jueves, 14 de julio de 2016

II Historia de la Costa de Mosquitos (Capítulo II)

Historiador José Dolores Gámez 

CAPITULO II

En el Mar del Sur

Resumen. -En sustitución de Nicuesa es nombrado Pedrarias Dávila gobernador de Castilla de Oro solamente para Tierra Firme.- Quién era Pedrarias.- Su salida.- Llega al Darién.- Vasco Núñez de Balboa se había encargado del gobierno del Darién.- Descubre el Océano Pacífico.- Recibe amistosamente a Pedrarias y le entrega el mando.- Es objeto de la envidia del nuevo gobernador y sufre molestias.- El Rey le nombra Adelantado del Mar del Sur y Capitán General de Coiba y Panamá.- Expediciones con éxito y Pedrarias acusándole falsamente de traición lo captura y decapita.- Andrés Niño se asocia con Gil González.- Celebra este una capitulación para hacer descubrimientos en la costa del Pacífico.- Descubre Nicaragua y atraviesa su territorio hasta el Golfo de Fonseca.- Regresa a Panamá y temeroso de Pedrarias huye para Santo Domingo.- Hace la relación de su viaje y envía oro a España.- Con permiso para descubrir en el Atlántico, desembarca en Honduras.- Sus aventuras en esta tierra.- Llega a Nicaragua Hernández de Córdoba.- Se traslada después a Honduras.- Ataca a Gil González por medio de Hernando de Soto.- Queda este vencido y prisionero.- Llega a Honduras Cristóbal de Olid.- Captura con perfidia a González y a Francisco de las Casas.- Ambos le asesinan y huyen.- Llega enseguida Hernán Cortés y poco después el Fiscal Moreno, quien solivianta a Hernández de Córdoba contra   Pedrarias.- Hernández se proclama gobernador de Nicaragua.- Llega Pedrarias, lo hace captura y le da muerte.- Regresa Cortés a México.- Es nombrado gobernador de Honduras Diego López.- Este y Pedrarias terminan respectivamente las conquistas de Honduras y Nicaragua, provincias que fueron anexadas a la Costa de los Mosquitos.

           El 27 de julio de 1513 fue nombrado Pedro Arias de Ávila más conocido por Pedrarias Dávila, gobernador y Capitán General de la provincia de Castilla del Oro, aunque con exclusión de la provincia de Veragua que antes formaba parte de aquella y que entonces reclamaba judicialmente Diego Colón.
        El nuevo gobernador iba a sustituir al desgraciado Nicuesa, pero solo en la tierra firme, pues la costa quedaba fuera de su jurisdicción; y no nos ocuparemos más en tratar de los asuntos de Castilla del oro.
        Pedrarias Dávila, apellidado el galán y el justador, era hermano del conde de Puño en rostro, Puñón Rostro, y estaba casado con la hija de la condesa de Moya, amiga íntima de la Reina Isabel.  Se había distinguido como jefe de alta graduación en la guerra con los árabes y gozaba de la protección del arzobispo de Burgos, factótum del gobierno español durante los reinados de los Reyes Católicos, de doña Juana la Loca y de don Carlos I de España y V de Alemania.
        Pedrarias salió de San Lúcar el 12 de Abril de 1514 con 19 navíos y 1500 hombres lujosamente equipados, entre los cuales iba el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, uno de los cuatro oficiales reales que en unión de fray Juan de Quevedo, primer obispo de Tierra Firme, debían componer el consejo del gobernador.    Marchaba hacia el Nuevo Mundo en busca de la gobernación que había solicitado y obtenido, haciéndose mil ilusiones con las noticias fabulosamente exageradas que de aquella tierra había llevado  a España Rodrigo Contreras, cuando fue con los quintos reales del Darién, y le acompañaba además un número considerable de hidalgos arruinados en busca de riquezas
A mediados de Mayo del mismo año arribó a Santa Marta la expedición de Pedrarias;  pero  los indios que la habitaban  hicieron una resistencia desesperada, oponiéndose al desembarco, que no pudo llevarse a efecto.  Diéronse  nuevamente a la vela los expedicionarios; y aunque intentaron arribar a Cartagena, fueron arrastrados por los vientos hasta el golfo del Darién, en cuyas playas tocaron el 29 de junio siguiente.
