miércoles, 8 de junio de 2016

V Compendio de Historia de Centro América Tomo II Cap XXIV a XVII












Compendio
De
Historia de Centro América
Escrito para las escuelas superiores
De
Nicaragua
Por José Dolores Gámez
Ministro de Instrucción Pública
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Tomo II


Edición Oficial
1907



C A P I T U L O XXIV
ADMINISTRACIONES DEL DOCTOR CEBALLOS, DEL SEÑOR COSIO Y DEL MAESTRE DE CAMPO SEÑOR RIVAS
1702-1724
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Llegada del Presidente Ceballos, acompañado del Visitador Osorio, Muerte del Obispo de Guatemala-Desaparece la casa de Austria en el trono español-Muere el Presidente Ceballos-Le sucede interinamente el Oidor Duardo-Llega el Presidente Cosio-Sucesos de Nicaragua-Levantamiento de indios en Costa Rica y Chiapas-Sale a campaña el Presidente y vence a los de Chiapas-El Rey lo hace Marqués de Torre-Campo-Llega el Presidente Rivas-Favorece y reduce a los indios-Ley suntuaria-Erupción del volcán de Fuego o Ruina de la Antigua-Invaden la costa los corsarios e indios mosquitos-Erupción del Irazú-Fin del Presidente Rivas.
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1o.   El Doctor don Alonso de Ceballos y Villagutiérrez, de la Orden de Alcántara, clérigo ilustrado que servía la Presidencia de la Audiencia de Guadalajara en México, llegó a Guatemala en mayo de 1702 con el nombramiento de Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General del Reino.  Le acompañaba el Doctor don José de Osorio Espinosa de los Monteros, Vocal de la Real Chancillería de México y encargado por la corona para continuar la visita que dejó pendiente el Visitador Gómez de la Madrid -  Ambos funcionarios se dedicaron con todo empeño a restablecer la tranquilidad alterada aún con los recién pasados sucesos y a normalizar la administración.  El Visitador Osorio marchó enseguida a Soconusco y a otros de aquellos lugares; prendió a los principales reos y los trajo presos después de confiscarles sus bienes.  Mientras, en la capital, procedió con tal tino el Presidente Ceballos, que, insensiblemente, logró restablecer la confianza, mostrándose benévolo con todos.
2o.  El 2 de noviembre de 1702, dejó de existir en Guatemala, el Señor de las Navas Obispo de Guatemala,  fastuoso y caritativo y  orador elocuente, pero que  vivió siempre sugestionado por su sobrino Francisco Sánchez, persona díscola y mal intencionada que lo hizo cometer errores lamentables.  Por ese tiempo había desaparecido del trono español la Casa de Austria, extinguida con Carlos II el Hechizado, y reinaba ya la de Borbón con Felipe V, que había inaugurado su reinado desde el 1o. de enero de 1701.
3o.  La administración del Presidente Ceballos siguió su obra de reparación y concordia hasta el 27 de octubre de 1703, en que el citado Presidente fue sorprendido por la muerte.  Con este motivo declaró la Audiencia que ella asumía el gobierno de Guatemala y que los cargos de Gobernador y Capitán General del Reino pasaban al Oidor más antiguo, licenciado don Juan Jerónimo Duardo, quien ejerció el poder hasta el 2 de septiembre de 1706, en que llegó a Guatemala don Horibio de Cosio y Campo, Caballero de la Orden de Calatraba, nombrado en propiedad Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General del Reino.  El señor Cosio había estado en Guatemala durante su juventud en busca de fortuna, y cuando logró adquirir algunos bienes se regresó a España; pero perdió su capital en un naufragio.  Venía nuevamente animado de iguales propósitos y su administración dejó mucho que desear en esa parte.
4o.  En la provincia de Nicaragua se hallaba de Gobernador el Maestre de Campo don Miguel de Camargo desde 1705, y para catequizar a los indios envió frailes a predicarles el cristianismo; mas acusaron estos a los indios de ser hechiceros, y el Gobernador, sin otra averiguación que la infalible palabra de los reverendos, ajustició a algunos de aquellos desgraciados y estropeó a muchos. Condolido el Obispo de la diócesis, Fray Diego Morcilla, reprobó enérgicamente la perpetración de tales hechos y prohibió además las misiones; pero como a pesar de todo eso continuaron los abusos en el mismo sentido, hizo dos viajes a Guatemala a quejarse contra Camargo, los religiosos y los particulares, que así sacrificaban a los infelices indios.  La Audiencia levantó el proceso, y el Gobernador Camargo, temeroso de la responsabilidad judicial, se fugó de Nicaragua.  Efectivamente, en el expediente instruido resultaron culpables de ilícito comercio y malos tratamientos  los aborígenes de Masaya, Camargo, el Castellano de la Fortaleza de Granada, los tenientes de Gobernador y el teniente de oficial real.  Sentenció la Audiencia a Camargo al pago de varias multas y privación de cargos públicos por 6 años, e impuso penas pecuniarias al Castellano y demás encausados.
5o.  En la provincia de Costa Rica hubo también, en 1709 y bajó la administración del Gobernador Granda y Balbin, un levantamiento de los indios de Talamanca motivado, según el decir del Obispo Garret y Arlevi, por medidas opresivas tomadas contra ellos.  Por mandato de la Audiencia levantó aquel Gobernador 200 hombres con los cuales debeló el levantamiento, condenando a muerte al caudillo, y reduciendo a esclavitud a todos los demás; pero el Cabildo de Cartago, que también tuvo sus diferencias con el mismo Gobernador, lo desconoció y despojó del cargo en 1712.
6o.   Otra insurrección ocurrida  en aquel tiempo en la provincia de Chiapas, fue la  de los Zendales17.  Desde 1708 comenzaron a aparecer los síntomas de aquel movimiento ocasionado por los abusos de los funcionarios y la codicia de algunos vecinos notables de Ciudad Real, que escasos de medios para sostenerse, explotaban a los desdichados indios, irritándolos con sus procedimientos.  Hízose cargo del obispado de aquella diócesis en 1710, el fraile franciscano don Juan Bautista Alvarez de la Vega y Toledo, sujeto muy ambicioso y cuyos excesos, unidos a los del Alcalde Mayor don Martín de Vergara, dieron pábulo al levantamiento preparado ya por las exigencias de los magnates de Cuidad Real.  Insurreccionaronse varios pueblos: en Yaxalúm se levantaron con piedras y palas contra Fray Pedro Villena por llevarse algunos ornamentos para otra parroquia; huyó el fraile, y los indios atacaron a los españoles del mismo pueblo, encarcelándolos y poniéndoles grillos.  Los ladinos de Chilón, lugar inmediato, acudieron a libertar al cura, pero los indios de Yaxalúm capturaron también a los ladinos y los mantuvieron en la cárcel.  Sosegados después los ánimos se dio libertad al párroco y demás presos, los que se marcharon a Ciudad Real en demanda de protección; presentáronse también los indios y se les impuso una multa; mas esto no obstó para un segundo levantamiento.  Cuando el Obispo hacía la visita exigió para sí crecidos tributos bajo pretexto de derechos episcopales; pero tuvo que huir hasta Chiantla, pues los indios dieron muerte cruel a cuatro religiosos dominicos y a otras muchas personas y renegaron francamente del catolicismo.  Enseguida y en número de 15 mil se dirigieron sobre Ciudad Real, cuyos vecinos se armaron y les repelieron.  Informado de todo el Presidente Cosio, salió con tropas a Chiapas en 1712, y secundado por el Alcalde Mayor de Tabasco, enviado en su auxilio por el Virrey de Nueva España, obtuvo el completo restablecimiento de la paz y castigó severamente a los culpables. Algo más de tres meses duró la campaña y en recompensa fue agraciado el señor Cosio por el Rey, prorrogándole por dos años más el tiempo de su gobierno en Guatemala y confiriéndole el título de Marqués de Torre Campo18
7o.– La situación económica de Guatemala en aquellos días era bastante mala:  el comercio restringido y muy gravado; los impuestos personales aumentados cada día; las contribuciones forzosas para ayudar al Rey en sus guerras europeas gravitando sobre los propietarios, y por último los frailes, que todo lo absorbían, y la Inquisición que se nos coló en ese tiempo;  uniéndose todo así para mayor desolación del país.
8o.  Díez años llevaba el Presidente Cosio de administrar en Guatemala, cuando la Corona dispuso en 1716 trasladarlo al gobierno de Filipinas y remplazarlo con el Maestro de Canpo o sea  el Teniente General don Francisco Rodríguez de Rivas, quien tomó posesión solemne de su cargo el 4 de octubre del propio año.  Era el nuevo Presidente natural de Galicia, había sido Corregidor de Ríobamba en Quito y se hallaba adornado de buenas aptitudes para el puesto que se le confiaba.  Desde los primeros días de su administración se hizo querer de todas las clases sociales y llevó la confianza a todos los ánimos, especialmente a los de los desheredados indígenas, por quienes se interesó siempre.  Con este fin prohibió los abusos que con ellos cometían los agentes del gobierno y varios magnates, lo mismo que el que los obligaran a proveer gratuitamente de forrajes y abastos a las casas del Obispo, de los Oidores y aun de personas particulares; redimiéndolos al propio tiempo del servicio personal que en tales casos se les exigía sin retribución para las faenas domésticas.
9o.   Con motivos de excesos cometidos por el Sargento Mayor de Milicias don Andrés de Urbina y al de igual grado don Pedro Zavaleta, a quienes se acusó de malos manejos en los remates de maíz y otros granos, surgieron cuestiones muy agrias entre el Señor Rivas y la Audiencia, lo cual, sabido por el Rey, no solamente lo tuvo a mal, sino que conminándola con severas penas previno a ésta la mejor armonía con el Capitán General.  En aquellos días ambas autoridades procedieron después de acuerdo para exonerar de tributos por un año a los multados de Acasaguastlán, Zacapa y Sonsonate, en premio de los servicios que, por medio de las dos compañías de infantería con ellos organizados, prestaban contra los piratas del Sur.
10o.   Habían dispuesto trasladar el nuevo pueblo de Dolores del Lacandón al sitio llamado Asentic del partido de Huehuetenango; pero el levantamiento  de los Zendales impidió que se llevara a la práctica la idea, y se convino después en colocar a dichos aborígenes en un punto situado entre el pueblo de Huista, de la Alcaldía Mayor del mismo Huehetenango, y el de Asquesala, que reunía buenas condiciones por sus ríos y por la excelente calidad de sus tierras, contándose para ello con el beneplácito del Gobernador, justicias y vecinos del mencionado pueblo de Asquesala.  Allanado todo para la traslación, se verificó esta desde en tiempo del Presidente Cosio; pero el señor Rivas se encargó de dar consistencia a lo hecho, halagando a los indios y tratándolos de modo que se radicaran para siempre en el lugar designado.  Había empeño especial de parte de las autoridades españolas para reducir a los indios de los caseríos rústicos a poblaciones arregladas y bien administradas.  De allí que en 1717 el Presidente Rivas, en cumplimiento de órdenes supremas, restitúyese a los pueblos de indios a muchos de sus vecinos ocupados en labores o servicio doméstico de los colonos ricos de las ciudades.
11o.   Los abusos para con los indios no cesaban a pesar del celo con que la autoridad velaba por ellos.  Los indios de Izalco, Ataco y Ahuachapán, del corregimiento de Sonsonate, vivían tan vejados por sus respectivos párrocos, los clérigos don Juan de Urbina y don Antonio Barahona, que tuvieron que elevar sus quejas hasta el Trono español, haciendo saber que se les maltrataba cruelmente y que por medios violentos se les exigía el pago de la capitación o sea al impuesto por cabeza o persona.  Se ve, pues, que hasta el clero colaboraba con los peninsulares en la obra de aniquilamiento y explotación de la raza conquistada.  Por su parte los gobernadores de las provincias, así como los corregidores y alcaldes mayores de los partidos no descuidaban hacer negocios con ellos, a pesar de la prohibición terminante de la Ley, por lo que en 1716 repitió la Corona la entredicha prohibición, penándola como perjurio, en razón de que los infractores faltaban al juramento prestado al tomar posesión de sus destinos.  Otra disposición suprema del mismo año penaba a los eclesiásticos e individuos de órdenes religiosas que explotaban despiadadamente a los indios, haciéndolos trabajar como esclavos en sus haciendas; y una otra más, del año siguiente, prohibió de modo terminante, que desde aquella fecha se fundaran conventos y hospicios  por parte de órdenes religiosas en las Indias, y ordenó al Capitán General y a la Audiencia de Guatemala que si subrepticiamente se levantaba alguna de esas casas, la hiciera destruir luego, por reclamarlo así el real servicio.
12o.   En el propio año de 1717 llegó a Guatemala un despacho real, mandando poner en vigor la pragmática de octubre de 1684, que fijaba límites a los gastos de los particulares en materia de vestidos, joyas, etc.  Según los términos de aquella ley, ninguna persona podía llevar en el vestido tala de oro, ni de plata, ni seda con fondo o mezcla de alguno de esos metales, ni galón, botones o cintas de oro o plata, ni adornos de piedras finas o falsas, exceptuándose los soldados que estuviesen en campaña:  nadie podía tampoco usar aderezo u otro adorno de piedras falsas, que semejaran esmeraldas, diamantes u otras piedras finas; pero en cuanto a trajes de hombres y mujeres, era lícito el uso de terciopelo liso, labrado negro y de colores aterciopelados damascos, rasos y demás telas fabricadas en España, en sus dominios o en países amigos con los cuales hubiera comercio.  A los actores, músicos y demás personas de teatro se les permitía usar únicamente, trajes lisos de seda de cualquier color; y a los magnates, títulos y caballeros se les autorizaba para tener dos lacayos solamente, con libreas de paño, sin guarnición alguna.  Prohibíase también el uso de coches, carrozas, calesas, etc.  a los alguaciles de corte, escribanos de provincia, notarios, procuradores, agentes de pleitos y negocios y arrendadores, a menos que por otros títulos honoríficos estuvieran facultados para usarlos; prohibición igual se hacía a los mercaderes con tienda abierta y a los maestros de obra o artesanos; pero se les permitía andar en caballos o rocines, aunque no en mulas de paso, las que quedaban reservadas solamente a los médicos y cirujanos. Estas disposiciones se mantuvieron en vigor durante todo el régimen colonial, pues todavía a principios del siglo XIX fue públicamente azotada en la picota de la ciudad de Granada de Nicaragua, una mujer honrada de la clase obrera que se atrevió a presentarse en público vistiendo una saya de seda negra.
13o.   En Real Cédula de 1716 se reiteró la prohibición que repetidas veces se había hecho desde 1701, para que no se tratase con extranjeros; y se autorizó a los vasallos del Rey de España en América para que confiscasen las embarcaciones mercantes y apresasen su tripulación o cuando menos las personas más importantes, aun cuando dijeran que andaban con permiso de su Majestad.  Las mercaderías debían inventariarse y destruirse en la plaza pública, dando parte de todo a la Autoridad Superior. Se prohibía igualmente el recibo de barcos extranjeros en cualquier parte de los dominios españoles, y quien los usase, aunque fuese en calidad de simple pasajero, incurría en la pena de extrañamiento de los dominios del Rey y confiscación de bienes.  Ya desde el 9 de marzo de 1711 se había hecho extensiva la responsabilidad de comercio ilícito a los Gobernadores que tal trato consintiesen en sus dominios, amenazándolos con la destitución de su cargo, confiscación de bienes y su traslación a España para la secuela de la causa respectiva, a fin de ejecutar en ellos los más severos castigos.19  Durante el período del Presidente Rivas se verificó el luctuoso acontecimiento de los terremotos de 1717, que arruinaron la capital del Reino.  El volcán de Fuego, a cuyo pie se hallaba situada la ciudad comenzó a arrojar llamas desde el 27 de agosto y poco después salieron de su cráter torrentes de lava encendida, en medio de trepidaciones violentas que sembraron el terror de los vecinos.  Los temblores continuaron con intermitencias hasta el 29 de septiembre inmediato, día de San Miguel, en que a eso de las siete de noche hubo un terremoto violentísimo que sembró el pánico en el vecindario.  Sobrevino poco después otro tan violento como el anterior, que hizo huir a los campos cercanos a mucha gente; y más tarde otro, de tal manera intensa, que no permitió a nadie mantenerse en pie; sucediendo que al mismo tiempo que las personas eran derribadas    por la tremenda sacudida del suelo, se desplomaban los edificios, levantando en su caída densas nubes de polvo.  En aquellos angustiosos momentos el Presidente Rivas iba de uno a otro lado prodigando consuelo, levantando los ánimos y manteniendo el orden.  Los templos y principales edificios públicos quedaron casi en ruinas, y en el suelo multitud de casas particulares; siendo apenas diez personas las que perecieron bajos sus escombros.  Comenzó enseguida una lucha entre el Obispo don Juan Bautista Alvarez de la Vega y Toledo y el Presidente Rivas del que era enemigo; el uno sembraba el terror con profecías y pronósticos horrorosos, encaminados a hacer que los vecinos abandonaran sus derruidos hogares y se trasladaron a un lugar distante, y el otro haciendo desesperados esfuerzos en sentido contrario.  El Prelado ocurrió al Virrey de Nueva España o México en demanda de apoyo, para que obligase al Presidente a verificar la traslación; y el asunto llegó hasta España, saliendo por fin triunfante el Presidente Rivas.  Este contribuyó con su propio caudal y trabajó activamente por reconstruir los edificios hasta lograr al poco tiempo que se alzara otra vez llena de vida la antigua capital del Reino.  Aquella lucha duró más de un año.
14o.  En el mes de marzo de 1720 se presentaron dos buques corsarios en los puertos del Pacífico de la provincia de Costa Rica, dejando prisioneros traídos del Sur, y retirándose después por la actitud armada del Gobernador, que fue a situarse a Esparza con su gente.  Más adelante, en 1721, las costas del Norte de la misma provincia fueron amagadas por los indios mosquitos, que en número de 500 penetraron en piraguas a la desembocadura del río Matina; y era tal la debilidad de las autoridades coloniales en Costa Rica, que en aquella vez se consideraron muy afortunados en celebrar la paz con el jefe de aquella horda de indios, por medio de un tratado en virtud del cual dicho jefe reconocía la soberanía del Rey de España, quien a su vez le nombraba Capitán de tierra y mar y gobernador y Guardacostas del Valle de Matina y de sus costas inmediatas por ambos lados con todos los privilegios y facultades anexas al cargo público que se le otorgaba. Este pacto fue aprobado enseguida por la Corona, la que poco después recogió el fruto de tan desacertada disposición, pues los mosquitos capturaron en la Talamanca y la isla de Tojar a unos dos mil indígenas y los llevaron a Jamaica, vendiéndoles como esclavos.  Tuvo que intervenir el Gobierno español con el de la Gran Bretaña para la devolución de aquellos infelices, que por fin lograron regresar a sus hogares.
15o.  En octubre del mismo año de 1720, recibió aviso el Gobernador de Honduras, don Diego Gutiérrez de Argüelles, de que en 3 piraguas subían muchos indios zambos por el río Chamalecón, dirigiéndose a los pueblos de Jicamay y Candelaria; y creyendo que lo más seguro seria cortarles la retirada, destacó fuerzas desde Comayagua con aquel propósito.
16o.  El volcán de Irazú, en la propia provincia de Costa Rica, llenó de espanto y desolación a la ciudad de Cartago, capital de la misma, durante en el mes de febrero en 1723.  Comenzó la erupción el 16 de aquel mes, con retumbos ruidosísimos y despidiendo materias encendidas y muchas cenizas, que nublaban el sol y abrazaban los campos.  En medio de tan alarmantes preludios hubo el 20 de febrero el primer temblor, bastante fuerte que llenó de miedo cerval a los vecinos; y como en aquel tiempo se tenía poca o ninguna idea de los fenómenos volcánicos, que se tomaban por la expresión de la cólera divina, porque también la Divinidad padecía de cólera, ya se puede presumir el número de rezos, procesiones penitenciales y actos religiosos de desagravio celestial a que ocurrieron, aunque vanamente, los aterrorizados moradores.  Siguieron los temblores con alguna intermitencia, bramó más ruidosamente el volcán anunciando el aumento de la cólera de Dios, y entonces aquella gente, loca de espanto, abandonó la ciudad y se trasladó en masa a lugares distantes.  Fue necesario el transcurso de largo tiempo para conseguir que se repoblara la antigua y abandonada capital.
17o.  Los indios mosquitos continuaban siendo el azote no solo de Costa Rica, sino también de Honduras y Nicaragua.  En 1724 adueñáronse del río Colorado, ramal del San Juan, y hubo necesidad de tres sangrientas jornadas para poder desalojarlos de aquel punto y obligarlos a regresarse.  Poco después, a fines del propio año, hubo en la misma provincia de Nicaragua un trastorno promovido por el Maestre de Campo don Vicente Luna y Victoria en el vecindario de León, contra el Gobernador Duque de Estrada.  El Presidente Rivas previno inmediatamente al mencionado Maestre de Campo, su concentración a Guatemala, y mandó de pacificador al sargento Mayor don José Antonio Lacayo de Briones, quien con prudencia y habilidad sosegó los ánimos y recogió las armas que estaban en manos de los revoltosos.
18o.  En el año de 1724 terminó el período del Presidente Rivas, quien hizo entrega del poder a su sucesor en el mes de diciembre, y a continuación fue iniciado el juicio de residencia respectivo ante un tribunal compuesto del nuevo Presidente y dos Oidores de la Real Audiencia. Tramitado dicho juicio con arreglo a la Ley, recayó sentencia en octubre de 1725, condenándose al ex-Presidente por concusionario20, a devolver muchas sumas por él recibidas a trueque de nombramientos, y a pagar a la Real Cámara fuertes multas pecuniarias; expresándose que si no se mostró mayor severidad en aquel fallo, fue debido al atenuante de los grandes servicios que en diferentes circunstancias tuvo la suerte de prestar a Guatemala el señor Rivas, en donde dejó fama de buen gobernante.
CUESTIONARIO
1 – ¿Cuándo llegó a Guatemala el Presidente Ceballos y quién lo acompañaba? 2 -¿Cuándo fue que murió el señor de las Navas, obispo de Guatemala? 3 - ¿Cuándo murió el Presidente Ceballos, qué tal fue su administración y quiénes le sucedieron? 4. ¿ Qué pasó con el Gobernador Camargo en Nicaragua y cómo fue castigado él y sus cómplices? 5.   - ¿Qué pasó en la provincia de Costa Rica en tiempo del Gobernador Balbin y cómo terminó la administración de éste?  6.- ¿Qué motivó la insurrección de los Zendales en Chiapas y cómo terminó todo?  7.  ¿.Por qué se hizo tan mala la situación económica de Guatemala? 8-  ¿Cuántos años sirvió la Presidencia del Reino el señor Cosio, por qué se retiró,  quién le sucedió?- 9-¿  Por qué hubo cuestiones acerbas contra el Presidente Rivas y la Audiencia, qué fue lo que manifestó el Rey, y para qué disposiciones se pusieron de acuerdo ambas autoridades? 10- -¿Adónde fue trasladado el pueblo de Dolores y qué disposiciones benéficas para los indios dictó el Presidente Rivas? 11-¿Qué clase de abusos seguíanse cometiendo con los indios y qué disposiciones tomó la Corona para contenerlos?   12- ¿Qué disponía la pragmática que fijaba límites a los gastos de los particulares en materia de vestidos y joyas, y cuándo fue mandada poner en vigor? 13 -¿Cómo se verificó la erupción del volcán de Fuego, qué actitud mantuvo el Presidente Rivas y qué disputa hubo enseguida? 14- - ¿Qué invasiones hubo en Costa Rica en 1720 y 1721, a  qué tratado dio lugar y qué consecuencias trajo? 15-¿Por qué destacó fuerzas el Gobernador de Honduras en 1720? 16--  ¿Cuándo y cómo hizo erupción el volcán Irazú y qué consecuencias trajo para la ciudad de Cartago? 17--¿De qué punto se adueñaron los indios mosquitos en 1724, qué trastorno hubo en ese mismo año en Nicaragua y cómo fue terminado éste? 18-¿Cuándo terminó el período del Presidente Rivas, quién le sucedió interinamente, ante quién dio su residencia y a qué le condenaron?

