Historiador José Dolores Gámez
CAPITULO II
En el Mar
del Sur
Resumen.
-En sustitución de Nicuesa es nombrado Pedrarias Dávila gobernador de
Castilla de Oro solamente para Tierra Firme.- Quién era Pedrarias.- Su salida.-
Llega al Darién.- Vasco Núñez de Balboa se había encargado del gobierno del
Darién.- Descubre el Océano Pacífico.- Recibe amistosamente a Pedrarias y le
entrega el mando.- Es objeto de la envidia del nuevo gobernador y sufre
molestias.- El Rey le nombra Adelantado del Mar del Sur y Capitán General de
Coiba y Panamá.- Expediciones con éxito y Pedrarias acusándole falsamente de
traición lo captura y decapita.- Andrés Niño se asocia con Gil González.-
Celebra este una capitulación para hacer descubrimientos en la costa del
Pacífico.- Descubre Nicaragua y atraviesa su territorio hasta el Golfo de Fonseca.-
Regresa a Panamá y temeroso de Pedrarias huye para Santo Domingo.- Hace la
relación de su viaje y envía oro a España.- Con permiso para descubrir en el
Atlántico, desembarca en Honduras.- Sus aventuras en esta tierra.- Llega a
Nicaragua Hernández de Córdoba.- Se traslada después a Honduras.- Ataca a Gil
González por medio de Hernando de Soto.- Queda este vencido y prisionero.-
Llega a Honduras Cristóbal de Olid.- Captura con perfidia a González y a
Francisco de las Casas.- Ambos le asesinan y huyen.- Llega enseguida Hernán
Cortés y poco después el Fiscal Moreno, quien solivianta a Hernández de Córdoba
contra Pedrarias.- Hernández se
proclama gobernador de Nicaragua.- Llega Pedrarias, lo hace captura y le da muerte.-
Regresa Cortés a México.- Es nombrado gobernador de Honduras Diego López.- Este
y Pedrarias terminan respectivamente las conquistas de Honduras y Nicaragua,
provincias que fueron anexadas a la Costa de los Mosquitos.
El 27 de julio de 1513 fue nombrado Pedro Arias de
Ávila más conocido por Pedrarias Dávila, gobernador y Capitán General de la
provincia de Castilla del Oro, aunque con exclusión de la provincia de Veragua
que antes formaba parte de aquella y que entonces reclamaba judicialmente Diego
Colón.
El nuevo gobernador iba a sustituir al desgraciado Nicuesa,
pero solo en la tierra firme, pues la costa quedaba fuera de su jurisdicción; y
no nos ocuparemos más en tratar de los asuntos de Castilla del oro.
Pedrarias Dávila, apellidado el galán y el justador, era
hermano del conde de Puño en rostro, Puñón Rostro, y estaba casado con la hija
de la condesa de Moya, amiga íntima de la Reina Isabel. Se había distinguido como jefe de alta
graduación en la guerra con los árabes y gozaba de la protección del arzobispo
de Burgos, factótum del gobierno español durante los reinados de
los Reyes Católicos, de doña Juana la Loca y de don Carlos I de España y V de
Alemania.
Pedrarias salió de San Lúcar el 12 de
Abril de 1514 con 19 navíos y 1500 hombres lujosamente equipados, entre los
cuales iba el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, uno de los cuatro
oficiales reales que en unión de fray Juan de Quevedo, primer obispo de Tierra
Firme, debían componer el consejo del gobernador. Marchaba hacia el Nuevo Mundo en busca de la
gobernación que había solicitado y obtenido, haciéndose mil ilusiones con las
noticias fabulosamente exageradas que de aquella tierra había llevado a España Rodrigo Contreras, cuando fue con
los quintos reales del Darién, y le acompañaba además un número considerable de
hidalgos arruinados en busca de riquezas
A mediados de Mayo del mismo año arribó a Santa Marta la expedición de
Pedrarias; pero los indios que la habitaban hicieron una resistencia desesperada,
oponiéndose al desembarco, que no pudo llevarse a efecto. Diéronse
nuevamente a la vela los expedicionarios; y aunque intentaron arribar a
Cartagena, fueron arrastrados por los vientos hasta el golfo del Darién, en
cuyas playas tocaron el 29 de junio siguiente.