Antes de la llegada de Pedrarias había tenido lugar en aquella región o mejor dicho en sus inmediaciones, el otro lado del istmo, el suceso más resonancia en el mundo en los últimos años después de la Muerte de Colón llevado a cabo por Vasco Núñez de Balboa.
Era Balboa un hidalgo pobre, descendiente de una familia de hidalgos de Jerez de los Caballeros, nacido en el año de 1475. Después de haber sido criado de don Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, se alistó en la expedición que hizo Rodrigo de Bastidas al Nuevo Mundo y se hallaba establecido en la Española, en la villa de Salvatierra, cuando don Martín Fernando de Enciso, llegó a tomar el mando de aquella colonia por ausencia de Ojeda.  El nuevo almirante partió en breve en busca de su compañero, prohibiendo que se embarcasen con él los habitantes de la Española, que tuviesen deudas; pero Balboa, aunque de este número halló medio de burlar la prohibición encerrado en una pipa, y según otros envuelto en una vela.
Llegados a Uraba hoy Darién, los expedicionarios después de haber encallado su nave en un bajío, se vieron allí desnudos, hambrientos y sin recursos de ninguna especie. Balboa aconsejó que se trasladasen a un país situado al Occidente, atravesado por un gran río, que él había visto en su expedición con Bastidas, y que decía ser una tierra fresca, abundante y hospitalaria.  Aquellos desgraciados siguieron este consejo, atravesaron el golfo y bien pronto se encontraron a las orillas del Darién, donde hallando todas las comodidades que había pintado Balboa, establecieron la colonia de Santa Marta la Antigua. 
Con aquel suceso comenzó  a cobrar crédito Balboa entre sus camaradas y bien pronto fue elevado al mando  de la colonia.  Por su parte supo disimular muy bien su ambición bajo las aspiraciones del bien público, movió en secreto los ánimos contra Enciso y Diego de Nicuesa, que eran los que tenían más títulos para disputarle el puesto a que aspiraba,  logró desembarazarse de ellos expulsándolos de la colonia y de esta manera conquistó su gobierno.  Pero una vez instalado en él, usó de su autoridad con tal moderación  y prudencia que no tardó en hacer olvidar  su origen, granjeándose la confianza y afecto de sus subordinados a los que trataba siempre como amigos y camaradas.  Fue entonces cuando emprendió expediciones atrevidas y peligrosas, coronando la fortuna el éxito de ellas y enriqueciéndose con una rapidez que no era seguramente de esperar de un pueblo naciente compuesto de hombres en gran parte perdidos y dados a la rebeldía.  No faltaron sin duda sediciosos que trataron de derribarle, pero Balboa mostró tal habilidad y grandes de ánimo, que fue apoyado por el mayor número.
Comprendiendo Balboa que no obtendría de la corona de Castilla la confirmación de su nombramiento si no acompañaba su pretensión con grandes cantidades de oro, después de recoger cuanto pudo, sin valerse más que del buen trato con los naturales, hizo salir para España un oficial encargado de esta misión; pero no tardó en saber que la Corte, indignada por las quejas de Enciso, aquel almirante a quien él desposeyera de la colonia, había resuelto su pérdida.  Firme y sereno entonces, no quiso aguantar, sin embargo, con los brazos cruzados el resultado del proceso en que se le había envuelto, sino que, recordando con más vehemencia que nunca los sueños de su ambición y su genio, prefirió morir con gloria en los descubrimientos que proyectaba.
Un joven cacique después de presenciar lo que disputaron ente sí los españoles por la repartición de un poco de oro, arrojó con indignación el que estaba en una balanza y les dijo: «Pasado el otro mar, a seis soles de aquí, hay un país donde ese metal, objeto de vuestra admiración y vuestros deseos es tan común, que podréis coger cuanto queráis, pues sus habitantes llegan a fabricar con él los utensilios más despreciables».  Balboa, infirió que el océano a que se refería el cacique, era el buscado por Colón en esta parte de la América, esperando abrir por él un camino directo para las Indias Orientales y como la esperanza de realizar lo que aquel había intentado en vano, se aprestó desde luego a acometer una empresa digna de su ambición y de su osada actividad.  Comenzó por ganarse la amistad de los caciques vecinos y por medio de ricos presentes distribuidos con oportunidad, consiguió la necesaria protección y auxilio del gobernador de las Española, y atrajo a su servicio a una multitud de aventureros.