C A P I T U L O   XXV
PRESIDENTE ECHEVERS Y SUBIZA, VILLALON Y SANTA CRUZ
1724-1747
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Llegada a Guatemala del Presidente Echevers y Subiza _ Aparece la “Gaceta de Guatemala” y se establece la casa de moneda – Mala administración de Echevers – Es nombrado Presidente el Mariscal Villalón – Favorable impresión que causa – Disputas del Cabildo de la ciudad con el Cabildo eclesiástico – Desavenencias del Obispo con las autoridades superiores – Beneficios de la administración de Villalón – El señor Santa Cruz compra en España el nombramiento de Presidente – Lo aplazan hasta la terminación del período de Villalón – Mala administración de Santa Cruz – Erígese el Arzobispado de Guatemala – Es separado Santa Cruz y enviado de Alcalde del Crimen a México.
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1o.   En el mes de diciembre de 1724 llegó a Guatemala el jefe de Escuadra don Pedro Antonio de Echevers y Subiza, Caballero de la Orden de Calatraba y Señor de la llave Dorada, nombrado por el Rey, Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General del Reino, en reemplazo del señor Rivas.  Se le recibió con las festividades de costumbre y tomó posesión de su cargo el día dos del mismo mes.
            2o.   Al cabo de algunos meses de hallarse en el mando el señor Echevers y Subiza entró en dificultades con los Oidores, a quienes trató de imponer su voluntad en asuntos judiciales.  Dictó primeramente auto de confinamiento y embargo de bienes y sueldos contra el Oidor Arana porque sustanciaba una causa de hurto en la que intervenía el Presidente, y lo obligó a asilarse en una iglesia.  Luego se apoderó arbitrariamente de los autos, prosiguiéndolos con la Audiencia, y quiso que esta aprobase un dictamen fiscal en el que se aconsejaba prender al Escribano del Cabildo, achacándole el delito de falsedad; pero como los Oidores se opusieran y reclamasen la vista de autos para apreciar la culpabilidad del Escribano acusado, ordenó el Presidente que fuesen conducidos presos a los castillos del Petén y Golfo Dulce, pretextando que se habían confabulado en su contra con el Oidor Arana.  Mas cuando se ejecutaba el arbitrario mandato y se sacaba a los oidores entre guardias, se amotinó el pueblo de la capital, arrebata a los presos y enseguida los condujo a un templo que gozaba de privilegio de asilo.  El Presidente reorganizó entonces la Audiencia con dos conjueces hechuras suyas, que de acuerdo con el pedimento fiscal dictaron sentencia en contra del Escribano del Cabildo, tal como se les tenía prevenida.  Se informó al Rey de todo lo ocurrido, y este resolvió hasta en 1731, es decir siete años después, que era nulo todo lo actuado por la Audiencia interina, ordenando en consecuencia que fuesen puestos en libertad los presos y se devolvieran sus bienes al Oidor Arana.
3o.   En el mes de noviembre de 1729 apareció en la capital el primer número de la “Gaceta de Guatemala” órgano del Supremo Gobierno según se intitulaba, salía cada mes, se formaba en cuartillas de papel de oficio llamado San Lorenzo, constaba de ocho páginas en tipos de lectura y lecturita, y era editada en la primera imprenta que llegó a Guatemala por los años de 1659 a 1660.  Aquel periódico, verdadera novedad para los colonos centroamericanos, se ocupaba perfectamente en publicar crónicas de actos religiosos y disposiciones oficiales.
4o. Otro adelanto que se obtuvo durante la administración del Presidente Echevers y Subiza fue el establecimiento de una casa real para la acuñación de la moneda circulante, la cual se declaró inaugurada en el mes de febrero de 1733, con empleados y maquinaria que se trajeron de España.  Principio sus trabajos aquella casa, en marzo del mismo año, y las primeras monedas que acuñó llevaban el nombre de Felipe V y la fecha del año 1733.
5o.   El período legal del presidente había terminado, pero el que le subrogaba en el ejercicio del poder no llegó a Guatemala sino hasta en julio de 1733.  El señor Echevers y Subiza se retiraban de la Presidencia y Gobernación del Reino después de nueve años de mando, dejando en los anales del país una triste celebridad como gobernante arbitrario, violento y conculcador de las leyes.  La justicia con especialidad le mereció ningún respeto, por lo que, sin facultades y caprichosamente apartaba a los Oidores y Jueces cada vez que contrariaban su voluntad, para sustituirlos con letrados obedientes y sumisos a sus menores deseos.  Mantuvo tan exhaustas las cajas reales, que con frecuencia tenía que ocurrir al odioso extremo de empréstitos forzosos entre los vecinos acomodados para los gastos más perentorios de la administración pública, sin que tampoco bastasen estos recursos para cubrir con puntualidad los sueldos de los empleados.  Fue por último la administración del Presidente Subiza una muestra clásica entre nosotros, de lo que después se ha llamado militarismo en América Latina, o sea el absolutismo del poder en su más odiosa aceptación y por añadidura encarnado en sujetos ignorantes y henchidos de vanidad.  El único recuerdo grato que dejó en Guatemala, aquel gobernante fue el templo de Santa Clara, construido con recursos que suministraba de su propio bolsillo, y de cuyas obras quedan aún suntuosas ruinas en la Antigua Guatemala.
6o.   Hasta en el mes de julio de 1733, como dijimos atrás, hizo su entrada a Guatemala, el nuevo gobernante del Reino, el Mariscal de campo don Pedro de Rivera y Villalón, que venía de Nueva España en donde permaneció algún tiempo con el cargo de visitador de presidios.  Se le recibió el juramente por la Audiencia el día 12 del citado mes de julio en medio de aclamaciones y de las ruidosas demostraciones de alegría con que el vecindario celebraba la separación del señor Echavers y Subiza y la llegada a subrogarlo de un personaje precedido de honrosa reputación y que además se mostraba afable y cortés con todos.  Como era de rigor le tocó al nuevo Presidente instruir el juicio de residencia a su antecesor, y ya estaban dictados los autos y citados los habitantes del Reino para que formularan sus quejas, cuando sobrevino la muerte del residenciado, que falleció el 25 de diciembre del referido año a consecuencia de grande  enfermedad.
7o.   Había vuelto Guatemala a la vida patriarcal y sosegada, cuando vino a interrumpir de golpe la tranquilidad un incidente, en aquel entonces ruidoso, y que hoy apenas llamaría la atención de la prensa periódica.  Existía la antigua costumbre de que las festividades religiosas celebradas en la catedral con motivo del recibimiento de los obispos nuevos y de la toma de posesión de estos, se diera lugar en el coro a los dos Alcaldes ordinarios y se le reservaran las sillas del Deán y Arcediano21; pero en la toma de posesión del obispado de Guatemala por el Chantre22 don Manuel Falla en representación del Obispo electo, fray Pedro Pardo de Figueroa, que se verificó en noviembre de 1736, se negó el Cabildo Eclesiástico a permitir que los Alcaldes ocuparan en la catedral su puesto acostumbrado, con desaire manifiesto del Cabildo de la ciudad que lo había solicitado previamente. Negáronse entonces los Alcaldes ordinarios a concurrir a la catedral a pesar de órdenes repetidas de la Audiencia, por lo cual nombró esta nuevos Alcaldes y Regidores que fueron en lugar de los desobedientes, a los que declaró incursos en gruesas multas, privó de sus oficios, despojó de sus insignias y armas y los redujo a efectiva prisión.  Cuando calmados los ánimos se conoció la causa que había motivado la desobediencia de los Alcaldes, les fue permitido ocurrir al Monarca para que los desagraviara; y éste, con informe favorable de la Audiencia, arrepentida entonces de su violencia, y después de largas tramitaciones, declaró, que la Audiencia no debía asistir en cuerpo como lo hizo, a la toma de posesión del Obispo, pues solamente podía concurrir en esa forma a las funciones llamadas de tabla; y que en lo referente a los alcaldes ordinarios de la ciudad capital había que reservarles siempre en el coro de la catedral el puesto que les correspondía por añeja costumbre.  Cuestiones así, de amor propio y necia vanidad, como las de presentarse con tal o cual vestido, y ocupar este o aquel sitio en público, eran frecuentes y resultaban muy graves en las colonias españolas.
8o.  El obispo de Guatemala Fray Pardo de Figueroa tampoco se quedaba atrás de los funcionarios civiles en cuanto a pretensiones y ventoleras23, pues desde su llegada a la capital en septiembre de 1737 se mostró insolente con todos, y descortés y  grosero en su trato con la Audiencia y hasta con el Presidente; el señor Villalón que era persona discreta y juiciosa procuró disimular aquella extraña irregularidad y su ejemplo fue seguido por los Oidores; pero esta conducta prudente envalentonó más al prelado, el que llegó al extremo de exhibir su trato irrespetuoso y brusco con los altos funcionarios hasta en funciones eclesiásticas y en algunos banquetes que hubo en el Palacio Episcopal.  Como el vecindario de la capital se mostrase disgustado de aquella conducta del obispo, la Audiencia se vio obligada a quejarse al Rey en julio de 1738 pero solamente dos años después recibió por contestación una Real Cédula en la que se recuerda al obispo y a la Audiencia sus deberes respectivos, y se les manifiesta que según la opinión del Monarca, tanto el uno como la otra han incurrido en falta, aunque estimando de más gravedad las del primero; pero encarece al Presidente y a la Audiencia que no olviden el respeto con que deben tratarse a los Ministros del Catolicismo. Resolución tan indecisa y floja dejó naturalmente las cosas en peor estado por mucho tiempo.
9o.   En 1749 fue revalidada por el gobierno español la ley que disponía que sin previo beneplácito, no podían casarse en el distrito de su jurisdicción respectiva los Capitanes Generales, los Oidores, los Fiscales, ni los hijos de todos estos, bajo la pena de perder sus empleos; prohibiéndoles, no solo casarse, sino hasta concertar matrimonio con la esperanza de obtener el permiso real antes de su celebración.
10o.  El presidente Villalón encontró cerrada la escuela de San Buenaventura, que había dado anteriormente buenos resultados a la enseñanza pública de los niños de la capital, y la hizo restablecer con gran contento de los vecinos, porque una escuela, en aquellos tiempos de oscuridad y miseria, era cosa que valía mucho y con la cual no podía contarse siempre.  La administración de aquel gobernante fue reparadora y benéfica, tanto por su tino y pureza en el manejo de los caudales públicos que nunca se vieron en mejor pie, como por el entusiasmo con que atendió a la enseñanza de Guatemala.
11o.   Cuando mejor se comportaba el Presidente Villalón y más satisfechos se mostraban de su administración los habitantes del Reino, fue nombrado con demasiada anticipación para sustituirlo oportunamente por ocho años en todos sus empleos, desde el 23 de julio de 1733, el Señor don Tomás de Rivera y Santa Cruz, mediante compra que este hizo de su nombramiento al Rey por la suma de cuatro mil quinientos doblones de a dos escudos de oro cada uno.  El Gobierno español que se mantenía sediento de dinero para el sostenimiento de sus constantes guerras con las naciones europeas, convertía en renta fiscal la provisión de los más altos empleos y títulos con el Nuevo Mundo sin importarle la suerte de las pobres colonias americanas, condenadas a sufragarlo todo.  Santa Cruz, como hemos dicho, acababa de comprar al contado la Presidencia de la Audiencia y la Gobernación y Capitanía General del Reino, y tenía necesidad de explotar cuanto antes su propiedad, por lo que desde muy antes de que terminara el período del Presidente Villalón se dirigió a la Audiencia de Guatemala, acompañándole sus reales despachos y pidiéndoles que les diese el pase para llegar en séquito a tomar posesión de sus empleos.  La Audiencia después de consultarlo con el Rey, contestó que no podía conceder el pase sino hasta que hubiese transcurrido el tiempo que faltaba aún al Presidente Villalón para terminar su período legal.
12o.  Llegado el año de 1741, que era el de la fecha señalada a Santa Cruz, escribió éste de México anunciando oficialmente su próxima llegada a Guatemala; pero el Cuerpo Municipal de la ciudad, que lamentaba el retiro del Presidente Villalón y que deseaba conservarlo largo tiempo, por ser un gobernante modelo, se dirigió a la Audiencia de México haciéndole presente que, como la Audiencia de Guatemala no estaba dispuesta a dar posesión a Santa Cruz mientras el Rey no lo decretara, creía conveniente a fin de prevenir un chasco al interesado y las inquietudes e intranquilidades que pudiera producir su llegada, impidiese la salida de dicho señor Santa Cruz hasta que se resolviera previamente la dificultad que se presentaba.  La Audiencia de Guatemala, animada de los mismos propósitos del Ayuntamiento de la Capital, dispuso por su parte no reconocer aún al señor Santa Cruz, y repetir su consulta al Rey acerca de cuándo y como había de recibirle. Contrariado el Presidente por la ofensa que creía se hacía a sus derechos ocurrió también de queja al Soberano, y éste ordenó a la Audiencia de Guatemala, con fecha 28 de febrero de 1742, que sin embarazo ni réplica alguna diera posesión inmediata de sus empleos al señor Santa Cruz, tanto para evitar que se entibiara el ánimo de los que aspiraban a ejercer esas y otras funciones por compra, como por el perjuicio que con eso se seguiría al real erario.
13o.  Tan luego se impuso el señor Santa Cruz de la resolución del Monarca, anunció su próximo viaje al Ayuntamiento de Guatemala, significándole su deseo de que previniese ulteriores embarazos.  El Ayuntamiento se inclinó respetuosamente ante el real mandato y acordó recibir al nuevo Presidente con las solemnidades acostumbradas. Poco después se presentó en Guatemala el señor Santa Cruz, le reconoció la Audiencia el 12 de Septiembre, pagó el 28 del mismo mes diez mil ochocientos cuarenta y cinco tostones, dos reales y dos maravedíes que le correspondían por el impuesto de la media annata, y el 16 de octubre siguiente se le dio posesión formal con las solemnidades de costumbre.
14o.  El Oidor Fiscal Licenciado don Diego Delgado de Guzmán fue designado por el Rey para formar su residencia al Mariscal Villalón, el que le rindió enseguida; y declarado libre de toda responsabilidad partió para México en abril de 1743, dejando los más gratos recuerdos de su acortada administración.
15o.  Aunque el Presidente don Tomás de Rivera y Santa Cruz era natural de Lima y la Ley prohibía que fueran ocupados en puestos públicos los hijos de españoles que nacieran en América, este no fue obstáculo para su nombramiento, por decirse que la ley se refería solamente a los cargos públicos de la provincia del nacimiento y de ninguna manera a los de otros dominios de España, y por qué además el nombramiento había sido comprado a buen precio. Sucedió que el señor Santa Cruz no era letrado y que no podía por lo mismo tener voz y voto en materia de justicia; pero entonces la Audiencia que trataba ya de ganarse la voluntad y simpatía del Gobernante se los concedió sin ningún derecho, por decir que le abonaba su grande ilustración.  El Monarca, que no estaba en el mismo caso que la Audiencia, reprobó el hecho de ésta, reprendió severamente a los Oidores y a Santa Cruz y además los multó con cincuenta pesos que tuvo que pagar cada uno de ellos.
16o.  Mientras tanto la situación económica del país fue de mal en peor.  Para mejorarla concibió don Fernando de Echevera, notable vecino de la capital, la idea de organizar una sociedad mercantil, que llevaría el nombre de Compañía de Comercio, con bases bastante halagadoras y bajo el sistema de acciones que se distribuirían entre los hijos del país.  El proyecto tuvo la más entusiasta acogida y la patrocinaron muchos vecinos pudientes, instruyéndose autos ante el Superior Gobierno.  Pasados que fueron éstos a la Audiencia, se declaró indispensable la licencia previa del Monarca y allí paró todo.
17o.  Los indios mosquitos y zambos de las costas del Norte, en las provincias de Nicaragua y Honduras, habían continuado haciendo frecuentes invasiones al interior de sus respectivos territorios en donde cometían abusos y depredaciones de toda clase, con el concurso eficaz que les prestaban los ingleses y Jamaica, proveyéndoles de armas de fuego y elementos de guerra en cambio de indios esclavos que recibían como pago efectivo.  Desde 1740 se había dirigido el Gobernador de Jamaica a su Gobierno haciéndole saber que en la Mosquitia se habían radicado unos cien ingleses que tenían facilidad de instruir a los indios o revelarse contra el dominio español, a fin de tomar aquel lugar como punto de partida para un levantamiento general que tuviese por objeto excluir a España de las colonias de América. El pensamiento fue bien acogido por el Gabinete británico, que comisionó enseguida a Roberto Hogdson para que se ocupara en desarrollarlo y ponerlo en práctica en la costa de Mosquitos.  El comisionado llegó a Bluefields en los primeros días de abril del propio año, y apenas llegado, congregó en reunión general a los principales indios y les hizo suscribir una acta en la que se proclamaban y declaraban súbditos del Rey de Inglaterra.  Acto continuo enarboló el pabellón británico y tomó posesión del territorio Mosquito a nombre del Gobierno inglés que ofrecía por medio de su comisionado presente: defenderles y suministrarles todo cuanto necesitaran.  Hubo enseguida, en celebración de aquel suceso, salvas de artillería y repartimiento de ron; y pasadas las festividades, se regresó Hogdson a Jamaica llevando al Gobernador de aquella isla las bases suscritas, que establecían formalmente en la Mosquitia una dependencia británica.  Para el sostenimiento de ésta se envió de la propia Jamaica, en 1744, gente para colonizar el territorio adquirido y tropas que garantizasen en su posesión a los nuevos dueños.  Años después se mandaron piezas de artillería y se construyeron fortalezas militares para la defensa del pueblo principal y se nombró Superintendente a Hogdson; pero subordinado en sus funciones al Gobernador de Jamaica.
18o.  En abril de 1744 ordenó el Presidente Santa Cruz al Gobernador de Honduras don Tomás Hermenegildo de Arana, que para mientras se levantaba una fortificación militar en Trujillo, organizara cuatro compañías de cincuenta soldados cada una y con ellas hiciera la defensa de dicho puerto y de las costas inmediatas atacadas con frecuencia por piratas y corsarios; debiendo ocupar una parte de esa tropa en impedir el tráfico mercantil de la provincia con toda clase de extranjeros.  Como a pesar de su buena disposición no podía el Gobernador de Honduras cumplir con lo que se le ordenaba por la falta absoluta de fusiles que había en la provincia solicitó del Capitán General que le proveyese aunque fuera de los 200 que debía llevar la tropa; pero no se los mandaron, y sí, fue acogida  aquella crítica ocasión, para que le enviaran al Oidor don Fernando Alvarez de Castro con nombramiento de Juez Pesquisidor hecho por el Presidente, y con facultades omnímodas para perseguir el comercio ilícito y para asumir el carácter de Gobernador provisional de Honduras tan luego iniciara el proceso que llevaba instrucciones de seguir contra el Gobernador Arana por sospechas de complicidad en asuntos de contrabando.  El Oidor Castro se mostró muy prevenido contra el Gobernador de Honduras y llevó su severidad hasta obligarlo a buscar asilo en un templo, de donde trataba de extraerlo, cuando la muerte puso fin a la vida del Oidor y también al conflicto que este había creado a la autoridad eclesiástica, de la que se  exigía la entrega del asilado en términos imperiosos.  Pero la Audiencia continuo la obra del Oidor Castro destituyendo al Gobernador Arana, remitiendo su proceso a España y nombrando a otro interinamente en su lugar.  
19o.  El Capitán don Mateo Zancelonio que estaba en las costas del Norte al servicio inmediato del Capitán General de Guatemala y tenía a su cargo dos piraguas expedicionarias arribó a San Felipe del Golfo el 29 de enero de 1746, después de haber recorrido sin novedad todo aquel litoral Atlántico.  Llevado de su celo en  perseguir a los ingleses, con los que nos hallábamos en guerra, se acercó a Belice y subió a continuación sobre el río Viejo hasta 20 leguas al interior en donde existía un embarcadero británico de maderas, y allí capturó a seis ingleses después de un ligero combate en el que hubo un muerto de la parte contraria.  Avisado el Presidente Santa Cruz, dispuso que el Capitán Zancelonio pasase a Roatán con los prisioneros y los entregase al Gobernador inglés, haciéndole presente que iban en calidad de canje por los prisioneros españoles que el mismo Gobernador le había remitido poco antes a Don Felipe.
20o.  En mayo de 1746 llegó a Guatemala don Juan de Vera solicitando de la Audiencia el pase a su nombramiento de gobernador y Jefe Militar de la Provincia de Honduras.  Era el señor  Vera un experto militar enviado directamente por el Gobierno español a preparar la defensa de las costas del Norte constantemente amenazadas por los enemigos exteriores, y traía instrucciones especiales para reparar las fortalezas existentes y construir las más que estimase necesarias para el objeto de su encargo.  Llegado a Honduras, se dirigió nuevamente a la Audiencia, en junio siguiente, manifestándole, que por orden especial del Rey, había traído de compañero hasta la Habana, al Brigadier don Alonso Fernández de Heredia Gobernador de la provincia de Nicaragua según reales despachos;  que de   este militar,  que debió llegar a Nicaragua por la vía del río San Juan,  que escogió a pesar de lo peligroso que es y de estar infectada de piratas para llegar más breve, nadie daba noticia hasta aquella fecha; y que teniendo instrucciones tanto él como el Brigadier Heredia, según el atestado que acompañaba, para que ambos se subrogaran recíprocamente en sus respectivas provincias a fin de que los trabajos de la defensa de sus costas no discordasen, pedía a la Audiencia que le permitiera sustituir el mando de Nicaragua, que le correspondía por la ausencia del General Heredia, en el Teniente Coronel don José Lacayo de Briones, militar experto y de su confianza, en calidad de interino para mientras llegaba el propietario, a fin de que el retraso de este no ocasionara las dificultades que el Rey había prevenido en sus instrucciones.  Como efectivamente constaba en la cédula del nombramiento del General Heredia la disposición suprema de que le remplazara el Coronel Vera en el desempeño de la Gobernación de Nicaragua en casos de ausencia, la Audiencia accedió a la solicitud de que se le hacía y nombró en consecuencia al señor Lacayo de Briones Gobernador interino de la expresada provincia.
21o.  Desde el año de 1740 había penetrado a la Talamanca, en la provincia de Costa Rica, el Maestre de Campo24don Francisco Fernández de la Pastora llevando 45 soldados, con el objeto de dar protección a los frailes que se habían internado a catequizar a los indios; y más tarde apoyado por el General Fernández de Heredia Gobernador de Nicaragua y Comandante General de Costa Rica, hizo una nueva entrada con cien soldados, pagados estos en su mitad por él y otros vecinos pudientes, con los cuales logró sacar de la montaña a más de 300 indios que juntó con otros y los organizó en pueblos.  La Junta de Real Hacienda de Guatemala cuando tuvo noticia del buen éxito alcanzado por la Pastora, dispuso que se prosiguieran las expediciones y que se invirtieran en ella hasta 3 mil pesos; pero no fue posible realizar nuevas entradas.
22o.  Clamor general de Guatemala  había sido desde principios del siglo decimoséptimo, la creación del Arzobispado de Guatemala, porque los obispados del Reino eran sufragáneos25 de los arzobispados de México, Santo Domingo y el Perú, correspondiendo al primero las diócesis de Guatemala, Chiapas y Verapaz; al segundo, la de Honduras, y al último la de Nicaragua; todo esto con gran detrimento de los habitantes del Reino por las grandes distancias a que se hallaban dichos arzobispados y las pésimas comunicaciones que había entonces.  Accedió por fin el Rey, el 2 de junio de 1744, y llenadas las tramitaciones de rigor y pedido el beneplácito a la Curia Romana, expidió ésta la correspondiente Bula erigiendo la metropolitana de Guatemala de la que serían sufragáneos las diócesis de Nicaragua, Comayagua y Chiapas.  La Bula fue remitida directamente de Roma al Obispo de Guatemala Fray Pedro Pardo de Figueroa, el que pasó por este hecho a ser Arzobispo de Guatemala, dignidad que en adelante tendrían todos sus sucesores.  Condujo el palio desde España hasta Veracruz el señor Marín Obispo de Nicaragua, y de Veracruz a Guatemala el Obispo de Honduras señor Molina, que se encargó de la consagración 26del primer Metropolitano de Guatemala, verificada en la Catedral el 14 de noviembre de 1745 con grandes solemnidades y festejos.
23o.-  Por su carácter arbitrario y despótico se hizo insoportable el Presidente Santa Cruz; y aunque la Audiencia y los principales vecinos elevaban repetidas quejas al Rey, éste no las atendía debido al mucho cuidado que tenía el Presidente de recomendar con buenas y frecuentes remesas de fondos a la Corona.  Llegó con todo un día en que ya no fue posible tolerarle más,  y se le removió el 19 de septiembre de 1747, agraciándolo empero el Rey con el nombramiento de Alcalde del Crimen de la ciudad de México, para donde le ordenó que se trasladara inmediatamente.
CUESTIONARIO
1.-  ¿Cuándo llegó a Guatemala el Presidente Echevers y Subiza y cómo se le recibió? 2.- ¿Por qué se disgustó el nuevo Presidente con la Audiencia y qué hubo con los Oidores? 3.- ¿Cuándo apareció el primer periódico en Guatemala, de qué trata y dónde se edita? 4.- ¿Qué otro adelanto alcanzó en aquellos días la ciudad de Guatemala, y cómo eran las primeras monedas que se acuñaron? 5.- ¿Por qué se retiró el Presidente Subiza, cuántos años sirvió la Presidencia del Reino y qué puede decirse de él y de su administración? 6.-  ¿Cuándo llegó a Guatemala el Mariscal Villalón, de dónde venía y cómo fue recibido? 7.- ¿Qué incidente desagradable ocurrió entre la Audiencia y el Ayuntamiento de Guatemala y cómo terminó? 8.- ¿Cómo se portaba el Obispo Figueroa, por qué se quejaron al Rey el Presidente y la Audiencia y qué resolvió el Monarca? 9.- ¿Qué ley revalidó el Gobierno español en 1740? 10.- ¿Qué hay que decir de la administración del Mariscal Villalón? 11.- ¿Desde cuándo y por qué fue nombrado en España el sucesor del Mariscal Villalón y qué sucedió enseguida? 12. ¿Qué preliminares hubo en Guatemala para prevenir la llegada del nuevo Presidente y qué dispuso el Rey? 13.- ¿Cuándo llegó el Presidente Santa Cruz a Guatemala, cómo se le recibió y hasta cuándo recibió posesión? 14.- ¿A quién cometió el Rey el juicio de residencia del Mariscal Villalón y qué hizo éste después de terminarse dicho juicio? 15.- ¿Por qué siendo americano pudo Santa Cruz ser Presidente del Reino, cómo sin ser letrado ocupó lugar en la Audiencia y qué fue lo que el Rey dispuso acerca de este último? 16.- ¿Qué suceso notable ocurrió en la Costa de Mosquitos con el Gobierno inglés y qué disposiciones tomó éste? 17.- ¿Qué fue lo que previno el Presidente del Gobernador de Honduras, qué fue lo que éste pidió y qué más sucedió después?  18.- ¿Hasta cuándo llegó el capitán Zancelonio, a quiénes capturó y qué le ordenó después el Presidente? 19.- ¿Cuándo llegó el Coronel Vera, qué solicitó y a quién nombró la Audiencia Gobernador de Nicaragua? 20.- ¿Qué pasó con los indios de Talamanca y su reducción y qué dispuso la Junta de Real Hacienda? 21.- ¿Cuándo y cómo se erigió la silla metropolitana de Guatemala y quién fue su primer Arzobispo? 22.- ¿Por qué se puso mal el Presidente Santa Cruz con la Audiencia y principales vecinos, qué hicieron estos y cómo terminó el referido Presidente? 

