domingo, 22 de mayo de 2016

Valoración de la Historia de Nicaragua de José Dolores Gámez, 1889 Por Carlos Molina Argüello

Tomado de la Revista de temas Nicaragüense, No. 18 de octubre de 2009

Valoración de la Historia de Nicaragua de José Dolores Gámez, 1889
Por Carlos Molina Argüello
Este artículo es una transcripción de las páginas 117-120 de la obra de Carlos Molina Argüello titulada La Enseñanza de la Historia en Nicaragua, Publicación No. 165, México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1953. El poeta, novelista y doctor Fernando Silva, cuñado de Carlos Molina Argüello, autorizó la reproducción y publicación del artículo.
Comprende esta obra un solo volumen de 865 pp. (25.5 x 16 cms.) y abarca en forma completa la historia nacional "desde los tiempos prehistóricos hasta 1860, en sus relaciones con España, México y Centro América".
Fue premiada en el Concurso Histórico de Managua de 1888 y declarada de texto para los establecimientos nacionales de enseñanza de Nicaragua, por acuerdo gubernativo de 19 de marzo de 1889. Editada en Managua en ese mismo año, no ha sido más reeditada[i].
El tribunal examinador que calificó y premió la obra, compuesto por los señores R. Contreras, José Francisco Aguilar y Miguel Ramírez Goyena, dirigiéndose al Ministerio de Instrucción Pública en nota firmada en León el 18 de febrero de 1889, entre otras cosas expresó lo siguiente de ella: "En forma de notas hemos hecho constar todas las observaciones que han ocurrido, cuando la narración del autor no está de acuerdo con los datos orales o escritos que hemos podido adquirir. Si el autor no acepta esas observaciones —añadía— desea la Comisión que se incluyan en la obra impresa por vía de notas, porque la Comisión aparecería solidaria de opiniones y hechos que no juzga aceptables".
Gámez —quien como Ayón estaba sentando las bases de nuestra historiografía nacional, especialmente con obras generales o de texto—, dice que al redactarla tuvo necesariamente que incurrir en graves defectos a que le obligaron con el angustioso tiempo de que dispuso para llevarla a cabo y la falta casi absoluta de material bibliográfico sobre la materia, pues, como él mismo afirma, "tratándose de un país cuya historia moderna y contemporánea no se ha escrito aún, y en donde por añadidura se carece de bibliotecas y de obras de consulta", era humanamente imposible hacer más. El autor, quien tenía al comenzar su obra ya siete años en una tarea de acumulación de datos para escribir la Historia de Nicaragua, tuvo sin embargo que recurrir a los archivos centroamericanos, recorriendo los países de Costa Rica, El Salvador y Guatemala en busca de esos datos, y donde dice haberlos obtenido preciosos, los que luego aumentó considerablemente.
José Dolores Gámez —el más infatigable y fecundo historiógrafo que haya conocido el país hasta el presente, envuelto como vivió durante muchos años y desde los primeros de su juventud en la agitada vida de la política, del periodismo y como escritor inquieto y revolucionario, compaginando más tarde su labor científica con la absorbente vida del funcionario público eficiente y laborioso—, ha dejado sin embargo, entre muchas, esta su primera obra seria, valiosa en muchos aspectos y en la que imprimió una huella marcadamente tendenciosa que ha sido ruta seguida por muchos o casi todos los que en Nicaragua han continuado trabajando la materia histórica, con destino o no para la enseñanza. Pues su Historia de Nicaragua, ante la pobreza de fuentes originales en el país y de fuentes bibliográficas, ha sido, quizás más que la de Ayón, la obra obligada de consulta para todos los que se han ocupado de redactar obras de texto. Lo que podría llamarse "su escuela", pese a que su obra la han cubierto ya largos cincuenta años, aún pervive como influencia, aunque hoy día en escaso número de historiógrafos.
En su famosa obra el historiador deja claramente marcada su tendencia de poner la Historia al servicio de una idea preconcebida, pese a que él mismo, contradictoriamente, lo niegue.