El total de las fuerzas de Balboa se elevó a ciento noventa y nueve hombres, todos acostumbrados al clima de aquellas regiones y dispuestos a seguirle en los mayores peligros.  Les acompañaban mil indios que llevaban las provisiones y también muchos de aquellos perros feroces que tanto estrago causaban entre los naturales contra los que eran soldados.
Muchos y duraderos padecimientos tuvieron que soportar Balboa y su gente para atravesar el istmo entre lagunas y desfiladeros peligrosos y bosques solamente recorridos hasta entonces por salvajes errantes.  En esta expedición atravesó también muchas provincias, la mayor parte enemigas;  y peleando con los indios y los elementos, sufriendo el hambre, la fatiga y toda clase de privaciones; haciendo prodigios de valor y esfuerzo, que dan una alta idea de su inteligencia, penetró al través del istmo del Darién hasta los collados más altos, y desde la cima de Sierra Quarequa, que domina al Este el golfo de Panamá y a la que subió solo, vio el 25 de Septiembre de 1513 extenderse el mar hacia el Poniente en un horizonte sin fin.  Lleno de júbilo, ante espectáculo tan inesperado, cae de rodillas y da gracias a Dios por haberle reservado tal descubrimiento. ¡El Océano, cuya entrada inútilmente había buscado Colón, aquel Océano que debía conducir a las infinitas riquezas de China y de la India estaba allí delante de él, a sus pies!
Después besa la tierra, tiende los brazos a las ondas y llamando a sus compañeros bendice con los ojos arrasados en lágrimas el inmenso poder de Dios que le había guiado y sostenido hasta dar cima a una de las más altas empresas que han visto los siglos.  En seguida planta una cruz en la montaña, graba en ella los nombres de los Reyes Católicos como para indicar la nueva soberanía religiosa y política que establecía e aquellas regiones, y no contento con esto baja a la ribera el 22 de Septiembre de 1513, y armado de todas sus armas, llevando en una mano la espada desnuda y en la otra una bandera en que estaba pintada la Virgen con las Armas de Castilla a los pies, marcha en medio de las ondas que le llegaban a la cintura, diciendo en altas voces: «Vivan los altos y poderosos reyes de Castilla: Yo  en su nombre tomo posesión de estos mares y regiones; y si algún otro príncipe, sea cristiano, sea infiel pretende a ellos algún derecho, yo estoy pronto y dispuesto a contradecir y defenderlos». 
Tal fue aquel acto tan solemne como sencillo, cuya relación extendió el escribano Andrés de Balderrábano.
Apresuróse Balboa a enviar a España una relación de su importante descubrimiento, pidiendo uno refuerzo de mil hombres para intentar la conquista de las ricas regiones del Pacífico.  Sus noticias produjeron en la Corte tanto gozo cuando menos como las del mismo descubrimiento del Nuevo Mundo; por lo que el rey Fernando se apresuró a preparar una expedición con refuerzos que se le pedían, si bien ingrato con Balboa como lo había sido con Colón, confió el mando de estas fuerzas y nombró gobernador de la colonia de Darién a Pedrarias Dávila.
Mientras tanto Balboa, satisfecho de su obra, hizo algunas excursiones por los países limítrofes, y volvió al Darién el 16 de Enero de 1514, cuatro meses y medio después de haber salido, siendo recibido por todos los habitantes con las mayores demostraciones de gratitud, admiración y respeto, y llevando consigo más de cuarenta mil pesos oro, un sinnúmero de ropas de algodón y 800 indios de servicio.  Había llegado al apogeo de su prosperidad, era mirado por los colonos como un ser privilegiado del cielo y se encontraba lleno de riquezas y rodeado de aplausos y de gloria; pero esta fortuna no le duró más que hasta la llegada de Pedrarias enviado para reasumir en sí toda la autoridad y el mando de la colonia.