C A P I T U L O  XXVI
PRESIDENTES ARAUJO, VAZQUEZ, VELARDE Y ARCOS
(1748-1760)
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-        El nuevo Presidente es recibido en Guatemala con muestras de alegría general- Sale de Guatemala el ex-presidente Santa Cruz y se le obliga a rendir antes una fianza- Prohíbense los juegos de azar y son perseguidas las fábricas de aguardiente- Se hace cargo de la Gobernación de Honduras el General Heredia y resigna provisionalmente en don Diego Tablada- Es reemplazado por don Pedro Fruco y más tarde por el coronel Ubañez- Renuévanse las hostilidades de los ingleses con los mosquitos y zambos de la Costa- Se nombra a don Francisco Abarca y Valdés Presidente y Gobernador del Reino- Subrógasele poco después con el mariscal de Campo don José Vázquez Prego- Recibimiento que se le hace- Medidas con que inicia su gobierno- Escaséase el aguardiente- Subdivide el Presidente el valle de Guatemala- Se da principio al castillo de Omoa- Muere el Presidente y le sucede el Oidor decano- Es nombrado Presidente el Mariscal de Arcos y Moreno- Escándalos con que se le festeja y resultados que tuvieron- Impuestos para los indios- Disposiciones ilegales del Presidente- Acusaciones que le hacen- Pasa a Omoa y activa los trabajos- Regresa a Guatemala y muere- Le sucede el Oidor decano- Su viuda tiene que rendir fianza. 
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               1o. En el mes de septiembre de 1748 llegó a Guatemala don José de Araujo y Río, nombrado desde el año anterior Presidente, Gobernador y Capitán General en subrogación del señor Santa Cruz, trayendo autorización para ejercer el gobierno político en las provincias del Reino, tal como entonces lo ejercía en México el Virrey de Nueva España, que reservaba para sí todo lo gubernativo y dejaba solamente a la Audiencia los asuntos judiciales.  Al señor Araujo le faltaban sus dos años para completar su período de Presidente de Quito, y era ese el término de su permanencia en Guatemala, en donde fue recibido con toda pompa y solemnidad.
            2o.  Mientras y en acatamiento a las instrucciones reales, salió de Guatemala el ex-Presidente Santa Cruz y se dirigió a México; pero el Presidente y la Audiencia lo hicieron regresar del camino y lo obligaron a rendir fianza por lo que resultare de su juicio de residencia.  Dio parte al Rey de lo sucedido, y éste improbó la conducta de las autoridades de Guatemala.
3o.  Inició su administración el Presidente Araujo, poniendo en vigor la ley que prohibía los juegos de azar y envite27, que desde mucho tiempo antes se mantenía en desuso.  También tomó empeño en perseguir las fábricas de aguardientes y bebidas fermentadas y en no permitir la portación de armas prohibidas; y fue durante su administración cuando por muerte del coronel Vera, que desempeñaba la gobernación de Honduras, se hizo cargo de su puesto el General don Alonso Fernández de Heredia, Gobernador a la sazón de Nicaragua y Costa Rica y que como se recordará tenía poderes del Rey para llenar la falta del Coronel Vera.  No siéndole posible al coronel Heredia ausentarse en aquellos días de Nicaragua por las atenciones que allí tenía con motivo de las hostilidades de los ingleses en el río San Juan, designó para Gobernador provisional de Honduras a don Diego Tablada, oficial a su servicio en Nicaragua.  Permaneció Tablada en aquel puesto unos tres años solamente, al cabo de los cuales fue destituido por el hurto de un de un cargamento de mercancías de comercio, del que se había apoderado en Trujillo, según decían, con pretexto de contrabando.  Para su reemplazo nombró el General Heredia a don Pedro Fruco que fue muy hostil a su antecesor; pero duró poco en el mando porque el Rey nombró para sucesor del difunto Coronel Vera al Coronel don Pantaleón Ibáñez Cuevas, que llegó a tomar posesión de su cargo en principios de 1751.  Llevaba este nuevo gobernador recomendaciones especiales del Monarca para el Virrey de Nueva España y el Capitán General de Guatemala previniendo que le auxiliaran eficazmente con las instrucciones  que traía  de  abrir una campaña  contra los indios zambos y mosquitos de la Costa del Norte.
4o.  No obstante que desde 1748 se había comprometido  el Gobierno inglés a devolver a España Belice, Río Tinto, Roatán y las demás islas del Reino de Guatemala que indebidamente ocupaba.  Llegaron aun, en 1749, ingleses y mosquitos en son de guerra a los pueblos de Camoapa y Boaco en la provincia de Nicaragua, sin que el Gabinete de Londres hubiera hecho nada por reprimirlos, obligado como estaba por solemnes tratados del año anterior.  Tuvo el gobernador de Nicaragua que destacar tropas en persecución de los invasores, logrando capturar a muchos de estos, aunque inútilmente, porque se le fugaron de las cárceles de Granada.  Invadieron por segunda vez los indios mosquitos a Boaco, sirviéndoles de auxiliares los zambos e ingleses; mataron a dos de los religiosos que allí residían y se llevaron prisioneros a muchos vecinos del lugar. Tales excesos motivaron de parte del Rey, reclamaciones enérgicas al Gobierno británico y lo decidieron a ordenar los preparativos hechos en Honduras y Nicaragua en 1751, para  lanzar a los ingleses de los puntos en que se mantenían en varias de estas provincias.  Pero el Gobernador inglés de Jamaica que fue uno de los primeros en imponerse de la actitud de España, temeroso de que se perdiese en la Mosquitia el dominio adquirido por su Gobierno, se dirigió astutamente al Capitán General de Guatemala y le hizo creer que la intervención que él había tomado en aquella región se encaminaba únicamente a impedir las hostilidades de los indios en las comarcas españolas vecinas.  Lo creyó así el candoroso gobernante de Guatemala y no solo le rindió las gracias por su entremetimiento en el gobierno de la Mosquitia, sino que reconoció las facultades dadas por el gobierno británico al Superintendente Hogdson, al que además extendió el despacho de coronel del ejércotp  español.  No tardó mucho, sin embargo, en descubrirse el engaño y en renovarse las hostilidades contra los ingleses; pero habiendo sido removido el Gobernador de Jamaica, el que le sucedió tuvo pláticas de arreglo con el Capitán General de Guatemala y logró conseguir el mantenimiento de un status quo amistoso para mientras había mejores inteligencias entre sus respectivos gobiernos.  Consecuentemente se dirigió el gobernador de Jamaica al Rey de Inglaterra dándole cuenta de lo pactado y haciéndole ver que la permanencia de Hogdson en la Mosquitia traería irremisiblemente la guerra entre españoles e ingleses, con desventajas para éstos por las condiciones del suelo.
5o.  La administración del Presidente Araujo mereció general aplauso por el tino y acierto con que manejó los asuntos públicos.  El Presidente Araujo fue con efecto un gobernante excepcional y de tal honradez que llevó su delicadeza hasta rehusar los obsequios que le hacían los indios y exigir igual conducta de sus subalternos.  Nombró el Rey para que le sustituyera al concluir su periodo, a don Francisco de Abarca y Valdés; pero como este tuviera dificultades para salir oportunamente de España fue anulado su nombramiento y designado en su lugar el Mariscal don José de Vázquez Prego, militar acreditado, al que se le señaló mayor sueldo y le dieron poderes y facultades semejantes a las de los Virreyes.  Se le autorizó  para que jurara el cargo ante el Gobernador de Cuba y en su defecto ante cualquiera de las autoridades superiores de las provincias del Reino, ya fuesen civiles o militares dichas autoridades; pero al pasar por la Habana prestó el juramento en manos de aquel Gobernador y le participó a la Audiencia de Guatemala enviándoles al propio tiempo la certificación respectiva y sus reales despachos con objeto de que se le reconociera y cesara el señor Araujo en el desempeño del gobierno.  Así se hizo el 21 de diciembre de 1751, resignando el señor Araujo en el Oidor decano y dando la Audiencia los avisos de Ley a todos los funcionarios y autoridades del Reino.
6o.  El 17 de enero de 1752 hizo su entrada solemne a Guatemala el Presidente Vázquez Prego, y fue recibido con las festividades y encomiendas acostumbradas.  Su administración se inició con medidas muy enérgicas contra los fabricantes de aguardiente y chichas fermentadas, que estaban severamente prohibidas por considerarlas nocivas a la salud, y también para favorecer el consumo de licores de España.  Desde 1750 se había acordado por la Audiencia la aplicación de presidio o destierro a los que fabricaran aguardiente de caña o los expidiesen, si eran hombres; y siendo mujeres la de vergüenza pública y encierro a discreción del Gobernador del Reino; pero a pesar de tan severas penas y de la actitud asumida, los esfuerzos del Capitán General resultaron estériles, ya porque el aguardiente se fabricaba clandestinamente en todas partes, ya porque la afición desordenada de los bebedores hacía inútiles las providencias que se dictaban en tal sentido.  En vista de ese resultado se propuso al Rey la estancación28 de la fábrica y venta del aguardiente de caña, tanto porque en América, según afirmaba el Capitán General, no era una bebida nociva para la salud como porque su expediente no perjudicaba tampoco el del aguardiente de España que llegaba en pequeña cantidad y se le destinaba a otros usos para los cuales no era aplicable el de caña.  Previos los trámites y formalidades de rigor, acogió el Rey la iniciativa y por Cédula del año de 1753 se ordenó el establecimiento del estanco de aguardiente en el Reino de Guatemala, a beneficio de los Ayuntamientos, los que a continuación hicieron remates por asientos de cinco años cada uno.  La Corona, sin embargo, cuando no había expirado aún el término del primer asiento, revocó su anterior disposición en la parte del beneficio disponiendo que los estancos fuesen incorporados a la Real Hacienda y formaran en lo sucesivo una renta fiscal; pero algún tiempo después, alarmado el Gobierno con la creciente propagación de la embriaguez entre los indios, decretó la extinción de los estancos y fue prohibida en absoluto la fabricación del aguardiente. Reapareció entonces, como era natural el contrabando en cantidades alarmantes, y con este el aumento de la ebriedad entre los indios, por lo que se hizo necesario el restablecimiento de la estancación a beneficio siempre de la Corona y constituyendo su producto una renta de entrada valiosa para la Caja Real del Reino. 
7o.  En el propio año de 1753, haciendo uso de poderes especiales que trajo subdividió el Presidente Vázquez y Prego el valle de Guatemala, en el que creó dos alcaldías mayores, que fueron las de Santiago de Guatenango y la de Amatitlán y Sacatepeque; dispuso la reconstrucción del Palacio Real que se hallaba muy maltratado por los temblores del año de 1751, añadiéndole una espaciosa sala para las oficinas de la Audiencia; y aumentó el jardín y otras dependencias de su habitación particular haciendo destruir tres salas contiguas de la casa de moneda, que le valieron años después la censura del Rey y la pena de reedificarlas a su propia expensa.
8o.  La necesidad de fortificar la costa del Norte para defenderla de los enemigos exteriores, que la invadían y saqueaban con frecuencia, obligó al gobierno español a levantar un castillo en el punto que fuera más conveniente.  Hechos los estudios respectivos por el ingeniero don Luis Diez de Navarro, fue designado el puerto de Omoa como lugar mejor y más conveniente para la obra proyectada, y a él se trasladó el señor Presidente Vázquez y Prego en 1753, a dar principio a los trabajos de la edificación, bajo la dirección ésta, del ingeniero don Francisco Alvarez que le había sido enviado de España con tal objeto.  El Rey mientras tanto remitió por la vía de la Habana, tres mil fusiles con sus bayonetas, piedras de chispa y balas, 16 cañones de montaña, seis de bronce de calibre, veinticuatro y dos de a doce, con sus cureñas29 y accesorios respectivos, así como gran cantidad de pólvora, balas, etc. para servicio del mismo castillo.
 9o.  El Presidente Vázquez y Prego permaneció algún tiempo en Omoa trabajando activamente en los preparativos de la nueva edificación, y allí se contagió de las fiebres palúdicas de la costa, que le obligaron a regresarse a Guatemala, en donde falleció el 24 de junio de 1753, siendo sepultado con toda pompa en la iglesia de Santo Domingo.  Aquel gobernante no fue malo para Guatemala, y durante su administración se pusieron en práctica dos disposiciones sensacionales: la que establecía censura previa para la prensa, y la que abolía el derecho de asilo en los templos para los reos de delitos atroces, a quienes pudo ya la justicia secular extraer de cualquier parte en que se encontraran refugiados, y llevarles a la cárcel para su juzgamiento.
10o.  La muerte inesperada del Presidente Prego dejó en acefalia el gobierno del Reino.  Establecía la ley empero, que por falta repentina  del gobernante ocupara la vacante que este dejara, el Oidor decano de la Audiencia, y de acuerdo con esa disposición fue llamado el Licenciado don Juan de Velarde, al que se dio posesión de la Presidencia y Gobernación del Reino de Guatemala en calidad de interino; pero su administración no duró sino 16 meses, en cuyo tiempo se distinguió aquel mandatario por su tino, cordura y discreción en el manejo de los asuntos públicos; debiéndosele entre otras medidas de progreso el establecimiento de un correo mensual a México, costeado por el Real Erario.
11o.  El 29 de enero de 1754 fue nombrado Presidente de la Audiencia y Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala, el Mariscal de Campo don Alonso de Arcos y Moreno, que se hallaba de Gobernador en Santiago de Cuba.  Llegó a Guatemala en octubre del propio año, y el 17 del mismo mes tomó posesión solemne de sus empleos.  Traía asignados diez mil pesos de sueldo anuales, y venía además facultado como su antecesor, para gobernar con iguales atribuciones a las que tenían los Virreyes en la Nueva España.
12o.   Grandes festejos y muchas alegrías solemnizaron, como de costumbre la llegada del nuevo gobernante, ocupando lugar preferente muchos y muy concurridos bailes en el Palacio Real y durante los días de la Cuaresma, que causaron gran escándalo en aquella sociedad eminentemente religiosa; pero no paró allí el desorden, porque los ruidosos bailes fueron también llevados al interior de los conventos de monjas, en donde los apuestos militares en competencia con los más alegres jóvenes de la capital pasaban las noches en danzas y animados coloquios con las religiosas trastornadas ya por el baile y los licores. El vecindario se alarmó extraordinariamente, como era de esperarse, porque en aquellos tiempos no podía concebirse siquiera tales monstruosidades.  El Arzobispo empero, no manifestó desagrado, ni siquiera se dio por entendido de lo que sucedía; pero no procedieron lo mismo el Guardián de uno de los conventos, que se quejó formalmente al Capitán General, ni dos frailes predicadores pertenecientes a dos distintas órdenes, que censuraron el hecho desde el púlpito, en términos respetuosos aunque enérgicos.  Esto último desagradó al Presidente, quien congregado en Real Acuerdo con la Audiencia calificó de irregular la prédica de los dos religiosos y libró real provisión de ruego y encargo,  a los prelados de las comunidades respectivas, previniéndoles que mantuviesen a sus religiosos dentro del círculo trazado a su ministerio y que se cuidaran de producir escándalos como los ocurridos.  Acordó también extrañar a los dos predicadores, cuya determinación fue llevada a efecto con uno de ellos solamente, porque el otro era un anciano achacoso.  Ocurrieron los frailes en queja ante el Rey, y éste levantó el extrañamiento impuesto y pidió informe a la Audiencia acerca de lo demás; pero como las comunicaciones con España eran muy tardadas, y los trámites demasiado lentos de la Corona requerían también mucho tiempo, resultó que los fallos reparadores llegaron a Guatemala cuando no servían para nada, ni para nadie.
13o.  El impuesto de la capitación o sea el tributo anual que se cobraba por persona era exigido a los indios desde que cumplían dieciocho años hasta que llegaban a los cincuenta; pero en esta parte no se ajustaban a la ley en Guatemala pues los empleados de Hacienda cobraban el impuesto desde que los indios se casaban hasta que llegaban a los cincuenta y cinco años, obligándolos por supuesto a casarse antes de la edad requerida y sin exceptuar en el cobro ni a las mujeres.  Informado el Rey de aquella arbitrariedad ordenó en 1754, que se observase estrictamente la ley y que a las mujeres no se les cobrase la capitación.  La Audiencia, sin embargo,  contestó al Rey en 1755, que había cumplido con lo ordenado, exceptuando la parte referente a las indias, que la dejaba en suspenso tanto porque estaba en contradicción con una Cédula del año de 1702 que prevenía el cobro de la capitación de los indios de ambos sexos, como por el perjuicio que experimentaría la Real Hacienda con la falta de esa entrada.  Ratificó su orden el Monarca en 1757 y fue hasta entonces que se excepcionó a las indias del pago del tributo anual.  Sucedía con demasiada frecuencia que aun cuando algunas veces la Corona se dolía de la misérrima situación de los indios, y tomaba algún interés en aliviarla, no siempre lo conseguía porque las reparaciones que acordaba llegaban demasiado tarde y en la explotación de aquellos desgraciados tomaban parte hasta el clero y algunas órdenes religiosas. Así lo demuestra el hecho de que hubiesen llegado hasta el conocimiento del Rey los abusos de los jesuitas y del Arzobispo de Guatemala con los naturales de varios pueblos de la provincia del mismo nombre a los que con distintos pretextos exigían también capitaciones, no les pagaban los comestibles que se les obligaba a suministrar con ocasión de la visita, ni el pasto que daban para el ganado, ni el transporte de equipajes de un pueblo a otro, ni los demás servicios particulares a que los compelían sin derecho alguno.  Sobre tales puntos pidió el Monarca un informe a la Audiencia ordenándoles que en caso de ser exactas las denuncias, aplicase a los delincuentes el correctivo señalado por las leyes, mientras él dictaba las providencias que estimase necesarias.
14o.  El Presidente Arcos y Moreno cometió el abuso de expedir en su propio nombre, nuevas patentes a los milicianos de las provincias, extendiéndolas en papel común, sin llevar el sello ni el registro de la Real Chancillería, y refrendándolas solamente por su Secretario y no por los Escribanos de cámara como era de rigor.  Cobró por aquellos títulos, a los capitanes veinte pesos, 18 a cada teniente, 15 a cada alférez, 800 y aun mil a los coroneles, y en proporción a los tenientes coroneles, cuya designación militar era entonces desconocida y él se encargó de introducir.  El Teniente Chanciller de la Audiencia don José de la Fuente Cosio se negó a conceder el paso de la ley a tales despachos y su negativa le valió catorce meses de prisión en las Casas Consistoriales30 de la capital, previo despojo del cargo que desempeñaba; pero el Monarca, ante quien ocurrió el prisionero reprobó con dureza la conducta del Presidente y le previno que indemnizara a la Real Hacienda del quebranto sufrido, y al señor Cosio de los perjuicios que le había ocasionado, ordenando al mismo tiempo que se recogieran los títulos expedidos y se extendieran de nuevo en papel sellado y con los demás requisitos, a expensas del propio Presidente.
 15o.  El mismo señor Mariscal Moreno nombró en 1755 un corregidor provisional en el Realejo, en la provincia de Nicaragua, fundándose en que había terminado el período del que desempeñaba ese cargo; pero la audiencia negó el pase a tal nombramiento y manifestó al Capitán General que la ley no le autorizaba para hacerlo,  pues disponía esta que los funcionarios nombrados por el Rey, debían  conservarse en sus cargos aun cuando hubieran cumplido su período hasta la llegada de los que fueran a subrogarlos.  El Rey aprobó lo resuelto por la Audiencia, mandó reponer el Corregidor quitado e impuso al Presidente una multa de mil pesos a favor del mismo corregidor.  De lo expuesto se deduce que la Audiencia no marchaba en la mejor armonía con su Presidente de lo cual no hay que extrañarse si se toma en cuenta que la política de España en sus colonias, se basaba en mucha parte en el espíritu de división que procuraba mantener entre los altos funcionarios, a fin de que el antagonismo hiciera veces de policía de vigilancia.  De la multa impuesta al presidente consintió el Rey en relevarlo después de muchas representaciones, aunque dejando a salvo los derechos del corregidor para que los hiciera valer oportunamente en el juicio de residencia del Mariscal Moreno o cuando mejor le conviniese.
16o.-  En el año de 1759 fue acusado el Capitán General de Guatemala, ante el Consejo de Indias, no solo de que toleraba el consorcio ilícito por el puerto de Santo Tomás de Castilla, sino de que también lo hacía en su personal provecho, como sucedió en 1754, en que introdujo más de 200 bultos, que rotuló como equipaje suyo, siendo baúles, cajas y barriles con artículos de comercio.  Se le acusó además, de que no contenía los  desórdenes que en el Castillo de golfo Dulce ocasionaba el Capitán don José de Palma con la venta escandalosa de mercancías francesas, introducidas de contrabando, que hacía públicamente a los soldados de la guarnición.  A consecuencia de tales acusaciones, previno el Rey a la Audiencia que vigilara la conducta de su Presidente, agregando que de este se tenían informes muy desfavorables en el Consejo de Indias y que no se procedía inmediatamente en su contra por no estar plenamente comprobadas aún las denuncias.
17o.  Como llegaran de España repetidas ordenes al Capitán General para que activase la construcción del Castillo de Omoa, y aun cuando este funcionario había dictado las necesarias providencias para cumplirlas, determinó,  sin embargo,  trasladarse al puerto a fin de dar mayor animación a los trabajos.  Desde su llegada pudo observar que la obra no adelantaba por la desidia del ingeniero un señor Álvarez, que no tenía ni preparados siquiera los materiales indispensables para principiarla.  Tuvo por este motivo que subrogarlo con don José de Palma, a quien además encargó del mando militar de la plaza, y este se dedicó con empeño a la hechura inmediata de los cimientos de la fortaleza; pero cuando más activamente se desplegaban los trabajos de la edificación, llegó al  Presidente la noticia de que el Rey había prevenido a la Audiencia acerca de la vigilancia de su conducta,  y entonces pidió al Tribunal que se informara detenidamente de todos  los documentos y detalles del trabajo y que le indicase lo que debía seguir haciendo.  La Audiencia lo encontró todo bien hecho y le excitó a proseguir con el mismo empeño la obra comenzada.
18o.  La permanencia en Omoa fue como era de esperarse, nociva para la salud del Capitán General.  Viose obligado a regresar a Guatemala y a tomar cama algunos días después, a causa de la dolencia física que le aquejaba y la cual fue reagravándose paulatinamente hasta llevarle a la tumba el 27 de octubre de 1760. Hiciéronse sus funerales con la pompa correspondiente a su elevada categoría oficial, inhumándose sus restos en la capilla del Sagrario de la iglesia de Santo Domingo; y, con arreglo a la ley, le sucedió en el mando el Oidor decano don Juan de Velarde y Cienfuegos, personaje popular y respetado, que había alcanzado la más alta nota como buen gobernante en tiempos anteriores.
19o.  La viuda del Mariscal Moreno, doña Francisca de Sancho trató de regresarse a España a raíz de la muerte de su esposo, y para esto solicitó permiso de la Audiencia, mas le fue negado mientras no afianzara con dieciocho mil pesos los resultados del juicio de residencia del difunto Presidente.  Tuvo, pues que buscar un fiador abonado, y hasta que lo hubo presentado se le permitió marcharse de Guatemala.  La monarquía española no podía perder nunca en el ramo económico, y como lo llevamos visto la responsabilidad fiscal de los funcionarios públicos se exigía hasta después de su muerte.