Antes de la llegada de Pedrarias había tenido lugar en aquella región o
mejor dicho en sus inmediaciones, el otro lado del istmo, el suceso más
resonancia en el mundo en los últimos años después de la Muerte de Colón
llevado a cabo por Vasco Núñez de Balboa.
Era Balboa un hidalgo pobre, descendiente de una familia de hidalgos de
Jerez de los Caballeros, nacido en el año de 1475. Después de haber sido criado
de don Pedro Puertocarrero, señor de Moguer, se alistó en la expedición que
hizo Rodrigo de Bastidas al Nuevo Mundo y se hallaba establecido en la Española, en la villa de Salvatierra,
cuando don Martín Fernando de Enciso, llegó a tomar el mando de aquella colonia
por ausencia de Ojeda. El nuevo
almirante partió en breve en busca de su compañero, prohibiendo que se
embarcasen con él los habitantes de la Española, que tuviesen deudas; pero
Balboa, aunque de este número halló medio de burlar la prohibición encerrado en
una pipa, y según otros envuelto en una vela.
Llegados a Uraba hoy Darién, los expedicionarios después de haber encallado
su nave en un bajío, se vieron allí desnudos, hambrientos y sin recursos de ninguna
especie. Balboa aconsejó que se trasladasen a un país situado al Occidente,
atravesado por un gran río, que él había visto en su expedición con Bastidas, y
que decía ser una tierra fresca, abundante y hospitalaria. Aquellos desgraciados siguieron este consejo,
atravesaron el golfo y bien pronto se encontraron a las orillas del Darién,
donde hallando todas las comodidades que había pintado Balboa, establecieron la
colonia de Santa Marta la Antigua.
Con aquel suceso comenzó a cobrar
crédito Balboa entre sus camaradas y bien pronto fue elevado al mando de la colonia. Por su parte supo disimular muy bien su
ambición bajo las aspiraciones del bien público, movió en secreto los ánimos
contra Enciso y Diego de Nicuesa, que eran los que tenían más títulos para
disputarle el puesto a que aspiraba,
logró desembarazarse de ellos expulsándolos de la colonia y de esta
manera conquistó su gobierno. Pero una
vez instalado en él, usó de su autoridad con tal moderación y prudencia que no tardó en hacer
olvidar su origen, granjeándose la
confianza y afecto de sus subordinados a los que trataba siempre como amigos y camaradas. Fue entonces cuando emprendió expediciones
atrevidas y peligrosas, coronando la fortuna el éxito de ellas y
enriqueciéndose con una rapidez que no era seguramente de esperar de un pueblo
naciente compuesto de hombres en gran parte perdidos y dados a la
rebeldía. No faltaron sin duda
sediciosos que trataron de derribarle, pero Balboa mostró tal habilidad y
grandes de ánimo, que fue apoyado por el mayor número.
Comprendiendo Balboa que no obtendría de la corona de
Castilla la confirmación de su nombramiento si no acompañaba su pretensión con
grandes cantidades de oro, después de recoger cuanto pudo, sin valerse más que
del buen trato con los naturales, hizo salir para España un oficial encargado
de esta misión; pero no tardó en saber que la Corte, indignada por las quejas
de Enciso, aquel almirante a quien él desposeyera de la colonia, había resuelto
su pérdida. Firme y sereno entonces, no
quiso aguantar, sin embargo, con los brazos cruzados el resultado del proceso
en que se le había envuelto, sino que, recordando con más vehemencia que nunca
los sueños de su ambición y su genio, prefirió morir con gloria en los
descubrimientos que proyectaba.
Un joven cacique después de
presenciar lo que disputaron ente sí los españoles por la repartición de un
poco de oro, arrojó con indignación el que estaba en una balanza y les dijo: «Pasado el otro mar, a
seis soles de aquí, hay un país donde ese metal, objeto de vuestra admiración y
vuestros deseos es tan común, que podréis coger cuanto queráis, pues sus
habitantes llegan a fabricar con él los utensilios más despreciables». Balboa, infirió que el océano a que se
refería el cacique, era el buscado por Colón en esta parte de la América,
esperando abrir por él un camino directo para las Indias Orientales y como la
esperanza de realizar lo que aquel había intentado en vano, se aprestó desde
luego a acometer una empresa digna de su ambición y de su osada actividad. Comenzó por ganarse la amistad de los
caciques vecinos y por medio de ricos presentes distribuidos con oportunidad,
consiguió la necesaria protección y auxilio del gobernador de las Española, y
atrajo a su servicio a una multitud de aventureros.
