimiento exacto de las costas americanas y compró luego dos naves de 70 y
250 toneladas respectivamente, Pasea y
Siván; de las cuales dio el mando de
la primera a su hermano Juan se reservó el de la otro para sí mismo. En ellas embarcó 63 hombres, tres pinazas en
piezas y víveres y municiones para un año.
Había jurado odio eterno a los españoles y se propuso con estos medios
cumplir su juramento. Comenzaba su vida
de pirata.
Salió Drake con su expedición el 24 de Mayo de 1572,
llegó el 28 de Junio a la vista de la isla Guadalupe y anclando el 12 de Julio
en su puerto, armó sus pinazas, las echó al agua el 20, se dirigió hacia el
istmo de Panamá, desembarcó en río Franciscanos con 150 hombres, marchó contra
la villa de Nombre de Dios, se apoderó del puerto, saqueó la población, y
perseguido por los españoles tuvo que salvarse a nado. Poco después capturó una nave española, de 90
toneladas, con cargamento de vino y se fue a descansar a una pequeña isla. De
allí se dirigió a Cartagena de Indias, el 13 de Agosto siguiente, donde apresó
dos buques castellanos y adquirió también los víveres y municiones de dos
fragatas. Así provisto se trasladó al
istmo de Panamá, penetró calladamente hasta una abra del interior y sorprendió
en camino para Nombre de Dios tres convoyes de mula, cargadas de oro y plata,
que le sirvieron para llenar sus naves con el precioso metal, enterrando lo que no le cupo, que fueron
15 toneladas de oro y plata, en un arroyo cenagoso. Dos días más tarde incendió los almacenes de
Venta Cruz, causando con esto a los españoles una pérdida de más de doscientos
mil ducados. Volvió en seguida a río
Franciscano y partió con la tripulación de un buque francés, que le había
ayudado en las dos últimas empresas, el producto de estas dos correrías. Allí, desde la cumbre de una montaña divisó
el Mar del Sur y resolvió como lo hizo más tarde, llevar sus naves a aquellas aguas, seguro del daño que
volvería a causar a los españoles, y al cabo de algunos días de reposo partió
para Inglaterra, donde desembarcó el 9 de Agosto de 1573.
En Londres equipó por su cuenta tres fragatas con las que
secundó a Walter Deveroux, conde Essex, en sus ataques a Irlanda.
Muero el conde en 1573, volvió Drake a Inglaterra y fue
presentado a la reina Isabel, que aprobó su proyecto de penetrar en el mar del Sur y saquear las
poblaciones españolas. Al efecto recibió
el mando de cinco naves con una tripulación de 164 marinos escogidos.
El 27 de Noviembre de 1577 tocó el infatigable
pirata en Mogador, hizo construir una
pinaza, y siguió costeando el África, apresando algunos barcos españoles. El 24
de Enero siguiente desembarcó en la isla de Mayo y dio libertad a sus
prisioneros, a los que abandonó la pinaza, que tenía respuesta con una nave
portuguesa que había apresado pocos días antes y unido a su Escuadra. Pasó en seguida a la isla del Fuego, llegó el
4 de Abril a las costas del Brasil y entró el 26 del mismo mes en el río de la
Plata, aunque sin detenerse; y después de haber desembarcado en las costas de
Patagonia, frente a la bahía de las Focas, saltó nuevamente a tierra en el
puerto San Julián, el 10 de Junio, para ahorcar al capitán Daugthy que servía a
sus órdenes.
El 25 del mismo mes de Junio entró en el estrecho de
Magallanes por el que pasó al mar del Sur después de 26 días de
navegación. Sufrió varias penalidades de
poca importancia, pero perdió cuatro de sus naves, dos de ellas en la travesía
del Estrecho, y con la única que le quedaba fue arrojado por el mal tiempo
hasta el 57º de latitud Sur, viéndose obligado a anclar en la extremidad de una
tierra cuya posición no está bien determinada.
De aquí llegó con gran trabajo a la isla Mocha en 29 de Noviembre y
avanzó hacia las costas de Chile en las que capturó un buque español que se
hallaba en Valparaíso cargado con 400 kilogramos de oro, 1770 botijas de vino
de Chile, piedras preciosas y algunas mercancías. Bajó enseguida a tierra y saqueó la iglesia de
un pueblo vecino.
El 8 de Diciembre de 1578 partió Drake de Valparaíso,
desembarcó en Coquimbo de donde fue rechazado, y ya en el año siguiente entró
en el puerto de Arica, se apoderó de los cargamentos de tres barcos,
consistentes en lingotes de plata y ricas mercancías; se presentó el 13 de
Febrero siguiente en el Callao, cortó allí los cables de 12 naves, y hallándose
en Payta supo de un barco español que ricamente cargado había salido para
Panamá. Persiguiéndolo sin descanso logró al fin capturarlo, encontrando en él
gran cantidad de perlas preciosas, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata en
lingotes y 3 cajas de plata amonedada, cuyo valor total se calculó en
novecientas mil libras esterlinas.