Cuestionario

1. ¿En qué fecha fue recibido en Guatemala el Nuevo Presidente Araujo y Ríos, qué autorización traía para ejercer el gobierno político y cuál fue su período de permanencia en Guatemala? 2. ¿Por qué la Audiencia hizo regresar al Ex presidente Cruz cuando se dirigía México? 3. ¿Qué ley puso en vigor el Presidente Araujo al inicio de su administración, a quién y por qué designó el Coronel Heredia para gobernador provisional de Honduras, cuánto duró este,  por qué fue destituido, a quién nombró el Rey para suceder al difunto Coronel Vera,  qué recomendaciones llevaba del monarca y para quiénes? 4. ¿ Qué se había comprometido a devolver el Gobierno inglés desde 1748, hasta donde llegaron en 1749 en son de guerra  los ingleses y mosquitos, cuál fue la reacción del Gobernador de Nicaragua, cuál fue la actitud del Gobernador de Jamaica,  que hizo al descubrirse el engaño, qué recomendó el Nuevo Gobernador de Jamaica a su Gobierno? 5. ¿Qué mereció la administración  del Presidente Araujo, quién fue nombrado para sustituirlo, por qué no lo hizo, qué poderes le fueron dados y ante quién se le autorizó jurar el cargo al nuevo Presidente Vázquez Prego? 6. ¿Con qué medidas enérgicas se inició el nuevo Presidente, por qué propuso al rey la estancación del aguardiente de caña, a beneficio de que instituciones, qué se hizo debido a la creciente embriaguez de los indios? 7. ¿Cómo dividió el presidente Vázquez y Prego el Valle de Guatemala y que acciones le valieron la censura del Rey? 8. ¿Qué motivó al Gobierno español a levantar un castillo en la Costa del Norte, qué lugar fue designado para la construcción y que hizo el Presidente Vázquez y Prego al inicio de la misma? 9. ¿Por qué y cuando murió el Presidente Vázquez y que medidas sensacionales puso en práctica durante su administración? 10. ¿Quién sustituyó  interinamente al Presidente Vásquez, cuánto duró su mandato  y cómo se distinguió su administración? 11. ¿Quién fue nombrado Presidente de la Audiencia, Gobernador y Capitán General de Guatemala y que poderes traía? 12. ¿Cómo fue el recibimiento del nuevo Presidente, qué causó escándalo en aquella sociedad eminentemente religiosa, cuál fue la reacción del Arzobispo, cuál  la del guardián de un convento y dos predicadores y  qué medidas decretó el Presidente?  13. ¿Desde cuándo se cobraba a los indios el impuesto de capitación, qué ordenó el Rey, qué  le contesto la Audiencia  y cuál  fue la reacción del Rey, qué pasaba cuándo la Corona en ocasiones trataba de aliviar la situación misérrima de los indios? 14. ¿Por qué fue despojado de su cargo el Chanciller de la Audiencia,  ante quién recurrió y qué  decidió esta autoridad? 15. ¿Qué Autoridad y por qué negó el pase a un corregidor del Realejo, que decidió el Rey y en que se basaba a veces la política  de España en sus colonias? 16. ¿De qué fue acusado el Capitán General ante el Consejo de Indias y qué previno el Rey a la Audiencia a causas de esas denuncias? 17. ¿Por qué no adelantaban las obras de  construcción del Castillo de Omoa, qué hizo el Presidente para animar los trabajos, cómo encontró la Audiencia los trabajos emprendidos por el Presidente y a qué lo excitó? 18. ¿Qué fue nocivo para la salud del Capitán General, que se vio obligado a hacer, cuándo falleció, cómo fueron sus funerales y quién le sucedió? 19. ¿Qué tuvo que hacer la viuda del Mariscal Moreno para poder marcharse de Guatemala?     