El
total de las fuerzas de Balboa se elevó a ciento noventa y nueve hombres, todos
acostumbrados al clima de aquellas regiones y dispuestos a seguirle en los
mayores peligros. Les acompañaban mil
indios que llevaban las provisiones y también muchos de aquellos perros feroces
que tanto estrago causaban entre los naturales contra los que eran soldados.
Muchos
y duraderos padecimientos tuvieron que soportar Balboa y su gente para
atravesar el istmo entre lagunas y desfiladeros peligrosos y bosques solamente recorridos
hasta entonces por salvajes errantes. En
esta expedición atravesó también muchas provincias, la mayor parte
enemigas; y peleando con los indios y
los elementos, sufriendo el hambre, la fatiga y toda clase de privaciones;
haciendo prodigios de valor y esfuerzo, que dan una alta idea de su
inteligencia, penetró al través del istmo del Darién hasta los collados más
altos, y desde la cima de Sierra Quarequa, que domina al Este el golfo de
Panamá y a la que subió solo, vio el 25 de Septiembre de 1513 extenderse el mar
hacia el Poniente en un horizonte sin fin.
Lleno de júbilo, ante espectáculo tan inesperado, cae de rodillas y da
gracias a Dios por haberle reservado tal descubrimiento. ¡El Océano, cuya
entrada inútilmente había buscado Colón, aquel Océano que debía conducir a las
infinitas riquezas de China y de la India estaba allí delante de él, a sus
pies!
Después
besa la tierra, tiende los brazos a las ondas y llamando a sus compañeros
bendice con los ojos arrasados en lágrimas el inmenso poder de Dios que le
había guiado y sostenido hasta dar cima a una de las más altas empresas que han
visto los siglos. En seguida planta una
cruz en la montaña, graba en ella los nombres de los Reyes Católicos como para
indicar la nueva soberanía religiosa y política que establecía e aquellas
regiones, y no contento con esto baja a la ribera el 22 de Septiembre de 1513,
y armado de todas sus armas, llevando en una mano la espada desnuda y en la
otra una bandera en que estaba pintada la Virgen con las Armas de Castilla a
los pies, marcha en medio de las ondas que le llegaban a la cintura, diciendo
en altas voces: «Vivan los altos y poderosos reyes de Castilla: Yo en su nombre tomo posesión de estos mares y
regiones; y si algún otro príncipe, sea cristiano, sea infiel pretende a ellos
algún derecho, yo estoy pronto y dispuesto a contradecir y defenderlos».
Tal fue aquel acto tan
solemne como sencillo, cuya relación extendió el escribano Andrés de
Balderrábano.
Apresuróse Balboa a enviar
a España una relación de su importante descubrimiento, pidiendo uno refuerzo de
mil hombres para intentar la conquista de las ricas regiones del Pacífico. Sus noticias produjeron en la Corte tanto
gozo cuando menos como las del mismo descubrimiento del Nuevo Mundo; por lo que
el rey Fernando se apresuró a preparar una expedición con refuerzos que se le
pedían, si bien ingrato con Balboa como lo había sido con Colón, confió el
mando de estas fuerzas y nombró gobernador de la colonia de Darién a Pedrarias
Dávila.
Mientras tanto Balboa, satisfecho de su obra, hizo
algunas excursiones por los países limítrofes, y volvió al Darién el 16 de
Enero de 1514, cuatro meses y medio después de haber salido, siendo recibido
por todos los habitantes con las mayores demostraciones de gratitud, admiración
y respeto, y llevando consigo más de cuarenta mil pesos oro, un sinnúmero de
ropas de algodón y 800 indios de servicio.
Había llegado al apogeo de su prosperidad, era mirado por los colonos
como un ser privilegiado del cielo y se encontraba lleno de riquezas y rodeado
de aplausos y de gloria; pero esta fortuna no le duró más que hasta la llegada
de Pedrarias enviado para reasumir en sí toda la autoridad y el mando de la
colonia.