Hallábase Balboa empajando su casa cuando llegaron a Sata María los emisarios de Pedrarias; y aunque varios de los colonos aconsejaban a su jefe la resistencia, seguros de que la calidad supliría al número en el combate, Balboa rechazó tales insinuaciones y con toda su gente se dirigió a la playa a recibir al nuevo jefe.
Entusiasmado Pedrarias con el descubrimiento del mar del Sur, dispuso en seguía la fundación de tres presidios en Comagre, Tumaná y Pocorosa, como punto de escala para las expediciones que se prometía emprender; y como llevaba orden de procesar y tomar residencia a Balboa por el que ya sentía odio a causa de su fama, hizo pregonar la residencia de este, le confiscó sus bienes, y el descubridor del mar del Sur, gimió largo tiempo en la miseria.  No pudo, sin embargo, Pedrarias disimular su desagrado, cuando a pesar de sus esfuerzos, le vio absuelto de todos los cargos y condenado solamente a restituir algunos miles de pesos al bachiller Enciso, cuyos bienes había hecho embargar.  Desde aquel momento la envidia se apoderó del ánimo de Pedrarias  no pudiendo competir con su rival en merecimientos, afectó olvidarse de él, privando así a los colonos de su valioso apoyo en circunstancias en que sufrían  la calamidad del hambre y en que la fiebre había hecho sucumbir en el espacio de dos meses a más de setecientos castellanos  Comisionó en seguida a varios de sus tenientes para que recorrieran el país en busca del oro que codiciaba y del cual además se carecía ya para el pago de salarios.  Principió entonces la era de sangre depredaciones en el Darién, y tuvo la triste gloria de haber desbastado   aquel país con sus atrocidades.
Como en la colonia se murmuraba por el olvido en que se mantenía a Balboa, le condenó Pedrarias para que explorase el río Grande en busca del cacique Dabaile.  Los indios que poblaban sus riberas eran los más belicosos de la Comarca, y como lograron sorprender a Balboa que no llevaba suficiente escolta, lo derrotaron tan completamente, que a duras penas pudo regresar a Santa María herido y mal tratado.
Despreciando Pedrarias los derechos que Balboa había adquirido, y la Corte sancionado dándole el adelantamiento del mar del Sur, comisionó a Gaspar Morales para que visitase la isla Grande de Perlas, dejando a su segundo en Tutibrá, y adelantándose a la mayor de las islas Terarequi.  Las nuevas atrocidades de los secuaces de Pedrarias habían sido un grito de guerra en la comarca y a él respondían todas las tribus, uniéndose para tomar venganza.  L a lucha se hizo más cruenta y se sostuvo con valor por ambas partes.
Todas las expediciones regresaban con gran número de indios e calidad de cautivos y aunque las instrucciones dadas por la Corona prescribían  que se les tratase con dulzura y se les dejase en plena libertad, Pedrarias los remitía a Santo Domingo y los hacía vender como esclavos.  Contra esta iniquidad protestó el obispo; pero sus quejas a la Corte fueron inútiles, y el alto patrocinio con que contaba el gobernador pudo más que la justicia que asistía al humanitario prelado.
Las quejas de los colonos por el mal gobierno de Pedrarias y el amor que estos profesaban a Balboa, aumentaron la envidia en que venía ardiendo el gobernador.  El obispo Quevedo, deseoso de reconciliarlos intervino con ambos y Pedrarias consintió en ser justo haciendo las paces con su rival.  Por interés o por cálculo aceptó también la proposición del prelado de darle a Balboa la mano de su hija mayor, doña María que se encontraba en Europa desposándola por poder.