Drake avanzó rápidamente hacia el Norte, y el 15 de Abril
de 1579, salió a tierra en Aguatulco de la costa de Méjico, se apoderó de
muchos valores y entregó la población a las llamas. Deseoso sin embargo, de volver a Inglaterra y
temeroso de ser atacado por los españoles en el Estrecho de Magallanes, buscó
un paso por el Norte de América, llegó hasta el 43º de latitud Norte, pero
hallando solo un frío extremo, descubrió al 38º de la misma latitud y ancló el
17 de junio al Norte de California en bahía a la que dio el nombre, San
Francisco, que conserva hasta el día.
Tomó enseguida posesión del país en nombre del gobierno
inglés y le dio el nombre de Nueva Albión; más habiendo renunciado a seguir
buscando un paso por el Norte de América, se dirigió hacia las Mohicas el 29 de
Septiembre a las que llegó el 14 de Noviembre.
Continuó su viaje hacia el Sur y tras varias vicisitudes arribó al cabo
de Buena Esperanza en los primeros días de Junio de 1580, y a Plymouth en 3 de
Noviembre del mismo año, habiendo dado vuelta al mundo.
Los enemigos del pirata, al que muchos tenían envidia le
acusaron de haber realizado sus depredaciones cuando Inglaterra no estaba en
guerra con España; y el embajador español, don Bernardino de Mendoza entabló
las más apremiantes reclamaciones; pero la Reina, aunque no desconocía cuan
irregular era la expedición de Drake, emprendida en plena paz para saquear las
colonias españolas, estaba admirada del valor del pirata, y seducida con la
idea de repartir el botín, no quiso sacrificar a aquel valiente, y antes bien
le nombró caballero y aceptó una fiesta que él le dio en Deptford, a bordo del
mismo buque que había hecho tan memorable viaje.
El 15 de Septiembre de 1585 volvió a salir Drake de
Plymouth con una flota de 23 navíos en los que embarcó 2.300 soldados o
marineros. Hizo algunas presas en las
costas de España, se dirigió luego a las islas de Cabo Verde donde saqueó e
incendió la ciudad de Santiago; dióse a la vela para las islas Occidentales;
fue rechazado de Cartagena que intentó tomar; invadió la ciudad de Santo
Domingo que se rescató por veinticinco mil pesos; costeó la Virginia y San
Agustín en la Florida; ancló luego, en 27 de Abril de 1586 en Roancke, asiento
de una colonia inglesa, e hizo en seguida rumbo hacia Inglaterra, evitando encontrarse
con una Escuadra española que iba en su persecución, y llegando a Portsmouth después
de una campaña de diez meses, en la que causó a los españoles pérdidas
estimadas en 600 mil libras esterlinas.
En 1587 recibió Drake el mando de una escuadra compuesta
de 30 navíos con los cuales se presentó en Cádiz y causó algunos daños en el
puerto. Se dirigió al Cabo San Vicente,
dio muerte a todos los pescadores que halló en la costa, avanzó hacia la
desembocadura del Tajo y se apoderó de San
Felipe, galeón de 1.200 toneladas que llegaba de las Terceras con rico
cargamento.
En 1588 fue nombrado vice-almirante de la marina inglesa
y tuvo al mando de una de las divisiones de la armada.
En 1589 salió Drake de Plymouth con una escuadra de 80
navíos por lo menos, llevando a bordo once mil soldados para procurar la corona
de Portugal al pretendiente Antonio.
Puso sitio a la Coruña y aunque tuvo que levantarlo por el heroísmo de
sus defensores, incendió en su retirada a Vico y desembarcó en Plymouth.
El 24 de Agosto de 1594 salió nuevamente Drake del puerto
de Plymouth con su amigo Juan Hawkins, mandando los dos almirantes una escuadra
de 23 navíos en los que iban 2.500 hombres. Inútilmente trataron de tomar una
de las Canarias en 27 de Septiembre, y el 12 de Noviembre atacaron con el mismo
mal resultado a Puerto Rico en donde murió Juan Hawkins.
Drake emprendió el viaje de regreso a Europa y tocó en
río Hacha el 11 de Diciembre de 1594, incendiando esta población y la de Santa
María, Nombre de Dios y otras varias. El
almirante inglés, después de estas fechorías, resolvió pasar a la isla del
Escudo y de allí a Puerto Bello; pero atacado de un flujo de sangre, sucumbió
en la travesía, siendo su cuerpo encerrado en una caja de plomo y arrojado al
mar por los 90º de latitud Norte.