Hallábase Balboa empajando
su casa cuando llegaron a Sata María los emisarios de Pedrarias; y aunque
varios de los colonos aconsejaban a su jefe la resistencia, seguros de que la
calidad supliría al número en el combate, Balboa rechazó tales insinuaciones y
con toda su gente se dirigió a la playa a recibir al nuevo jefe.
Entusiasmado Pedrarias con
el descubrimiento del mar del Sur, dispuso en seguía la fundación de tres
presidios en Comagre, Tumaná y Pocorosa, como punto de escala para las
expediciones que se prometía emprender; y como llevaba orden de procesar y
tomar residencia a Balboa por el que ya sentía odio a causa de su fama, hizo
pregonar la residencia de este, le confiscó sus bienes, y el descubridor del
mar del Sur, gimió largo tiempo en la miseria. No pudo, sin embargo, Pedrarias disimular su
desagrado, cuando a pesar de sus esfuerzos, le vio absuelto de todos los cargos
y condenado solamente a restituir algunos miles de pesos al bachiller Enciso,
cuyos bienes había hecho embargar. Desde
aquel momento la envidia se apoderó del ánimo de Pedrarias no pudiendo competir con su rival en
merecimientos, afectó olvidarse de él, privando así a los colonos de su valioso
apoyo en circunstancias en que sufrían
la calamidad del hambre y en que la fiebre había hecho sucumbir en el
espacio de dos meses a más de setecientos castellanos Comisionó en seguida a varios de sus tenientes
para que recorrieran el país en busca del oro que codiciaba y del cual además
se carecía ya para el pago de salarios.
Principió entonces la era de sangre depredaciones en el Darién, y tuvo
la triste gloria de haber desbastado
aquel país con sus atrocidades.
Como en la colonia se
murmuraba por el olvido en que se mantenía a Balboa, le condenó Pedrarias para
que explorase el río Grande en busca del cacique Dabaile. Los indios que poblaban sus riberas eran los
más belicosos de la Comarca, y como lograron sorprender a Balboa que no llevaba
suficiente escolta, lo derrotaron tan completamente, que a duras penas pudo
regresar a Santa María herido y mal tratado.
Despreciando Pedrarias los
derechos que Balboa había adquirido, y la Corte sancionado dándole el
adelantamiento del mar del Sur, comisionó a Gaspar Morales para que visitase la
isla Grande de Perlas, dejando a su segundo en Tutibrá, y adelantándose a la
mayor de las islas Terarequi. Las nuevas
atrocidades de los secuaces de Pedrarias habían sido un grito de guerra en la
comarca y a él respondían todas las tribus, uniéndose para tomar venganza. L a lucha se hizo más cruenta y se sostuvo
con valor por ambas partes.
Todas las expediciones
regresaban con gran número de indios e calidad de cautivos y aunque las
instrucciones dadas por la Corona prescribían
que se les tratase con dulzura y se les dejase en plena libertad,
Pedrarias los remitía a Santo Domingo y los hacía vender como esclavos. Contra esta iniquidad protestó el obispo; pero sus quejas a la Corte fueron inútiles, y el alto
patrocinio con que contaba el gobernador pudo más que la justicia que asistía
al humanitario prelado.
Las quejas de los colonos
por el mal gobierno de Pedrarias y el amor que estos profesaban a Balboa,
aumentaron la envidia en que venía ardiendo el gobernador. El obispo Quevedo, deseoso de reconciliarlos
intervino con ambos y Pedrarias consintió en ser justo haciendo las paces con
su rival. Por interés o por cálculo
aceptó también la proposición del prelado de darle a Balboa la mano de su hija
mayor, doña María que se encontraba en Europa desposándola por poder.