C A P I T U L O   XXVII
ADMINISTRASCIONES DEL LICENCIADO VELARDE Y DEL GENERAL HEREDIA  1760 - 1765
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-        El Oidor decano sucede interinamente al Mariscal Moreno- Llegan los militares Heredia y Vera a dirigir la defensa de la Costa con nombramientos de gobernador para Nicaragua y Honduras- Muere Vera y resume sus facultades el general Heredia- dificultades administrativas entre Gobernadores y corregidores de las Provincias- Se restablece el tráfico con la Habana- Nuevos árbitros para continuar los trabajos del castillo de Omoa- Invasiones de Zambos, Mosquitos e Ingleses en Nicaragua- La exportación del añil y el origen de esta industria - Rebelión de los indios talamancos- Misiones a la Tologalpa, alarma que ocasionan y represalias que se toman- Es nombrado Presidente el General Heredia y ascendido el Oidor Velarde- Dificultades del Presidente con la Audiencia- Guerra con Inglaterra y consecuencias que trae- Rechazo de la armada inglesa en el río de San Juan por doña Rafaela Herrera- Reducciones católicas en Honduras- Cuestionan las dificultades con la Audiencia- Resolución del Rey-Reedifícanse los edificios públicos- Absolutismo del gobernante y consecuencias.
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1o.  Por la inesperada muerte del Presidente Areas y Moreno, fue llamado a sucederle provisionalmente, como dijimos atrás, el Oidor decano Licenciado don Juan de Velarde y Cienfuegos, el mismo que sucedió también con igual carácter al Presidente Vázquez Prego en 1753.  Duraban aún el cariño y el respeto que como buen mandatario logró conquistarse en aquel entonces, y su nueva aparición fue naturalmente saludada con entusiasmo en todo el Reino, pues inauguraba su gobierno  en el  año de 1760, cuando la tranquilidad pública parecía estar bien asegurada.
2o. Se recordará que el amago constante de corsarios y filibusteros en las costas del Atlántico correspondientes a las provincias de Honduras, Nicaragua y Costa Rica  determinó al gobierno español a ocuparse con más detenimiento en la defensa de los puntos amenazados.  Para mejor acierto envió a los expertos militares Heredia y Vera con los nombramientos respectivos de gobernadores de Nicaragua y Honduras y con amplias facultades para el lleno de su cometido.  A la muerte de Vera asumió Heredia el mando militar de Honduras, delegando la gobernación en subalternos suyos hasta julio de 1751, en que llegó el Coronel Ibáñez a suceder al difunto Coronel Vera en  la confianza de su Soberano en la delicada misión que trajo, la cual descuidó mucho, especialmente durante estuvo en Nicaragua, en donde perdió la mayor parte de su tiempo en estériles disputas con los funcionarios públicos y las corporaciones provinciales, que obstaculizaban al gobierno de sable que, a estilo de cuartel deseaba implantar en la administración pública.  Tuvo pues, que ser removido Heredia en 1751, y fue subrogado por el Coronel José González Rancaño que permaneció hasta 1756. 
3o. Gobernaba la provincia de Nicaragua don Melchor  Vidal de Lorca y Villena en 176031 cuando se inaugura en Guatemala la administración provisional del Oidor Velarde, y a éste se dirigió haciéndole presente la dificultad que ocurría en su provincia con motivo de las correrías enemigas en la costa del Norte, y de la imposibilidad en que se hallaba la Gobernación de su cargo para poder atacar con eficacia a tales enemigos, porque estando como estaban las provincias divididas en varios corregimientos, a cargo de corregidores que dependían inmediatamente de la Audiencia y del Capitán General, cada corregidor solía ser un rival del Gobernador y un obstáculo para la unidad de acción que requerían aquellas circunstancias; pero el Presidente carecía de facultades para introducir mudanzas de ese género en el gobierno de las provincias y no era fácil tampoco que la corona se resolviera a reemplazar con una organización distinta la que había sostenido por largos años.
4o.  No había tráfico todavía entre Guatemala y la Habana, y para restablecerlo se celebró una junta en la Capital en 1758 a la que asistieron los comerciantes, los Concejales, el Capitán General, el Oidor decano, el Fiscal, los oficiales reales y el Contador de cuentas.  Pidieron los primeros que se solicitase de la corona el restablecimiento del tráfico entre la Habana y los puertos del Reino de Guatemala, por la gran distancia que separaba a estos últimos del puerto de Veracruz, el único por donde podían enviar sus productos de exportación y para llegar al cual se necesitaban de ocho y más meses de camino en mulas, con recrecidos gastos, muchas averías y una demora perjudicialísima bajo todos los conceptos.  Convino la junta en que era justo lo que se solicitaba y en que como no se contrariaba ninguna ley, podía por sí el  Capitán General autorizar el restablecimiento del tráfico que se solicitaba; pero contra esa resolución protestó don Domingo Micheo, apoderado de los cinco principales Gremios de España, y hubo necesidad de remitirse al Rey.  En marzo de 1760 llegó la soberana resolución de acuerdo en todo con la de la junta de Guatemala, y el Presidente Velarde dispuso enseguida la reapertura del tráfico con la Habana con grande alegría del vecindario.
5o.   Mientras tanto continuaba la edificación del castillo de San Fernando de Omoa para el que se necesitaba de fondos, y como no podía disponerse de los de las cajas reales que pertenecían al Monarca, se estableció un impuesto de cuatro pesos sobre cada zurrón de añil que se exportara por los puertos de Honduras.  Este impuesto de cuatros pesos sobre cada zurrón de añil recrecido se hizo después extensivo a los puertos del Sur y dio por resultado la ruina y extinción de la industria añilera en todo el país.
6o.  En Nicaragua habían reaparecido las invasiones de los indios zambos en consorcio con los ingleses establecidos en la costa de Mosquitos, lanzándose nuevamente sobre los indefensos pueblos de Chontales y Matagalpa, que dejaron arruinados y desiertos; Jinotega, Muy Muy, Lóvago y Acoyapa sus poblaciones de importancia, fueron saqueadas y después reducidas a cenizas, retirándose los zambos cargados de botín, llevándose a las mujeres y también todo el ganado que pudieron recoger.  Como una de las principales causas de aquellas hostilidades era el interés que los ingleses tenían en introducir sus contrabandos mercantiles a favor del desorden, se pensó con justicia en que si había abundancia de esos artículos en la Provincia, cesaría el alto precio y con estos el aliciente para la introducción clandestina que ocasionaba aquellos males.  Se dirigió en consecuencia una solicitud al Rey, pidiéndole encarecidamente que autorizara la libertad de comercio entre las colonias, la apertura de mayor número de puertos para la comunicación con España y una reforma general de la administración económica.  La contestación se hizo esperar trece años, como lo veremos adelante.
7o.  Por aquel tiempo se exportaba todavía con buen éxito el índigo o tinta de añil cuya producción llegó a ser en todo el Reino hasta de dos millones de pesos anuales.  Desde fines del siglo XVI informaba la Audiencia de los confines al Rey de España de la existencia de este producto valioso que se beneficiaba en la provincia de Nicaragua desde muchos siglos antes de la llegada de los españoles, según el decir de las tradiciones indígenas; pero en esto debe haber habido alguna equivocación porque autores respetables aseguran que el añil es un producto originario del Oriente, cuyo nombre trae su etimología de las lenguas árabe y persa.
8o.  En 1761 fue destruido el pueblo de Cabagra, en la provincia de Costa Rica, por 300 indios de Talamanca, y lo fue también en su mayor parte el de San Francisco de Terraba de la misma provincia; pero los invasores fueron derrotados y perseguidos por los frailes doctrinarios Márquez y López que se pusieron valientemente a la cabeza de sus feligreses, batiéndose con estos a machete limpio.  Desde algunos años antes se habían levantado los mismos indios de la Talamanca contra sus dominadores españoles, iniciando el movimiento con el asesinato de los frailes catequistas  Antonio de Zamora y  Pablo de Rebullida.
9o.  En la Tologalpa, de la provincia de Nicaragua, lograron penetrar por la vía de la Nueva Segovia, los frailes catequistas Aguilar y Cáceres, a los que se unieron después sus compañeros de la misma orden los Padres Vega y Cepeda.  Juntos todos en 1762, reunieron a gran número de infieles, los vistieron y les proporcionaron de sus propios fondos utensilios para el trabajo.  El Gobernador Heredia que lo  supo, quiso prestar ayuda eficaz a los misioneros mandándoles un oficial con 200 soldados en clase de auxiliares, que se internaron en las montañas; mas los indios se alarmaron con aquella gente y les cerraron el paso atacándoles vigorosamente hasta obligarlos a retirarse.  Para castigar aquella rebeldía dispuso el gobernador Heredia que se redujesen a esclavitud los indios avanzados en el combate, sin que valieran nada las enérgicas protestas de los catequistas en contra de aquel proceder tan ilegal como inhumano.  Determinó entonces el Padre Cáceres repoblar a Boaco, y para esto trajo 200 indios de la rústica comarca de la Tologalpa, los cuales no tardaron en rebelarse dándoles muerte al propio misionero y a los que le acompañaban.
10o.  La administración provisional del Licenciado Velarde terminó en junio de 1761, fecha en que llegó a Guatemala el General don Alonso Hernández de Heredia, ascendido últimamente a Mariscal de campo del ejército español y nombrado por la corona Presidente de la Audiencia, Gobernador y Capitán del Reino.  Festéjose como de costumbre al nuevo gobernante y fue muy solemne el acto de su recepción.  Al separarse por segunda vez del gobierno de Guatemala fue también ascendido el Licenciado Velarde por su buen comportamiento.  El Rey lo elevó a Vocal del Consejo de Indias, en cuyo puesto tuvo ocasión de acreditarse más por su honorabilidad y rectitud.
11o.  Los miembros de la Audiencia que habían dictado autos contra el General Heredia cuando este era subalterno de ellos en las gobernaciones de Nicaragua y Honduras temerosos de su desagrado se le mostraron esquivos y muy prevenidos, creándole desde el principio una situación difícil para la buena marcha administrativa, hubo pues, constantes dificultades que se acentuaron cada día más con menoscabo de los intereses públicos.
12o.  Con motivo de haberse declarado la guerra entre España y la Gran Bretaña, previno el capitán Heredia a todos los habitantes del Reino, en 1762, que mantuvieran listas y limpias  sus armas, y a los que careciesen de ellas que las pidieran a los almacenes reales, a fin de estar listos para repeler las hostilidades inglesas.  El requerimiento no podía ser más oportuno, pues de orden del Gobierno Británico acababa de ser invadida en aquel año la provincia de Nicaragua por una armada compuesta de dos mil hombres y más de cincuenta embarcaciones, que penetró por el río de San Juan y llegó hasta el Castillo de la Concepción en el propio río, en momentos en que agonizaba el Castellano de la fortaleza, don Pedro Herrera.  Su muerte inmediata dejó acéfalo aquel punto militar en el que solo quedaba un sargento haciendo de veces de jefe de la guarnición.  El Comandante inglés que fue informado de todo cuanto sucedía en el castillo, por algunos prisioneros que servían de atalayas de este en puntos avanzados, mandó pedir al Sargento las llaves de la fortaleza, creyendo que con eso sería inmediatamente desocupada; pero la hija del difunto Castellano se opuso enérgicamente, y los ingleses rompieron enseguida un fuego de escaramuza que juzgaron bastante para la rendición.  La señorita Herrera de carácter intrépido y además conocedora del manejo de las armas, que le había enseñado su padre, tomó el botafuego y disparó los primeros cañonazos con tan feliz acierto, que del tercero logró matar al Comandante inglés y echar a pique la balandrita en que navegaba.  Con este arrojo contuvo el ímpetu de los invasores y equilibró la acción durante los cinco días que duró el ataque, al cabo de los cuales se retiraron los ingleses dejando muchos muertos y varias embarcaciones perdidas.  Aquel triunfo fue celebrado con entusiasmo en todo el Reino, en donde se hizo legendaria y tradicional el nombre de la joven heroína doña Rafaela Herrera, entonces de 19 años de edad.  Afortunadamente para las colonias americanas de España se celebró la paz con Inglaterra en el año siguiente y de este modo se vieron libres de nuevas hostilidades.
13o.  En la provincia de Honduras mientras tanto, se hacían esfuerzos por llevar a buen término las reducciones.  Los frailes misioneros Lean y Mulia entraron a la Taguzgalpa por la vía de Yoro hasta el río Ulúa, y allí, con tres mil indios que lograron reunir formaron 3 poblaciones las que tardaron poco en desaparecer a causa de la viruela y de las emigraciones consiguientes.  Llegaron enseguida los Padres Junco, Delgado Olavarrieta y Chamorro, y fundaron en la propia Taguzgalpa los pueblos de San Miguel y Ciquigue, los que tampoco tuvieron larga vida, atribuyéndose el fracaso a la falta de auxilio armado que se consideraba indispensable fuese siempre con los catequistas dándoles todo apoyo.  Con tal objeto se dirigió al Rey en 1763, el guardián del colegio de Propaganda Fide de Guatemala proponiéndole que se mandaran hacer reclutamientos militares, y se ayudase a los catequistas con esos soldados, con recursos pecuniarios y con otras concesiones que especificaba.  Se limitó el Rey a pedir informe urgente a la Audiencia en 1764, acerca de aquella proposición y de su conveniencia.
14o.  En la capital mientras tanto, se acentuaba la falta de armonía entre los altos poderes.  El Presidente Heredia libró en 1763, despachos incitativos en un juicio civil que se seguía ante uno de los Alcaldes de la villa de San Vicente, en la provincia de El Salvador.  Era aquello una usurpación de funciones judiciales contra la cual protestó vanamente la Audiencia, hasta ocurrir al Monarca, que improbó la conducta del Presidente.  Luego, con motivo de la ruina del pueblo de Petapa, anegado por un fuerte temporal en octubre de 1762, dispuso la Audiencia trasladar dicho pueblo a un sitio de mejores condiciones y aprovecharse al mismo tiempo de la oportunidad para separar a los indios de la comunidad de los ladinos o mestizos, colocándolos en dos pueblos distintos y a distancia el uno del otro; pero en el momento de llevar a la práctica aquel pensamiento, el Presidente Heredia favoreció la oposición que hacía el dueño del terreno señalado a los españoles y ladinos y hubo que llevar el asunto hasta el Rey quien no solo reprobó la conducta del presidente sino que reservó el conocimiento de aquel asunto al Juez Pesquisidor para que en su oportunidad le hiciese los correspondientes cargos.
15o.  En aquellos días llegó a estar casi ruinoso el palacio Real, pues había sido edificado desde cuando principiaba el desarrollo social de Guatemala, y su construcción se resentía de  falta de solidez y de buen gusto.  El Mariscal Heredia que era un hombre entusiasta por el adelanto material de Guatemala, tomó tal empeño en la reedificación del Palacio Real, que logró obtener del Monarca en 1763, una Cédula en que se le autorizaba ampliamente para los trabajos de aquella obra; pero hay que decir, en honor del Presidente, que cuando la Cédula llegó a Guatemala, los trabajos iban ya muy adelantados, por lo que el nuevo edificio, uno de los más bellos de la antigua capital, quedó terminado a fines del año de 1764.  En el mismo año de 1763 averiguó el Mariscal Heredia que el edificio del Colegio de San Jerónimo, propiedad de los frailes mercedarios, había sido levantado sin llenar el requisito de la licencia previa del Monarca, exigida por la ley vigente, bajo pena de demolición; y como sucedía además que los mencionados frailes habían dado algunos escándalos en aquellos días, ordenó que cuanto antes se demoliera el Colegio. Esta disposición empero, no se cumplió, porque el mismo Presidente mandó suspenderla poco después con motivo de haber sido autorizado por el Rey para convertir el Colegio de San Jerónimo en cuartel militar, después de que lo hubiese hecho adjudicar al Fisco en forma legal y en pago de lo que le adeudaba el convento de la Merced.  Practicado que fue todo lo ordenado por el Monarca, procedió el Presidente a reformar el edificio adquirido y lo hizo con tanto esmero y gusto, que fue otro adorno que la vieja capital debió a su loable empeño.
16o.  Con su carácter absorbente y enérgico llegó el Mariscal Heredia a dominarlo todo en Guatemala, y a no reconocer otra voluntad que la suya, la que intervino de un modo decisivo hasta en los asuntos judiciales.  Los clamores en su contra llegaron hasta el Trono español, determinando al Rey a subrogarlo en 1764 con el Capitán de la Marina Real don Joaquino de Aguirre y Oquendo, a quien ordenó que tomase sin demora la posesión de su cargo.  Hízolo así el nuevo gobernante; mas como trajera instrucciones para lanzar previamente a los ingleses establecidos en Río Tinto, cosa que había descuidado Heredia a pesar de las instrucciones que recibió del Rey, se vio obligado a detenerse en Omoa dictando sus providencias.  Por desgracia, después de siete días de permanencia en aquel mortífero clima, contrajo una fiebre maligna que le exigió su inmediata traslación a la capital en demanda de auxilios médicos; pero se reagravó en el  camino y murió en la villa de Zacapa el 9 de abril de 1764.  La Audiencia consternada por este suceso que prolongaba el mando del Mariscal Heredia, se dirigió inmediatamente al Rey participándole y pidiéndole el nombramiento de un sucesor.  Con fecha 19 de Septiembre contestó el Monarca ofreciendo que para sustituir al difunto Presidente enviaría pronto al Brigadier don Pedro de Salazar.
17o.  La falta de comunicaciones regulares entre España y América causaba graves perjuicios tanto porque se retrasaban extraordinariamente las órdenes del Soberano y las providencias  que en lo judicial dictaba el Consejo de Indias, como porque también experimentaban el mismo retraso los ocursos que de aquí se hacían a la Península y además se dificultaba el Comercio con España. Para remediarla, ordenó el Rey en 26 de agosto de 1764, que cada mes saliera de la Corona un  paquebote conduciendo la correspondencia para las Indias al puerto de la Habana, de donde debería regresar a España llevando la de estos países.  Quedó así establecido el envío de toda correspondencia de América a la Habana por medio de embarcaciones que hacían sus viajes en conexión con el transporte de la Corona.
18o.  Continuaron los choques entre la Audiencia y su Presidente debido al carácter cada día más altivo de este. Repitiéronse las quejas al Rey, y este hizo saber a la Audiencia con fecha 18 de julio de 1764, que había dado comisión a don Manuel Fernández de Villanueva, que actuaba de Auditor de guerra en Yucatán para que pasara a pesquisar al Mariscal de Heredia por todo el tiempo de su administración como gobernante de Guatemala, cuya pesquisa debería hacerla tan luego cesara en sus funciones el referido Mariscal.
19o.   El 3 de diciembre de 1765 llegó por fin el sucesor nombrado por la Corona para la Presidencia de la Audiencia, Gobernación y Capitanía General del Reino.  El Mariscal de Heredia hizo entrega de dichos cargos, no sin haber tenido antes otro choque con la Audiencia, motivado por la exigencia de esta para que depositara desde antes de la llegada del nuevo nombrado, pretensión infundada que el Mariscal no atendió.  Algunos escritores han hecho apreciaciones muy duras de la administración presidencial del Mariscal de Heredia; pero ni los más prevenidos en su contra le han negado su empeño por el progreso y adelanto del país, que llegó hasta el extremo de invertir sus economías en la edificación de templos y otras obras de ornato público.  Una población de la provincia de Costa Rica se llama hasta hoy Heredia por gratitud al Presidente, y por igual motivo se llamó por mucho tiempo Heredia la que es actualmente capital de la República de Honduras y lleva el nombre de Tegucigalpa.  El Mariscal de Heredia se encariñó tanto con este país que no quiso regresar a España: se avecindó en Guatemala y allí permaneció querido y respetado del vecindario hasta el día de su muerte, ocurrida en el año de 1772.
CUESTIONARIO
¿Por qué fue llamado al ejercicio de la Presidencia el Oidor Velarde, quien era éste, y cómo fue recibido por el pueblo la noticia de su exaltación? 2.  ¿Para qué fines y con qué nombramiento fueron enviados los militares Heredia y Vera, qué sucedió a la muerte de éste último, cómo correspondió aquel y cuándo fue subrogado? 3. ¿Quién era el Gobernador de Nicaragua en 1760, y qué dificultades ocurrieron en aquella Provincia? 4. ¿Qué fue necesario hacer para el restablecimiento del tráfico con la Habana, qué protestas hubo, y cuál fue la resolución del Rey? 5.  ¿Qué nuevos impuestos se crearon para continuar la edificación del Castillo de Omoa y qué resultados dieron?  6. ¿Qué pasaba en Nicaragua con los indios e ingleses de la Costa, qué fue lo que el vecindario propuso al Rey, y cuánto tiempo se hizo esperar la contestación? 7. ¿Con qué éxito se exportaba el índigo y de dónde llegó éste producto? 8. ¿Qué pueblos fueron destruidos en la Talamanca por los indios, quiénes derrotaron y persiguieron a éstos, y qué hay que decir de esos indios en tiempos anteriores? 9. ¿Por qué vía penetraron los catequistas a la Tologalpa, quiénes eran éstos, cómo fueron auxiliados y qué sucedió con los indios del lugar y con los del pueblo de Boaco? 10. ¿Cuándo terminó la administración del Oidor Velarde, quién vino a subrogarle y cómo fue él recompensado por el Rey? 11. ¿Por qué hubo constantes dificultades entre el nuevo Presidente y la Audiencia? 12.¿Qué fue lo que previno el Capitán General con motivo de la guerra, por qué fue oportuna esa prevención, qué episodio se verificó en el río de San Juan y cuándo se hizo la  paz con los ingleses? 13. ¿Por qué lugar entraron los catequistas a la Taguzgalpa, qué poblaciones formaron, por qué tuvieron mal éxito, qué proposición se hizo al Rey, y qué resolvió éste? 14. ¿Qué nuevas dificultades hubo entre el Presidente y la Audiencia, qué intervención tomó el Rey y cuáles fueron sus resoluciones?15. ¿Qué fue lo que hizo el Mariscal Herrera con el Palacio Real y con el Colegio de San Jerónimo? 16. ¿Qué logró el Presidente Heredia con su carácter absorbente, qué consecuencias le trajo, quién fue enviado para sustituirlo, qué se hizo éste, y qué ofreció el Rey a la Audiencia? 17. ¿Qué se dispuso para facilitar las comunicaciones de ultramar en España, y por dónde fue enviada la correspondencia de América?18, ¿A quién y por qué motivos comisionó el Rey para que pesquisara la conducta del Presidente Heredia? 19. ¿Cuándo llegó el nuevo Presidente, qué exigía la Audiencia al cesante, qué hay que decir del Mariscal Heredia, y en dónde y cómo terminó este sus días?