En el entretanto había mudado en la Corte la reputación de Balboa, y el rey Fernando dando oído a algunos de sus muchos amigos y admiradores, le volvió a su gracia y le envió el nombramiento de Adelantado del Mar del Sur y capitán general de las provincias de Coiba y Panamá.  Resistiéndose Pedrarias al principio, a dar cumplimiento a estos despachos; pero convencido al fin por las amonestaciones del obispo Quevedo, que por cierto no obraba in interés en aquel asunto, pues Balboa le había dado parte en todas sus haciendas, reconoció los títulos de este y le dio permiso para marchar a tomar posesión del territorio a su mando.  Partió en efecto el Adelantado, y  con la protección del Rey, con el parentesco recientemente contraído con su enemigo, y sobre todo con su inocencia y su derecho, parecía que estaba libre ya de todo peligro, cuando hallándose en el puerto de Piñas, adonde había ido en descubrimiento de la isla de Perlas, fue llamado por el gobernador, diciéndole que tenía que comunicarle sus últimas instrucciones; pero tan luego como Balboa se presentó, Pedrarias le hizo encausar de que pretendió independizar los territorios por él descubiertos, para lo cual alegó los más fútiles pretextos, dispuso que se le juzgara y ordenó por escrito al alcalde Espinosa que lo sentenciara a muerte.  
Constantemente protestó Balboa contra la villana acusación; pero todo fue en vano, y haciéndosele además cargo de la expulsión de Enciso y Nicuesa con que había dado principio a su elevación, se le condenó  por traidor y usurpador a la última pena.  Sufrió que lo decapitarán, con ánimo sereno y resignación cristiana, protestó en alta voz, contra su sentencia; y así de tan triste y afrentoso modo terminó su gloriosa vida el año 1517, a los cuarenta y dos de su edad, en medio del llanto y la indignación de los habitantes del Darién, testigos todos de su lealtad y de la saña de sus verdugos.
Un piloto que estaba a la sazón en el Darién, llamado Andrés Niño, previendo el fin de Balboa, se dirigió inmediatamente a España con objeto de solicitar la concesión de los navíos embargados.  Niño no pudo nada por sí en la Corte; pero habiéndose puesto de acuerdo con Gil González, hidalgo de la ciudad de Ávila y hombre que gozaba de la protección valiosa del Presidente del Consejo de Indias, logró por este medio, el 18 de junio de 1819, que el Rey se las concediera ara el descubrimiento de las islas de la Especiería; recibiendo Gil González Dávila, contador de la Española desde 1511, un auxilio de tres mil pesos y todo cuanto más se necesitó  para el viaje, título de capitán general de la armada, la cruz de Santiago y la orden para que Pedrarias le entregará los buques de Balboa y doce piezas de artillería.
Mientras tanto obtenida la orden de la Corte, por lo pobladores de Santa María para llevar a Panamá el gobierno civil y la silla episcopal, trasladaron en 1519, sus establecimientos a la nueva ciudad, capital entonces de Castilla de Oro.
La expedición de Gil González y Andrés Niño salió de San Lucas de Barrameda el 13 de Septiembre del mismo año a bordo de tres buques de 56, 75 y 100 toneladas respectivamente, tocó en Santo Domingo y continuó con vientos próspero hasta llegar al puerto de Hacia en el istmo, en Enero de 1522.
Apenas había caminado unas cien leguas hacia el Occidente, cuando tuvo que saltar a tierra para reponer la vasija en que conducía el agua que estaba deshaciéndose y carenar sus buques que estaban llenándose de broma[1].  Mientras se hacía esto, dispuso Gil González una excursión en el interior del país con 100 hombres y cuatro caballos, dejando prevenido al piloto Niño para que cuando estuviesen aderezados los navíos avanzase unas ochenta o cien leguas más sin desviarse de la costa, y le aguardase.  
La expedición por tierra atravesó sin dificultades parte del territorio de Costa Rica en la vecindad del golfo de Nicoya de donde continuó hasta atravesar Nicaragua desde su frontera meridional hasta el golfo de San Vicente, siendo bien recibido por los indios, que le dieron en  algunas poblaciones oro, esclavos y víveres, todo voluntariamente.  En dicho golfo se juntó nuevamente de regreso con el piloto Andrés Niño, que había navegado hasta allí con los buques y permanecía aguardando su llegada.