En el entretanto había
mudado en la Corte la reputación de Balboa, y el rey Fernando dando oído a
algunos de sus muchos amigos y admiradores, le volvió a su gracia y le envió el
nombramiento de Adelantado del Mar del Sur y capitán general de las provincias
de Coiba y Panamá. Resistiéndose Pedrarias
al principio, a dar cumplimiento a estos despachos; pero convencido al fin por
las amonestaciones del obispo Quevedo, que por cierto no obraba in interés en
aquel asunto, pues Balboa le había dado parte en todas sus haciendas, reconoció
los títulos de este y le dio permiso para marchar a tomar posesión del
territorio a su mando. Partió en efecto
el Adelantado, y con la protección del
Rey, con el parentesco recientemente contraído con su enemigo, y sobre todo con
su inocencia y su derecho, parecía que estaba libre ya de todo peligro, cuando
hallándose en el puerto de Piñas, adonde había ido en descubrimiento de la isla
de Perlas, fue llamado por el gobernador, diciéndole que tenía que comunicarle
sus últimas instrucciones; pero tan luego como Balboa se presentó, Pedrarias le
hizo encausar de que pretendió independizar los territorios por él
descubiertos, para lo cual alegó los más fútiles pretextos, dispuso que se le
juzgara y ordenó por escrito al alcalde Espinosa que lo sentenciara a muerte.
Constantemente protestó
Balboa contra la villana acusación; pero todo fue en vano, y haciéndosele
además cargo de la expulsión de Enciso y Nicuesa con que había dado principio a
su elevación, se le
condenó por traidor y usurpador a la
última pena. Sufrió que lo decapitarán,
con ánimo sereno y resignación cristiana, protestó en alta voz, contra su
sentencia; y así de tan triste y afrentoso modo terminó su gloriosa vida el año
1517, a los cuarenta y dos de su edad, en medio del llanto y la indignación de
los habitantes del Darién, testigos todos de su lealtad y de la saña de sus
verdugos.
Un piloto que
estaba a la sazón en el Darién, llamado Andrés Niño, previendo el fin de
Balboa, se dirigió inmediatamente a España con objeto de solicitar la concesión
de los navíos embargados. Niño no pudo
nada por sí en la Corte; pero habiéndose puesto de acuerdo con Gil González,
hidalgo de la ciudad de Ávila y hombre que gozaba de la protección valiosa del
Presidente del Consejo de Indias, logró por este medio, el 18 de junio de 1819,
que el Rey se las concediera ara el descubrimiento de las islas de la
Especiería; recibiendo Gil González Dávila, contador de la Española desde 1511,
un auxilio de tres mil pesos y todo cuanto más se necesitó para el viaje, título de capitán general de
la armada, la cruz de Santiago y la orden para que Pedrarias le entregará los
buques de Balboa y doce piezas de artillería.
Mientras tanto
obtenida la orden de la Corte, por lo pobladores de Santa María para llevar a
Panamá el gobierno civil y la silla episcopal, trasladaron en 1519, sus
establecimientos a la nueva ciudad, capital entonces de Castilla de Oro.
La expedición
de Gil González y Andrés Niño salió de San Lucas de Barrameda el 13 de
Septiembre del mismo año a bordo de tres buques de 56, 75 y 100 toneladas
respectivamente, tocó en Santo Domingo y continuó con vientos próspero hasta llegar
al puerto de Hacia en el istmo, en Enero de 1522.
Apenas había
caminado unas cien leguas hacia el Occidente, cuando tuvo que saltar a tierra
para reponer la vasija en que conducía el agua que estaba deshaciéndose y
carenar sus buques que estaban llenándose de broma. Mientras se hacía esto, dispuso Gil González
una excursión en el interior del país con 100 hombres y cuatro caballos,
dejando prevenido al piloto Niño para que cuando estuviesen aderezados los navíos
avanzase unas ochenta o cien leguas más sin desviarse de la costa, y le
aguardase.
La expedición
por tierra atravesó sin dificultades parte del territorio de Costa Rica en la
vecindad del golfo de Nicoya de donde continuó hasta atravesar Nicaragua desde
su frontera meridional hasta el golfo de San Vicente, siendo bien recibido por
los indios, que le dieron en algunas
poblaciones oro, esclavos y víveres, todo voluntariamente. En dicho golfo se juntó nuevamente de regreso
con el piloto Andrés Niño, que había navegado hasta allí con los buques y
permanecía aguardando su llegada.