CAPITULO XXVIII
ADMINISTRACION DEL GENERAL SALAZAR Y MARISCAL MAYORGA
1765-1779
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            El brigadier don Pedro de Salazar es nombrado sucesor del Capitán General Oquendo- Su llegada a Guatemala e instrucciones que trajo- Sus dificultades con la Audiencia y causas que las motivan.-  Terremotos en la provincia de Guatemala- Expulsión de los jesuitas- Reales disposiciones en favor de los descendientes de los indios- Se les conceden algunas becas- Descontentos locales de los indios de Jalteva y dureza con que se les trata- Establecimientos ingleses en Nicaragua- Establécese el Tribunal y la Contaduría Mayor de Cuentas.-  Estancación del aguardientes- Muerte del General Salazar- Sucédele el Oidor Bustillo- Disputas eclesiásticas en Chiapas- Llega a Guatemala el nuevo Presidente Mariscal don Martín de Mayorga- Es ascendido el Oidor Bustillo- Ruina de la ciudad de Guatemala- Noble conducta del Presidente- Huye el vecindario y se resuelve cambiar el local de la ciudad- Trasládase mucha  parte al valle de la Ermita y el Arzobispo y las monjas al campo de la Chacra- Nuevos temblores no dejan nada en pie-  Estudios que se practican para la traslación de la capital- Se resuelve esta y se oponen algunos vecinos apoyados por el Arzobispo- La energía del Presidente salva las dificultades y se lleva a efecto la traslación- Prosíguese el trabajo del Castillo de Omoa- Arbitrios a que se recurre- Llegada del coronel Gálvez con carácter de futuro sucesor del Mariscal Mayorga- Retiran este al terminar su período y es ascendido a Virrey de Nueva España- Queda de Presidente provisional el coronel Gálvez.
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1o. Por muerte del Capitán de marina don Joaquín de Aguirre y Oquendo, acaecida en el pueblo de Zacapa cuando iba de camino a hacerse cargo de la gobernación del Reino, fue nombrado por el Rey, para sucederle en este elevado cargo, el Brigadier don Pedro de Salazar, al que juramentó en Madrid el Consejo de Indias, desde el mes de diciembre de 1765; pero que llegó a Guatemala hasta doce meses después, prologando así por un año la administración del Mariscal de Heredia.
2o.  El nuevo gobernante presentó sus reales títulos a la Audiencia el 25 de noviembre de 1765, en cuya fecha les concedió esta el paso, dándole las  solemnidades y alegrías de costumbre, el 3 de Diciembre siguiente.  Las instrucciones que trajo el Capitán General Salazar, marcaban un nuevo derrotero a la política de España en sus colonias de América, pues entre otras cosas, preveníase en ellas al gobernante de este Reino, que cuando saliera en visita no obligase a los indios de su jurisdicción a que le dieran bastimentos en bagajes, dejándoles en completa libertad y pagándoles por su justo precio lo que voluntariamente le proporcionaran.  Preveníase también que solo se obligara a los indios a tomar las telas indispensables para vestirse llanamente y no se les detallase forzosamente, como se había acostumbrado hasta entonces, lotes de mercancías innecesarias y de precios caprichosos, que debían desquitar trabajando por un ínfimo precio.  Además, reducíanse las habilitaciones a proporcionarles adelantos en dinero efectivo para que ellos los pagaran con granos y productos de sus campos; y en cuanto a lo administrativo hacían las mismas instrucciones reformas bastante extensas, acertadas y muy favorables para todos los colonos. 
3o.  La concordia y buena armonía que desde un principio hubo entre el Presidente y los Oidores de la Audiencia no tardaron mucho tiempo en perderse, debido como siempre a las disputas de predominio y preponderancia que frecuentemente se suscitaban entre los altos poderes coloniales, alentadas en secreto por la Corona de España que fiscalizaba por medio de la división la conducta de sus empleados de ultramar.  Política fue aquella tal vez útil al gobierno español, pero funestísima a sus colonias en donde quedan hasta el día gérmenes muy arraigados de aquel modo de ser.
4o.  En la parte oriental de la provincia de Guatemala se sintieron violentos terremotos durante el mes de julio de 1765.  El pueblo de Chiquimula fue el que tuvo mayores pérdidas, pues perecieron más de 50 personas y quedaron en ruinas todos sus edificios; motivo por el cual hubo necesidad de excepcionar a los vecinos sobrevivientes del pago de tributos, tequios y demás impuestos por el término de 4 años.
5o.  Dos años después de los sucesos anteriores fue conmovido profundamente el Reino con la expulsión de los Padres Jesuitas, decretada por el sabio Rey don Don Carlos III. En los últimos días del mes de junio de 1767 llegó a Guatemala en la correspondencia de la Península, la real pragmática de 5 de abril del propio año en la que se ordenaba al Capitán General que expulsara inmediatamente a todos los miembros de la Compañía de Jesús existentes en el Reino.  Tan luego se impuso de aquel real mandato, llamo el Presidente Salazar al Escribano de actuación y acompañado de este se dirigió al Convento de los Padres Jesuitas, a los que notificó la regia providencia en la madrugada del 26 del mismo mes, dejándoles el edificio rodeado de tropas, para mientras llegaba la hora de la partida y sin permitirles comunicación hablada ni escrita con persona alguna.  Así permanecieron hasta el 1o. de julio siguiente, en que se les obligó a marchar para el puerto de su embarque, que era Omoa, a donde llegaron el 26 y de donde fueron despachados el propio día en la fragata Phetia.  Nadie tuvo noticia de aquel suceso, sino hasta el 30 de julio en que se publicó oficialmente en Guatemala el decreto de la expulsión; y aunque produjo el consiguiente desagrado, nadie tampoco se atrevió a externarlo en modo alguno, temerosos todos de las severas penas con que se castigaba en aquel entonces cualquier acto de protesta contra las disposiciones del Soberano.  Los ánimos fueron calmándose poco a poco en todo el Reino, sin que la tranquilidad se alterase en ninguna parte, a diferencia de lo que pasó en Guanajuato y otros lugares de Nueva España en que hubo tumultos y necesidad de ejecuciones capitales.
6o.  En el mes de febrero de 1767 llegó a Guatemala y fue publicada enseguida una  Real Cédula del Rey don Carlos III que mandaba poner en vigor y hacer extensiva a todas las colonias de América una antigua disposición del tiempo de don Carlos II para solo Nueva España y el Perú.  Prevenía esta disposición que se honrase a los indios de la misma manera que a los demás vasallos en general: que a los mestizos se les considerara aptos para el sacerdocio en las mismas condiciones que los españoles,  y que a las mestizas se les permitiera profesar en los conventos:  que cuando los indios descendiesen de caciques tuviesen honores eclesiásticos; y que cuando descendieran de vasallos, si no tenían en su sangre mezcla alguna de secta reprobada, gozaran de los mismos honores y derechos que los demás sujetos españoles limpios de sangre y pertenecientes al estado general.  Ordenaba también aquella ley que se establecieran escuelas en las que los indios aprendieran el idioma castellano por ser este indispensable para poder desempeñar los oficios llamado de República, y que en los colegios  seminarios que se fundasen se concedieran un número determinado de becas para  los hijos de los caciques;  en cumplimiento de la ley referida, fue necesario procurar las becas en el colegio seminario de Guatemala a los hijos de los caciques,  pero se carecía de recursos para el pago de tales becas, por lo cual intervino generosamente el Doctor don Juan González Batres, que regentaba dicho Colegio, ampliando el edificio a su propia expensa, con mayor número de habitaciones para alojamiento de los estudiantes indígenas y solicitando del Presidente que crease doce becas para indios subvencionándolas solamente con mil doscientos al año, en calidad de auxilio.  Pidió además, que cada año admitiese la Universidad a uno de esos cursantes al grado de doctor; indicando al propio tiempo, por lo que hacía a la subvención, que esta podía tomarse de los ramos de vacantes eclesiásticas y encomiendas de indios.  Elevado el asunto al conocimiento del rey sufrió las dilatadas tramitaciones de costumbre y después se resolvió el establecimiento de las doce becas para indios de cualquiera condición, ya fuesen o no descendientes de caciques, y con iguales derechos a los estudiantes españoles para el efecto de graduarse en la Universidad.  Fue pues, hasta fines del siglo XVIII es decir dos siglos después de la conquista, cuando se permitió a los descendientes de la raza primitiva el derecho de ilustrarse en tan escaso número.
7o.  Los indios de Jalteva en la provincia de Nicaragua se quejaron al Presidente en 1769, por arbitrariedades de su Gobernador.  El asunto no valía gran cosa; pero había en él una parte interesante para la historia de aquellos tiempos y era el modo como se llegaba a ser Alcalde en los pueblos de indios.  Los candidatos estaban obligados primeramente a servir por un año como domésticos del Cura Párroco sin ganar sueldo alguno; después de cumplido este servicio a satisfacción, debía desempeñar, siempre sin sueldo, el oficio de Mayordomo de comunidad, encargado de las raciones y alimentos del mismo Cura; enseguida pasaban a ser alguaciles de cabildo con el cargo de limpiar las calles, plazas y caminos de la localidad y de ocuparse los días lunes y martes en el aseo de las iglesias y en desyerbar los maizales que se sembraban para sustento del Párroco, gastos del pueblo o de la casa de comunidad, bajo la pena de multa por cada falta de asistencia a estas labores; promovíaseles más tarde a cobradores de tributos, que debían recaudar en su jurisdicción y enterarlos al Alcalde para su traslación a las cajas fiscales; nombrabáseles después alguaciles mayores del cabildo o sea agente de policía urbana con la obligación de hacer rondas y todos los demás oficios que hoy hacen los policiales; y por último se les ascendía al cargo de regidores; quedando desde entonces aptos para ser nombrados Alcaldes ordinarios, el puesto público que constituía la más alta aspiración de los infelices indios.  Se quejaban justamente los indígenas de Jalteva de que el Gobernador de su provincia, don Domingo Cabello, abusando de su autoridad, había nombrado alcalde de su localidad a Gregorio Centeno Velázquez, indígena de solo 16 años, que no había recorrido la penosa escala obligatoria para llegar a ese puesto.  Reclamaron los indios al Gobernador Cabello; pero como este no les atendiese y además Centeno se portaba mal con ellos trataron de hacerse justicia por mano  propia.  Con este objeto se echaron sobre Centeno, apresándolo mas cuando lo verificaban se reunieron  muchos vecinos, unos en  su defensa otros en su contra, produciendo un motín del que resultaron muchos heridos.  Y aunque el informe fue favorable al pueblo de Jalteva, y aunque este se defendió satisfactoriamente nada se pudo hacer contra las influencias del Gobernador Cabello en el tribunal de la Audiencia, en donde se condenó a muchos de aquellos pobres indios a ser azotados por las calles, sin tomarles en cuenta su larga prisión.  Las víctimas de aquella injusticia se dirigieron al Rey quejándose amargamente y manifestándoles además, que a consecuencia de su prolongado cautiverio habían padecido hambres y miserias tanto ellos como sus familiares; y el Rey, con su característica indolencia, pidió informes a la Audiencia hasta dos años después y con esto probablemente creyó haber hecho demasiado en favor de aquellos quejosos.
8o.  Mucha inquietud ocasionaron en 1770, los establecimientos que los ingleses mantenían en las inmediaciones de Matagalpa en la provincia de Nicaragua, por el temor de que pudieran pasar de allí y apoderarse del río San Juan y lago de Nicaragua, así como del puerto del Realejo, lugares todos tres muy codiciados por ellos para nuevos establecimientos, desde los cuales podrían fácilmente adueñarse de todo el litoral del Sur de estos países.  Consultó el Capitán General sobre la conveniencia de hacer preparativos de defensa, y el Rey no solo le autorizó para que procediera inmediatamente a realizarlos  sino que también le envió cien hombres armados y equipados, con sus correspondientes oficiales y con elementos de guerra destinados a la guarda y defensa del Castillo de la Concepción en dicho río San Juan. 
9o.  Fue durante la administración del General Salazar cuando por disposición suprema se estableció en Guatemala el Tribunal y Contaduría Mayor de Cuentas, bajo la dirección de don Salvador Domínguez, al que se concedieron tres plazas de oficiales subalternos con dotaciones anuales de mil pesos, seiscientos y quinientos respectivamente.  También durante la misma administración se concedió a solo los españoles el permiso de portar espadas de cinco cuartas de largo; se llevó a la práctica la estancación fiscal del tabaco, y se hizo una representación a la Corte solicitándole la organización de tropas regulares en el Reino.
10o.  Con el fin de activar la construcción del Castillo de Omoa se trasladó a dicho puerto el Capitán General; pero habiéndose enfermado tuvo que regresarse a Guatemala, a donde llegó el 20 de Marzo de 1771.  Pocos días después le atacó una violenta fiebre de la cual falleció enseguida.  La Audiencia ordenó inmediatamente el reconocimiento del cadáver por dos notarios y el médico de cabecera del difunto Presidente, y dispuso que en sus funerales se le hicieran los honores militares de Mariscal de Campo.  Fueron estos muy solemnes, y terminaron en la iglesia del Colegio de Cristo en que se dio sepultura a los restos.
11o.  Momentos después de haber fallecido el Presidente Salazar, dirigió un oficio el Comandante de las cuatro compañías de dragones de la ciudad, al Mariscal don Alonso Fernández de Heredia en el que le manifestaba, que según las reales ordenanzas le correspondía por antigüedad el mando de las armas del Reino y que en esa virtud le reconocía como jefe y le pedía órdenes acerca de los honores militares que debían hacerse en el entierro del finado Capitán General.  Antes de contestar, pasó el Mariscal a la Real Sala de Justicia e informó a ésta de la comunicación recibida. El Fiscal hizo presente que carecían de aplicación las reales ordenanzas citadas por el Comandante, pues con posteridad a éstas, se había promulgado una ley especial que prevenía fuese llamado el Oidor decano a ocupar provisionalmente el puesto vacante por ausencia o muerte del Capitán General.  Como la  Audiencia estuviera también de acuerdo con aquella opinión, encargó seguidamente del mando al Licenciado don Juan González Bustillo, que era el Oidor decano, dándole posesión en calidad de interino,  y para mientras el Rey llenaba la vacante.  Se le dio aviso a éste, y no solo aprobó lo hecho, sino que previno se le conservase al señor González Bustillo la guardia de honor acordada para los Presidentes de la Audiencia, y se le diera además, el tratamiento de Mariscal de Campo.  La presencia del Oidor González en el gobierno fue generalmente bien acogida en todo el Reino, por el conocimiento que ya se tenía de su alto espíritu de Justicia y de su rectitud administrativa.
12o. Ocurrió en aquellos días, que el Arzobispo de Guatemala denunciara al Rey que en el vecino obispado de Chiapas se verificaba un suceso escandaloso que mantenía conmovido los ánimos del vecindario.  Era el caso que el Obispo de aquella diócesis, don Fray Manuel Vargas, mantenía incomunicado y con grillos, en un estrecho calabozo, al Chantre don José Nicolás de la Barrera, tan solo porque se le acusaba de que en el ejercicio de su cargo de Provisor32, que había servido en otro tiempo, se había manchado con negocios usurarios y con delitos públicos.  Ocurrió el preso por medio de su apoderado, al Arzobispo de Guatemala, pidiéndole un compulsorio para que el Obispo de ciudad Real le remitiese los autos, y aunque el Arzobispo se mostró deferente a la solicitud, prefirió el apoderado, acudir a la Audiencia  en demanda de una real provisión con fuerza de primera carta que le fue otorgada; pero sin éxito, porque el Obispo la objetó calificándola de ilegal.  Mientras, el Cabildo eclesiástico de Ciudad Real, que apoyaba al Obispo, se apresuró a dirigirse al Rey quejándose de la Audiencia y justificando al Prelado; mas no fue atendido y antes bien dio lugar a que impuesto el Monarca  de lo que sucedía, previniese al Obispo que trasladara al Chantre a una cárcel más decente, libre de grillos y de toda otra vejación inconciliable con su alta dignidad,  que remitiera los autos  al Metropolitano, y que se abstuviera de volver a usar del estilo irrespetuoso que tuvo para la Audiencia, así como de faltar a la moderación en sus procedimientos, y de faltar a la compostura y prudencia que exigía la administración de justicia.