Drake hizo pocos descubrimientos, pero despertó el genio
de la navegación en su patria y prestó un servicio inmenso a Europa en la
importación de patatas, desconocidas hasta entonces en aquellos climas;
conquistándose, sin embargo, un nombre terrible, que ha sido maldecido en prosa
y verso, atribuyéndole un carácter feroz e intratable, y presentándolo como un
aborto del infierno, mientras biógrafos lo colman de elogios.
Volvamos a nuestra relación de los sucesos que se
verificaban en las costas del mar del Norte.
El gobierno inglés, durante el reinado de Isabel,
soberana enérgica y autoritaria mantuvo sus hostilidades contra Felipe II Rey
de España con quien estaba chocada por cuestiones religiosas con motivo de
haber sido adoptado en Inglaterra el protestantismo calvinista. Fue por ese
motivo principalmente por el que Isabel arrojó a Escocia a los auxiliares
franceses, envió un ejército a los Países Bajos y autorizó a Drake y otros
aventureros para emprender una guerra de piratería en contra de España y sus
posesiones en América. Francisco Drake
apareció entonces hostilizando con más vigor las posesiones españolas, y en
1586, después de haber ocupado la isla de Santo Domingo y atacado sin éxito la
Habana, cruzó el estrecho de Magallanes, penetró en el Pacífico y apareció
frente las costas de San Salvador. Tan luego fue visto se pusieron en Acajutla
seiscientos soldados españoles y más de 800 indios y mulatos para dar
protección a una escuadra del Perú que estaba anclada en aquel puerto. En esta vez se dijo que Drake había
desembarcado en un punto cercano a la misma costa, llamada Tonalá, y que en una
hacienda violó a una viuda española de la cual tuvo un hijo.
Encendida aun la guerra franco española, en 1595
aparecieron enfrente de Puerto Cortés, en la costa de Honduras, cuatro buques
corsarios franceses, que hicieron un desembarco, robaron e incendiaron la
población y pusieron en fuga a sus vecinos.
El comandante Carranza, que andaba en comisión por San Pedro Sula,
dispuso escarmentar a los invasores organizando para esto una tropa con unos
pocos españoles, unos cuantos vaqueros y arrieros y un cuerpo de indios
flecheros. Preparó enseguida la
emboscada, en la cual cayeron los corsarios, a los que quitó como 40 mulas y
caballos que se llevaban; y atacándolos en Puerto Cortés, los puso en fuga,
tomándoles siete prisioneros que fueron canjeados por otros tantos vecinos
capturados al principio.
Piratas ingleses, franceses y holandeses, que hacían
causa común contra España hostilizaban también con frecuencia la costa Atlántica
de Honduras, en las postrimerías del siglo décimo sexto. Puerto Caballos, o Cortés, fue invadido por
Guillermo Parker, que llegó a tiempo para apoderarse de una considerable
cantidad de añil, zarzaparrilla, cueros, bálsamos, liquidámbar, cacao, vainilla
y otros artículos de valor comercial que estaban allí aguardando la flotilla de
Honduras que debía llevarla a España.
Las invasiones de piratas y corsarios se repitieron con
la misma frecuencia no solo en la costa Atlántica honduro-nicaragüense sino
también en algunos otros puertos del reino de Guatemala. A una expediciones seguían otras, y en pos de
los ingleses llegaban ora de los holandeses, ora los franceses sembrando el
espanto y la consternación entre los desgraciados habitantes de aquellas
regiones.
Así, de modo tan triste y aterrador, terminó el Siglo
Décimo Sexto para las entonces colonias españolas del istmo
centroamericano. Estas sin nada detrás
que les diese aliento o esperanzas, tenían por única perspectiva a su frente un
horizonte cargado de oscuras nubes que miraban con horror presintiendo desde entonces todo lo que después sufrieron
de aquellos desalmados malhechores que con distintos nombres ocupaban la costa
vecina haciendo de la Taguzgalpa cuartel general de todos ellos en el Mar de
las Antillas.
Salía el siglo, y la Costa de Mosquitos continuaba como
siempre impenetrable a la conquista española , y lo que era peor aún, se
presentaba ahora convertida en un foco de enemigos que amenazaban seriamente su
existencia colonial.
Al continuar reseñando las agresiones piráticas de los
dos siglos siguientes tendremos que salirnos de la Taguzgalpa y la
Tologalpa o sea de las provincias de
Honduras y Nicaragua y abarcar todas las costas y poblaciones del antiguo reino
de Guatemala que fueron víctimas del común azote. La mayor claridad de nuestra narración lo
exige así.
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