Gil González
volvió a Panamá y tuvo nuevas dificultades con Pedrarias que le obligaron a embarcarse
furtivamente en Nombre de Dios para
Santo Domingo. De aquí escribió al Rey
haciéndole la relación de sus viajes y pidiéndole la gobernación de las tierras
descubiertas por él, con el ofrecimiento de adquirir grandes riquezas para la
Corona. En seguida envió a su tesorero
Andrés de Cereceda con el oro que correspondía al quinto del Rey, con
instrucciones de solicitar de este su permiso para buscar por las costas de
Honduras el desaguadero del lago de Nicaragua que imaginaba que habría de estar
por aquel rumbo y reputaba como la vía de comunicación interoceánica al través
del istmo que unía los dos grandes océanos del Nuevo Mundo.
Obtenida la
real licencia, Gil González arribó en 1524 a la costa de Honduras en Puerto
Caballos, continuó navegando y saltó a tierra cerca del cabo Manabique
estableciendo allí la población de San Gil de Buena Vista, la primera que
fundaron los españoles en la Costa Atlántica pero que no duró mucho tiempo.
Dejó Gil González
alguna genta en San Gil y penetró con el resto en el interior de Honduras en
busca de oro hasta el valle de Olancho, donde supo que Pedrarias Dávila había
enviado a Francisco Hernández de Córdoba a ocupar cuanto había conquistado el
propio González en Nicaragua. Hernández
realmente había seguido las huellas de Gil González, expedicionando por orden
de Pedrarias que le nombró teniente general y le autorizó para que ocupara todo
el territorio que Gil González había conquistado. Desembarcó en el golfo de
Nicoya y siguió el mismo derrotero hasta llegar a Nicaragua, cuya conquista y
colonización llevó a efecto., fundando las ciudades de Granada, León y Segovia,
hizo llevar en hombros al lago uno de sus navíos desarmado, y con él mandó
hasta el río San Juan en busca de la comunicación interoceánica y envió
religiosos a catequizar a los indígenas y después se trasladó a Honduras,
penetrando por el valle de Olancho en donde se hallaba Gil González. Tanto al uno como al otro, preocupaba la idea
de encontrar el estrecho que debía conducir al mar del Sur.
Hernández de Córdoba
envió emisarios a Gil González. Este los recibió con buenas maneras haciéndoles
saber que cedería la pare que en aquella conquista deseaba Hernández pero sin
reconocerlo como subalterno de Pedrarias. Hernández destacó entonces a Hernando
de Soto con tropas para capturar a Gil González, el cual, en previsión de ese
suceso había pedido refuerzos a San Gil y con ellos salió al encuentro de su
enemigo batiéndolo en el pueblo de Toreba, en donde tomó prisioneros a Soto y
sus hombres. Quitó al primero 130 mil pesos
de oro que llevaba consigo, dándole después libertad y encaminándose en seguida
a Puerto Caballos donde se anunciaba otra expedición española.
Ocupada la
ciudad de Méjico por Hernán Cortés después de una campaña heroica, dispuso en
Agosto de 1521, enviar a la América
Central dos expediciones, una al mando de don Pedro de Alvarado y otra a las órdenes de Cristóbal de Olid,
debiendo marchar el primero por tierra hasta Guatemala, y el segundo por mar a
Honduras. Olid salió de Veracruz, pero
faltando a la lealtad que debía a Cortés, hizo alianza con Diego de Velásquez,
gobernador de Cuba y enemigo del conquistador de Méjico. Velásquez consiguió que Olid trabajara en
provecho de los dos solamente y con esta consigna zarpó de la Habana y llegó a
Honduras, desembarcando en un punto situado a 15 leguas de Puerto Caballos,
tomando posesión del país en nombre del Rey de España y de Hernán Cortés para
que sus soldado no se dieran cuenta de su perfidia.
Hernán Cortés
supo la deslealtad de Olid y envió en su seguimiento una expedición al mando de su primo Francisco
de las Casas. Olid tenía ya fundada una
villa con nombre de Triunfo de la Cruz, y establecido un cuerpo municipal
encargado del gobierno de la nueva colonia, en la cual dividió en partidas la
fuerza armada para que fuese a recorrer todo el país. Las Casas llegó a la costa del Triunfo de la
Cruz, y con segunda intención enarboló la bandera blanca en señal de paz; ero
Olid, hombre sagaz, comprendió la artimaña e impidió el desembarcó de Las
Casas. En la lucha empeñada quedaron
este y algunos soldados en poder de
Olid, pues los demás perecieron con las naves al estrellarse estas sobre la
costa.