13o. Hasta en 1772 fue nombrado Presidente de la Audiencia, Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala, el Brigadier don Martín de Mayorga.  Anticipó éste una carta a la Audiencia, en la que le significaba su propósito de complacerla y de mantener con ella la mejor armonía, en obsequio del servicio de Dios y del Rey.  Ocho meses después, encontrándose ya en Omoa, escribió nuevamente a la Audiencia con fecha 11 de mayo de 1773, participándole su llegada, y su intención de continuar para la Capital tan luego hubiese inspeccionado los trabajos de la edificación del Castillo. Así lo verificó enseguida, haciendo su entrada solemne a Guatemala el 12 de junio inmediato, entre las aclamaciones y alegrías del público de la Capital.  El Oidor González Bustillo que tan honrada y acertadamente había servido al gobierno provisional del Reino, fue recompensado por el Rey, que lo ascendió primeramente a Oidor de la Audiencia de México, después a Fiscal de la Contratación de Cádiz, y más tarde a miembro del Supremo Consejo de Indias.
14o. No había cumplido aún mes y medio de haber tomado posesión de su cargo el nuevo Presidente, cuando se verificó el luctuoso suceso de la ruina de la ciudad Capital,  a consecuencias de violentos temblores de tierra que la dejaron en escombros.    A las tres y cuarenta minutos de la tarde del 29 de julio de 1773, se sintió en Guatemala el primer temblor, tan violento que obligó a los vecinos a salir a las calles y plazas de la población, en las cuales se hallaban aún, cuando diez minutos después se dejó sentir el segundo, tan inesperado como terrible, y de movimiento tan brusco, vario y  prolongado, que las gentes no podían mantenerse en pie, sino tendidas en tierra; y era de verse en aquellos momentos como saltaban los ladrillos de los pisos y las piedras de las calles, y como también las campanas repicaban solas, en medio del ruido atronador de los edificios que se derrumbaban, y de las nubes de polvo que levantaban las paredes destruidas al caerse estrepitosamente.  Murieron muchas personas, unas sofocadas por el polvo, y otras aplastadas por las ruinas.  Los sacudimientos de tierra continuaron sintiéndose durante la tarde de aquel memorable día, seguidos de ruidos subterráneos y por la noche sobrevinieron fuertes lluvias y constantes truenos que aumentaron el horror, la desolación y la miseria de aquellos infelices habitantes, faltos ya de abrigo y hasta de un pedazo de pan con que satisfacer el hambre.  Al amanecer del día 30 presentaba la antes hermosa ciudad de Guatemala un aspecto desgarrador, pues de sus edificios públicos y casas particulares, los que no estaban completamente destruidos,  quedaban tan maltratados que no era posible utilizarlos ni aun reparándolos.  De aquellos escombros se sacaron hasta 123 cadáveres.
15o. Los vecinos de la arruinada Capital se hallaron al día siguiente de la catástrofe, tan faltos de viviendas, como de alimentos y hasta de agua, por haberse roto la cañería que la llevaba. Los indios de los pueblos inmediatos, que antes surtían de víveres el mercado, se alejaron aterrorizados; y en aquel abandono supremo, tan solo se destacaba la noble figura del Capitán General, corriendo constantemente de un lado a otro, y seguido de los que en medio de aquel conflicto se prestaban a secundarlo, en su ardua labor de calmar los ánimos  y evitar el pillaje y los desórdenes. Expidió órdenes eficaces para que los individuos del cuerpo municipal obligaran a los indios de los pueblos vecinos, que andaban huyendo por los montes, a volver a la ciudad, unos con sus acostumbradas ventas, y otras a trabajar en las ruinas retribuyéndolos con liberalidad;  y despachó comisiones a varios pueblos a comprar todo el maíz  que se pudiera, así como el trigo y la harina de Solalá y Quezaltenango. Todo fue puntualmente ejecutado; pero como la necesidad era apremiante, dispuso para mientras, que se extrajesen de las ruinas las grandes cantidades de galleta depositada días antes en los almacenes con destino al Castillo de Omoa, a fin de que distribuyesen equitativamente entre los más necesitados. Con igual eficacia hizo recoger y poner a salvo los caudales de las cajas reales y los libros y papeles de las oficinas públicas.  Luego, para prevenir el hurto y la rapiña, promulgó el Presidente un bando de acuerdo con la Audiencia, en el que se imponían graves penas, inclusive la muerte, a los rateros y ladrones, según la cantidad o el precio de las cosas robadas; conminándose al propio tiempo con diez años de presidio y azotes previos a los que se encontrasen quebrantando baúles sobre las ruinas,  y a los que después del toque de la oración vespertina se aproximasen a los ranchos en que estaban refugiadas las monjas.  En aquella obra filantrópica ayudaban al Mariscal Mayorga, el Oidor Villarasa, el Arzobispo, los miembros del Ayuntamiento y varias otras personas importantes a quienes estimulaba el ejemplo del mandatario. 
16o. Duraba aún en la ruinosa capital el terror pánico producido por la catástrofe, cuando se esparció el rumor de que la tierra se abriría de un momento a otro para tragarse a  sus habitantes; y como ese rumor coincidía justamente con las grietas que en diferentes sitios presentaba el suelo, fue generalmente acogido y contribuyó a hacer más angustioso el estado de los ánimos bastantes impresionados ya con el estado lastimero de la ciudad y el constante trepidar de la tierra.  En tal situación determinó el Presidente, asociado del Arzobispo y de los miembros de la Audiencia, que la ciudad cambiase de localidad y se situase provisionalmente en el valle de la Ermita mientras el Rey disponía lo conveniente,  celébrose en consecuencia una especie de cabildo abierto en los días 4 y 5 de agosto, presidido por el Capitán General, y al que concurrieron los miembros de la Audiencia, el Arzobispo, el Cabildo eclesiástico, los oficiales de la Real Hacienda, los munícipes, los prelados de las órdenes monásticas y varios vecinos de importancia, conviniendo en la necesidad de trasladar provisionalmente la Capital al indicado valle de la Ermita, para mientras se elegía otro mejor sitio en los varios que se mandaron reconocer por una comisión  de ingenieros y personas entendidas. 
17o. Resuelto el abandono de la antigua Capital, se trasladó el Presidente al Valle de la Ermita el 6 de septiembre inmediato, acompañado de los Oidores, oficiales reales y empleados subalternos de las Secretarías, llevándose al mismo tiempo las arcas destinadas a guardar el producto de las rentas fiscales; y así que llegó al Valle de la Ermita depositó en la casa del Cura, que era la menos insegura de todas, los sellos que servían para la acuñación de la moneda.  Hizo enseguida principiar la edificación de casas, unas para las oficinas provisionales, y otras para habitaciones de los funcionarios y empleados, que estaban aglomerados en las miserables chozas que les servían de alojamiento provisional.   Después del Presidente llegaron también al Valle de la Ermita varios sujetos distinguidos y muchos proletarios a instalarse como mejor pudieron, seguidos con el mismo objeto, de la guardia de honor y los jefes militares.   La ausencia del gobernante llenó de mayor tristeza al vecindario de la vieja Guatemala, tanto porque se veía privado del generoso auxilio que le prestaba constantemente, como porque muchos vecinos no querían  abandonar la localidad y tomaban empeño en que se reedificase la población. 
18o.  El Arzobispo señor Cortés y Larras no pudo marcharse con el Presidente y la Audiencia por impedírselo el cuidado de las monjas, expuestas a mayores incomodidades y aun a peligros si salían. Dispuso por este motivo, que en un campo llamado de la Chacra, perteneciente a los frailes de Santo Domingo, se levantasen cuatro grandes ranchos para monasterios provisionales, destinados a igual número de comunidades de religiosas; y activando personalmente y costeando el trabajo con su propio bolsillo logró terminarlos pronto, y construir además, en un lugar inmediato, el rancho para su habitación y un otro más para el oratorio.  Varias familias se instalaron en rústicas viviendas alrededor de aquellas construcciones; pero el resto del vecindario creyendo que ya no había que temer más del volcán, se instalaron provisionalmente en las ruinas o en las plazas de la ciudad como mejor pudieron.  Entre estos vecinos confiados figuraban algunos frailes que aprovecharon los materiales de sus destruidos conventos para fabricar con ellos pobres viviendas, en las que se alojaron los de las mismas órdenes religiosas que aún se hallaban en la Capital, porque los demás se habían marchado a las respectivas casas conventuales que tenían en otros lugares.
19o.  Establecidos en el pueblo de la Ermita los tribunales de justicia y los despachos de los otros ramos de la administración pública, y habilitado además un rancho para el servicio de hospital fueron llegando otras más personas procedentes de la ciudad y ocupando los lugares que se les indicaba; pero cuando más confiados se hallaban todos, se sintió el 13 de diciembre otro temblor violentísimo, que ya no dejó en pie ni los escombros mal parados de las casas ruinosas de la Capital y que también maltrató considerablemente los nuevos hogares fabricados con especial solidez después del anterior terremoto.  Con este nuevo desastre aumentó el anhelo por la traslación inmediata de la ciudad a un nuevo hogar, y los comisionados para buscarlo se apresuraron a llenar su encargo con celo y prontitud, presentando un informe detallado y minucioso a la nueva junta celebrada en el pueblo de la Ermita, el 10 de enero de 1774.  Concluida la lectura de aquel informe técnico, se puso a discusión si convendría reedificar la ciudad en el mismo sitio en que estaban sus ruinas o en los campos vecinos del Calvario, de la Chacra o de Santa Lucía, o sí, por el contrario, era conveniente y de urgencia la traslación un  punto distante tal como el valle de Jalapa o el de las Vacas.  En la mañana del día 14, en que terminó el debate de la víspera, se procedió a la votación y esta fue casi uniforme en el sentido de no ser conveniente la reedificación de la ciudad en el sitio en que estaban sus ruinas, ni en los campos inmediatos que se hallaban expuestos a la acción del volcán, sino que debía trasladarse al valle de las Vacas, que era superior al de Jalapa.  A pesar de aquella resolución y en busca del mejor acierto, se dio orden a las comisiones de hacer nuevos estudios en otros lugares a fin de averiguar si había algún otro sitio mejor que el escogido; y una vez que regresaron informando negativamente, se elevó consulta al Rey con fecha 30 de junio de 1774, la que fue resuelta hasta en septiembre del año siguiente, aprobando con ligeras modificaciones las bases que se le propusieron, aunque previniendo que la nueva ciudad se levantara en el valle de la Virgen y que su demarcación fueses exactamente la misma que tenía la ciudad abandonada con la única diferencia de que la plaza mayor, las plazuelas y calles debían tener alguna más extensión, y de que hubiese uniformidad e igualdad en la altura de las casas.  En aquella resolución señalaba también el Rey los arbitrios de que debía valerse el Gobierno para la construcción de oficinas públicas, templos y conventos; pero como llegó a Guatemala hasta el 28 de enero de 1776, es decir 3 años después de la consulta, se dispuso que fuese llevada a la práctica el 4 de febrero inmediato.
20o.  Mientras tanto, la Municipalidad y muchos vecinos, que terminada la acción del volcán, se resistían a la traslación, se dirigieron al Soberano apoyados por el Arzobispo que entonces estaba en pugna con el Presidente, significándole la dificultad en que se hallaban para edificar casas en breve término, el derecho que tenían para residir donde mejor les conviniese y lo poco acertado que les parecía la traslación de la capital a otro sitio por varias razones que exponían a continuación. El Presidente Mayorga empero, revistiéndose de más energía extraordinaria, persistió en su propósito, sin desmayar un solo instante, y con este fin hizo delinear enseguida la nueva población por el ingeniero don Luis Diez  Navarro, y fabricar al mismo tiempo sus acueductos. Luego dispuso que se verificase por partes la traslación  de los vecinos, según sus facultades, debiendo llegar los acaudalados, que eran muchos, tan luego como se les señalaron los solares para sus casas, las que debían levantar sin demora.  Dichos solares se les concedieron en un todo iguales, en cuanto a situación y dimensiones, a los que dejaban en la antigua ciudad, porque la nueva, según el real mandato, tenían que ser copia exacta de aquella.
21o.  Decidido más tarde el Presidente a impulsar las nuevas construcciones ordenó en julio de 1777,  que en el perentorio plazo de dos meses fueran a establecerse al valle de la Virgen, los miembros colegiados y las personas pudientes, y por disposición posterior de agosto siguiente, que  en 12 meses hiciera lo mismo el resto del vecindario de la Capital; pero tuvo la contrariedad de no ser obedecido, tanto por la resistencia del Arzobispo y sus parciales, como por las dificultades que presentaba la falta de un arquitecto.  Pidiose este a España y llegó en el mismo año, encargándose con especialidad desde su llegada de la construcción del palacio real y de las demás obras públicas.
22o.  Tuvo necesidad por último que  apelar el Presidente Mayorga a medidas violentas para obligar a los vecinos a que se trasladaran a la nueva Guatemala, y de conminar  con multa de mil pesos a todo el que reedificara en las ruinas de la vieja capital; pero sus disposiciones no surtían aún todo el efecto deseado, por motivo de la oposición constante del Arzobispo al que fue necesario que el Rey removiera en 1779, nombrándole sucesor en el Arzobispado al señor Francos y Monroy.  Removido así el principal obstáculo, no hubo más demoras para que la nueva ciudad acabara de levantarse con más bellezas y mejores condiciones de edificación.
23o.  Al mismo tiempo que se empeñaba tanto el Presidente Mayorga por la edificación y concurrencia de la capital, cuidaba también de que los trabajos del castillo de San Fernando de Omoa se prosiguiesen con actividad.  Aquel castillo era una obra monumental y muy costosa en la que se cifraban las esperanzas de defensa de la costa de esa parte del país, amenazada constantemente por los ingleses, y cupo al Mariscal Mayorga la satisfacción de dejarla concluida en el año de 1775.  Se habían hecho los estudios preliminares en el año de 1745 por el ingeniero don Luis Díez Navarro; fue comenzada su edificación en 1754 por don Francisco Alvarez, ingeniero enviado expresamente de España para ese efecto, y se concluyó en 1775, como llevamos dicho, bajo la dirección del arquitecto don José F irminor.   Para los gastos que la obra reclamaba señálose como principal arbitrio el producto del impuesto asignado al  que se exportase por los puertos de Honduras y más adelante, cuatro años después, el del que saliese por los puertos del Sur que correspondiesen a la jurisdicción del Reino.  El costo total de la obra montó a más de dos millones de pesos, y cuando se terminó estaba dotada con más de treinta buenas piezas de artillería de todo calibre y numeroso material de guerra.
24o.  En julio de 1778 se presentó en Guatemala el Coronel don Matías de Gálvez, trayendo los nombramientos del Inspector General de Tropas y Comandante segundo del Reino.  Había sido anteriormente Teniente de Rey en las islas Canarias, era hermano del entonces Ministro de Estado don José de Gálvez, y se le mandaba a Guatemala para que en su oportunidad sucediese al Mariscal Mayorga que había pedido su retiro tan luego cumpliera su periodo legal.  En esa virtud manifestaba el Rey al Precitado Mariscal, que debía reputar al coronel Gálvez como inmediato cabo subalterno de la Capitanía General, a fin de que con este carácter pudiera visitar las principales provincias del Reino y enterarse bien de los negocios administrativos para cuando le tocara desempeñar el gobierno; debiendo además informarle detalladamente de cuanto fuese necesario que supiese, sin excluir las noticias contenidas en pliegos reservados, y procurarle los auxilios de dinero y de cualquiera otra clase que necesitara para recorrer el país y ser obedecido en su visita por las autoridades de las provincias de conformidad con lo mandado. Comenzó enseguida el Coronel Gálvez, a desempeñar su alto cometido en el ramo de la guerra y a estudiar al propio tiempo los asuntos públicos en que debía de entender más adelante.
25o.  En 15 de enero de 1779 se participó oficialmente a las autoridades de Guatemala que había sido nombrado en aquella fecha Gobernador, Capitán General, y Presidente de la Audiencia el Coronel don Matías de Gálvez, por lo cual le hizo entrega provisional de esos cargos el Mariscal Mayorga el 4 de abril del propio año, para mientras llegaban los reales despachos.  Acto continuo dispuso el cesante salir para España; pero en momentos de verificarlo recibió con expreso un oficio de México participándoles la muerte del Virrey Bucareli, en cuyo pliego de Mortaja se hallaba la real disposición que prevenía al Capitán General de Guatemala pasase inmediatamente a la capital de Nueva España a sustituir al difunto Virrey en el desempeño de aquel gobierno.  En acatamiento al regio mandato partió inmediatamente a México el Mariscal Mayorga a tomar posesión de su nuevo puesto.