La sinceridad con que el autor se expresa en la introducción de la obra que comentamos, deja claramente a la vista esa tendencia preconcebida de que se le ha venido acusando y su contradicción al rechazarla. Se muestra él no partidario, primeramente, de la escuela "descriptiva" de Francia, porque cree que la Historia no debe ser nunca una simple narración cronológica de los sucesos.
Tampoco acepta, después, la escuela "doctrinaria" de Mr. Guizot, porque dice igualmente no creer el que la Historia deba someterse a un sistema determinado y se forme con una idea preconcebida; pues dice que la Historia sigue sus caminos peculiares y que sobre ellos no tiene influencia retroactiva el observador histórico. El afirma y con énfasis la ley de la imparcialidad para el historiador; pero no cree que tal imparcialidad deba ser absoluta, lo cree imposible; y así dice que "cada época tiene que estudiar la Historia bajo el punto de vista que la preocupa esencialmente. El historiador nicaragüense del siglo XVII —dice ejemplarizando tendrá forzosamente que apreciar unos mismos hechos de muy distinta manera que el del siglo XIX". Y es aquí donde a nuestro modo de ver el historiador Gámez, se muestra más sincero, donde descubre abiertamente su médula de político. Con las ideas preconcebidas que antes rechaza para el historiador, con las ideas en boga del siglo en que escribe, se lanza a juzgar las épocas pasadas, pretendiendo, tal vez sin quererlo, tener "influencia retroactiva". "Yo debo declararlo con franqueza —añade a continuación—, no puedo ni podría nunca ocultar mis simpatías por el sistema republicano, por las luchas en favor de la independencia y libertad de los pueblos, por los progresos modernos y por las avanzadas ideas del liberalismo en todas sus manifestaciones. Mi estudio —concluye— aunque sin alterar en nada la veracidad de los hechos, ha sujetado sus observaciones a un criterio democrático liberal, que es el de la época actual de Nicaragua". En una palabra, Gámez hacía historia liberal y para los intereses del Liberalismo, y con esta idea preconcebida se dio el autor a una labor de negación de todos los valores esenciales del pasado hispánico o colonial, sistemáticamente; concibiendo la historia como una sucesión de épocas antagónicas y aisladas por las grandes revoluciones, con lo que negaba la unidad y continuidad de las generaciones en el tiempo, que es lo que constituye la tradición, esencia de la Historia y elemento fundamental de toda cultura.
Hemos dado importancia al comentario de esta obra, porque, como decíamos, su influencia ha sido grande sobre la historiografía didáctica posterior y por ende sobre la formación histórica de nuestra juventud, puesto que la obra en cuestión, sin ser una obra propiamente elemental y que al mismo tiempo concilia la reducción de las formas de una obra superior, sirvió por más de cuarenta años para llenar el vacío bibliográfico en nuestros centros educacionales, particularmente en los de enseñanza media. La superficialidad con que hoy día se realizan los estudios en el Bachillerato, con la prolijidad de materias que contiene, ha hecho que se vea en la obra de Gámez una obra harto voluminosa y por tanto de ningún uso didáctico. Atribuimos su abandono más a este hecho que a su contenido ideológico.
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Foto del Historiador José Dolores Gámez abajo. 



[i] Actualmente hay varias otras ediciones, solamente al año siguiente, 1934 el Dr. Andrés Vega Bolaños, entonces Embajador de Nicaragua en España publicó una segunda edición: Historia de Nicaragua (2a ed.) Madrid, Escuela Profesional de Artes Gráficas, 1954: y el Banco de América en 1976 sacó una 3ª. Edición.  Managua, Colección Cultural Banco de América, 1975, que es una fotocopia de la 1ª edición de 1889.  Luego el Banco Nicaragüense que continuó publicando obras históricas después de 1979 publicó al menos una edición más

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