Gil González volvió a Panamá y tuvo nuevas dificultades con Pedrarias que le obligaron a embarcarse furtivamente en Nombre de Dios para
Santo Domingo.  De aquí escribió al Rey haciéndole la relación de sus viajes y pidiéndole la gobernación de las tierras descubiertas por él, con el ofrecimiento de adquirir grandes riquezas para la Corona.  En seguida envió a su tesorero Andrés de Cereceda con el oro que correspondía al quinto del Rey, con instrucciones de solicitar de este su permiso para buscar por las costas de Honduras el desaguadero del lago de Nicaragua que imaginaba que habría de estar por aquel rumbo y reputaba como la vía de comunicación interoceánica al través del istmo que unía los dos grandes océanos del Nuevo Mundo.
Obtenida la real licencia, Gil González arribó en 1524 a la costa de Honduras en Puerto Caballos, continuó navegando y saltó a tierra cerca del cabo Manabique estableciendo allí la población de San Gil de Buena Vista, la primera que fundaron los españoles en la Costa Atlántica pero que no duró mucho tiempo.
Dejó Gil González alguna genta en San Gil y penetró con el resto en el interior de Honduras en busca de oro hasta el valle de Olancho, donde supo que Pedrarias Dávila había enviado a Francisco Hernández de Córdoba a ocupar cuanto había conquistado el propio González en Nicaragua.  Hernández realmente había seguido las huellas de Gil González, expedicionando por orden de Pedrarias que le nombró teniente general y le autorizó para que ocupara todo el territorio que Gil González había conquistado. Desembarcó en el golfo de Nicoya y siguió el mismo derrotero hasta llegar a Nicaragua, cuya conquista y colonización llevó a efecto., fundando las ciudades de Granada, León y Segovia, hizo llevar en hombros al lago uno de sus navíos desarmado, y con él mandó hasta el río San Juan en busca de la comunicación interoceánica y envió religiosos a catequizar a los indígenas y después se trasladó a Honduras, penetrando por el valle de Olancho en donde se hallaba Gil González.  Tanto al uno como al otro, preocupaba la idea de encontrar el estrecho que debía conducir al mar del Sur.
Hernández de Córdoba envió emisarios a Gil González. Este los recibió con buenas maneras haciéndoles saber que cedería la pare que en aquella conquista deseaba Hernández pero sin reconocerlo como subalterno de Pedrarias. Hernández destacó entonces a Hernando de Soto con tropas para capturar a Gil González, el cual, en previsión de ese suceso había pedido refuerzos a San Gil y con ellos salió al encuentro de su enemigo batiéndolo en el pueblo de Toreba, en donde tomó prisioneros a Soto y sus hombres.  Quitó al primero 130 mil pesos de oro que llevaba consigo, dándole después libertad y encaminándose en seguida a Puerto Caballos donde se anunciaba otra expedición española.
Ocupada la ciudad de Méjico por Hernán Cortés después de una campaña heroica, dispuso en Agosto de 1521,  enviar a la América Central dos expediciones, una al mando de don Pedro de Alvarado y  otra a las órdenes de Cristóbal de Olid, debiendo marchar el primero por tierra hasta Guatemala, y el segundo por mar a Honduras.  Olid salió de Veracruz, pero faltando a la lealtad que debía a Cortés, hizo alianza con Diego de Velásquez, gobernador de Cuba y enemigo del conquistador de Méjico.  Velásquez consiguió que Olid trabajara en provecho de los dos solamente y con esta consigna zarpó de la Habana y llegó a Honduras, desembarcando en un punto situado a 15 leguas de Puerto Caballos, tomando posesión del país en nombre del Rey de España y de Hernán Cortés para que sus soldado no se dieran cuenta de su perfidia.
Hernán Cortés supo la deslealtad de Olid y envió en su seguimiento  una expedición al mando de su primo Francisco de las Casas.  Olid tenía ya fundada una villa con nombre de Triunfo de la Cruz, y establecido un cuerpo municipal encargado del gobierno de la nueva colonia, en la cual dividió en partidas la fuerza armada para que fuese a recorrer todo el país.  Las Casas llegó a la costa del Triunfo de la Cruz, y con segunda intención enarboló la bandera blanca en señal de paz; ero Olid, hombre sagaz, comprendió la artimaña e impidió el desembarcó de Las Casas.  En la lucha empeñada quedaron este y  algunos soldados en poder de Olid, pues los demás perecieron con las naves al estrellarse estas sobre la costa.