CUESTIONARIO
¿Quién nombró el Rey para sucesor del Capitán General Aguirre y Oquendo, en dónde  fue juramentado éste, y hasta cuándo llegó a Guatemala? 2. ¿Cuándo tomó posesión el Presidente  Salazar, cuáles fueron las instrucciones que recibió y qué derrotero marcaban éstas, a la política de España en América? 3. ¿Por qué cesó la buena armonía entre el Presidente y los Oidores de la Audiencia, y cómo fiscalizaba el Gobierno español a sus autoridades principales en América? 4. ¿En dónde se sintieron con más fuerza los temblores de 1765 y qué pérdidas ocasionaron? 5. ¿Cuándo se verificó la expulsión de los jesuitas de los dominios de España, cómo fue hecha en Guatemala y qué consecuencias produjo? 6. ¿Cuál fue una antigua disposición que mandó ponerse en vigor haciéndola extensiva a todas las colonias de América y qué consecuencias produjo en Guatemala? 7. ¿Qué se requería para ser Alcalde entre los indios, qué hubo entre los de Jalteva con ese motivo y qué consecuencias les trajo? 8. ¿Qué impresión causaron los establecimientos ingleses de Matagalpa, por qué se les temía y qué medidas se tomaron? 9. ¿Cuándo y cómo fueron establecidos en Guatemala el Tribunal y la Contaduría Mayor de Cuentas, y qué se resolvió acerca del permiso de portar armas? 10. ¿Por qué se trasladó a Omoa el Capitán General, cuándo regresó a Guatemala, y qué le sucedió de regreso? 11. ¿Qué sucedió inmediatamente después del fallecimiento del Presidente, quién le sucedió y qué fue lo que dispuso el Rey? 12. ¿Qué fue lo que denunció el Arzobispo de Guatemala,  qué sucedió en Chiapas y cómo terminó el conflicto? 13. ¿Cuándo fue nombrado el Presidente   Mayorga, en qué fecha llegó a Guatemala y de qué manera fue recompensado el Oidor Bustillo? 14. ¿Cuándo y cómo se verificó la ruina de Guatemala y qué pérdidas ocasionó? 15. ¿Cuál fue la situación de Guatemala en el día siguiente de su ruina, cómo se condujo el Capitán General, y qué disposiciones dictó? 16. ¿Quiénes determinaron que la ciudad cambiara de lugar y en dónde se convino trasladarla temporalmente?  17. ¿Así que llegó al Valle de la Ermita qué hizo edificar el Presidente  y quiénes llegaron después a este lugar? 18. ¿Qué impidió al Arzobispo Cortés y Larras marcharse con el Presidente y la Audiencia,  qué hizo el arzobispo construir costeando de su propio bolsillo,  y cómo aprovecharon algunos frailes los materiales de sus destruidos conventos? 19. ¿Qué se sintió el 13 de diciembre y qué consecuencias tuvo, qué decidió la Junta celebrada el 10 de enero de 1774 en el Pueblo de la Ermita, y qué consulta se llevó al rey con fecha 30 de junio de ese mismo año y qué decidió éste? 20. ¿Qué hicieron algunos vecinos que se resistían a la traslación, en qué persistió el Presidente Mayorga  y qué hizo con este fin y  de conformidad con el mandato cómo debía ser la nueva ciudad? 21. ¿Por qué no fue obedecido el Presidente en sus órdenes de julio de 1777 y de agosto de ese mismo año sobre el establecimiento en el Valle de la Virgen? 22.- ¿A qué medidas tuvo que apelar el Presidente Mayorga para obligar a los vecinos a trasladarse a la Nueva Guatemala, por qué éstas no tuvieron el efecto deseado, y a quién fue necesario que el Rey removiera en 1777?  23. ¿Qué otra obra tuvo la satisfacción de concluir el Presidente Mayorga? 24.- ¿Quién y con qué nombramiento se presentó en julio de 1778 en Guatemala, y por qué esta persona debía enterarse de los negocios administrativos?  25.- ¿A quién y por qué  hizo entrega provisional de sus cargos de Gobernador, Capitán General y Presidente de la Audiencia el Mariscal Mayorga el 4 de abril de 1779, a quién fue ordenado sustituir el Mariscal Mayorga?



17  Los Zendales son conocidos también como Tzeltales.

18   La autora Claudia Dary F. en su obra “ El Derecho Internacional Humanitario y el Orden Jurídico Maya: Capítulo IV - 1. La Colonia: las reacciones frente a la imposición de un orden social y económico diferente  (1997)”  afirma “que el levantamiento de los Zendales había  sido estudiado por varios historiadores y antropólogos, quienes coincidían en en que se trataba    del movimiento rebelde indígena de mayor importancia en la región sur de México y Guatemala durante todo el   período colonial, en el sentido de que tuvo un plan de acción bastante elaborado que pretendía abolir  la  supremacía española y restablecer a las autoridades indígenas en sus antiguos puestos de poder y además abarcó un amplio territorio. Otros autores, continuaba la Sra Dary,   sostenían  que las causas de la rebelión eran  atribuidas a factores   básicamente religiosos. Esta sublevación, subrayaba la autora, fue   tan compleja que había  merecido estudios específicos citando a . Huerta y Palacios, 1976; Aguja, 1976; Martínez Peláez, 1977 y 1991; Wasserstrom, 1980; Bataillon, 1994 y Viqueira, 1995”.

19 Arqueología Criminal Americana por Anastasio Alfaro González 1906- Pag.33 (nota del autor)

20 Concusionario: cuando un  funcionario hace cobros injustos o violentos en provecho propio

21 · El Deán es la cabeza  del cabildo de una catedral,  es inferior en jerarquía al prelado u obispo. El arcediano era el principal de los diáconos de una catedral, se encontraba al frente de los cabildos catedralicios, actualmente es dignidad en el cabildo de la catedral

22 Chantre: Dignidad de las iglesias catedrales que antiguamente dirigía el coro

23 Ventolera: Vanidad, soberbia


24 Maestre de Campo : Oficial Superior de la Milicia que mandaba cierto número de tropa

25 Sufragáneo: Es decir dependían de la jurisdicción de dichos arzobispados.

26 Palio: Dosel rectangular de rica tela que, colocado sobre cuatro o más varas largas, se utiliza en ciertos actos religiosos   para cubrir con él al sacerdote que lleva las hostias consagradas  o  a una imagen.

27 Envite: apuesta que se hace en algunos juegos, pagando, además de los tantos ordinarios, cierta cantidad de un lance o suerte

28 Estancación: Establecer un monopolio 

29 Cureñas: Armazón compuesto de dos gualderas (tablones laterales) fuertemente unidas, colocadas sobre ruedas o correderas y en la cual se monta el cañón de artillería.

30 Casas Consistoriales: Se refiere a las prisiones que mantenían los ayuntamientos

31 En su Historia de Nicaragua, capítulo XXI el historiador Gámez dice que el Señor Melchor Vidal de Lorca y Villena ascendió a la gobernación de Nicaragua en 1756, y permaneció en ella hasta 1759 en que lo sustituyó don Pantaleón Ibáñez.  Pero en 1761  este último fue sustituido por don Melchor Vidal de Lorca y Villena quien por segunda vez se hizo cargo de la Gobernación hasta 1776.

32 · Provisor: Juez eclesiástico, delegado del obispo para ejercer la jurisdicción contenciosa

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