Gil Gonzáles
por su arte, sabedor de la llegada de Olid, le propuso también con capciosa
intención una alianza de paz, la cual aparentó Olid aceptar, haciendo
testimonio de amistad que en el fondo no era sino una manera de engañarse, con
el propósito de destruirse entre sí en la primera oportunidad. Esta costumbre de la perfidia estaba bien
desarrollada entre los aventureros españoles, y así, cuando Olid supo que Gil
González había llegado con algunos compañeros a un pueblo vecino, envió al
capitán Juan Ruano, quien lo sorprendió y capturó.
Orgulloso de
sus victorias, Olid marchó a una población del interior llamada Naco, llevando
consigo a Francisco de Las Casas ya Gil González, a quienes, como amigos, alojó
en su propia casa. Una noche, después de
cenar todos tres juntos y en la mejor armonía, Las Casas y Gil González se lanzaron pérfidamente sobre Olid, lo
hirieron gravemente , lo privaron de su libertad y lo hicieron decapitar al día
siguiente en la plaza de Naco.
Mientras tanto
Hernán Cortés deseoso de castigar la traición de Olid, salió de Méjico el 12 de
Octubre de 1524 con 250 españoles y tres mil indios auxiliares. Esta expedición sufrió horriblemente hasta
llegar a Nito, donde Cortés supo el fin trágico de Olid. De Nito se dirigió a Puerto Caballos, al que
dio el nombre de Puerto Cortés, y fundó además una villa llamada Natividad.
En Trujillo se
recibió bien a Hernán Cortés, quien congregó a los indios, ordenándoles
obediencia al Rey de Castilla y prohibiéndoles el robo y los sacrificios humanos:
Dictó luego ordenanzas sobre el comercio, la administración de justicia, el
trato a los indios y la moral. También
dejó muchos cerdos que se reprodujeron abundantemente, y años después envió de
Méjico cuatro buques llenos de nuevas especies de
animales y vegetales, entre estos últimos la caña de azúcar.
Las Casas y Gil González después del asesinato de Olid
determinaron irse a Méjico por la vía de Guatemala para darle cuenta a Cortés
de todo lo sucedido en Honduras. Iban de
camino, cuando llegó al lugar de los sucesos el fiscal Pedro Moreno, enviado
por la Audiencia de Santo Domingo a pacificar aquellos pueblos y pasar después
a Nicaragua a procurar que Francisco Hernández de Córdoba dejase la conquista
de esta provincia a Gil González su primer descubridor. El fiscal, contrariando sus instrucciones escribió a Hernández
de Córdoba aconsejándole que solicitase del Rey el nombramiento de gobernador
de la provincia conquista y de la demás tierra que conquistase. Esto despertó la ambición de Hernández que se
proclamó gobernador a despecho de la oposición de algunos de sus compañeros que
se regresaron a Panamá y lo denunciaron.
Informado Hernán Cortés de lo que ocurría en Nicaragua
escribió a Hernández alentándolo y haciéndole algunos regalos; ero sucesos de Méjico
le obligaron a regresarse a este país y olvidarse de Nicaragua.
Mientras tanto Pedrarias, que tenía necesidad de
abandonar Panamá en aquellos días y deseaba castigar a Hernández, juntó el
mayor número de gente que pudo y con ella llegó a Nicaragua. Capturó en seguida a Hernández, lo hizo
decapitar y se encargó del gobierno de la provincia, alegando que era
dependencia de Castilla del Oro.
Hernán Cortés permaneció en Honduras cerca de dos años
y después que él se regresó a Méjico el gobierno español nombró gobernador de
Honduras a Diego López de Salcedo que terminó la conquista y pacificación de
aquel país.
Hemos reseñado ligeramente la conquista de las
provincias de Nicaragua y Honduras a las que fue adjudicada la antigua Costa de
Mosquitos, como base preliminar de la historia de esta, cuyos sucesos vamos a
continuar refiriendo.
[1]Broma:
Molusco lamelibranquio
marino con aspecto de gusano, con sifones desmesuradamente largos y conchas muy
pequeñas, que dejan descubiertas la mayor parte del
cuerpo y cuyas valvas funcionan como mandíbulas y perforan las maderas
sumergidas, en las cuales excavan galerías, y causan graves daños a las
construcciones navales.