Gil Gonzáles por su arte, sabedor de la llegada de Olid, le propuso también con capciosa intención una alianza de paz, la cual aparentó Olid aceptar, haciendo testimonio de amistad que en el fondo no era sino una manera de engañarse, con el propósito de destruirse entre sí en la primera oportunidad.  Esta costumbre de la perfidia estaba bien desarrollada entre los aventureros españoles, y así, cuando Olid supo que Gil González había llegado con algunos compañeros a un pueblo vecino, envió al capitán Juan Ruano, quien lo sorprendió y capturó.
Orgulloso de sus victorias, Olid marchó a una población del interior llamada Naco, llevando consigo a Francisco de Las Casas ya Gil González, a quienes, como amigos, alojó en su propia casa.  Una noche, después de cenar todos tres juntos y en la mejor armonía, Las Casas y Gil González  se lanzaron pérfidamente sobre Olid, lo hirieron gravemente , lo privaron de su libertad y lo hicieron decapitar al día siguiente en la plaza de Naco.
Mientras tanto Hernán Cortés deseoso de castigar la traición de Olid, salió de Méjico el 12 de Octubre de 1524 con 250 españoles y tres mil indios auxiliares.  Esta expedición sufrió horriblemente hasta llegar a Nito, donde Cortés supo el fin trágico de Olid.  De Nito se dirigió a Puerto Caballos, al que dio el nombre de Puerto Cortés, y fundó además una villa llamada Natividad.
En Trujillo se recibió bien a Hernán Cortés, quien congregó a los indios, ordenándoles obediencia al Rey de Castilla y prohibiéndoles el robo y los sacrificios humanos: Dictó luego ordenanzas sobre el comercio, la administración de justicia, el trato a los indios y la moral.  También dejó muchos cerdos que se reprodujeron abundantemente, y años después envió de Méjico cuatro buques llenos de nuevas especies de animales y vegetales, entre estos últimos la caña de azúcar.
Las Casas y Gil González después del asesinato de Olid determinaron irse a Méjico por la vía de Guatemala para darle cuenta a Cortés de todo lo sucedido en Honduras.  Iban de camino, cuando llegó al lugar de los sucesos el fiscal Pedro Moreno, enviado por la Audiencia de Santo Domingo a pacificar aquellos pueblos y pasar después a Nicaragua a procurar que Francisco Hernández de Córdoba dejase la conquista de esta provincia a Gil González su primer descubridor.  El fiscal,  contrariando sus instrucciones escribió a Hernández de Córdoba aconsejándole que solicitase del Rey el nombramiento de gobernador de la provincia conquista y de la demás tierra que conquistase.  Esto despertó la ambición de Hernández que se proclamó gobernador a despecho de la oposición de algunos de sus compañeros que se regresaron a Panamá y lo denunciaron.
Informado Hernán Cortés de lo que ocurría en Nicaragua escribió a Hernández alentándolo y haciéndole algunos regalos; ero sucesos de Méjico le obligaron a regresarse a este país y olvidarse de Nicaragua.
Mientras tanto Pedrarias, que tenía necesidad de abandonar Panamá en aquellos días y deseaba castigar a Hernández, juntó el mayor número de gente que pudo y con ella llegó a Nicaragua.  Capturó en seguida a Hernández, lo hizo decapitar y se encargó del gobierno de la provincia, alegando que era dependencia de Castilla del Oro.
Hernán Cortés permaneció en Honduras cerca de dos años y después que él se regresó a Méjico el gobierno español nombró gobernador de Honduras a Diego López de Salcedo que terminó la conquista y pacificación de aquel país.
Hemos reseñado ligeramente la conquista de las provincias de Nicaragua y Honduras a las que fue adjudicada la antigua Costa de Mosquitos, como base preliminar de la historia de esta, cuyos sucesos vamos a continuar refiriendo.



  





[1]Broma:  Molusco lamelibranquio marino con aspecto de gusano, con sifones desmesuradamente largos y conchas muy  pequeñas,  que dejan descubiertas la mayor parte del cuerpo y cuyas valvas funcionan como mandíbulas y perforan las maderas sumergidas, en las cuales excavan galerías, y causan graves daños a las construcciones navales.